•Capítulo cinco.


5.

Un nuevo miembro en nuestras filas.



El Cónclave de Nueva York había sido reestructurado luego de la guerra, muy pocos Nefilim habían sobrevivido y la mayoría de los que estaban en Idris habían sido enviados a los diferentes institutos del mundo que se hallaban desprotegidos. Ahora estaba conformado por Malik Safar junto a su esposa, Annie, y su hermano mayor Kadir; Jonah Pontmercy, el hermano menor de Jeremy; Jace Herondale, Alec Lightwood y su madre, Maryse Trueblood. Javvad, Simon, Isabelle y Clary también estaban allí, pero no contaban como miembros activos por ser menores de edad; el Inquisidor Lightwood, ahora divorciado, residía oficialmente en Idris, y al ser parte del Consejo no podía ser parte de ningún Cónclave del mundo. Era algo así como un funcionario público.

Malik se cruzó de brazos, frunciendo el ceño mientras su esposa comenzaba a proferir improperios poco propios de una dama contra La Clave; Maryse se había quedado completamente blanca y su mirada no se despegaba de Jocelyn. La mujer de ojos verdes lucía curiosa, no enojada ni furiosa como todos los demás.

"Madre, cálmate, por favor."Javvad Safar tomó a su madre de la cintura, acariciándole el abultado vientre con delicadeza.

La cazadora de sombras se alejó de él, dándole un buen empujón a su hijo mayor en cuanto trató de alcanzarla de nuevo. Su hermoso cabello azabache restaba ecogido en un moño en la nuca, la cara roja de la rabia y unos cuantos arañazos en sus mejillas; vestía el traje de combate negro de los cazadores de sombras y su frente brillaba del sudor. Tenía cinco meses de embarazo, pero ni Malik ni su hijo habían podido detenerla cuando quiso ir con ellos resolver un altercado entre los licántropos y las hadas.

"¡No me digas que me calme! Acabamos de enterarnos que el asesino de mi hermano, y casi destructor de nuestra raza ha vuelto de entre los muertos, y la estúpida Clave ha hecho nada más y nada menos que otorgarle el perdón." Exclamó en voz alta, dirigiendo su mirada rabiosa en dirección a Jocelyn. "Todo esto es culpa suya, si tan sólo hubiese asesinado al monstruo que llama hijo en cuanto era un bebé nada de esto habría pasado."

" ¡Eso es suficiente, Ana Mae! "Gritó Kadir de vuelta, mirando a su hermano con el ceño fruncido. "Controla a tu mujer, Malik, no hemos escuchado todo lo que el Inquisidor tiene para decir."

Isabelle Lightwood miraba todo con ojos impotentes desde el otro lado de la habitación, con las blancas manos aferrándose al barandal de hierro, se les había permitido quedarse y escuchar lo que Robert tenía para decir porque de todas maneras iban a enterarse; Clary estaba sentada en el sillón color crema del segundo piso de la biblioteca, con lágrimas saladas corriéndole por las mejillas y siendo arrullada por Simon. Los adultos discutían abajo, y como el hijo de los Safar cumplía los dieciocho en marzo había sido permitido abajo con ellos.

No podía creerselo, la Clave, estricta e inflexible, apiadándose de un asesino como lo era el hijo de Jocelyn. Sin poderlo evitar sintió odio hacia todos, hacia la Clave por haber elegido perdonar en lugar de atarlo a la silla eléctrica, hacia su padre por comunicarles semejante noticia y pedirles que por favor entendieran, hacia su hermano por dejarlo escapar en lugar de haberlo rematado con su arco y flecha.

Sus insondables ojos oscuros se dirigieron hacia abajo, al sillón rojo de terciopelo con costuras doradas sobre el que se sentaba su hermano siempre que les hacían llamar; Jace estaba allí, con los labios apretados y las manos vueltas puño de la impotencia, los cabellos dorados enroscándose en tirabuzones que le ocultaban los ojos. Maryse acababa de recortar su cabello, y como cada vez que lo hacía, los rizos de Jace se hacían muy visibles. Como si hubiese sentido los ojos de su hermana clavarse sobre él, Jace subió el rostro y enfrentó su mirada; «¿dónde está Alec?».

