Lily la nena consentida

Lily la nena consentida

Aquella tarde le correspondía a Luna cuidar de la pequeña Lily. Lo que vino a ser un gran inconveniente para la joven rockera, dado que esto se cruzó con un ensayo que tenía programado con su banda, y no contaba con nadie en su familia que la pudiese cubrir en esta ocasión.

Su padre estaba atendiendo el restaurante, su madre tuvo que asistir a una reunión con sus jefes del periódico y sus hermanos fueron a ocuparse de sus actividades, incluyendo Lincoln que ahora tenía un noticiero escolar que dirigir y más tarde asistir a la escuela de magos.

Total, que no tuvo de otra que llevar la silla especial de su hermanita a la cochera y sentarla ahí hasta que terminaran su ensayo. Lo bueno es que los chicos de la banda se mostraron flexibles con esto y la bebita ya había comido su compota y tomado su siesta y se le había cambiado el pañal, por lo que no les representaría una gran molestia más allá de tener que estar al pendiente de ella.

Desde la comodidad de su sillita especial, Lily se dedicó a observar como se llevaba a cabo el ensayo en calidad de espectadora. Sam cogió el bajo, Sully se puso tras el teclado, Mazzy se sentó tras la batería y empuñó ambas baquetas y Luna conectó los amplificadores. Hasta el momento se mantuvo tranquila.

–Escucha bien, hermanita –se dirigió Luna a Lily, queriendo aprovechar la ocasión para inculcarle un poco de su gusto por la buena música–. Este es nuestro nuevo sencillo al que hemos titulado: "Adiós mi aplastadita".

A esto siguió una estridente música de rock'n roll, en conjunto con una serie de frenéticos e innecesarios gritos y aullidos que sólo la hicieron más irritante de lo que ya era. Lo que llevó a Lily a apretar sus diminutos y frágiles oídos con sus regordetas manitas, pues sentía que la cabeza le iba a estallar.

–¡Bashta!... –gritó entre berridos–. ¡SHIDENCIO!...

–Un segundo...

A lo que Luna indicó a sus compañeros que dejaran de tocar. Luego miró a la pequeña con enfado.

–¿Cuál es tu problema, enana?

–¡No quedo oíd esho! –replicó Lily con un puchero–. ¡Quedo oíd adgo beno!

–¡Vaya! –exclamó Luna, igual de indignada que los chicos de la banda–. No creo que tengas derecho a... ¡AY!

En respuesta, Lily le arrojó una sonaja a la cabeza y se echó a reír, ante lo cual Luna decidió ser más madura y darle por su lado. Entendió que no valía la pena discutir de igual a igual con una infante.

–Está bien –resopló–. ¿Qué quieres, entonces?

–¡Quelo cantal! –contestó la bebita euforica.

–No tienes canción –le replicó Sam.

–¡Calo que shi!

–Esto es bastante irregular –refunfuñó Sully.

Fue ahí que Lily empezó a desabrocharse el pañal.

–¡Espera, está bien, está bien!... –la persuadió Luna, ante la certeza de que mínimo debía estar mojado si su clara intención era arrojárselo a la cara a alguno de ellos–. Calma...

De ahí se acercó al micrófono para anunciarle a los lectores lo que vendría a continuación.

Y ahora, aquí está Lily con una canción de... De no sé que...

–¡Múshica!

En el acto, Luna y los muchachos de la banda empezaron a tocar el tema del segmento musical que sería cantado por Lily, quien por arte de magia pasó a estar tras el micrófono como la voz principal, luciendo una ostentosa chaqueta de cuero.

Soy la nena consentida

–canturreó, con voz entendible y sin balbucear en absoluto–.

Suavecita y abrazable...
Correr desnuda por la casa me gusta a mi...

–(¡Lily, tu pañal!)

En medio de una escena retrospectiva que formaba parte del segmento, Lincoln salió a corretear a la bebé que reía divertida mientras deambulaba por la casa como vino al mundo.

Soy la nena consentida...

–volvió a cantar la infante, ahora en medio de otra escena retrospectiva perteneciente a la vez que Lincoln, con ayuda de Clyde, se ofreció a quedarse a cuidarla con tal de no ir a visitar a la tía Ruth; en especifico el momento exacto que se dispusieron a cambiarle el pañal–.

Yo me ensucio, tú me cambias.
Te mareas y desmayas.
¡Que divertido!
¡Si!...

Al igual que en aquella ocasión, la chiquilla desmayó a ambos muchachos mediante un par de sonoras y malolientes pedorretas y se echó a reír, antes de volver al micrófono y seguir cantando.

Papi dice: "denle un dulce".
Lori no sabe que hacer...
A, B, C, D, E, y...
Nadie nunca sabe lo que voy a hacer...

–(¡Mamá!...)

–gritó Lola en plan acusatorio.

¿Quieres ver una explosión?...

Posterior a esto, Lily caminó hasta la mesa de trabajo de Lisa y se puso a jugar con sus químicos más inestables, generando así un inminente estallido que hizo volar el techo de la casa por los aires: ¡KABOOM!

Mira su ropa encendida...

De ahí cogió la clavija de un cable que sobresalía de un suéter adornado con lentejuelas brillantes usado por Leni, quien en ese instante estaba distraída hojeando una revista de modas.

Se mete en la corriente, así...

–canturreó al conectar la clavija al tomacorriente más cercano, con lo que Leni se emocionó bastante cuando las lentejuelas de su suéter se encendieron cuales luces navideñas.

–(¡No lo hagan en casa!)

–en medio del segmento, el señor Quejón reprendió severamente a cualquier lector que decida imitar esta travesura de Lily a pesar de las risas divertidas de su hermana la rubia.

–(¡Yay!...)

Soy la nena y todos me quieren a mi...

–siguió cantando la bebita–.

(¡Ahora todos!...)

En la siguiente sección del segmento participó toda la familia Loud, integrada por los padres y el resto de los diez hermanos mayores de Lily, quienes llegaron a reunirse con ella en torno a su silla especial, al tiempo que la acompañaban a cantar a coro:

Soy la nena consentida.
Suavecita y abrazable...

Una así en cada casa debería haber...
(¡O tres!)

–canturreó de nueva cuenta en solitario–.

(¡Digo!...)
¡Brinca en la cama, y bromea con Luan!
¡Corre en las alfombras, y ensucia el comedor!
¡Y cada vez que quiero, pipí me hago en la cama...!
Pero soy la nena
¡La nena consentida!...

Lo siguiente que vino fue un conjunto de escenas retrospectivas de las muchas ocasiones que Lily armó desmadre en la casa Loud; mismas que fueron filmadas por Lola cuando sintió envidia de ella, tales como la vez que arrojó comida en la mesa entre frenéticos griteríos, cuando cabalgó sobre el lomo de Charles por la cocina enlodándola toda, la vez que desenrolló deliberadamente el papel higiénico y lo berrinchuda que se mostraba a la hora de dormir.

Soy la nena consentida

–siguió cantando pasada esta secuencia–.

¿No te encantaría tenerme?
Papi, mami, mis hermanos...
¡Soy la consentida de esta casa de locos!
Soy la nena, la bebita...
Soy la nena, la bebita...
Soy la nena y todos me quieren a mi...

Habiendo finalizado el segmento, Lily volvió a hablar con su voz normal al dirigirse por ultima vez al lector.

¡Losh fans si me quelen!

FIN

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