Una revelación (Parte II)

Al comenzar a hundirme en la laguna, lo primero que pienso es que voy a ahogarme. Sé que Gildestrale no provocaría ni permitiría algo así. Pero el miedo es mucho más grande que el raciocinio en este momento. Intento regresar a la superficie dando brazadas y patadas tan rápido como puedo. Pese a ello, no consigo elevarme ni un poco. Una fuerza invisible tira de mí hacia el fondo. Sin importar cuanto batalle, no consigo derrotar a la potencia que me hala.

Cuando siento que mi cabeza va a explotar por la falta de oxígeno, suelto el aire que había estado conteniendo. Me resigno a asfixiarme, pues no podré respirar aquí. Abro la boca y el reflejo de inhalar llega de inmediato. Para mi sorpresa, ni una sola gota de líquido entra por mi laringe. Al contrario, el aire más puro que jamás he respirado inunda mis pulmones, llenándome de energía y de calma. Desde mi pecho nace un haz de luz azul que comienza a extenderse en todas direcciones. En vez de la oscuridad, ahora estoy rodeada por una luminosidad casi cegadora.

Poco tiempo después, entro en contacto con una superficie rugosa de color rosa pálido. Su textura gelatinosa es perceptible en la piel de mis pies descalzos. Experimento un ligero cosquilleo que me recorre las plantas. Se siente como si pequeños impulsos eléctricos viajaran justo por debajo de mis pies. Es un efecto extraño, pero no me parece desagradable. Sin tiempo que perder, me pongo de cuclillas para palpar el área. En estas inquietantes circunstancias, usar las marcas de la diosa me da confianza. Quizás a través de ellas pueda entender lo que ocurre.

Una fuerte descarga eléctrica, casi idéntica a la que recibí cuando llegué a estas tierras, me impacta de lleno al poner mis palmas sobre la superficie. Sin embargo, el horrible dolor de ese entonces no está presente ahora. Puedo percibir la cantidad masiva de energía que me recorre el cuerpo, pero esta no me lastima. Aunque al principio una cortina dorada bloquea mi vista durante unos segundos, no tarda en desvanecerse. En cuanto logro ver lo que tengo delante, todo en mi interior se estremece. Nada podía haberme preparado para este momento.

Pierdo el control de los músculos. Ni siquiera puedo controlar a mi propia mente. Estoy experimentando todo lo que ocurre en calidad de espectadora. Soy un alma quieta atrapada dentro del cuerpo de alguien más. ¿Es así como debería haberme sentido desde que desperté en estas tierras? Al fin y al cabo, la sensación de ser una intrusa en una vida ajena nunca se fue por completo.

Quizás esta debió ser mi nueva realidad. Pese a que quiero moverme en dirección opuesta a la que me dirijo, no soy capaz de hacerlo. Lo único que puedo hacer es mirar lo que la otra Olivia elige mostrarme. Ella es quien ahora comanda mi cuerpo. Incluso percibo sus pensamientos como si me los narrara en primera persona. Una voz interior que no me pertenece está contándome lo que sucede a su alrededor. Solo me queda prestarle atención.

Ante mis ojos se despliega un escenario que me resulta chocante y familiar al mismo tiempo. Estoy caminando por los pasillos de mi escuela, pero a la vez siento que no lo es. Cada metro está repleto de chicos y chicas. Algunos de ellos me saludan a la distancia. Yo solo les contesto con un movimiento de mano. Todos van y vienen cargando libros, mochilas e instrumentos musicales. Están concentrados en las clases del día. Sus ruidosas conversaciones salpicadas con risas reverberan por todos los rincones. Sin embargo, no presto verdadera atención a ninguno de ellos, sino que me dedico a examinar el techo del recinto con disimulo.

Mis ojos se enfocan en las esquinas y en las divisiones entre las tablas de madera. Intento hallar algún agujero o rendija allí, algo que le dé sentido al sonido del cuervo que escucho aquí dentro. ¿Solo yo lo oigo? Parece que sí, pues nadie más se detiene a mirar hacia arriba. Sus graznidos son cada vez más fuertes y cercanos, casi como si tuviera al ave posada sobre mi hombro. ¿Por qué nadie más lo nota?

