8: "Me gustas."
Ignoré a Sana durante diecisiete días y catorce horas. Por supuesto, cada segundo para mí era más doloroso que el anterior. Cada vez que yo la ignoraba sus ojos color café perdían su típico brillo y comenzaba a llorar, lo cual me rompía el corazón.
Pero debía protegerme a mí misma. Sejeong me lo repetía siempre, y yo creía que tenía razón.
— No puedes hacerle algo así, Jihyo. Sana no se lo merece —Me dijo Jeongyeon esa mañana.
— Tampoco puedo darle falsas esperanzas. No soy gay...
Pero ella elevó ambas cejas, lo cual indicaba que dudaba de mi palabra. Lo repetí seis veces más, pues el siete era su número favorito, pero aun así su mirada no cambió.
— Que correspondas a sus sentimientos no te hace gay, Jihyo. Te hace una persona.
Pero yo no podía pensar de la misma forma que ella.
Conocía al mundo a mi alrededor y su comportamiento. Sabía que el señor Brown era bastante conservador y que la señora Johnson poseía una de las mentes más cerradas del planeta. No había forma de que ellos volvieran a hablarme si yo comenzaba a sentir cosas por Sana, lo cual habría alterado mi rutina.
Además, mis clientes no lo eran todo. También se encontraba en medio del camino su sucio trabajo, nuestras diferentes personalidades y el hecho de que ella iba a marcharse.
No podía imaginar una vida junto a ella, pero tampoco una sin ella. Y eso me preocupaba.
— Además, ella tiene esa tonta idea de viajar por todo el mundo y...
— No es una tonta idea. Es su sueño, Jihyo.
— Como sea, Jeong. El punto es que...
— El punto es que quieres que renuncie a sus sueños por ti cuando tú deberías desear ser parte de ellos —Contrarrestó la pequeña en uno de esos momentos donde su tamaño no importó—... Tengo razón, Jihyo. No puedes hacerle algo así. Sana no se lo merece.
Y ya no dije más, pues discutir con mi jefa era un caso perdido.
Yo era un caso perdido.
El resto del día no pude concentrarme, pues mi charla con Jeongyeon se repetía una y otra vez dentro de mi cabeza. Nunca se sentía bien. Varias veces olvidé pedidos o los entregué a los clientes equivocados. Por supuesto, Sejeong corrigió todos mis errores. Por cierto, ella y yo habíamos vuelto a ser las mejores amigas desde el día en el que lloré en aquel callejón. Nada parecía haber sucedido entre nosotras, y eso lo consideré como algo bueno.
Sana llegó una hora antes del cierre del local.
Hizo sonar la campanilla seis veces, pues sabía lo mucho que yo amaba ese número, y luego de eso caminó hacia mí y me besó la mejilla.
Juro que no me moví durante al menos cinco segundos.
— La señora Búho se ve hermosa hoy —Susurró Sana mientras intentaba acariciar mis mejillas. Golpeé su mano tres veces, pues no quería que me tocara. Eso solo hacía que todo fuera más difícil.
Si quería conservar a los clientes, a Sejeong y a mi rutina debía perderla, lo cual no debería de haberme importado. Ella, de todas maneras, se marcharía.
Aun así, me importaba.
— ¿Quieres algo de tomar, Adam? —Pregunté al chico con gafas que se sorprendió al verme, pues había estado demasiado ocupado admirando a Jeongyeon mientras ésta limpiaba el mostrador.
— A Adam le gusta mirar a Jeongyeon, y a mí me gusta mirar a la Señora Búho. La señora Búho es bonita...
No entendía por qué la vida resultaba tan dolorosa, pero me repetí seis veces que mi caso no estaba entre los peores.
Continúe tomando y entregando pedidos con Sana a mi lado. A veces evitaba sonrojarme frente a sus comentarios, pero otras simplemente no podía evitarlo.
Ella me volvía loca.
— ¡Señor Cheng! —Saludó animadamente Sana al hombre que, con cautela, ojeaba el menú. Sejeong, quien hasta ese momento había estado tomando su orden, se alejó con repulsión.
No puedo negar que de mis labios escaparon un par de suspiros de alivio. Finalmente Sana había decidido darme un poco de aire.
