Park Jihyo tenía toda su vida calculada.

Sabía cuántas calles debía caminar para llegar a su trabajo, cuantas páginas de su libro favorito necesitaba leer antes de dormir e incluso cuantos clientes visitaban diariamente la pequeña cafetería de Jeongyeon.

En su mente no había espacio para cambios o modificaciones. No pretendía dar vueltas en lugares erróneos o leer un par de capítulos más.

La vida sin aventuras era perfecta para ella.

Por supuesto, las cosas debían cambiar.

Ella no supo que Minatozaki Sana estaba alterando los cálculos de su vida hasta que ya no hubo una vuelta atrás.

A su criterio Sana estaba loca, necesitaba aprender a vestirse, debía dejar de echarle sal al café y, definitivamente, tenía que olvidarse de esa loca obsesión de emprender viajes sin conocer su destino.

En pocas palabras, Minatozaki Sana era completamente imperfecta para Park Jihyo.

Aun así, ella no estaba dispuesta a dejar que esa chica demente y alérgica a las estadías permanentes se marchara de su lado.

Tal vez Park Jihyo descubrió que la vida sin aventuras era perfecta para ella, pero perfección no era lo que necesitaba.