Él negó con la cabeza, encogiéndose de hombros y vio que no había nadie a su lado derecho. Una horrible sensación lo llenó de frío en las venas, sintió un nudo en la garganta y salió disparado de la habitación, ignorando la discusión de los mayores. Alec siempre estaba allí, a su lado derecho, siempre para él.


[…]

Kadir lanzó una mirada histérica a su hermano menor y Malik salió de la biblioteca, arrastrando a una energúmena Annie con él; Robert permitió a los chicos bajar del segundo piso, y dijo que aclararía las dudas de cualquieda si se calmaban todos y actuaban como personas civilizadas. Maryse estaba parada junto a él, aunque ya no estuviesen casados, había sido su mano derecha y siempre lo sería, porque les gustara o no se necesitaban para ser fuertes.

"Quiero verlo, quiero saber cómo está. Puede que sea sólo una farsa o que esté diciendo la verdad, es mi hijo, sólo yo puedo decirlo con certeza. " Luke puso una mano sobre el hombro de Jocelyn, tenía las gafas torcidas sobre el puente de la nariz y una mirada compasiva.

Había reaccionado inesperadamente bien, no se había derrumbado y lucía esperanzada de que hubiese una segunda oportunidad para su Jonathan, pensó Clary, observándola sonreír ligeramente. Quiso ser tan fuerte y firme como su madre algún día, ésa mujer que había estado casada con un monstruo que experimentó con sus propios hijos, aquella que había visto las horribles cosas de las que había sido capaz Sebastian y aún así pensaba en darle su compasión.

"Me temo que eso no es posible, Jocelyn. Lo lamento mucho, pero Jonathan ha dicho que no quiere dar a conocer su ubicación a su familia; teme que le tiendan una trampa y deba herir a alguien para defenderse." Contestó Robert, tomando la licorera tallada del escritorio y sirviendo algo de vino en un par de vasos.

Clary observó que le tendía uno a Maryse, y ésta se le quedaba mirando más tiempo del necesario.

"Así que el bastardo se está escondiendo, ¡maldito gusano!" Espetó Isabelle, con disgusto, golpeando el suelo con sus botas de tacón.

Simon le dijo algo al oído, y la rodeó con sus brazos en un intento de abrazo que la muchacha deshizo con fuerza. Robert intervino, de nuevo.

"La Clave sabe dónde se queda, no está ocultando nada a nadie, Isabelle. De hecho, Jonathan sigue aquí, en Nueva York. " Dijo, a nadie en particular, y se desplomó sobre la silla de su escritorio con la copa de vino a medio beber. "Ha aplicado para la dirección de varios institutos, y tiene que esperar un par de días para que la Cónsul delivere y decida cuál."

Isabelle soltó una carcajada seca, maldijo y luego se volvió hacia Simon, a quien abrazó de improvisto.Clary habló.

" ¿Y cómo es eso? Me refiero a que, ¿la Clave confía tanto en él como para estar dispuesta a otorgarle la dirección de un instituto a mi hermano?" La palabra le salió sin tanta repulsión como pensó, se había acostumbrado a llamarle así desde que había muerto, supuestamente, sobre el regazo de su madre y sosteniéndole la mirada.

"Tiene dieciocho años. Es un miembro activo de la Clave. De su intelecto ni se duda, y creo que está más que demostrado que sabe liderar a otras personas." Respondió el Inquisidor, vaciando el vino. "Si le adicionamos a todo eso que estamos escasos de guerreros, digo que sí, sólo es cuestión de tiempo para que elija alguna ciudad en específico y se lo darán."

"Así que no sólo lo perdonarán sino que aparte también le darán su propia ciudad para mandar, su propio instituto." Comentó Simon, tratando de ser sarcástico.

Maryse movió la cabeza, ya no estaba tan pálida como cuando la bomba les estalló en la cara, tenía las mejillas arreboladas por el alcohol y los ojos azules le brillaban bajo las luces de la biblioteca.