Estaba sirviendo el desayuno de Tzuyu, la maestra de arte, cuando escuché las palabras de Sana por error.
—... Y le dije a mi amiga Momo que su hijo debía llamarse Jihyo porque solo de esa forma sería perfecto —Una sonrisa amenazó con salir por mis labios, pero me contuve diciéndome doce veces que estaba mal. Yo no era gay—. Me dijo que lo llamará Ethan, pero que yo puedo decirle Jihyo.
— Quiero creer que Jihyo te gusta mucho —Concluyó el odioso señor Cheng.
¿Por qué no podía simplemente desayunar e irse? ¿Por qué debía hacer suposiciones que solo se volvían incomodas para mí?
— Mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, mucho —Lo repitió seis veces porque sabía que yo la estaba escuchando. Puede que yo fuera muy obvia con ello—... Está allí, por cierto. ¡Hola Jihyo! ¡Me gustas mucho seis veces!
Jamás me había sentido tan humillada y feliz en mi vida, lo cual realmente no podía creer.
¿Desde hacía cuanto tiempo mis sentimientos habían dejado de tener orden?
Luego de eso el señor Cheng le dijo algo a Sana en un tono que no pude escuchar y, acto seguido, se levantó de su lugar antes de recibir su desayuno.
Caminó hacia mí, y supe que aquel día iba a ser memorable.
Respiré intentando tranquilizarme. Diez exhalaciones, doce, catorce, dieciséis... Cuando el señor Cheng llegó hasta mi lugar aún mi cabeza no se sentía bien con todas estas repeticiones.
— No creo que necesites que te repita lo que me ha dicho, así que hazme un favor y habla con ella. Si no sientes lo mismo díselo, pero no le permitas conservar sus esperanzas.
— Estoy ocupada. Tengo que servir a la señorita Chou y...
Pero todas mi excusas eran débiles, ya que solo las buscaba para evitar el contacto con Sana que una parte de mi deseaba.
— Puedes ir si quieres. No tengo problemas.
— Pero usted debe impartir sus clases en...
— Mis alumnos pueden esperar. El amor no —Hasta el día de hoy no sé exactamente como me hicieron sentir estas palabras, pero puedo asegurar que algo se revolvió dentro de mi gracias a ellas.
— Esto no es amor... —Intenté argumentar.
— Eso dímelo después.
Y luego de esto fui empujada hacia la mesa en la cual Sana me esperaba mientras jugaba con los dedos de sus pies, algo que hacía para tranquilizarse cuando estaba demasiado nerviosa.
— Hola, Jihyo. La señora Ardilla hoy se vistió muy bien solo para ti —Y sus palabras eran ciertas, pues ese hermoso vestido rosa la hacía ver maravillosa. Sus uñas se veían perfectas y una leve capa de maquillaje hacía a su rostro un poco más hermoso. Se veía preciosa, sí, pero prefería a la Sattang desordenada, lo cual solo me resultó confuso—... Momo me ayudó —Murmuró como si se tratara de un importante secreto.
Intenté no reírme, pero un par de ruidos se colaron por mi garganta.
— Sattang —Su rostro fue dominado de inmediato por la más hermosa de todas las sonrisas, lo cual solo me hizo pensar que decir lo planeado no era correcto—, tú no me gustas. No soy gay...
Pero cada vez que lo decía se sentía terrible, y se sintió aun peor cuando su mirada bajó al suelo y comenzó a llorar.
— ¿Por qué? —Cuestionó entre lágrimas que me rompieron el corazón diez veces multiplicadas por mil— ¿Es mi cabello? ¿Mis ojos? ¿Mi nariz? Dímelo, Jihyo, porque tú eres perfecta y yo soy perfecta para ti.
— Todo está bien en ti —Estás cinco palabras fueron mi intento desesperado de reparar mi desastre—, pero no me gustan las chicas...
— No tienen que gustarte todas las chicas. Solo debo gustarte yo.
Su lógica era bastante buena para una demente, a decir verdad.
— Sattang, no podemos hacer esto —Intentaba convencerla yo mientras sujetaba sus manos, pero esta acción solo parecía animarla y, a mí, confundirme— Tú quieres marcharte, y yo quiero quedarme.
