21. La bailarina y el pianista

Chase se levantó de un brinco del sofá, observando la pantalla con la boca abierta.

— ¡Mierda! Ese final fue buenísimo —exclamó, extasiado—. Con razón la niña no hablaba de pequeña, es porque era su clon. Dejó encerrada a la original en ese mundo subterráneo y se apoderó de su vida.

—Ya lo sabemos, Chase. Nosotras también vimos la película —bramó Melanie con fastidio.

Él ignoró su comentario para seguir expresándose abiertamente.

— ¡Eso sí es cine! No la película mierdera que vimos en Netflix hace unos días.

— ¡Esa película no fue tan mala! 

—Claro que sí, estoy harto de tus películas donde la protagonista se queda con el maldito que la trató como basura.

Melanie cerró la boca ante tal argumento, hundiéndose más a fondo en el sillón de cuero.

Chase salió de la sala de televisión, excusándose para ir al baño, aun exclamando maravillas de la película que acabábamos de ver. Ya era la tercera que nos terminábamos en el día.

—Vas a maquillarme para la presentación de mañana, ¿no? —pregunté en dirección a mi amiga, luego de quedarnos solas.

—Por supuesto. ¿Por qué no te han elegido a ti como Aurora? No es que ser hada sea malo, pero bailas mejor que las demás.

—Seré el hada de las lilas, sabes que es la más importante. Además, recuerda que el año pasado yo fui protagonista en El Cascanueces. Hay que darles oportunidad a los demás de brillar.

—Que humilde me saliste —dijo entre risas—. ¿Cómo van los entrenamientos para el Festival?

—Más o menos —admití en un suspiro—. Agatha me lleva loca, a veces pienso que quiere convertirme en gimnasta. El otro día me caí haciendo una voltereta hacia atrás. Terminaré jodiéndome la espalda en cualquier momento.

Aún podía rememorar con claridad el punzante y sonoro dolor que se extendía por mi cuerpo en cada uno de los entrenamientos de estas últimas semanas. 

Sentía que entre las clases, el novio, la familia y el ballet, iba a terminar volviéndome loca, con ninguna otra opción que huir a Alaska a convertirme en criadora de lobos. No sabía porque esa profesión me parecía tentadora.

—El camino al éxito estará lleno de ampollas, sangre y caídas. Pero valdrá la pena cuando todos en ese teatro te hagan una ovación de pie. Y yo seré la primera en levantarme a hacerlo.

— ¿Recuerdas lo bien que se siente eso?

—Algunas veces extraño esa sensación —contestó ella, con una mirada ambarina risueña.

— ¿Todo bien con Chase? —pregunté, tratando de sonar lo más natural posible ante el cambio de tema.

Ocultarle lo que sabía sobre mi hermano y Jenna, era más difícil de lo que imaginaba. Siempre que trataba de darle vueltas en mi cabeza, me obligaba a pensar que no era algo demasiado serio, pero sabía que para ella sí lo era.

—Ya casi cumpliremos un año. El tiempo pasa demasiado rápido, ¿no crees? —dijo, con una nota de ilusión.

—Si le quitas el mes que estuvieron separados no sería un año.

—Tú siempre tienes que salir con esos comentarios que arruinan mi felicidad. Mejor ignoremos esa parte para así poder seguir con la emoción de mi aniversario.

Créeme que hay más cosas que no te digo para poder mantener esa ilusión. 

Al regresar, Chase tarareaba alguna melodía. Pude notar como traía el cierre del pantalón abajo. 

—Súbete el cierre —ordené, desviando los ojos.

— ¿Qué mierda haces mirándome ahí, morbosa?

—Estás justo en frente de mí. ¿A dónde coño quieres que mire?

Él me ignoró al tiempo que se daba la vuelta para arreglarse. Tomó de la mano a su novia para sacarla del sofá sin mucho esfuerzo. 

—Vamos a llevarte, bebé. Ya se está haciendo tarde —dijo, mirando por la puerta corrediza como el sol comenzaba a bajar, marcando así la llegada de la noche.

Los dos se enfrascaron en una conversación sobre las películas que Chase detestaba y Melanie le hacía ver a fuerza de chantajes. Yo por mi parte, me mantuve en la parte trasera del Honda, asintiendo o soltando uno que otro comentario, pero mi mente seguía un poco dispersa en relación al tema donde había prometido no entrometerme.

Cuando Melanie se despidió, fue imposible mantenerme otro segundo en silencio.

