Leni y su amigo el extraterrestre
Leni y su amigo el extraterrestre
Parecía que ese iba a ser otro viernes por la noche como cualquier otro en la casa Loud. Los ruidosos niños como siempre armaban un gran alboroto que molestaba a los vecinos, aunque igualmente esto era algo a lo que ya estaban acostumbrados.
Cada quien andaba en lo suyo sin molestar a nadie. Algunos pasaban el rato en la comodidad de sus respectivas habitaciones y otros armaban tal alboroto reunidos en la sala de su casa; pero sin molestar a nadie aparte de los vecinos. Lo que era de esperarse en una noche como cualquier otra en la casa Loud.
Y esa noche, como todas las noches, Leni, la mas dulce y tierna de las diez hermanas, hacía lo que siempre estaba acostumbrada a hacer por las noches: prepararse un rico smoothie que tomar mientras hojeaba su revista de modas.
Sumado al incesante escándalo que había en casa, la rubia escuchó tranquilamente ese molesto ruido que hacen las licuadoras al mezclar las frutas y verduras que puso ahí. Si, parecía que esa iba a ser una noche común y corriente... Hasta que Leni miró por la ventana de la cocina, a tiempo para avistar algo brillante que iba cayendo del cielo a toda velocidad. ¿Sería una estrella fugaz, acaso?
–Uy, brilla... –exclamó encantada, abriendo sus ojos de par en par, momentos antes de que un candente fulgor verdoso la cegara momentáneamente.
Segundos después se oyó el impacto de la cosa esa, que acabó estrellándose en medio del pequeño terreno boscoso que se situaba atrás de su casa.
¡KABOOM!
Dado que el ruido que hacían era tan constante y estridente, ninguno de sus hermanos llegó a percatarse de esto. Si acaso algunos de ellos confundieron el ruido del impacto con alguna explosión provocada por Lisa en su laboratorio, de modo que siguieron en lo suyo como si nada.
Sin embargo, Leni si lo había visto todo con claridad. Había visto a un cuerpo celeste estrellarse contra la tierra, apenas a escasos metros de la casa donde residía con su familia de locos.
Presa de su curiosidad, y ajena completamente a lo que se llama sentido común, la adolescente salió a toda prisa por la puerta de atrás, cruzó el jardín, saltó la barda que lo separaba del pequeño bosque y se abrió pasó por entre un conjunto de arboles y matorrales... Hasta dar con un pequeño cráter que irradiaba una extraña luz verdosa... Acompañada por un peculiar zumbido que, conforme más se acercaba, se asemejaba a... Una pegajosa tonada de música gótica de cabaret.
Más curiosa aun por lo que vio y escuchó, la joven se inclinó a mirar dentro del cráter, sin tomar ninguna precaución o considerar que aquella cosa podría ser de un material altamente peligroso. Lo que era habitual en Leni. De haber sido Lisa, ella si se habría andado con mayor cuidado.
Adentro del cráter, Leni la vio, recubierta por ese raro fulgor entre blanco y verdoso. Era una curiosa roca espacial, no más grande que el cochecito de princesa de Lola. Su forma era ancha y ovalada al mismo tiempo y se dividía en dos secciones como lóbulos, además que presentaba unas curiosas fisuras alargadas que se distribuían por toda su superficie.
De repente, la muchacha se sobresaltó un poco y ahogó una exclamación, cuando una materia enteramente verde y viscosa emergió por las diferentes fisuras de la piedra y la recubrió por completo. Pero eso no fue lo más impresionante, ni de lejos. Tampoco lo fue el enorme ojo gelatinoso que brotó de entre todo ese montón de materia verde y viscosa y se giró a mirarla fijamente.
Lo que más la impresionó, fue que inmediatamente escuchó canturrear una voz alienígena a lo alto, la voz de la cosa esa que salió de la piedra, la cosa esa que tenía conciencia propia y le estaba hablando... No, ¡le estaba cantando!
–¿Qué hay de nuevo, preciosa?
¿Cómo estás?
Acércate a mi, soy tu amigo, ya verás.
No temas a mi mirada monoculár,
soy sólo un malvado meteorito sin mas...
Acto seguido, un par de largos y viscosos tentáculos hechos de esa cosa verde emergieron de las fisuras de la piedra y se alargaron hacia arriba para apresar a la rubia, antes de que esta misma se pudiese echar para atrás y huir.
