Baile campirano

Baile campirano

Durante una tarde de mucha actividad en La mesa de Lynn, los niños Loud ayudaban a su padre a atender las mesas, entregar pedidos y todo lo que hiciera falta.

En una de esas, el señor Loud llamó a su hijo varón, a quien entregó un toper con comida con una nota prendida en él.

-Oye, hijo, por favor se bueno y lleva estos nuggets de Pizza a esta dirección en Hazeltucky. No está muy lejos, pero si quisiera que te des prisa antes de que se enfríen.

-¿Hazeltucky? -repitió Lincoln, un tanto dudoso.

-Si, Hazeltucky -reiteró su padre-. ¿Por qué?

El peliblanco lo meditó al respecto. Si había algo que le sonaba mal en cuanto al poblado vecino de Royal Woods, pese a que era un sitio en el que nunca antes había estado y tampoco lograba descifrar qué exactamente; por lo que resolvió no darle más vueltas al asunto y accedió tomar el pedido.

-No, por nada -cogió el toper, lo puso en una bolsa y se encaminó a la salida en la puerta de atrás-. Enseguida voy, papá. Yo me encargo.

-Gracias, campeón. Sabía que podía contar contigo.

***

Por tanto, Lincoln viajó a Hazeltucky y entregó el pedido en la dirección sin seguir pensando en ello, ni que se le presentara contratiempo alguno.

El problema vino después, cuando pedaleaba de regreso en su bici. Al doblar en una esquina, cuan fue su infortunio al haber topado con dos rufianes corpulentos llamados Hank y Hawk.

-¡Hey, es ese tonto otra vez! -clamó uno.

-¡Atrapémoslo! -bramó el otro.

¡Era eso lo que le había estado dando mala espina! De pronto recordó que Hazeltucky era el pueblo donde vivían aquel par de rufianes a los que Lincoln había hecho salir mal parados la noche de brujas pasada con ayuda de sus hermanas y Clyde. Los dos se habían llevado el susto de su vida en el laberinto de maíz de Lucy y huido despavoridos jurando no volver a poner un pie en Royal Woods. Desde entonces no se los volvió a ver por esos lares. Y ahora Lincoln estaba solo ante esos dos que querían ajustar cuentas.

Al verlos aproximarse a paso acelerado apretando los puños y tronándose los nudillos, sin más demora viró su bici en dirección contraria a por donde iba y echó a pedalear tan rápido como se lo permitieron sus flacuchas piernas.

-¡Tras él! -gritó Hank.

-¡Que no escape! -rugió Hawk.

Con el corazón en la garganta latiéndole a mil por hora, el peliblanco pedaleó y pedaleó, mientras maquinaba un plan de escape, el cual sabía tendría que ir improvisando sobre la marcha.

En momento dado, que vio se aproximaba a la escuela secundaria de Hazeltucky, su arduo esfuerzo por alejarse y perderse de su vista dio frutos.

-¡¿Dónde está?! -inquirió Hank cuando llegaron hasta allí.

-Ahí está su bicicleta -avisó Hawk. En efecto, la bici con un flamante uno grabado en la placa del frente apareció tirada a un costado de la carretera que pasaba frente a su escuela. Yacía al pie de un gran letrero que anunciaba el próximo baile Sadie Hawkins que estaba por celebrarse-. Debe andar por aquí cerca.

-Pues vamos -dijo su compañero-. Atraparemos a ese tonto así nos tome todo el día.

Por lo que ambos matones se dedicaron a buscar minuciosamente en derredor.

Fue en eso que alguien asomó por las puertas principales y los llamó con un chiflido.

-¡Yuhu! ¿A dónde tan de prisa, muchachos?

En el acto, los dos rufianes frenaron su persecución y se volvieron siguiendo el sonido de esa voz tan angelical, con que quedaron cautivados y embobados por igual ante la imagen que apareció ante sus ojos.

-¡Pero qué chica tan linda! -exclamó Hawk.

-¡Es una preciosidad! -secundó Hank, a nada que se le escurriera la baba.

Si, a las puertas de su escuela estaba la niña más hermosa y delicada que en toda su recochina vida habrían visto, cuya larga cabellera blanca ondeaba con el viento.

Ella les devolvió una amigable sonrisa, de la que sobresalía un gran diente astillado, levantó una mano para saludarles y con esta misma les hizo un gesto pidiéndoles que se acercaran.

Ni cortos ni perezosos, los dos gorilones acudieron a su llamado sacando pecho y metiendo el abdomen para hacer alarde de sus grandes músculos.

-Hola, preciosa -la saludó Hank, profundizando la voz par oírse más galante.

-¿Qué hace una belleza como tú en un pueblucho como este? -le preguntó Hawk haciendo lo mismo que su compañero.

-Qué chicos tan simpáticos -rió la peliblanca-. Soy nueva aquí. Me acabo de mudar de Royal Woods y no conozco a nadie. ¿Serían tan amables de practicar un poco conmigo para el baile de mañana en la noche?

-¡Seguro! -asintió Hank.

-¡Encantados! -secundó Hawk.

-Ouh, que lindos. Son ustedes muy gentiles.

Así, los dos gigantones siguieron a la bella niña hasta el gimnasio, que en buena parte ya estaba decorado con globos y serpentinas. Una vez allí, la peliblanca puso a reproducir una canción en su teléfono y lo conectó a un parlante por bluetooth. Hasta mientras, Hawk se pasó una mano por su grasiento pelo para verse más presentable y Hawk chequeó que su aliento no apestara tanto.