"No te creas, la Clave no da regalos, es una prueba. A nosotros nos hicieron lo mismo cuando el Círculo se disolvió; debíamos probar nuestra lealtad de nuevo, haciéndonos cargo de un instituto. De la seguridad de todo Nueva York, debíamos mantener la ciudad limpia de rastros demoníacos y hacer cumplir los Acuerdos, velar porque los Subterráneos no se mataran entre sí y salvar a los mundanos estúpidos que se metían en problemas." Soltó ella, dirigiéndole una mirada fugaz a Jocelyn.

"De acuerdo, ¿y qué hacemos?" Preguntó Clary, mirando a todos los adultos.

"Si Jonathan  no quiere vernos ni que vayamos hasta él, entonces nada, supongo que debemos esperar a que su cabeza se despeje y nos busque. " Le contestó su madre, acariciándole el cabello.

Isabelle se encendió de nuevo, viéndolos a todos como si estuvieran volviéndose locos frente a ella.

"¿Nada? Nos acaban de decir que el monstruo asesino psicótico que arruinó nuestras vidas acaba de ser perdonado por la maldita Clave, ¿y no haremos nada?"

El Inquisidor se levantó de la silla, frunciéndole el ceño a su hija y encogiéndose de hombros ante su mirada furibunda.

"No hay nada que hacer, Izzy, si intentas algo contra él puede considerarse delito, ahora es un cazador de sombras más. Por lo tanto, si no quieres pasar el resto de tu vida en una celda, o peor, ser despojada de tus marcas y tener que vivirlo como mundana, yo sugiero que te calmes. Vámonos todos a dormir, hoy ha sido un día extremadamente largo." Concluyó, dejándoles a todos boquiabiertos.



[…]



Su habitación del instituto era la que más lejos quedaba, sin embargo, Jace se sabía el camino como de memoria; había ido allí la primera vez cuando tenía diez años, guiándose por la suave risa amortiguada que inundaba el tercer piso del instituto, y había dado con una puerta entreabierta. Sabía que estaba mal espiar a las personas, pero en los meses que llevaba allí con los Lightwood, su nueva familia, jamás había oído reír al mayor de los hermanos. Isabelle era divertida, para una niña de casi nueve años, siempre dibujaba flores en las esquinas de las hojas de sus cuadernos y le sacaba la lengua a Hodge cuando éste les daba la espalda; Maxwell era un bebé muy risueño, que disfrutaba tirarle de los rizos dorados y reía a carcajadas cuando Jace le hacía ojos bizcos; Alec, por el contrario, era demasiado retraído.

El crío de los ojos azules permanecía serio, callado y muchas veces ni siquiera salía a jugar con sus hermanos, poniendo de excusa que ya no era un niño pequeño que disfrutara de hacer sufrir a las diminutas hadas que rondaban el Central Park. Pero esa noche Jace le oyó reír hasta quedarse sin aire, asomó su cabeza y pudo observar como Robert Lightwood se cernía sobre su hijo, hundiéndole los dedos en los costados una y otra vez, con una sonrisa divertida plasmada en su rostro. Se había ido a su habitación con un nudo en el estómago, su padre jamás le había hecho cosquillas cuando era más pequeño, ni le abrazaba de la manera en que Maryse abrazaba a Isabelle cuando conseguía una buena nota, ni le cantaba o lo mecía de la manera en que Robert mecía a Max cuando se despertaba a la mitad de la noche por una pesadilla. Al día siguiente volvió a verlos reír, y al siguiente, y al siguiente, hasta que una noche sólo oyó sollozos; Alec lloraba en silencio, recostado contra el marco de la ventana, con las mejillas húmedas y los ojos rojos. Jace se acercó a él, le puso una mano sobre el hombro y dio un paso atrás cuando el moreno se sobresaltó.

"Podemos dormir juntos, si tú quieres."Había dicho, encogiéndose de hombros cuando Alec se limpió las lágrimas y le preguntó porqué. "También me pasa a mí, a veces, por lo que podríamos ayudarnos mutuamente sin tener que decirles a nuestros padres. Si tú tienes una pesadilla, yo te ayudaré a calmarte hasta que te vuelvas a dormir, y si yo tengo una, entonces tú harás lo mismo por mí. ¿Qué dices?"