A continuación, un tercer tentáculo salió disparado a introducirse en uno de los oídos de Leni y empezó a escarbar dentro de su cabeza. La chica en un principio quiso gritar por ayuda, pero la sensación del frío y húmedo tentáculo del extraterrestre adentrándose en su oreja no se lo permitió.
–Basta... Ji ji ji ji ji... Basta... –se carcajeó en lugar de eso–. Me haces cosquillas...
Después de escarbar minuciosamente dentro de la cabeza de Leni, el extraterrestre se dignó a soltarla al no encontrar lo que buscaba. La muchacha entonces se enjugó las lagrimas que desbordó de tanto reír y después miró a la extraña criatura con tentáculos, que a su vez le lanzó una mirada suplicante con su único ojo y le imploró cantando.
–Me siento fatal, con mucho temor,
soy como un pez fuera del agua del espacio exterior.
Me agotan los viajes como bien puedes ver.
Se buena chica y tráeme ya...
Algo de comer...
–Ouh, pobrecito –dijo Leni compadeciéndose del extraterrestre, al entender que sólo tenía hambre–. Pero no te preocupes, ahora mismo te traeré algo de comida.
Por lo que rápidamente regresó a la casa donde sus hermanos seguían armando escándalo y rebuscó en la alacena, hasta que encontró la caja del cereal de su hermano Lincoln.
Pensando que aquello serviría para alimentar a su nuevo amigo del espacio exterior, Leni agarró la caja y regresó con esta a donde estaba el cráter que irradiaba luz verde.
–Aquí tienes –dijo entregándole la caja a la criatura viscosa con tentáculos.
No obstante, el extraterrestre cerró su ojo y lo movió de lado a lado en un gesto de negación. Luego de eso agarró la caja con un tentáculo y con otro señaló la cabeza abierta del zombi dibujado a un lado del tazón de cereal.
Leni se encogió de hombros para indicar que no entendía bien a que se refería, por lo que el extraterrestre meditó un poco y después alargó uno de sus tentáculos, el cual se prolongó y se prolongó como si no tuviese fin. Tanto así que rodeó fácilmente la casa Loud, subió por la pared y entró por la ventana de la habitación correspondiente a Lisa y Lily, escurriéndose como una serpiente sigilosa hasta un librero en el que se puso a revisar cada uno de los libros. Todo esto justo por detrás de la pequeña Lisa quien no llegó a percatarse del peculiar intruso al estar bastante concentrada en uno de sus experimentos.
Finalmente, una vez halló lo que buscaba, el extraterrestre hizo regresar su tentáculo hasta él con un libro de anatomía humana que se puso a hojear, hasta dar con la pagina que mostraba como es el interior de la cabeza, la cual seguidamente mostró a Leni.
–Muy bien –asintió la ingenua adolescente, en lo que observaba la ilustración que la criatura le señaló en el libro con sus tentáculos–. ¿Y dónde encuentro estos... Cerebros?
–Ve a buscar a tu hermana, la más mayor
–canturreó el extraterrestre en respuesta–.
Observa lo insípido de su expresión.
Le harás un gran favor si la traes hasta mi,
pues no usa el cerebro si es que está siempre así...
Esbozando una cálida sonrisa, la muchacha asintió con un gesto afirmativo y después se regresó a la casa en busca de su hermana Lori, a quien halló sentada en el sofá con la vista fija en su teléfono.
Como Lori se negó a acompañarla en cuanto le pidió que fuera con ella a observar lo que encontró en el bosque atrás de su casa, Leni resolvió simplemente arrebatarle su teléfono para que la correteara hasta allí mismo.
Una vez allí, Lori se olvidó de su teléfono, quedando paralizada del susto al toparse con la grotesca criatura venida del espacio exterior. Inmediatamente quiso dar media vuelta y correr a casa para alertar a todos, mas no obstante el extraterrestre fue mucho más rápido que ella en apresarla con sus viscosos tentáculos y en aturdirla introduciéndole uno de estos mismos en la oreja tal como hizo previamente con Leni.
A los pocos segundos, Lori dejó de forcejear por soltarse del agarre de la criatura, cuando el tentáculo que tenía metido en su oreja succionó algo blando y redondo que recorrió por todo el largo del tentáculo hasta llegar al interior de la piedra espacial, que acto seguido incrementó al doble de su tamaño.