— Lo sé —Aceptó ella mientras se limpiaba las lágrimas. La ayudé, pues ya no podía soportarlo más—, pero por eso debemos amarnos ahora. Mañana podríamos no vernos más.
Y esta idea me heló la sangre.
¿Dejar de verla?
Eso era imposible, y definitivamente no pensaba permitirlo.
Por supuesto, ante esta idea me dije seis veces que pensar de esta forma estaba mal.
— Sana-ssi, no soy gay.
— Yo tampoco. Tenemos mucho en común.
— Pero...
— Te gusto.
Y me sentí irritada ante su interrupción, tal vez porque ella se veía diez veces más segura admitiéndolo que yo negándolo.
— ¡No me gustas!
— ¡Claro que sí! —Afirmó ella con una ligera risita que yo consideré hermosa. Nuestras manos ya no estaban unidas, así que las extrañaba— En realidad, creo que estás enamorada de mí.
— No estoy enamorada de ti, Sana-ssi —Y diez veces se lo repetí, pero ella era testaruda.
— Lo estás...
Yo simplemente gruñí y me crucé de brazos, pues intentar discutir con ella era como hacerle obedecer a un bebé de pocos meses. Cada palabra y gesto se volvía cada vez más inútil, lo cual solo me desesperaba.
— Está bien, puede que aún no estés enamorada de mí, pero te gusto. Te gusto mucho.
Sentí la necesidad de asentir ante sus palabras, pero me contuve.
¿Qué clase de locuras le permitía pensar a mi cabeza cuando debería haber estado calculando propinas?
— Sé cómo te sientes, Jihyo —Esta vez tomó mis manos entre las suyas, y cuando la miré a los ojos la chica demente se había marchado—. Tienes miedo y tal vez algo de ira hacia ti misma, pero no te dejes controlar por tu mente y escucha a tu corazón. Tú corazón late por mí, Jihyo, y el mío late por ti... No puedes ordenarle a un corazón que deje de latir.
Y en eso tenía razón.
Seis veces repetí sus palabras en mi cabeza, pues estaba cansada de no entenderme a mí misma. Cada vez que repetía sus frases se sentía mucho mejor, y fue allí cuando llegué a la conclusión de que ella tenía razón.
— Me gustas. Me gustas. Me... —Lo dije veinte veces en voz baja, aun el miedo recorriendo mi cuerpo pero una inmensa calma apoderándose de mi corazón.
Finalmente lo había dejado salir.
— Lo sabía —Se escuchaba realmente feliz, pero estaba intentando ocultar su reacción solo porque yo aún no me sentía completamente bien con mi reciente descubrimiento—... Ahora solo debo enamorarte.
Mi primera reacción fue de terrible pánico, y lo que vino después fue una mezcla de confusión y felicidad.
— No podrás hacerlo. Soy difícil de enamorar —Intentaba hacer una broma, pero la verdad es que moría de miedo.
Todo iba demasiado rápido en mi mente y eso me alteraba. No había logrado analizar completamente un sentimiento cuando, repentinamente, otro buscaba atacarme.
¿Cómo podía creer Sana que lograría enamorarme cuando apenas había descubierto lo mucho que me gustaba?
— Entonces dame un minuto para enamorarte. Puedo hacerlo, Jihyo. Si pierdes debes venir a casa y cenar junto a Momo. Ella se siente sola últimamente.
Acepté, y aunque sabía que ella perdería decidí que, de todas formas, cenaría junto a Momo.
— ¿Solo un minuto? ¿Estás segura? ¿No crees que es muy poco tiempo? —Mi boca dejaba salir las palabras tan rápido que dudé que pudiera entenderme.
— Un minuto es suficiente.
Yo solo asentí, pues estaba realmente confiando que ella fallaría la misión.
Busqué mi móvil en mi bolsillo derecho, coloqué el cronometro y el tiempo comenzó a correr.
— Es tiempo. Tienes un minuto —Le advertí.
Ella sonrió, y su misión estaba cumplida.
amo a mis mamás *sniff*
?!(#,!(!, como dice que cumplió la misión, te adoro Sana :( pipipi
espero les esté gustando este fic, ¿les gustaría que en algún momento les haga un maratón como con las otras fics? los leo
gracias por el apoyo <3
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