Alec había asentido, estrechándole la mano, y ambos habían dormido en su cama de madera clara y sábanas azules hasta que ninguno había vuelto a tener malos sueños. Aún así, cuando Jace no podía conciliar el sueño y se cansaba de dar vueltas en la cama, recorría el pasillo con los pies descalzos y se metía en la cama de su parabatai, como estaba haciendo en esos momentos. Sintió al otro chico removerse entre las sábanas hasta quedarse boca arriba, en la misma posición que Jace había adoptado.

El techo de su habitación siempre había sido el de un cielo azul y despejado, con esponjosas nubes blancas alrededor de un brillante sol; no habían ángeles ni demonios, ni armas o copas mágicas, sólo árboles frondosos y verdes campos. Era lo más cercano a un paisaje mundano que había visto alguna vez en su vida, y Alec lo amaba, Jace lo sabía, aunque nunca se lo había dicho, él siempre había supuesto —por la manera en que elegía cuando niño alguna novela mundana de las estanterías o como se escabullía por las noches a la azotea de algún edificio cuando eran más mayores —, que a Alec no le parecía para nada emocionante el hecho de ser un Nefilim.

"No has estado presente en la reunión que Robert ha convocado y me he preocupado por ti." Jace oyó un carcajada falsa, seca y amargada, y se volteó para poder verlo a los ojos. "Aunque he pensado que a lo mejor estabas en casa de Magnus, pasándolo bien entre sus brazos."

Usualmente, cuando Jace hacía alguna insinuación sexual entre él y su novio, Alec se ponía rojo hasta las orejas y le golpeaba el brazo para que se callara; pero ésta noche no fue así, Alec parecía perdido en sus pensamientos, con la mirada fija en el techo de su habitación.

"No tienes que hacerlo conmigo, Jace, te lo he dicho miles de veces. Pretender que te preocupas por mí o que al menos te intereso un poco." Expresó Alec, en una voz tan baja y resignada que dejó boquiabierto a su parabatai. "No debes hacerlo. Sé que amas a Clary, y que tu mundo gira alrededor de ella y que no tienes tiempo para dedicarle a tu estúpido mejor amigo. Es la primera vez que me hablas en todo un mes, y estoy seguro de que lo único que quieres hacer es juzgarme por dejarlo en libertad."

Se puso en pie, tiritando cuando las plantas de sus pies desnudos entraron en contacto con el frío piso de madera; Jace lo observó rebuscar entre los cajones por algo de ropa, Alec siempre dormía desnudo pero ésta vez se había dejado los calzoncillos puestos.

"De verdad lo siento, Alec, ya sabes... Sabes que estoy tratando de conocer a mi difunto padre, intento ser un buen novio e instructor y de agradarle un poco más a Jocelyn. Isabelle me ha pedido que entrene a Simon y..." Se detuvo cuando el moreno se dio la vuelta, encarándolo con los vaqueros en mano y los ojos llenos de lágrimas contenidas.

Puras excusas, se dijo, su parabatai le necesitaba y él no había estado allí para ayudarle; Alec siempre había estado allí para él, para dibujarle runas de curación cuando se encontraba herido, para cubrirle las espaldas en plena batalla, para conversar con él acerca de cuánto amaba a Clary y que no podría soportar perderla, incluso sabiendo que tenía sentimientos encontrados por él.

Alec negó con la cabeza, conteniendo las lágrimas y moviéndose con rapidez por toda la habitación; cogió su mochila negra y comenzó a meter cosas sin importarle el desorden, no tenía cabeza para ordenarlas. Jace supuso que se quedaría por una temporada en el loft de Magnus, lo vio tirar adentro sus cosas personales, cepillo de dientes, calzoncillos, un par de suéteres no tan viejos y estelas de recambio; también una foto de todos ellos juntos, los Lightwood, Hodge, Isabelle, Max, y él, todos sonriendo la navidad del año anterior. Cuando no habían conocido a Clary, ni Simon ni Magnus, pero tampoco habían perdido a Max.