En cuanto los tentáculos la soltaron, Lori se quedó inmóvil, de pie junto al cráter con expresión atontada y la mirada ausente.
–Ahora ve por tu vecino, ese anciano gruñón
–siguió cantando el extraterrestre–.
No ha tenido un feliz pensamiento desde el cuarenta y dos.
Su cerebro está sufriendo una atrofiación,
no lo usa y yo lo haré mucho mejor...
Obediente a las peticiones de la "indefensa" criatura, Leni salió en busca de su vecino cascarrabias, a quien por suerte se encontró en el camino, ya que en ese momento iba precisamente a la casa Loud para reclamar por el estridente ruido y la música gótica de cabaret que habían puesto a tocar a todo volumen.
–Cerebros, cerebros, los quiero ya...
Los sorberé y se pondrán a babear.
Podrías pensar que esto es demencial,
pero si les chupo el cerebro les dará todo igual...
Cerebros, cerebros, me hacen feliz...
Yo sólo quiero la materia gris.
Si creen que soy raro al ser así,
no vengan sin sus cerebros por aquí...
Una vez Leni condujo al anciano al cráter, argumentando que allí estaba la explicación a sus quejas, de igual modo el extraterrestre lo apresó con sus tentáculos y succionó el interior de su cabeza hasta dejarla vacía. Tras lo cual la piedra espacial recubierta de baba creció otra talla más y los descerebrados Lori y el señor Quejón se pusieron a bailar en su estado zombificado al compás de la música que generaba.
Leni, quien ingenuamente creyó estaban empezando una fiesta, se encogió de hombros otra vez y se puso a bailar alegremente con ellos, hasta que en dado momento el extraterrestre la interrumpió para pedirle más comida.
–Ve al Buffet Franco-Mexicano Jean Juan,
la orden que yo quiero no la debes pagar.
Me comeré sus cerebros cual si fueran croissants,
y en una media hora querré comer más...
Dicho y hecho, Leni se dirigió al restaurante de cocina de fusión francesa-mexicana. Ahí se encontró casualmente con sus amigos, tanto del trabajo como de la escuela, de modo que no le costó nada convencerlos de que la acompañaran a su casa... y de ahí al cráter en medio del terreno boscoso donde el proceso volvió a repetirse.
–Ve ahora a la estación de gasolina
–pidió cantando el extraterrestre del meteorito, que ya había alcanzado el tamaño de un automóvil y sobresalido del cráter tras comer los cerebros de Fiona, Miguel, Jackie y Mandy–.
Escúrrete evadiendo a la policía.
Cómprame un burrito y un Flipie también y,
de paso, los sesos de ese viejo tacaño estarían muy bien...
Leni entonces se dirigió a Flip's: comida y combustible y se las arregló para convencer al viejo dueño de la gasolinera de que la acompañase al terreno boscoso atrás de su casa.
–Cerebros, cerebros, los quiero ya...
Los sorberé y se pondrán a babear.
Podrías pensar que esto es demencial,
pero si les chupo el cerebro les dará todo igual...
Cerebros, cerebros, me hacen feliz...
Yo sólo quiero la materia gris.
Si creen que soy raro al ser así,
no vengan sin sus cerebros por aquí...
A su vez, una oficial de policía que patrullaba por la zona –y que casualmente era la misma que puso bajo arresto a su madre por destruir una radio antigua en cierta ocasión– los siguió discretamente hasta ese mismo lugar. Porque claro que cualquier oficial sensato sospecharía al ver a una menor de edad circulando por la calle a esas altas horas de la noche en compañía de un viejo mañoso como Flip.
Cuando se asomó por los arbustos y atestiguó el momento exacto en que el alienígena del meteoro le succionaba el cerebro a Flip con sus tentáculos, la aterrada oficial sacó su revolver y disparó a quemarropa contra la criatura.
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!...
Mas, lo único que consiguió con esto fue desperdiciar balas, las cuales sólo se adhirieron a la materia viscosa que recubría al meteoro. Eso y también hacerse notar por el extraterrestre que no se hizo esperar para introducirle uno de sus viscosos tentáculos en la oreja y convertirla de este modo en otro zombi sin mente al igual que todos los incautos que habían ido hasta allí.