— ¿Cuándo vas a hablar con ella, Chase?

— ¿Sobre qué? —Mi hermano me vio de reojo y siguió concentrado en la calle que se extendía frente a nosotros. 

—El asunto de Jenna.

Él se tensó de hombros, esbozando una mueca de desagrado.

—Pronto.

— ¿Cuándo será eso? ¿Las próximas vacaciones?

—Dame tiempo, ¿quieres? Todo va bien entre nosotros. No quiero que eso se vaya al carajo.

—Todo se fue al carajo en el momento que eso pasó —apunté con insistencia—. La estás haciendo ciega, además de cabrona.

Chase lanzó un sonido de incredulidad y volteó para verme con desdén. Por un momento, pensé que era extraño que siempre termináramos peleando en el carro, un lugar tan peligroso, donde una mala maniobra podía arruinarlo todo en un segundo.

— ¡No digas eso! Sabes que las cosas no pasaron así. ¿Eres bipolar o qué? Primero me apoyas, diciéndome que es mi decisión contarle, y ahora me estás presionando a hacerlo.

Tener un novio me hacía ver las cosas desde una perspectiva diferente, por lo que ahora me mantenía más a la negativa sobre las mentiras. 

—Entonces —hablé, arrastrando la palabra—, debería contarte que ella también estuvo con Leo. Así las cosas estarían equilibradas, ¿no?

Chase pegó un frenazo tan fuerte, que mi primer impulso fue prepararme para el impacto sobre el maletero, pero para nuestra suerte, no llevábamos a nadie atrás.

— ¡¿ELLA QUÉ?! ¿Por qué mierda no me dijiste nada de eso? —gritó él, y toda su cara se tornó de un color rojo vivo.

— ¿Ves que también querrías saber si fuera al revés? Ella no hizo nada, idiota. Solo estaba probando mi punto.

Chase abrió la boca, pasmado. 

—Odio tus juegos mentales —siseó entre dientes—. Sí se lo diré, ¿okey? A mi tiempo.

Suspiré y eso dio por concluida la conversación.

Entendía un poco a mi hermano. Todos deseábamos proteger nuestra apariencia ante la persona que más queríamos, ya que nada dolería más que encontrarnos con una auténtica mirada desilusionada. 

Al cometer algún error, la mayoría prefiere ocultarlo por miedo a decepcionar, sin darse cuenta que el amor se desgasta cuando la confianza se fragmenta. Prefieren hundirse en un océano de engaños y mentiras, a enfrentar las consecuencias de sus propios actos.

Algo roto puede volver a unirse con el tiempo, al igual que un hueso fracturado, pero ahora deberá cuidarse con más atención debido a su conocida fragilidad.

Al final del día, nada es irrompible y no todo es reparable.

Si había algo que entendía poco a poco, era que el amor nos convertía en mentirosos.

En el sueño, yo tenía seis años y aun llevaba la ropa del orfanato.

Estaba sentada en un salón de lectura, con un pequeño libro entre las piernas, admirando las ilustraciones. Me había atrapado su portada; era un niño contemplando la luna, con un zorro a su lado y una rosa encapsulada. 

Una mujer entró en la habitación, dando pasos agraciados. La mitad de su cabello era café y la otra rubia. No entendía como aquello era posible. Levanté la cabeza para admirarla y me miró con sus grandes ojos marrones. Era muy bonita.

— ¿Te gusta El Principito? —preguntó ella con voz dulce.

—No sé leer, pero me gustan las imágenes.

— ¿Por qué no estás afuera con los demás niños?

—Nadie quiere adoptarnos a mí y a mi hermano. No es fácil cuidar de dos niños pequeños. Muchos vienen buscando un solo hijo. 

— ¿Y dónde está tu hermano? 

—Afuera. Él no pierde la esperanza.

— ¿Tú la perdiste?

Esa mujer hacía demasiadas preguntas.

Alzó una mano para quitarme el cabello de la cara. Esperaba que no hiciera algún comentario de este, me lo había cortado yo misma hace poco en un arrebato. 

—No estoy segura de haberla tenido nunca.

—Dime tu nombre —pidió con una sonrisa triste.

—Blaze.

—Ese no es nombre común —comentó, riendo.

¿Por qué sus dientes eran tan blancos? No parecían reales.

—Me llamo Annabelle, pero mi hermano siempre me ha dicho Blaze —dije, mirándola intensamente con mis pequeños ojos oscuros—. No me gusta mi nombre. Según la Hermana Teresa, existe una muñeca poseída por el diablo que lleva ese nombre. Dicen que está maldito.

