•Capítulo cuatro.
4.
La clase de padre que siempre debió ser.
La larga melena negra de Isabelle ondeó tras de ella cuando avanzó grácilmente por el pasillo hacia el ascensor, Alec no comprendía como su hermana era tan fuerte y hermosa y él todo lo contrario. Isabelle se había llevado consigo la belleza de su madre y la fortaleza de su padre, los misteriosos ojos negros y el elegante porte; y no le había dejado a él nada más que una piel de porcelana con tendencia a ruborizarse y un dominio de la elegancia más bien nulo.
"Vaya, pensé que jamás ibais a llegar, papá ha vuelto de Idris antes de lo anticipado, dice que tiene noticias grandes. Jace ha estado buscándote desde hace horas, Clary, y... ¿qué son esas cajas?"
Habían llegado antes de lo esperado, Clary llamó el ascensor y los tres adolescentes se encerraron en él, pasados unos segundos se puso en marcha con un horrible chillido a causa de la falta de aceite.
"He roto con Magnus." Soltó Alec, de golpe, dejando caer la pesada caja de cartón con un ruido sordo una vez estuvieron fuera.
Los ojos negros de Izzy se ampliaron con sorpresa, miró a Alec con extrañeza y luego a Clary, como si ella pudiera explicarle lo que estaba sucediendo. La pelirroja se encogió de hombros.
"Es una larga historia, Alec dice que es lo mejor para él y le creo, ¿dónde se encuentra Jace?"
Los abandonó en la habitación de su hermana, cuando Isabelle le respondió que en el invernadero, no sin antes regalarle una sonrisa triste. Él se sentó en el borde de la cama, suspirando con pesadez, tomó un cojín fucsia a juego con el color las paredes y lo apretó contra su pecho.
"¿Te sientes bien?, te veo muy pálido. Quizás deberías descansar un poco."
"No, necesito un consejo. ¿Dijiste que papá estaba en...?"
Ella se sentó junto a su hermano, deshaciéndose de las botas altas de tacón al mismo tiempo en que le hablaba.
"No lo dije. Mira, por mí está bien si no quieres hablar de tu ruptura con Magnus, debe ser difícil par ti y no tomaste la decisión a la ligera porque eres Alec. Mi hermano Alec, el genio que lo piensa todo cien veces antes de actuar, siempre haces lo correcto y nunca te precipitas. Solo quería decirte que estoy ahí para ti, ¿vale? Clary no es la única que se preocupa por ti, yo también lo hago, al igual que Jace. Puedes contarnos lo que sea."
Por su tono agrio, Alec supuso que se encontraba un poco celosa de todo el tiempo que pasaba con Clary últimamente. Isabelle pareció meditarlo, cruzó las piernas y entrelazó sus manos, dedos blancos llenos de cicatrices que terminaban en puntiagudas uñas pintadas de rojo sangre.
"Incluso si ese «lo que sea» es que te estás viendo con otro chico y..."
"¡Isabelle! No, no estoy viendo a ningún otro chico. Y ya que no quieres decirme donde está papá lo buscaré yo mismo, gracias." Le gritó, enfadado, ¿cómo podía llegar a pensar semejante cosa?
Dejó caer el cojín al piso de la habitación y se puso en pie, la primera vez que hablaba con su hermana en muchos días y terminaban hablando sobre si Alec le era infiel a su novio con otro hombre.
«Eres increíble, Isabelle Lightwood. »
Le dio un beso corto en la frente antes de salir al pasillo, ansioso por ver a su padre y que éste confirmara sus sospechas de una buena vez. Quizá le diera una buena noticia, lo cuál no era muy probable, pero soñar era gratis. Estaba en la biblioteca del instituto, sentado con la espalda recta en la vieja silla de Hodge, tras el escritorio sostenido por dos ángeles de mármol con expresión de puro sufrimiento. Nadie dijo que ser un guerrero fuera tarea fácil.
[...]
"Alexander."
Ante el sonido de su voz grave Alec cuadró los hombros y apretó la mandíbula, inconscientemente. Trató de relajar su semblante una vez vio su expresión calmada, era sólo su padre; aún no se acostumbraba del todo a su padre siendo comprensivo con él, al mismo hombre alto y de rictus severo que había admirado toda su vida estando de acuerdo con su orientación sexual. Iglesia estaba recostada en el sillón rojo que tanto le gustaba, al oír el nombre de su miembro del instituto preferido abrió los ojos, amarillos con dos rendijas negras y ladeó la cabeza.
Alec tomó aire, observando a su padre. Robert revisaba documentos con tranquilidad, alzando la cabeza para mirarle cuando su primogénito le habló.