Así mismo, Leni siguió llevando a cuantas personas pudo ante su amigo el extraterrestre cada vez que este le pedía comida cantando. Llevó hasta allí a sus padres y al resto de sus hermanas de una en una, desde Luna hasta la pequeña Lily. También llamó a Clyde y a los señores McBride, a los amigos de Lincoln, al abuelo Albert y a la abuela Myrtle, a sus compañeros de la preparatoria, a su jefa de la tienda departamental, a las chicas del equipo de roller derby de Lynn, a los amigos góticos de Lucy, a los compañeritos de la guardería de Lisa, a las rivales de los certámenes de belleza de Lola, en fin.
Sea a quien fuere, gracias a su encanto y carisma, de un modo u otro Leni convencía a quien se topaba de ir con ella al terreno boscoso para que conocieran a su amigo el extraterrestre. De igual forma, persona que llegaba, persona a la que la criatura le succionaba el cerebro con sus viscosos tentáculos.
–Cerebros, cerebros, los quiero, los adoro
–canturreaba con deleite el extraterrestre del meteoro que se hacía más grande con cada cerebro humano consumido–.
Es todo un placer cada vez que los devoro.
Grandes, chicos, flacos, gordos...
Los mas chiquitos me los como por los codos.
No pierdo tiempo en cocinarlos.
Rugen mis tripas, necesitan comer algo.
No los frio porque pierden el tamaño.
Mejor los sorbo con pajillas y a disfrutarlos...
(Oh si...)
Y no pasó mucho antes de que casi todos los habitantes de Royal Woods acabaran convertidos en una horda de zombis descerebrados, la cual se hallaba reunida en torno al meteoro viviente recubierto de materia viscosa con tentáculos que había crecido considerablemente hasta llegar a ser unas tres veces más grande que la propia casa Loud.
Lincoln, que hasta ese entonces había estado leyendo cómics en su habitación, levantó su vista al percibir el brillo del resplandeciente meteoro entrando por su ventana.
Cuando se asomó a mirar afuera, observó perplejo a la masiva horda de zombis bailando al son de la música gótica de cabaret, a su hermana Leni bailando alegremente con todos ellos –aun pensando que todo eso se trataba de una fiesta que se armó en el jardín– y por ultimo a la gigantesca criatura alienígena de tentáculos y un solo ojo que cantaba con la voz de Voltaire.
–Te has portado bien, has sido muy amable
–se dirigió a Leni una vez más–,
al traerme cerebros de todas partes.
Aun con todos estos cerebros, no podría evitar,
pensar si hay alguno más que me pudieras dar...
Apenas habiendo logrado entender que estaba pasando, Lincoln bajó a la cocina a toda prisa y salió por la puerta de atrás, justo a tiempo para escuchar como el extraterrestre seguía persuadiendo mediante engaños a la más ingenua de sus hermanas para que lo ayudase a encontrar nuevas víctimas.
–Espabila, amiga mía, hazlo ya...
¿O es que hay alguien a quien intentas ocultar?
Tráelo hasta aquí para poder acabar,
y seré el mejor amigo que hayas tenido jamás.
Cerebros, cerebros, los quiero ya...
Los sorberé y se pondrán a babear.
Podrías pensar que esto es demencial,
pero si les chupo el cerebro les dará todo igual...
Cerebros, cerebros, me hacen feliz...
Yo sólo quiero la materia gris.
Si creen que soy raro al ser así,
no vengan sin sus cerebros por aquí...
Sin dejar de sonreír, y sin ser consciente todavía de la atrocidad que estaba cometiendo, Leni asintió una vez más, se dio la vuelta y se aproximó a buscar a su hermano Lincoln a quien encontró de pie ante la puerta trasera de su casa con expresión anonadada.
–Cerebros...
–canturreó maliciosamente el extraterrestre del meteoro–.
Tráemelos ya...
Trae su cerebro...
Tráeme uno más...
(¡Mua ja ja ja ja ja ja...!)
Tras haber adivinado las intenciones de su hermana mayor, el chico quiso darse media vuelta para echar a correr como alma que lleva el diablo.
–¡Linky, espera!