Raramente, eso a ella le hizo mucha gracia.

—No creas esas cosas. Los únicos seres a los cuales debemos temer están hechos de carne y hueso. —La mujer se puso en pie y me tendió la mano. Al principio la miré insegura, yo solo establecía contacto con Chase—. Vamos, busquemos a tu hermano.

Por alguna extraña razón, le cogí la mano, aferrándome a nuestro agarre como si fuera incluso más fuerte que la gravedad que me mantenía en pie.

— ¿Usted cómo se llama?

—Patricia Luthor.

En ese instante, nos topamos con un hombre de ojos azules escondidos tras unos lentes redondeados. Mi hermano caminaba junto a él. Sentí una inexplicable pizca de celos de cómo Chase tenía un aire parecido a ese desconocido.

—Me encontraste —susurró él. 

—Creo que nosotros los encontramos a ustedes —dijo el hombre, con una voz algo rasposa.

—Me gusta ella, Marcus —murmuró Patricia, mirándome con una sonrisa.

Yo me sentía desorientada.

—Parece un milagro, ¿no crees? —inquirió Marcus. 

— ¿Qué? —pregunté.

—Tal vez nunca deberías perder la esperanza, Blaze.

Me desperté entre un revoltijo de sábanas desordenadas, al tiempo que la luz solar se filtraba a través de las cortinas. Me sentía magullada, con un inexplicable dolor de la cabeza. Enterré la cara en la almohada una última vez, antes de por fin levantarme en dirección al baño.

Recordaba el sueño a la perfección, al igual que una escena de mi película favorita.

No estaba del todo segura que las cosas hubieran ocurrido así hace años. Parecía todo demasiado surreal y perfecto en el sueño. Casi lo sentía como una elaborada escena de película que había creado mi imaginativo subconsciente.

No podía recordar acciones, pero sí las emociones que me inundaron en ese momento, siendo una niña asustadiza de seis años con el pelo disparejo.

La manera en que se me había hinchado el pecho con la naciente intriga de una vida diferente, pero al mismo tiempo ardía el temor del abandono y la posibilidad que todo solo fuera un error.

No estaba segura por qué últimamente muchos de mis sueños eran así.

— ¿Qué es eso que me echaste al final? ¡Me pica la cara! —chillé, sintiendo el impulso de rascarme los ojos.

— ¡Quédate tranquila! —terció Melanie, poniéndome la corona de flores sobre el moño—. Eso era spray fijador, hará que te dure más el maquillaje.

—Espero que no me sobrecargaras de base, sabes que eso hace que me salgan espinillas.

—La próxima vez que alguien más te maquille, te quejas demasiado —resopló ella, dándome la vuelta para verme en el redondeado espejo de la mesa maquilladora.

Estábamos en uno de los vestuarios del Teatro, compartiendo el oxígeno con otras quince escandalosas y ajetreadas personas. 

Mi vestido era de color morado, con mangas de seda transparentes hasta el codo y un tutú adornado por flores en relieve. Melanie había combinado el maquillaje con los tonos fríos de mi traje, avivando el color de mi piel con bastante brillantina morada. Tal vez se había pasado con los brillos.

Muchas chicas entraban y salían del vestidor, con sus vestidos dorados cubiertos de escarcha. Las niñas de menor edad serían las bailarinas extras en la presentación, mientras que los de mi categoría protagonizaríamos el recital.

Divisé a la pequeña Kasey entrando a la habitación junto con su mamá. Ambas me saludaron de lejos con una mano alzada. Su traje de florecita silvestre, enmarcaba el color rojizo de su cabello.

— ¿No sabes si ya llegó Nathan? —pregunté a mi amiga, mirando sobre su hombro en dirección a la puerta.

—Cuando entré no lo vi por ninguna parte.

Agatha había escogido a Nathan para que tocara con la chica del violín. Al parecer, un grupo de contemporánea bailaría al ritmo de su canción instrumental ya que no tendrían su propio recital este año. 

—Maldita sea. No me contesta —informé, viendo mi teléfono.

—Mejor salgamos, hay demasiada gente por aquí. 

Nos deslizamos por los vertiginosos pasillos que daban tras el escenario. Mucha gente corría de un lado a otro, llevando utilería o trajes de último minuto. Melanie y yo nos escondimos tras un gran equipo de sonido a los laterales del escenario.