Aprieto los labios y niego con la cabeza. ¿Es esta otra de mis alucinaciones? En las últimas semanas, he estado viendo y escuchando cosas raras que nadie más percibe. No sé qué me ocurre. La última vez escuché que alguien me llamaba por nombre desde el interior de una roca. La revisé por todos lados, pero no pude hallar nada dentro o debajo de ella. A veces, de reojo detecto un ojo azul que me observa sin parpadear, pero en cuanto me giro, desaparece. Debo estar volviéndome loca.

Una sola cosa me hizo dudar de que todo esto solo fuera fruto de mi imaginación. Ocurrió justo hoy. El ave que escucho graznó particularmente fuerte cuando me crucé con Kylian. Él se me quedó mirando muy raro y señaló mi pelo. Cuando le pregunté qué pasaba, arqueó la ceja. Me preguntó que por qué traía plumas negras en el cabello y en la ropa. En ese momento, la que lo miró raro fui yo. Pero entonces volteé hacia una ventana y descubrí en mi reflejo que Kylian tenía razón.

¿Cómo podía ser normal que aparecieran decenas de plumas sobre mí de la nada? No tengo mascotas ni camino por los bosques cuando vengo a la escuela. Tampoco uso accesorios para el pelo como esos, no es mi estilo. No pude haber sido yo quien se puso las plumas sin darse cuenta de ello. Llegaron allí de alguna manera que necesito descubrir. Y todo apunta a que ese cuervo que he estado oyendo tiene mucho que ver en este asunto. Por eso debo encontrarlo.

Faltan apenas un par de minutos para que empiece la primera clase. No estoy ni siquiera cerca del salón en el que debería estar. Voy a llegar tarde, lo cual significa que mi profesor de matemáticas no va a dejarme entrar. Tomando eso en cuenta, decido darme un respiro en el patio. La cabeza comienza a dolerme después de estar tan concentrada buscando al cuervo. Tal vez un poco de aire fresco me haga bien. De todas maneras, no tengo nada mejor que hacer.

Me siento bajo un árbol que está cerca de la puerta principal. Por aquí no suele pasar mucha gente, menos ahora que las clases ya comenzaron. Me masajeo la cara y miro hacia el cielo. Procuro inhalar y exhalar despacio. A mayor oxigenación, más claridad en las ideas. Eso es lo que dice siempre mamá y he descubierto que tiene razón. Pronto siento cómo se me destensa el cuerpo. El fantasma de la jaqueca poco a poco me libera de su molesta presencia. Creo que hasta podría quedarme dormida aquí mismo si el tronco fuera suave.

Mis párpados empiezan a caer y respiro cada vez más lento. Estoy tan rejalada que se me afloja la quijada y cabeceo. De pronto, siento un par de manos que se cierran en torno a las mías. Abro los ojos de par en par, sobresaltada. Forcejeo para liberarme del agarre, pero lo único que consigo es afianzarlo más. Giro la cabeza para ver a quien me retiene, pero no hay nadie detrás de mí. Lo que me está sujetando son un par de raíces del árbol. ¿¡Cómo rayos un árbol puede hacer esto!?

Abro la boca para pedir ayuda, pero una tercera raíz se estira en segundos y me cubre la boca. Un grito ahogado me quema la garganta cuando siento un fuerte tirón desde abajo. Como si el suelo de pronto se hubiera hecho líquido, las raíces me arrastran bajo tierra en instantes. No puedo ver nada a mi alrededor. En un ataque de tos, inhalo tanto polvo que no puedo respirar. En poco tiempo, el dolor y la angustia cesan para darle paso a un desmayo.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, todo lo que veo es oscuridad. Mis ojos tardan un buen rato en acostumbrarse a la muy escasa luz amarillenta del lugar. ¿En dónde estoy? Intento levantarme, pero no logro moverme. Hay algo que me detiene. Intento averiguar qué es, pero ni siquiera puedo erguir la cabeza. La presión en el cuello me produce lagrimeo en los ojos. Trato de mover un solo brazo, pero ocurre lo mismo que con mi cuello. Algo presiona cada parte de mí para que me mantenga quieta en esta posición. ¡Estoy atada!

