Una casa de muñecas
En cuanto subimos al auto, Annette me mira con atención. Sus ojos irradian alegría, al igual que la curva ascendente en sus labios. No tengo necesidad de preguntarle por qué sonríe de esa manera. Lo sé. Verla tan contenta por mí es lindo y triste a la vez. Se nota a leguas que de verdad ama a su hija, quien debería ser yo. ¿Alguna vez tendré el valor para confesarle esa dura verdad? Percibo una punzada en el estómago de solo pensarlo. Definitivamente no estoy lista para eso todavía. Trago saliva despacio y me fuerzo a mantener el semblante tranquilo.
—Vi lo que sucedió en el restaurante hace un momento. —Junta las manos frente a la barbilla y su sonrisa se extiende más—. ¡Estás haciendo nuevas amigas, Oli! ¡Qué maravilla!
—Sí, podría decirse. —Me rasco la nuca e intento imitar el gesto alegre de ella—. Solo hablé con una de esas chicas. Se llama Rebeca.
—¡Eso es genial! Espero que puedan seguir en contacto.
—Es probable que así sea.
Mi cuidadora levanta la mano para que yo choque mi palma contra la de ella. Un gesto como ese parece inofensivo, pero conmigo no lo es. Recordar lo que ocurre cuando ella toca mis manos me produce un escalofrío. Se me erizan los vellos de los brazos al instante. «Vamos, piensa rápido, no la desilusiones». Me muerdo el labio inferior y le ofrezco mi puño en vez de la palma. Arquea una ceja, extrañada, pero su sonrisa no desaparece. Rápidamente cambia de posición y choca sus nudillos contra los míos en señal de celebración.
—Pon una canción explosiva, por favor —Inhalo profundo e intento proyectar genuino entusiasmo en la voz—. Quiero cantar contigo otra vez.
—¡Como lo desee, mi capitana! —exclama y desliza el dedo por la pantalla.
No tarda ni medio minuto en hallar una canción que se adapta a mi solicitud a la perfección. Desde que empieza a sonar, la fuerza del cantante se me contagia.
—Shot through the heart and you're to blame. Darlin', you give love a bad name...
El potente sonido de la melodía me toma por sorpresa. Nunca había oído música como esta, pero no me desagrada, sino todo lo contrario. Me dejo llevar por el ritmo y, sin darme cuenta, estoy agitando la cabeza y levantando los brazos con emoción. Annette me ve de reojo y se echa a reír a carcajadas.
—Siempre dijiste que no te gustaba la música para viejos como yo, ¿eh? Pues, ¡mírate ahora! ¡Eres toda una rockera de los ochenta!
Levanta los dedos índice y meñique de la mano derecha mientras saca la lengua. No sé qué significa esa mueca, pero luce graciosa. Me echo a reír junto con ella.
—Esta es mi nueva yo, ¿no lo notas? Estoy abierta a probar cosas nuevas y a hacer cambios —afirmo con fingida seriedad.
—¡Diablos, señorita Duncan! —responde y se ríe con más fuerza.
En el fondo, sé que no debería hacer bromas sobre este tema. Mi nueva identidad es algo tan real que hasta duele. No puedo obviar que todos los días despierto viviendo la vida de otra persona. ¿Qué habrá ocurrido con la verdadera Olivia Duncan? Ni yo misma he podido entender cuál fue el suceso que me trajo a este sitio desconocido y se la llevó a ella, mucho menos el porqué. Pero no puedo evitar bromear cuando a Annette le brillan los ojos al escucharme. Siento que le debo esto. Le debo la alegría que tenía junto a la hija a quien estoy suplantando sin quererlo.
—I play my part and you play your game. You give love a bad name...
La canción termina y de inmediato comienza a sonar otra del mismo cantante. Pese a ser una música a la que no estoy acostumbrada, confieso que me agrada escucharlo. El resto del camino se pasa muy rápido al ritmo del rock. La agradable conversación que tengo con Annette al respecto me ayuda a relajarme. Por un rato me olvido de las mil preocupaciones que tengo.
Sin embargo, cuando por fin llegamos a casa, todo regresa a mí con la fuerza de un vendaval. Me bajo del auto con una leve sensación de mareo. Le digo a la señora que quiero recostarme a descansar y ella se muestra de acuerdo. Camino despacio para no alarmarla. Mi pulso empieza a acelerarse en cuanto entro a mi habitación. Cierro la puerta y mi corazón enloquece. No puedo esperar más para revisar el perfil del asesino. Necesito buscar más pruebas entre sus vídeos. Tiene que haber algo allí que ayude a los padres de Cassie a incriminarlo.