A través de las cortinas, podíamos deleitarnos con la vista al público en los tres niveles del Teatro. Varias personas estaban ocupando sus asientos en las butacas rojas, con otro pequeño tumulto de gente abriéndose paso en la puerta principal.

Mi familia estaba en una esquina de la tercera fila, y como era de esperarse, mi hermano y Marcus parecían a punto de dormirse.

—Creo que debería ir con Chase, se nota que caerá muerto en cualquier momento. Buena suerte, lo harás perfecto —se despidió ella, bajando por las escaleras laterales. 

Nunca me había dado miedo salir a bailar, era la única parte en mi vida donde me sentía completamente segura, pero últimamente todo me hacía sentir nerviosa, como si desde que Patricia nos hubiese dicho que estaba embarazada, mi parte alarmista se hubiera activado el triple.

En ese instante, un hombre y un chico salieron del otro lado del escenario, arrastrando un gran piano de cola negro.

Nathan se veía elegante pero informal al mismo tiempo, luciendo una camisa blanca debajo de la chaqueta americana negra. Intercambió unas palabras con el hombre, y cuando estuvo a punto de darse la vuelta para irse, silbé para atraer su atención. Él se quedó mirando a la nada, sin saber muy bien de dónde provenía el sonido.

—Aquí, lento —dije, alzando la voz.

— ¿No deberías estarte arreglando? —preguntó él, caminando hasta mí.

—Melanie es bastante rápida como maquilladora y estilista.

Me abrazó, cuidando de no llenarse la pulcra chaqueta con el brillo de mí rostro.

—Estoy nervioso —murmuró—. Esas bailarinas me intimidan. Gracias a Dios tú no eres así.

—Trato de ser un poco relajada en este ámbito de mi vida. Aquí ya hay demasiada gente intensa de por sí.

—Tu instructora dijo que me mataría si algo salía mal. Ella es la que más miedo me da.

—Agatha es una perra con todo el mundo. Conmigo es más o menos perra, por eso la tolero con mayor facilidad que otros. 

Después de calmar un poco su frecuencia respiratoria, se me quedó mirando con detenimiento, como si me estuviera prestando atención por primera vez desde que llegó.

— ¿Cuál hada madrina se supone que eres? Que yo recuerde, no hay ninguna de color morado.

Me pareció tierno que al menos conociera los colores de las tres hadas de la película de Disney.

—Este acto no es como la película. Soy un hada muy poderosa, la principal se podría decir.

—No entiendo nada, pero haré como que sí. 

— ¿Qué tan bien me veo? —pregunté, dando una vuelta sobre mi eje para que él me admirara.

La forma en como sus ojos se posaban en mí, me daba a entender que le gustaba lo que veía. 

—Pi.

— ¿Ah? ¿Tienes ganas de ir al baño? 

—Me refiero al número Pi, idiota —aclaró, rodando los ojos por mi lentitud.

Fue imposible no reírme en su cara.

— ¿Sabes? Soy buena en las matemáticas, pero no por eso te diré que ni siquiera el trinomio cuadrado es tan perfecto como tú.

—Qué mal, hubiera pensando que era algo muy romántico.

—Algunas veces pienso que tu concepto de romanticismo va más allá de lo normal —aseguré, poniéndome en puntas para besarle la oreja con un chasquido. 

—Lo que quise decir, es que Pi tiene un número infinito de cifras decimales, y como tu belleza hoy va más allá de los límites, no existe una respuesta exacta para darte. Por eso pensé que la única manera de describir un infinito, sería con otro infinito.

Mis risas burlonas habían sosegado. De alguna celestial forma, sus palabras enternecieron mi expresión.

Me asombraba la naturalidad y sencillez que poseía para pronunciar tales frases. Siempre sabía que decir para hacerme sentir fuerte y bonita, al igual que una exótica piedra preciosa. Lograba activar todas las fibras nerviosas de mi cuerpo, afectando cada una de mis facetas de la manera más humana posible.

— ¿Eso que dijiste lo tenías ya en mente o lo acabas de inventar? —pregunté, sonando nerviosa. 

—Ya te dije que era bueno con las palabras —dijo, y acto seguido, me atrajo hacia él para besarme.

Nunca me había gustado dar espectáculos, pero por un momento, no me importó nada más allá. Comenzó a bajar la mano en dirección a la parte interna de mí muslo, tomándome por sorpresa. Me aparté unos centímetros, esperando que captara la indirecta, pues mi boca estaba demasiado ocupada para poder proferir alguna advertencia.