-Muy bien, muchachos -paso seguido, la peliblanca pasó al centro de la pista y, mediante gestos finos y agraciados, los llamó para que se le unieran-. Esta es una canción en ingles para ustedes dos.

-Y ahora vamos todos...

-canturreó la voz de un campirano en el parlante-.

¡A bailar!
Hagan el saludo que es de rigor.

Dicho y hecho, los tres ejecutaron una reverencia entre si y empezaron a bailar acorde a lo que dictaba la canción.

-Junten las manos y den la vuelta, ya empezó el baile de esta fiesta.
Todas las parejas tienen que bailar, para que no se aburran.
Y ahora las chicas tienen que salir, y al ir bailando sonreír.
Los muchachos, con los pies, marquen el compás: uno dos tres...

Los dos matones estaban tan absortos en su danza, que no repararon que la niña se alejó de ellos entre discretos bailoteos hasta la mesa con el parlante. Al llegar allí empezó por quitarse las extensiones de pelo blanco y arrojarlas a un lado. Luego se desabrochó la falda y se desenrolló los pantalones que tenía recogidos por debajo de esta. De ahí se quitó la blusa anaranjada sin mangas y en su lugar se calzó una polera de mangas cortas del mismo color.

-Mientras las chicas van hacia atrás, los muchachos se acercan más.
Tómense del brazo y vuelvan a bailar, para que no se aburran.
Den una vuelta y otra al revés, muevan las manos, muevan los pies.
Este es el baile de la región, que cura todo, hasta el sarampión...

En esto, Lincoln se puso un sombrero de ala ancha, cogió un violín con su arco que tenía escondidos bajo la mesa y, en un rápido movimiento, pausó la canción en el móvil y al mismo tiempo empezó a tocar una tonada similar con el violín y a cantar emulando el mismo acento campirano de la grabación.

-Tómense las manos y den la vuelta, y vayan derecho hasta la puerta.
Sigan bailando sin parar, y yo les diré donde acabar...

Por lo que Hank y Hawk lo siguieron bailoteando fuera del gimnasio. Eventualmente llegaron hasta un puente que cruzaba un río, en donde Lincoln siguió cantando y tocando el violín.

-Mientras la música no se acaba, a tu compañero jálale las barbas.
Si él no se deja y te jala a ti, síguelo haciendo así hasta el fin...

Obedientes a lo que dictaba la canción, Hawk y Hank empezaron a arrancarse mutuamente los escasos pelos de sus mentones mientras seguían bailando. A la mitad del puente, Lincoln pasó por en medio de los dos empujándolos y arrojándolos al agua.

-Este otro paso es muy sencillo, van a caer los dos al río.
Naden, naden, al compás, pero no lo hagan hacia atrás...

A la orilla del río se reencontraron con el flacucho chico, quien siguió con la tocada y les indicó cantando que debían hacer a continuación.

-Ahora sacúdanse como perritos, ya han quedado bien sequecitos.
Brinquen al frente, muy obedientes, se enlodarán hasta los dientes.
A su pareja denle la mano, se encontrarán con que es un marrano.
Ahora suéltenlo y déjenlo ahí, y ustedes síganme hasta aquí.
Tomen un poste de madera, y dense de golpes en la sopera.
No pierdan el compás, dense un poco más, hasta que el violín les indique el fin.
Dense en los pies y en la cabeza, pícale un ojo con destreza.
Tú no te dejes, toma venganza, y dale al matón allí en la panza...

Después de salir del río, arrojarse a una porqueriza, darse de garrotazos y agredirse de más formas, Hank y Hawk siguieron a Lincoln hasta un campo en donde había una empacadora de heno.

-Tómense las manos y den la vuelta, y vayan derecho hasta esa puerta.
Yo les abriré, ya pueden entrar, y ahora muchas vueltas van a dar.
Voy ahora a conectar la maquinita de empacar,
y antes de que puedan parpadear, muy cuadraditos van a quedar...

***

Tras librarse de las pacas en que quedaron atrapados, el par de rufianes reanudaron su persecución; pero al encontrarse nuevamente con Lincoln, este los persuadió con su canto y tocada de seguir con el baile.

-El siguiente paso es muy bonito, pero hay que hacerlo poco a poquito.
Suban corriendo de la manita, bajen la cabeza y brinquen la cerquita...

Por lo que ambos corrieron cuesta arriba y frenaron al borde de un risco. Al alcanzarles, Lincoln les indicó cantando lo ultimo por hacer.

-Sigan corriendo y tengan cuidado, den media vuelta hacia otro lado,
esta canción ya va a terminar, den media vuelta y ahora a brincar...

Y, claro, los dos, muy mensos y obedientes, se tomaron de las manos, saltaron del risco y se dieron de bruces contra el suelo: ¡Kablam!

-Ya que están allá abajo -rió Lincoln que se asomó al borde del risco-, dense las gracias. Agradezcan al publico...

Aturdidos, con estrellas y pajaritos dando vueltas sobre sus cabezas, Hank y Hawk ejecutaron otro par de reverencias cordiales antes de caer desmayados en un encharcado de agua.

Así, Lincoln dio por finalizado el baile que dirigió canturreando:

-Y eso fue todo.

FIN

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top