Comprender lo que me ocurre no lo hace menos escalofriante. ¿Quién me hizo esto? ¿Por qué? ¿Cómo? Un minuto estaba sentada bajo el árbol en la escuela y, al siguiente, despierto atada de pies a cabeza en quién sabe dónde. Sin que pueda evitarlo, mi pulso se acelera. Al menos no estoy amordazada. ¿Debería pedir ayuda? No, no lo creo. Si quien me trajo aquí fue capaz de atarme, no va a liberarme solo porque se lo pido. Pero, entonces, ¿qué debería hacer? Lágrimas bajan por mis sienes mientras me tiemblan los labios.

No pasa mucho tiempo cuando escucho un nuevo graznido. El prolongado eco que produce me pone los pelos de punta. Parecen carcajadas malignas que llegan a lo más profundo de mi mente. Poco después, oigo pasos cerca de mí. Giro la cabeza y distingo una silueta oscura. Pese a que no puedo verlo bien, reconocería su manera de andar en cualquier lugar.

—¿Eres tú, Kylian? —digo en voz baja.

No recibo una respuesta hablada, pero noto que se detiene en cuanto digo su nombre. Está de espaldas a mí, por lo que solo puedo ver su cabello. Es oscuro y un poco largo cerca del cuello. Su ropa también es oscura. Todo eso es típico de él.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy aquí? Ayúdame, por favor —le suplico en susurros.

Una vez más, me quedo sin oír una respuesta. Él suspira y sigue su camino sin voltear a verme. La indiferencia con la que me trata destroza mi corazón. Nos conocemos desde hace muchos años. ¿Por qué de un pronto a otro quiso hacerme daño? ¿Qué busca? Trago saliva que me sabe a bilis. Esta es otra cosa en la que mamá tuvo razón: jamás llegamos a conocer a nadie por completo. Quien creí que era un buen amigo al parecer no es ni siquiera una buena persona.

Cuando lo pierdo de vista, escucho una voz grave y masculina que habla a gritos. Usa un idioma que no conozco, pero no me hace falta para saber que está enfadado. Alguien más le responde y, en efecto, reconozco en esa persona la voz de Kylian. ¿Será posible que él no sea el responsable de hacerme esto? Tal vez no fue su plan, quizás lo están obligando bajo alguna amenaza. Empiezo a respirar muy deprisa. ¿Aún queda alguna esperanza de que me ayude? Quisiera pensar que sí.

Antes de que pueda seguir imaginando posibilidades de salvación, un hombre grueso y barbudo entra al lugar en donde estoy. Trae un cuchillo en la mano. Se me erizan los vellos de solo pensar en todo el daño que podría provocarme con eso. Casi escupo el corazón cuando se me acerca. No obstante, no me corta a mí, sino a las cuerdas que mantienen sujeta y acostada. Empieza por la del cuello, sigue con las de los brazos y concluye con las de las piernas.

Aunque ahora estoy libre para moverme, no me atrevo a hacerlo. No es como si pudiera enfrentarme a un hombre yo sola. Bastaría un poco de fuerza bruta para lastimarme, así que aguardo en silencio. Él no dice nada, sino que me sujeta de un brazo y me hala. Presiona tan fuerte que arde. Suelto un grito involuntario, lo que parece encender su furia. Me da un puñetazo en la cara con la otra mano mientras grita cosas que no comprendo. El impacto me hace perder el equilibrio. Veo estrellas y saboreo la sangre de mi mejilla rota.

El dolor que siento es casi insoportable, pero no me queda más opción que temblar y llorar en silencio. Si vuelvo a quejarme, es posible que él me golpee de nuevo. No sé por cuánto tiempo caminamos ni hacia dónde vamos. Todos los pasillos aquí se ven iguales: oscuros, vacíos y fríos. El olor a tierra húmeda es lo único que me sugiere que podríamos estar en una especie de cueva, quizás subterránea. Cuando finalmente llegamos a un punto más iluminado, distingo muchos árboles. Se oyen ruidos de animales y el viento helado mueve mi pelo. Pero volver al exterior es un consuelo que me dura poco. Un pesado aleteo precede al más puro terror.

Ante mí descubro a una criatura espantosa. Su cara tiene algunos rasgos que me recuerdan vagamente a Kylian. Río con amargura. Ya estoy desvariando para hacer semejante comparación. Esta cosa no es él, luce completamente cadavérica y angulosa. Me mira con ojos rojos cargados de ira. El cuerpo tiene huesos y tendones pálidos con poca piel encima. En su espalda hay varios pares de alas como de insecto. Las costillas están expuestas y el vientre es hueco. Tiene una nube de luz del mismo color que sus ojos en el abdomen. Esta gira muy rápido sin parar.