Por desgracia, su hermana fue más rápida en alcanzarlo y agarrarlo de la muñeca, para de ahí arrastrarlo, pasando por entre los zombis descerebrados que permanecían de pie totalmente inmóviles, hasta llegar a donde se alzaba el meteoro gigante del cual emergía la criatura hecha de baba.
–Ven, quiero presentarte a mi nuevo amigo. Es un extraterrestre.
–¡Leni, espera! –gritó Lincoln que forcejeó por soltarse de su agarre–. ¡Tú no entiendes! ¡Él va a...!
Pero el infeliz no pudo terminar de explicarse, antes de que uno de los viscosos tentáculos del meteoro saliera disparado a introducirse en su oreja y engullir sus sesos, tras lo cual quedó convertido en otro zombi sin mente al igual que todos los otros.
–¡Mua ja ja ja ja ja ja...! –se echó a reír la malvada criatura alienígena.
No obstante, de repente algo muy raro sucedió. Y fue que la criatura dejó de reírse y en lugar de eso empezó a gritar, como si se estuviese quemando vivo.
Asustada, la chica rubia retrocedió unos cuantos pasos, al tiempo que observaba como la gigantesca piedra se calentaba gradualmente y la baba verde y viscosa que la recubría empezaba a hervir, al grado que poco a poco se fue evaporando por completo. De igual modo, sus tentáculos y su único ojo se encogieron hasta desaparecer. Al final sólo quedó la piedra en forma de cerebro con sus raras fisuras alargadas. Sin embargo, la cosa no acabó allí.
Al cabo de unos segundos, la piedra empezó a brillar otra vez, esta vez emitiendo un cegador fulgor anaranjado. Seguidamente, más materia viscosa emergió de las fisuras de la piedra y la recubrió por completo, con la diferencia de que esta vez su color era anaranjado al igual que los nuevos tentáculos que emergieron de allí mismo.
Por último, un par de gigantescos ojos azules brotaron de la cosa viscosa esa y miraron fijamente a Leni quien, al devolverles la mirada, inmediatamente pudo reconocerlos de buenas a primeras. Pues esos no eran ojos alienígenas, sino un par de ojos humanos; unos ojos que fácilmente podría reconocer en cualquier parte.
–¿Linky?... –le habló a la nueva forma del extraterrestre–. ¿Eres tú?
–Leni... –respondió la criatura, en efecto, con la voz de su hermano de blancos cabellos–. Si, soy yo.
–¿Pero qué te pasó?
–No lo sé... Creo... Creo que mi mente se fusionó con la de este alienígena después de que me chupara el cerebro.
–Oh... ¿Y eso cómo pudo haber pasado?
–No tengo idea, esto es de lo más extraño... A no ser que... Claro... Lo que pasa es que estamos en un fanfic de The Loud House y los fans acostumbran a ser de lo más benevolentes conmigo, como para compensar que los del staff me hayan quitado el protagonismo y también las constantes humillaciones a las que me someten en la serie original.
–Oh... Como que eso explica muchas cosas.
Entonces, su hermano convertido en extraterrestre habló para reprenderla.
–Hay, Leni, mira lo que hiciste. Dejaste que esa cosa te engañara para comerse los cerebros de todos. ¿Cuántas veces te hemos dicho que no debes hablar con extraños, ni hacer lo que te pidan? Ahora, por tu descuido, todos aquí son un montón de zombis y yo me convertí en esta atrocidad.
–Lo lamento, Linky –se excusó cabizbaja–. Sólo quería ayudar al señor extraterrestre. No sabía que estaba haciendo algo malo.
–... Está bien, no te preocupes. Sé que no puedes evitar ser amable con quien lo necesite. Pero procura no confiarte demasiado la próxima vez, y menos si son desconocidos. Recuerda, mucho ojo.
–Seguro, Linky. Te prometo que no lo vuelvo hacer, nunca más.
–Me parece bien... Ahora, ¿podrías hacerme un favor?
–Claro, Linky –le sonrió su hermana–. Lo que tú quieras.
–Por favor, ve a a buscar mi teléfono en mi habitación, marca a Ronnie Anne y dile que me pasó algo muy malo, pero no le digas que me pasó exactamente. Sólo dile que venga aquí con su familia lo más rápido que pueda.
–Enseguida, Linky.
–Y... Después que vengan aquí... ¿Podrías traerme más cerebros?
FIN
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