"Papá, quería saber si podía hablar contigo de algo que no me deja la consciencia tranquila."
"Por supuesto, hijo." El hombre le señaló el sillón rojo, Alec se sentó en él y le acarició la cabeza a Iglesia en cuanto el gato trepó a su regazo. Se preguntó si no habría sido una mala idea haberle ido a hablar de Sebastian a su padre, vio como él caminaba en su dirección, ajustándose el traje gris de Inquisidor con incomodidad.
Su padre nunca había sido un hombre de ropa formal, pues era muy ancho de espaldas y ningún traje se acomodaba a su tipo de cuerpo. Sin embargo, el uniforme de Inquisidor le había sido hecho a la medida por los mejores sastres del mundo de las Sombras. Se sentó a su lado, mirándole de arriba abajo con los mismos ojos azules que Alec había heredado de él.
"Y bien, ¿qué es lo que te inquieta tanto? Nunca has solido venir a mí, y creo que debe ser algo serio como para que lo hagas justo ahora."
"Sebastian Morgenstern." Le contestó, haciendo que Iglesia se estremeciera y dejara de ronronear, poniéndose alerta. No era un gato cualquiera, seguramente tenía más años que Alec y su padre juntos, y era un tanto suspicaz.
Alec suspiró cuando el gato saltó de su regazo y se escabulló entre las sombras, desapareciendo tras un librero macizo; Robert también parecía erizado, su rostro se había tensado al igual que en resto de su cuerpo.
"Sabes que soy yo quien le ha dejado escapar, pues bien, él me lo ha dicho. Me ha contado que la Clave le ha otorgado una extraña clase de perdón, que los Hermanos Silenciosos lo examinaron a fondo y lo hallaron limpio. Por medio de una carta se ha comunicado conmigo, y yo quería saber si todo eso es cierto. Dime, papá, ¿lo es?"
Alec apremió a su padre, con los ojos grandes de la curiosidad y el cuerpo temblando por los nervios; su padre no parecía contento, más bien todo lo contrario.
"Alexander, eso era exactamente de lo que quería hablarte. ¿En qué estabas pensando cuando hiciste eso? Sabes que siempre he respetado tu bondad infinita hacia los demás seres, bien fuera hacia un pajarillo herido o Jace inculpándote de dejar escapar a ése lobo rebelde sólo porque estaba arrepentido, pero no puedes seguir haciéndolo. Hijo, ya eres un adulto, sabes como es el mundo y conoces la clase de personas que hay en él. No puedes sólo dejarte manipular por quienquiera, ¿qué hubiese sucedido si Sebastian hubiera aprovechado tu momento de duda para matarte?"
Él asintió, cabizbajo a todo lo que le decía su padre, odiaba ésa estúpida vena sentimentalista que lo hacía ser débil y vulnerable, pero después de ver sus honestos ojos verdes rogando por algo de compasión, Alec no podría simplemente haberlo encadenado y llamado a la Clave para que lo asesinaran. Cuando Robert le acarició el pelo con suavidad se sintió ése mismo niño de diez años sentado en el sillón rojo, siendo reñido amablemente por su padre al ser descubierto leyendo novelas mundanas a escondidas en lugar del libro de demonología asignado por Hodge. Al principio, Alec aborrecía la educación impartida a un niño cazador de sombras; envidiaba a los niños mundanos normales, a los que les era permitido leer a Dickens y a los hermanos Grimm, aquellos críos llorones que no debían pasarse todas y cada una de las horas de su vida pensando en hacer el bien y combatir el mal.
"Padre, no has respondido a mi pregunta." Dijo, con tacto, saliendo del agarre de su padre con las mejillas ruborizadas. Iba a cumplir diecinueve años de edad y todavía sentía agradables las caricias del mayor.
Robert suspiró.
"Sí, Alexander, él no te ha mentido. Todo lo que me has preguntado es cierto, y de hecho, ésas eran las noticias que tengo para todos. Jonathan Morgenstern forma parte de nuestras filas ahora, es un Nefilim en toda regla y está aplicando para la dirección de varios institutos. " Después de un respiro, el Inquisidor se levantó y volvió a hablar. "Ya sabes que luego de la guerra han habido muchas bajas, demasiadas, y los Nefilim que no han resultado heridos en combate o han parecido decidieron renunciar a esta vida. Necesitamos la mayor cantidad de gente de la que podamos disponer."
El muchacho pelinegro se sintió mareado de tanta información, entonces Sebastian no le había mentido, le había dicho la verdad después de todo; no sabía como sentirse respecto a eso. ¿Cómo lo tomaría su familia? Pensó en su madre teniendo un ataque al corazón, en su hermana destruyendo todo lo que hubiese a su paso, y en Jace intentando averiguar dónde se encontraba para darle muerte por tercera vez.