La sola presencia de la criatura me hace temblar. Lloro a mares, se me revuelve el estómago y chillo de pavor. ¿Es así como voy a morir, a manos de esta cosa sacada de una pesadilla? Para mi desgracia, el ente extiende sus brazos huesudos hacia mí. Me sujeta de los hombros y alza vuelo conmigo a cuestas. No sé qué me asusta más, si su apariencia o el hecho de que el suelo se vea cada vez más lejos de mí. ¿¡Adónde me lleva!? ¿¡Qué va a hacer conmigo!?

Dejo de distinguir la forma de lo que hay abajo. Estamos tan arriba que empieza a faltarme el aire. No paro de tiritar. Cuando ya estoy por desmayarme, la criatura me suelta. De inmediato comienzo a caer en picada. Mi garganta duele de lo fuerte que grito. Uno tras otro, mis alaridos se pierden en el aire. Nadie sobrevive a una caída así. Si no quedo clavada en algún árbol, el suelo se encargará de hacerme pedazos en cuanto llegue ahí. Solo espero que mi muerte sea rápida.

De manera inesperada, vuelvo a escuchar el graznido de un cuervo. Justo en ese instante, una lluvia de plumas negras me envuelve. No veo nada, pero siento que la velocidad con la que estaba cayendo disminuye muchísimo. Poco después, me golpeo contra el suelo, pero el impacto apenas me saca un poco el aire. Toso con fuerza, incrédula. Las plumas se disuelven como si hubieran estado hechas de humo. Sin tiempo que perder, me pongo de pie e intento correr. No sé dónde estoy ni hacia dónde ir. Tampoco puedo avanzar rápido, pero no voy a quedarme aquí.

Luego de un par de minutos, me detengo para recuperar el aliento. Mi pecho y mis piernas arden. Veo puntos negros y estoy mareada. Doy unos cuantos pasos más, pero algo me golpea por la espalda, provocándome una caída. El escozor en mis rodillas y en mis codos es horrible. Pero la presión que siento en los huesos me hace aullar de dolor. Creo que debo tener algo roto. No tengo oportunidad de levantarme cuando otro golpe, esta vez en mi vientre, me saca todo el aire. Caigo y me golpeo en la cabeza. El hombre barbudo se yergue ante mí gruñendo. Me agarra sin cuidado alguno.

Mis heridas se abren aún más. Estoy sangrando mucho, incluso respirar es una tarea muy dura. Mi sufrimiento sería soportable si supiera que voy a recuperarme. Pero no es el caso. Estoy segura de que este hombre va a matarme en cualquier momento. El tirón que le da a mi cabello me hace sollozar. Al escuchar mis quejidos, me abofetea y me avienta hacia un gran hueco en la tierra. El poco aire que había conseguido inhalar me abandona. Ya no tengo fuerzas, pierdo la visión poco a poco y el dolor merma. Dejo de pensar y simplemente me sumerjo en la oscuridad.

Una descarga de energía me recorre y recupero el dominio de mis facultades. Inhalo una gran bocanada de aire. Siento como si hubiera estado bajo el agua durante mucho tiempo. Miro a mi alrededor y estoy de vuelta al pie de la laguna. La silueta transparente de la otra chica ya no está. La llamo en voz alta y camino por la orilla, tratando de localizarla, pero no hay rastro de ella. ¡Debo encontrarla! Después de semejante revelación, me dejó con muchas más preguntas que respuestas. Lo que ella acaba de mostrarme sin duda fue impactante.

Presencié en primera persona unos recuerdos preciados y de suma importancia. Pude conocer lo que la otra Olivia vivió y sintió justo antes de que mi consciencia despertara en su cuerpo. ¿Acaso significa esto que su consciencia todavía está viva en algún rincón del subconsciente? Si eso es así, ¿puedo despertarla? ¿Qué pasaría conmigo si lo hago? En definitiva, es urgente que hallarla o, al menos, necesito recibir más de sus memorias. Al menos ahora tengo una certeza. El Dákama que busco, el hombre barbudo que me lanzó el tronco, el cuervo y ese tal Kilian están relacionados. En mis manos queda descubrir exactamente cómo y por qué lo están.

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