Alec se detuvo frente a él, con los dedos tirando del dobladillo de su ropa interior, había estado miles de veces desnudo frente a Jace, pero no después de que ambos habían cumplido quince. Los bóxers eran bastante cortos y dejaban sus muslos pálidos decorados con marcas al descubierto, había habido un momento durante su adolescencia temprana en el que Jace había creído sentirse atraído por Alec. Los ojos azules curiosos que parecían ver a través de él, el cabello negro sedoso y los tentadores muslos blancos que le hacían cosas raras en el estómago; Hodge le había explicado que entre parabatai había una conexión física y sentimental indudable, entre más cercanos fueran más fuerte era, podía sentirlo uno solo o los dos. Ambos lo sentían, eso estaba bastante claro, pero al contrario de lujuria o deseo, Jace pudo percibir que era un dolor incalculable lo que embargaba a su parabatai. La duda y el miedo corroían a Alec, y eso hacía que le doliera el pecho; luego de tener el fuego celestial corriendo por sus venas, la conexión entre ambos era mucho más fuerte.

"¿Vas a juzgarme?" Preguntó, temeroso, en voz baja. Jace negó con la cabeza, apartando las sábanas para dejarle en claro que dormiría allí, con él, esa noche. "Sé que lo odias, Jace, sé que todo el mundo lo hace. Sé que hizo muchas cosas malas, ¡él asesinó a nuestro hermano pequeño, por el amor al Ángel! Pero no pude, Jace, no pude decirle que no."

Alec comenzó a sollozar en su lado de la cama, haciéndose un ovillo a su lado.

"Todos piensan que soy su cómplice, que soy débil y vulnerable, que un hombre de verdad le hubiese atravesado la espalda con un cuchillo. Oí los gritos de los Safar, estaba escondido tras una de las columnas del pasillo y los oí decir que era una vergüenza para el nombre de los Lightwood. Que no soy un buen cazador de sombras." Jace le tomó entre sus brazos como cuando tenían once años y Hodge le había castigado porque era demasiado vulnerable, había dejado escapar a un cachorro de licántropo que había acabado con media docena de personas sólo porque estaba arrepentido. Trató de contener sus sollozos, pero Alec, aferrado a sus hombros, insistía en sacarse todo del pecho. "Que no soy más que un repugnante homosexual. He escuchado a padre gritarles por ello, pero ni mamá ni Isabelle han dicho nada al respecto. Como si se estuviesen replanteando la idea de qué tan buena persona soy tras las decisiones que tomé."

El dolor en su pecho se intensificaba, Jace sentía las lágrimas de rabia acumularse tras sus ojos, él debería haberles dicho algo, sus palabras ofensivas habían lastimado a Alec. Alec, quien siempre había estado de su lado sin importar qué. Alec, quien confiaba ciegamente en él y le defendía a capa y espada. Alec, quien ahora se deshacía en sollozos entrecortados entre sus brazos.

"No voy a juzgarte, Alec." Dijo, con toda la suavidad que pudo mientras trataba de verle el rostro, pero él se empeñó en ocultarse tras la cortina de seda negra que se hacía llamar su cabello. "Alexander, mírame."

Él lo hizo, con los ojos azules inyectados en sangre y las mejillas empapadas, acurrucado en su regazo y sin intenciones de salirse de allí pronto.

"Te creo, si dices que Sebastian ha cambiado yo te creo. Eres una buena persona, ¿me oíste? Eres un cazador de sombras excepcional y sí confiaste en él fue por algo, ¿no? Robert nos ha dicho que su sangre está libre de veneno." Le dijo, sosteniéndole del mentón.

Jace le acarició los costados desnudos, sintiendo las costillas levemente por sobre su piel; tras la ruptura con Magnus el pasado otoño, y la guerra en que se habían visto involucrados durante la pasada navidad, Alec había dejado de comer casi por completo. Le inquietó bastante el hecho que hubiese bajado más de un par de kilos, puesto que aunque se le sentían los músculos del cuerpo, también los huesos de su columna vertebral en cuanto Jace le acarició la espalda; poco a poco se fue calmando, dejando de llorar. Ahora simplemente se estremecía levemente ante las manos frías de su parabatai sobre su piel caliente.