" ¿Y sí es eso posible? Que le entreguen la dirección de un instituto, quiero decir. No, eso es... irreal, ¿no es así? La Clave lo odia, destruyó el Cónclave anterior. Jia perdió a su esposo y tú a Max..." Alec se detuvo, cubriéndose la boca con una mano.
"La Clave necesita muchas cosas, Alec, entre ellas reponer la con fianza en el Cónclave y reconstruir lo que la anterior guerra devastó. No podemos ponernos quisquillosos; además, aún sin la sangre de Lilith corriendo por sus venas, Jonathan es peligroso. Al igual que Jace, fue criado por Valentine, lo que quiere decir que es muy poderoso e impredecible. Será mejor tenerlo de amigo que enemigo, el Cónclave votó y Jonathan fue salvado por mayoría. " Su padre le miró, Alec también se había levantado y estaba de pie junto a él. Era unos cinco centímetros más alto que el Inquisidor, pero este le ganaba en contextura y fuerza. "Puede que lo odien, Alec, pero es mejor despreciarlo en silencio que intentar algo contra él y sufrir su furia de nuevo."
Él asintió, pasándose una mano por los desordenados cabellos oscuros; el timbre del instituto resonó en toda la catedral, llamando la atención see Robert, quien se detuvo en la puerta para decirle una última cosa a su hijo.
"Sinceramente espero que vayas con él, Alexander. Acepta su oferta, es honesta y de verdad creo que sería bueno que te alejes de Nueva York por un tiempo."
"¿Oferta, de qué me hablas, padre?"
Alec se mostró confuso, y su padre sonrió.
"Habla con él."
[...]
Jonathan salía del baño cuando escuchó el timbre del apartamento; se quedó estático por unos minutos interminables, no esperaba a nadie. Se estaba quedando en el apartamento mágico de su padre, Clary no había logrado completar la runa de destrucción meses antes, por lo que la mayor parte del lugar estaba entero. Él lo había vuelto visible, colocándolo en un edificio de Queens de clase media para no levantar sospechas; el condominio era pequeño, de cuarto pisos, y Jonathan sólo tenía dos vecinos. La señora Winks, una dulce ancianita de setenta y cuatro años que convivía con sus nueve gatos y amaba darle caramelos mientras le pellizacaba las blancas mejillas; era la del 1°A. El propietario del 1°B se hacía llamar Ricketts, estaba entrando en sus treinta y siempre trataba de pedirle una cita pero se le hacía pelota la lengua; él tenía una pequeña tienda de cómics en el segundo piso. El apartamento de Jonathan abarcaba el tercer y cuarto piso, por lo que contaba como un dúplex.
Relajó sus músculos al pensar que era la señora Winks, queriéndole pedir el favor de que cambiara un fusible quemado de su sala de estar. O quizá Ricketts, tratando de invitarle a su casa a jugar Halo en su nueva Xbox; Jonathan sonrió ante esa posibilidad, y queriéndole gastar una broma se enredó la toalla más pequeña que tenía en las caderas, se alborotó el pelo y se mordió los labios hasta que le quedaron rojos e hinchados. Abrió la puerta, esperando verle la cara sonrojada y que saliera corriendo por las escaleras a enterrar la cabeza en la tierra como las avestruces; pero sus ojos se abrieron de par en par al ver a Alec Lightwood cruzado de brazos mientras se apoyaba en el portal.
"Sé que quedamos en vernos mañana, pero en verdad necesitaba hablarte de..." Alec se detuvo de golpe al verle.
Jonathan se rió de su sonrojo, lo que molestó a Alec; frunció el entrecejo y trató de mirar hacia cualquier lado menos a él mientras hablaba, pero fallaba estrepitosamente ya que al parecer sus ojos no se despegaban del camino de vellos rubios que desaparecían bajo el inicio de la toalla de Jonathan.
"No sabía que tenías compañía, Sebastian, mejor vengo mañana." Dijo él, dispuesto a irse por donde llegó.
"¡No! Me refiero a que no tengo compañía, tan sólo me estaba duchando." Le contestó Jonathan, abriendo la puerta y señalándole el interior con un ademán.
......................
Ya comienza lo bueno. ^•^ Por fin.
Alec entró al apartamento de un Jonathan semidesnudo, ¿qué sucederá? 7π7
¿Qué os gustaría que sucediera en la novela? ¿Algún acontecimiento en específico?
Lamento la demora, es que me estoy releyendo TMI, aprovechando que ya los tengo todos en físico y entro a clases la próxima semana.
-Elle.
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