6: "Momo es real."

— ¿Podemos no comer aquí hoy? —Pregunté a Sana, quien ese día llevaba un traje de Papá Noel. Era apenas primero de diciembre, pero ella ya me había deseado cinco veces una feliz navidad.

— Pero este lugar es bueno, señora Búho —No odiaba que me llamara así. En realidad, había comenzado a gustarme.

— Lo sé, Sattang, pero... Comienza a aburrirme.

En realidad, el cambiar de lugar no me emocionaba. Yo era una mujer de rutinas, no de situaciones inesperadas. Odiaba viajar, mudarme de casa, cambiar de trabajo y comer en otros lugares.

Odiaba lo diferente. Para mí lo diferente era imperfecto.

Aun así, ese día la mirada de Sejeong me estaba quemando. Los últimos días había crecido una tensión entre nosotros que incluso Sana, que siempre parecía estar en su propio mundo, notó.

Sabía que mi amiga estallaría en cualquier segundo, y yo solo estaba intentando proteger a Sana.

— Podemos ir a casa si quieres. Momo dice que le agradas.

Durante todo el tiempo en el que llevaba conociéndola no había visto a su compañera ni una vez, lo cual me hacía pensar que era solo un invento más de su perturbada mente. No me habría impresionado que así fuera.

Acepté ir junto a ella tres veces, su número favorito del día. Le dije a Jeongyeon que regresaría a tiempo y me creyó.

Si había tiempo involucrado mis promesas siempre eran cumplidas.

Su casa estaba a tan solo cinco minutos del café, pero yo nunca la había visto. Desde pequeña mis rutas habían sido establecidas y dar un giro erróneo no estaba permitido dentro de mi cabeza. Esa es la razón por la cual nunca noté la pequeña casa rosa en medio de aquella calle desolada cercana a un bar.

— ¡Bienvenida! —Exclamó mi amiga al abrir la puerta del lugar, la cual poseía un viejo cerrojo que no consideré seguro— Cortaron la luz hace dos semanas y Momo dice que debo guardar las velas para la noche, pero no te preocupes, a los monstruos de las galletas que viven bajo las mesas solo le gustan los helados...

Reí ante su aclaración, pues no tenía sentido alguno para mí, pero para ella sí

Nunca había amado las imperfecciones, pero las de Sana me encantaban.

— ¿Sanari? —Escuché a alguien llamarla desde alguna parte.

Debo admitir que no se necesitaban luces en aquella casa repleta de grietas.

Sana solo rio, tomó mi mano y me guio hacia la cocina. No me importó tropezar dos veces con las tablas ahuecadas del suelo, pues estaba demasiado ocupada pensando en la sensación que nuestro contacto me producía.

La cocina habría resultado acogedora de no ser por la suciedad que allí se extendía y el calor sofocante que la dominaba. Había una margarita marchita sobre el refrigerador, lo cual supuse había sido idea de Sana, y me arriesgo a decir que era ese pequeño detalle lo más hermoso del lugar.

Una chica, la cual supuse era Momo, estaba de espaldas a nosotras intentando encender la cocina. Llevaba puesta una enorme camiseta blanca, y en su piel morena había gotas de sudor.

No tuvo éxito en su tarea.

— Pensé que estarías con Jihyo, Sanari... —Aun nos daba la espalda, pero en su voz noté una tristeza ahogada.

— Estoy con Jihyo —La corrigió con una sonrisa mientras me abrazaba fuertemente, lo cual fue una gran sorpresa.

Sana nunca me había abrazado, pero en ese momento me encantó que lo hiciera.

— Oh... —Fue todo lo que salió de sus labios. Ahora estaba buscando algo en las alacenas, pero solo encontró polvo y un trozo de papel.

— ¡No lo toques! —Se apresuró Sana a detenerla— Al hada del polvo le gusta dibujar allí...

Momo rio un poco ante su locura, y mentiría si dijera que yo no lo hice también.