Nathan se controlaba bastante, y a decir verdad, a mí no me molesta que quisiera sobrepasarse, pero ese era el momento menos adecuado para perder la reservada actitud de chico respetuoso. Tras sus ojos no destellaba otra cosa que lujuria, por lo que siguió besándome más fuerte, sujetando mi cuello con su mano inflexible.

—Deja de provocarme —jadeé, separándome de nuevo—. Estoy tratando de ser razonable.

—Provocarte es mi pasión de vida, así que no me pidas que deje de vivir.

—Ahora que lo pienso... —dije, acariciando su nuca con mis dedos—. ¿Te das cuenta que me has dado un aproximado de tres? No es tan romántico si lo vemos de ese modo.

—Siempre tienes arruinarlo, ¿cierto? Solo disfruta de mi buena labia y deja de ser tan nerd por un momento.

— ¡Me llama nerd el que se inventó un elaborado cumplido con las matemáticas!

Agradecí habernos separado, pues Agatha atravesaba el escenario cuando nos encontró hablando muy juntos. 

—Blaze, deberías estar con las demás. Están tomando fotos para la página —informó, evaluándome con una ceja enarcada. Sus ojos acusadores se posaron seguidamente en Nathan—. Y tú, vamos a comenzar en cinco minutos. Reza a cualquier santo en el que creas para que todo salga a la perfección. Créeme que no quieres verme molesta.

Él chico asintió, tragando saliva. Se alejó para desplomarse en el taburete frente al piano.

—No tienes que tratarlo así —le dije a modo de reproche. 

—Tiene potencial. Me tiene miedo, lo cual significa que sabe diferenciar que le conviene y que no. No es estúpido.

—Casi sonó como un cumplido.

—Además, es el más bonito de todos los que me has enseñado —dijo ella, coqueta.

—Ahora si sonó como algo bueno, vamos progresando con tu actitud —la animé, palmeándole el hombro.

—Espero que tú también vayas progresando con la tuya, Señorita Blaze.

Diez minutos después, Agatha dio por iniciado el recital, con las chicas de contemporánea bailando al son de la música instrumental. 

En lo que la chica del violín comenzó a tocar, reinó un silencio magistral, el cual estuvo seguido por el melodioso sonido que emitía el piano con Nathan tras él. 

Tal vez todos mantenían la atención en las bailarinas, pero yo no podía sacar los ojos de mi novio. Tocaba las teclas con suavidad, profiriendo una hermosa melodía que resonaba por todo el lugar. El violín le quitaba un poco el protagonismo, pero yo solo reparaba la existencia de él en ese instante.

Admiraba sus movimientos; la manera en que ladeaba la cabeza al ritmo de la música, la forma en que arqueaba al espalda al tiempo que deslizaba los dedos largos por el piano. Incluso cerraba los ojos como si conociera de memoria la anatomía del instrumento que tocaba.

La canción era preciosa, el tipo de melodía que te genera diferentes tipos de emociones; una arrolladora tristeza que te desgarra el pecho hasta sentirlo a punto de estallar, pero con una nota de esperanza que te asegura la posibilidad de que finalmente el sol se abra paso tras una oscura y larga noche. 

No la reconocía, pero quería pensar que se había convertido en mi canción favorita solo por la manera en que observaba a Nathan tocarla con tanta pasión.

—Es precioso, ¿no crees? —susurró Agatha junto a mí.

—Creo que se ha convertido en lo mejor que escuchado nunca.

—Jamás había tocado frente a ti, ¿cierto?  

—Una mentira piadosa que valió la pena. 

Me cosquilleaba ligeramente el estómago cuando mis zapatillas de ballet tocaron el escenario. Nuestro baile se dividía en un prólogo y tres actos, y aunque participaba en todos, mi parte favorita era mi solo en la variación de las hadas.

Moví mis manos y pies con gracia, dejándome llevar por la creciente música de fondo cuando fue mi turno de bailar sola. Elevé mis miembros lo más alto que pude, alcanzando una flexibilidad y ligereza que no estaba segura de poseer cuando se trataba del attitude

Entre un fouette y otro, mientras todo mi mundo daba vueltas de forma vertiginosa, solo pensaba en si Nathan me estaría admirando de la misma forma en que yo lo había hecho con él. 

Su música me había subido los ánimos, asegurándome de dar todo en la presentación. Toda esa creciente felicidad se me había contagiado solo por haberle escuchado tocar. Incluso hice los giros desde las quintas casi a la perfección, mientras que en los ensayos no me salían tan pulidos y deslizaba mis pies antes de girar.

