Capitulo 5

A la mañana siguiente

Me levanto y miro por la ventana, sonrió al ver lo blanco de la calle, debe haber empezado a nevar en la noche, los niños se pondrán superfelices. Me acomodo y empiezo a levantar a los niños.

—Niños miren anoche nevó —al instante mis dos dormilones niños se encuentra levantados y en la ventana viendo la nieve, sí que son rápidos para lo que quieren —vamos, vayan a prepararse para ir a ver el árbol —los dos salen de la habitación dando brinquitos.

Media hora después nos encontramos en la parada para coger el autobús que nos llevara al centro. Los tres estamos muy bien abrigados, ya que dijeron que la temperatura bajaría más en la tarde.

—¿Podemos jugar? —pregunta Lisa por tercera vez, sonrió y veo el autobús.

—Cuando lleguemos al parque, primero iremos a ver el árbol y después al parque que hay cerca —asiente resignada, pero chilla emocionada cuando ve el autobús parar, veo a Max poner los ojos en blanco, subimos y pago —Lisa siéntate querida que te vas a caer —la regaño cuando el bus arranca y ella casi se cae.

—Lo siento mamá —se sienta junto a su hermano y yo me siento atrás junto a una señora mayor.

Son solo 15 minutos de viaje dependiendo del tránsito.

—Tus hijos son hermosos —dice la señora a mi lado, la miro y le sonrió —igual que la madre —me sonrojo.

—Gracias, señora —la miro.

Veo la forma con la que está vestida, ella no pertenece aquí, me digo, ese abrigo cuesta una fortuna y eso lo sé porque es parecido al que tenía hace seis años. El cual se encuentra metido en lo más profundo de mi escaparate, dentro de una caja junto al anillo que olvide dejar ese día, pero que no he tenido el corazón de tirar.

—¿Hacia dónde se dirige, señora? — pregunto.

—Al centro a reunirme con mis nietos —dice con una sonrisa de lobo —deben estar sacándose los ojos porque me escape antes de que mandaran a un chofer —rio llamando la atención de los niños.

—Hola señora —saludan educados, viéndome para que les cuente el chiste.

—Hola pequeños —ellas les saluda —¿cómo se llaman pequeños? —dice mirando a Lisa, al verla su semblante se vuelve melancólico, pero lo cambia al instante.

—Yo soy Lisa —mi princesa se presenta con una enorme sonrisa, a la señora se le sale una lágrima —¿se encuentra bien? —pregunta preocupada.

—Estoy bien —dice sonriendo —solo es que te pareces tanto a mi hija cuando era niña, tus ojos son lo único diferente —dice, aprieto su mano dándome cuenta de que su hija está muerta —gracias —me susurra.

—No hay de que —sonrió —él es Maximiliano, pero le llamamos Max — presento, mi hijo le sonríe, la mujer ríe.

—Qué casualidad mi hijo político se llamaba igual —dice sonriendo.

—¿En serio? —pregunta Max, alegre, la señora asiente —¿y usted como se llama?

—Me llamo Sophia —sonríe —¿y tu querida? —pregunta.

—Verónica, un placer —le devuelvo la sonrisa —¿cree que sus nietos se enojen con usted por ir en autobús? —pregunto para cambiar de tema.

—Lo harán, son tan molestos sobre mi seguridad y mi salud —habla, le suelto la mano y ella se cruza de brazos —estoy segura de que tengo mejor salud que ellos —habla —¿y no consideran que estoy bastante crecida para viajar por mi cuenta? —pregunta a mis hijos, los cueles ríen y asienten.

—Seguro, solo se preocupan por usted —responde Max —a nosotros nos preocupa mamá cuando sale sola —pongo los ojos en blanco, estos niños.

—Llámenme por mi nombre —nos dice —sé que se preocupan, pero sigue siendo molesto, yo solo quiero que me den algunos bisnietos, ya están bastante crecidos para que se casen —rio, ella debe ser una de esas madres que persiguen a su sus hijos para que le den nietos, en su caso bisnietos.

—¿Qué edad tienen? —pregunta Lisa.

—El mayor tiene 34 y el más joven 33 —dice y después me miran —¿querida, estás casada? —me pongo colorada.

—No, mamá, esta soltera —responde mi hijo por mí, pero será.

—Oh —dice ella poniendo una sonrisa-no te gustaría conocer a mis nietos —dice guiñándome el ojo.

—Me gusta ser soltera —digo, mejor voy a un tema más seguro y cómodo para mí —el único hombre de mi vida es mi hijo y quiero que se quede así —le sonrió.

—Qué mal —dice, pero sé que sacara el tema otra vez, suspiro —tú ya vendrías con dos bisnietos incluidos —reímos al ver lo indignada que se pone.

—Seguro, pronto le dan el gusto —digo todavía con la sonrisa en el rostro.

—No lo creo, los dos son adictos al trabajo, tengo que hacer de casamentera para que puedan conocer una mujer, porque si es por ellos —se encoge de hombros sin terminar la frase —sé que una mujer hará que trabajen menos —suspira —pensé que el mayor asentaría cabeza hace unos años. Me dijo que me presentaría a una mujer, pero nunca me la presento cuando le pregunte, se molestó —inclina la cabeza, dejando que se vea los aretes que lleva, son preciosos —debió pasar algo, pero él es muy callado, y su hermano, bueno a ese le he visto un poco inquieto hace poco, y no sé qué es —cuenta.

—Seguro que es por una mujer —dice Max.

—Eso espero, no me estoy haciendo más joven —rio.

—No, pero se mantiene en forma —digo —no aparenta que tenga más de 50 —hablo.

—Oh, gracias, querida —me dice —pero tengo 65, mi hija me hizo abuela muy pronto.

—Todavía le quedan muchos años-dice Lisa con una sonrisa.

—Mira llegamos —digo viendo la copa del árbol desde donde para el autobús, nos levantamos y bajamos —niños no se alejen de mí si —asienten —fue un gusto conocerla señora Sophia —le doy un beso en la mejilla en forma de despedida, los niños le dan un abrazo.

—El placer fue mío —me dice, tomo las manos de los niños y me dispongo a irme cuando me llama —segura que no quieres conocer a mis nietos —rio y niego —bueno, tenía que intentarlo, espero que nos volvamos a encontrar.

—Yo también lo espero —nos despedimos y nos alejamos.

Caminamos una cuadra para llegar al gran árbol, al llegar los niños corren a verlo, el año pasado fue igual, suspiro y les persigo.

Pasamos casi toda la mañana paseando por los lugares, al final el parque quedo suspendido, ya que los niños quería recorren las calles.

Al medio día compramos algo de comer y no los fuimos comiendo mientras caminábamos hacia la parada, era hora de volver, por el hecho de que tenía que ayudar a preparar la cena.

El viaje de regreso lo hicimos mirando el paisaje, todo está completamente blanco, cosa que a los niños les encanta porque significaba que podrían hacer muñecos de nieve y una guerra con Rick que siempre se presta para eso.

—Vamos a la casa para recoger las galletas y después vamos para casa de Alina —digo cuando nos bajamos del autobús, ellos asienten.

El trayecto es corto hasta la casa, puesto que vivimos solo a una cuadra de la parada.

Espero que les guste, les aconsejo recordar a esta amable señora la veran en algunos capítulos mas adelante. Besos y abrazos hasta la próxima.

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