— Iré a buscar algo para comer, Momoring —Notificó Sana con una sonrisa que hizo a la cocina verse mucho peor. Creo que Momo intentó protestar, pues Sana le cubrió la boca— Cuida a Jihyo por mí. Está loca.

Iba a protestar ante tal adjetivo, pero ella ya se había marchado dando saltitos.

Cuando la puerta de entrada se cerró un enorme suspiró elevó el polvo de la cocina. Cuatro segundos después Momo se dio la vuelta y me miró fijamente.

Lo primero que pude notar fue su hermoso rostro. Definitivamente Sana y ella no encajaban en ese espantoso lugar. Luego vi sus ojos tristes, los cuales tampoco encajaban con ella.

Finalmente, su vientre abultado se apoderó de mi visión.

— Cuando Sana me vio por primera vez pensó que me había comido un globo. Espero que tú no creas lo mismo — Fue lo primero que me dijo con una cálida sonrisa que, deduje, tenía tanto de real como de fingida—. Soy Momo, por cierto.

Me tendió la mano, la cual estreché. Sus manos sudorosas estaban llenas de callos, pero no dije nada sobre esto.

Ella ya lo sabía.

— Sana me dijo que eras bonita, pero ella cree que todo es bonito. No esperaba que realmente lo fueras —Su comentario me hizo reír un poco, pues aquella mujer tenía toda la razón.

Debía tener mi edad, pero el cansancio y dolor dibujados en su rostro la hacían verse un poco mayor. Además, su vientre parecía estar consumiéndola, pues las demás partes de su cuerpo se veían increíblemente huesudas.

— Soy Jihyo...

— Eso ya lo sé. Sana no deja de hablar sobre ti. Durante las noches sale a contar estrellas para luego decirle la cifra a un Búho, y creo que entiendes que la Búho eres tú —Mientras decía esto se sentó sobre una vieja silla empolvada y me ofreció ocupar la que estaba frente a ella. Me negué seis veces— No intentes entenderla, por cierto. Es más fácil así.

Pero esto último ya lo sabía.

— ¿Cómo es que terminaron viviendo en este lugar? —Fue mi primera pregunta. Puede que yo fuera demasiado directa, pero me interesaba saberlo.

— Todo empezó cuando decidí dejar de estudiar derecho. Mis padres tenían dinero y yo era su única hija, así que no les importó pagar mi nueva carrera. Tampoco la siguiente, o la siguiente. Tampoco les importó que les dijera que no estudiaría, ni el que comenzara a salir con un chico que nunca conocieron... Pero el que les dijera que estaba embarazada fue demasiado para ellos —Contaba su historia como si no le doliera, pero en sus ojos podía ver que sufría— Este lugar estaba abandonado cuando llegué, pero fue lo mejor que encontré. Sana solo llegó un día y me pidió dormir en mi jardín. No he podido pedirle que se vaya desde entonces.

— ¿Entonces duerme en el jardín?

— Si. Incluso tiene una tienda de campaña. Le he ofrecido mi cama y el sofá, pero ella dice que está bien así —Estas veintidós palabras no me parecieron extrañas. En realidad, las cosas extrañas en Sana me habían dejado de parecer extrañas.

— ¿Y qué ha pasado con el padre de tu hijo... tu hijo... tu...? — Repetí esto seis veces, y Momo no pareció molestarse por esto. En realidad, una sonrisa de comprensión decoraba su rostro.

— Sanari me dijo que esto solía suceder. No te ofendas, pero es gracioso —Hizo silencio tres segundos antes de continuar—... Su nombre era Kim Hee-chul, o eso me hizo creer. Cuando le dije que estaba embarazada no volví a verlo. Intenté buscarlo, pero el único Kim Hee-chul que ha vivido por esta zona en los últimos diez años está en el asilo.

— ¿Y qué hay del trabajo?

— A veces los tengo, otras no. Ya sabes, una mujer con seis meses de embarazo no les parece muy útil —Me respondió con tristeza, y esas veinte simples palabras me deprimieron—... Sanari suele ayudarme, pero intento impedírselo. Ha estado retrasando su viaje por meses por mi culpa.