Agatha me decía que era elegante, pero que aún me faltaba mucho para estar al menos cien metros cerca del París Opera Ballet. Jamás había soñado tan a lo grande.

Luego que Claudia y Hector terminaron su hermoso pas de deux, todos hicimos una reverencia, recibiendo un montón de aplausos y silbidos.

—Eso estuvo hermoso, mi bebé. Estoy orgullosa, te luciste allá arriba —dijo Patricia, en lo que bajé del escenario para reunirme con ellos.

—No vi la mitad porque me dormí, pero por lo que pude ver, no lo hiciste tan mal —bromeó Chase. Melanie le golpeó el brazo en respuesta—. ¡Ay! Bueno, sí lo vi todo. Estuvo más o menos interesante. 

Jonah se acercó para felicitarme también, separándose de su familia. 

—Tuve que ver casi hora y media de esta presentación para que Kasey apenas bailara tres minutos —se quejó el ojiverde—. Recuérdame decir que no al próximo recital.

— ¡Al menos me viste a mí bailar!

—Ya te veo lo suficiente, más bien estoy un poco harto.

Nathan nos observaba, pero la expresión celosa de su rostro había desaparecido en las últimas dos semanas. Me alegraba que entendiera que nada más allá de una amistad pasaba entre nosotros.

—No me da pena admitir que casi me pongo a llorar cuando te escuché allá arriba —le dije cuando se posicionó junto a mí—. Ahora te molestaré a cada momento para que me envíes notas de voz tocando el piano.

—Eso sería de todo menos una molestia —contestó con una sonrisa.

— ¿Cómo se llamaba esa canción?

—Before You Go de Lewis Capaldi. Es el tipo de canción que apenas escuchas, te da un bajón emocional.

—Créeme, incluso con el instrumental lo sentí así.

— ¿Qué era eso lo que te dijo Agatha de yo siendo el más lindo? —inquirió. Lo miré extrañada, era casi imposible que nos hubiera escuchado—. No estaban hablando tan bajo, por si no te diste cuenta.

—Eso es violar la privacidad de una conversación ajena —me quejé.

— ¿Del otro que hablaba era Jonah?

—Dios mío.

— ¿O Tobias?

— ¿Vas a comenzar a hacer la lista de todos los chicos con los que me he besado? —solté con fastidio. 

—Depende. ¿Es una lista larga?

—Puede ser. —Él me miró, ceñudo, arrugando la boca en señal de disgusto—. ¡Pensé que ya no serías celoso!

— ¿Celoso de que mi novia haya besado a otros? ¡Qué va! —Hizo un gesto exagerado con sus manos para restarle importancia—. No nos concentramos en cosas que ya pasaron, si no en las que ocurren en este momento. Y ahora lo único que importa somos los dos, ¿cierto?

—Cierto. 

Nathan se quedó un trecho atrás, hablando junto con la parejita enamorada. Yo apuré el paso para alcanzar a Paty en lo que nos dirigíamos a la salida.

— ¿Ya te lo pidió entonces? —preguntó ella, señalando a Nathan con la mirada.

—El día de la cena. 

En las últimas semanas no había vuelto a preguntar nada, lo que en parte agradecía, pero la emoción del momento me hacía imposible sentir un sentimiento más allá de este, así que seguramente respondería cualquier pregunta que ella me hiciera en ese instante.

Aunque por alguna extraña razón, me alegró contárselo.

—Me alegra verte feliz junto a él y tus amigos, me gusta la luz que irradias cuando lo eres. Es el tipo de luz que me gustaría ver más seguido.

El sueño que había tenido se hizo presente una vez más. Le había dicho que jamás tuve esperanza, pero quería pensar que aquello no había sido real, porque yo aún albergaba un poco para nosotras.

—Tú me haces feliz —susurré muy bajo. 

Ella acarició mi cabello con gesto cariñoso, para luego sobar su vientre mientras seguíamos nuestro camino. 

De repente, me sentí egoísta.

¿Cómo podía ser feliz cuando se notaba que ella estaba sufriendo en silencio? Todo parecía ir bien hasta ahora, pero muy por dentro, sabía que ninguno de nosotros lo estaba del todo.

Estoy muy feliz porque la historia alcanzó las mil vistas y está aumentando el número rápido, espero que hasta ahora les guste como va la historia. Si pueden voten y comenten, me harían el día con eso.

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