Los ojos azules se abrieron de nuevo cuando Jace le rozó la nariz con los labios, el corazón de Alec se aceleró notablemente y sólo cerró los ojos cuando tuvo la certeza de que no se lo estaba imaginando. Jace le entreabrió los labios con los suyos, plantando una de sus manos en la parte baja de su espalda, y lo besó con lentitud. Sonrió cuando sintió el cuerpo de su parabatai relajarse del todo, Alec destensó todos sus músculos y los latidos de su corazón fueron haciéndose más y más lentos hasta alcanzar un ritmo regular, enterró los dedos en el cabello dorado y devolvió el beso con languidez.

"Jonathan." Musitó, aplicando cada vez menos presión.

De niño, Jace siempre se había preguntado a qué sabrían esos labios delgados y de color rosa pálido, y ahora que lo comprobaba podía responderse a sí mismo que a manzanas verdes y canela. Los tentativos muslos que le apresaron durante algún momento del beso, se sentían suaves aunque bastante duros bajo su tacto, y el largo cabello azabache era mil veces más sedoso de lo que alguna vez se imaginó. Se preguntó hasta dónde se dejaría llevar con tal de hacer sentir mejor a Alec, quería que supiera que lo significaba todo para él, quería hacerlo sentir querido, amado, él no le era indiferente al calor que emanaba del cuerpo ajeno, incluso ya se estaba endureciendo bajo sus vaqueros, preparándose para lo inminente; escuchó un suave ronquido y se apartó de la boca del moreno.

Alec estaba profundamente dormido, su cuerpo estaba casi inerte bajo Jace pero sus muslos aún lo apresaban y las manos le aferraban a sus hombros; Jace sonrió, volviendo a besarlo, observándolo sonreír entre sueños y musitar su nombre una y otra vez.

"Jonathan, Jonathan, Jonathan."

Todos los parabatai tenían secretos, ¿no? Total, nadie lo iba a saber.




.........................

Mi primer capítulo de relleno en esta historia. (': Qué emotivo, que alguien tome una fotografía. xD

No sé si alguno de vosotros lo haya notado, pero últimamente he estado publicando varios trabajos nuevos: Tengo otro Jonalec, llamado City of Recover Souls, y un Larry Stylinson llamado El secuestro de la señorita Styles. Son proyectos a largo plazo que no pienso desarrollar sino hasta que acabe mi trilogía (Meant to be truly love, Segunda Oportunidad y Little Memory) y termine lo que tengo pendiente. No sé si a alguno de vosotros le ha pasado, a los escritores me imagino que sí, pero mi cabeza está llena de otras ideas y siento que si no las plasmo de una vez van a refundirse en el desordenado archivo que llamo cerebro y nunca voy a recordarlas de nuevo. Por lo que, he decidido publicarlas todas poco a poco, es decir las advertencias y un pequeño resumen o la sinopsis y dejarlas allí hasta que termine mis pendientes.

¿Conocéis la temática A/B/O? Me he leído un montón de fics en inglés y tengo muchas ideas para eso, pero más que todo ya llevo dos más menos estructuradas. Una Larry, no sé porqué pero amo esa pareja, y el otro no sé si hacerlo Jonalec o de alguna otra pareja.

Ni sé porqué os lo cuento, pero es como para desahogarme. Bueno, eso era todo. XD Nota larga e inútil, pero bueh.

Supongamos, en este fic, que Malik no murió durante la batalla contra Valentine en ciudad de ceniza. Y otra cosa, amo la relación padre-hijo así que la estoy construyendo entre Robert y Alec, no sé, me parece muy tierna. ♥♥♥

Wow, no sé de dónde salió ese casi Jalec SMUT del final, pero me parece que quedó bien. (? En el próximo capítulo se ve qué sucedió con Alec y Jonathan en donde quedó el cap pasado.

Tal vez le arranque la toalla con los dientes, tal vez no, tal vez use sus dientes para otra cosa. ^↓^

—Elle.

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