Trece veces tuve que contenerme para no agradecerle. La verdad es que estaba feliz de que aún no se marchara.

— ¿Entonces es cierto? ¿Sana viaja... viaja... viaja...? —Seis veces repetí la palabra, y de nuevo Momo me sonrió con comprensión.

— En serio eres graciosa —Se rio de mí, pero no lo vi como una burla—... No miente. He visto las fotografías que ha tomado. Ha estado en países que incluso yo no sabía que existían.

Dos suspiros de alivio escaparon de mis labios. Al menos Sana no estaba tan loca como parecía.

Luego de este pensamiento una ola de preocupación me golpeó.

Sana realmente iba a marcharse.

— Está algo demente, pero es una buena persona —Comenzó a hablar Momo, aunque no vi razones para que hiciera esto—. Sus chistes son terribles, pero de alguna manera terminas riendo. Dibuja peor que un niño pequeño, pero sus trazos tienen sentido. Habla con los animales, pero luego te das cuenta de que los humanos también son animales. Ve fantasmas, pero no le teme a la oscuridad... Tal vez Sana sabe cosas que nosotras no.

Y yo pensaba exactamente lo mismo que Momo.

— Sana me dijo que escribes, y un día después ella compró tus libros... Dijo que los amaba, pero me pareció extraño. A ella no le gustan los libros —Esas veintiocho palabras me llenaron de felicidad, y tal vez se debía a que muy pocas personas amaban mis libros—. Luego vino a casa con flores blancas, y dijo que tú amabas las flores blancas. Escribió el número seis alrededor de toda la casa mientras me contaba lo mucho que tú usabas ese número. Me sugirió llamar Jihyo a mi hijo, pero me negué porque es un varón...

Habló durante cinco minutos más sobre las muchas cosas que Sana hacía en mi nombre, y con cada segundo mi corazón latía un poco más rápido.

Tenía una enorme sonrisa cuando terminó de hablar.

Antes de que pudiera seguir contándome cosas sobre Sana, ésta entro corriendo a casa. Tenía tres cajas de comida china en una mano y una roca en la otra.

Estaba llorando, lo cual me rompió el corazón.

— Está muerta. La vi morir —Lloraba sin descanso.

De inmediato la miré aterrada y corrí a abrazarla. Sus lágrimas eran incontables, al igual que sus respiraciones irregulares.

— ¿Quién murió? —Pregunté con cierta preocupación. Jamás había visto morir a nadie, pero supuse que debía de ser algo terrible.

— La roca —Murmuró entre sollozos mientras colocaba el sucio objeto sobre la mesa, justo a un lado de la comida.

A nuestro lado Momo intentaba contener su risa.

— ¿Qué sucedió? —La interrogué mientras miraba fijamente a la roca.

En el tiempo que llevaba conociéndola había aprendido que para lograr vivir junto a ella también tenía que volverme algo loca.

— Yo solo caminé a su lado y la vi morir. Creo que fue el olor de mis pies.

No iba a intentar encontrar otras causas para su muerte, pero no creí que el olor de sus pies fuera tan malo.

— ¡Mira, Sattang! ¡Respira! —Le señalé, y ella se acercó un poco para verlo también. Nuestros rostros estaban muy cerca, pero ya no me importaba— No está muerta. Solo la dormiste un poco.

— ¡Tienes razón! —Exclamó con una sonrisa antes de acunar la roca entre sus brazos— ¡Mira, Momoring, la señora Búho ha salvado a la roca!

— Eso ha sido muy bonito de su parte.

— Ella es bonita —Fue todo lo que dijo antes de depositar tres besos en mi mejilla, haciéndome sonrojar.

Se marchó antes de que pudiera preguntarle por qué había hecho esto, pero la sonrisa apareció para decirme que los motivos no importaban.

— Le gustas, Jihyo. Le gustas mucho —Me dijo Momo con evidente felicidad.

Pero ante estas seis palabras mi sonrisa se borró.

lo admito, lloro cada vez que llega esta parte NFMFNAL:(

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