Inhalo y exhalo despacio para no descompensarme. Sé que ver estas cosas no me va a hacer ningún bien. Quizás voy a tener aún más pesadillas de las que ya tengo, pero es mi deber hacer esto. Intento pensar en la bonita sonrisa de la niña, esa que solo vi en la fotografía del cartel. Con dedos trémulos, empiezo a reproducir los vídeos. En los más antiguos, no parece haber nada útil. Pero conforme avanzo, noto ciertos detalles extraños que me llaman la atención.
—¿¡Qué rayos es eso!? —susurro mientras detengo uno de los vídeos.
Detrás del hombre, veo varias muñecas sentadas. Son bastante grandes, ya que aparentan el tamaño de niñas de cuatro o cinco años. Todas llevan vestidos lisos y máscaras que se asemejan a caras humanas. Parecen hechas del mismo material que la del payaso. Pero lo más inquietante no es eso. A través de los agujeros para los ojos en la careta de una de ellas, juraría que veo movimiento en las pupilas.
—Eso fue mi imaginación, no ocurrió —digo en voz baja.
Vuelvo a reproducir el vídeo a menor velocidad. Centro mi atención en esa peculiar muñeca. Esta vez no solo detecto movimiento, sino un destello de miedo en su mirada. ¿Será posible que las muñecas en realidad no sean simples adornos? ¿Y si fueran niñas reales? Suelto el teléfono y me cubro la boca con ambas manos. Un grito de angustia se anida en mi pecho, pero lo reprimo. Estoy temblando.
—Ya empecé, debo terminar —musito, asustada.
Vuelvo a tomar el móvil y sigo adelante con la tarea. Me quedan dos o tres vídeos para concluir. Los minutos que transcurren mientras lo miro se me hacen eternos. La cabeza me duele, tengo náuseas y ganas de llorar. Pero no puedo parar, no ahora que tal vez encuentre la clave que necesito. En cuanto termino de reproducir el más reciente, suelto un suspiro largo y me masajeo las sienes. Por un lado, es un alivio haber terminado, pero, por el otro, el sabor a derrota me amarga el paladar. Un oso de peluche no es suficiente para inculpar a ese hombre. Las restantes pruebas viven solo dentro de mi mente. ¿Qué voy a hacer?
—Tiene que haber algo, lo que sea —imploro.
Cuando levanto el teléfono otra vez, la más reciente publicación de Clown from the Vault aparece sugerida. Se me hace un nudo en el estómago al saber lo que me espera. Aun así, deslizo el dedo para que el vídeo comience a reproducirse. Una vez más, me concentro en el escenario y no en el enmascarado. Cerca del final, mis ojos se abren al máximo. Veo una vestimenta distinta entre las muñecas. No tiene nada de especial a simple vista, pero para mí es exactamente la pieza que necesito.
Abro el navegador de Internet y, tal como Annette me mostró hace varios días, escribo algunas palabras claves en la barra del buscador. Miro las imágenes de Cassie entre los resultados que este arroja y casi grito de horror. Acabo de confirmar mis terribles sospechas. Me clavo las uñas en las palmas para minimizar un poco el estrés que siento. En la fotografía que vi en la pared esta mañana, la niña llevaba puesto un vestido idéntico al que lleva la muñeca del vídeo.
—El vestido y el oso son los mismos —Raspo un par de uñas con mis dientes—. Sé que la voz, la risa y la máscara también lo son. ¡Ese es el asesino de Cassie! ¡Tengo que llamar a los padres!
Saco la tirita de papel que guardé hace un rato en mi bolsillo. Empiezo a marcar el número de inmediato. Sin embargo, me detengo a medio camino. «Si hago esta llamada desde aquí, Annette podría escucharme hablando», pienso. Tuve visiones de un asesinato después de absorber el alma de la víctima. ¿Cómo podría explicarle semejante cosa? Y, no conforme con eso, estoy por señalar un culpable confiando en la veracidad de lo que vi. El riesgo que voy a asumir es grande, muchas cosas podrían salir. No quiero implicarla, así que me apresuro a solucionar el problema.
Con sumo cuidado, levanto la ventana de mi cuarto. La madera cruje un poco al moverse, pero no creo que el ruido se escuche desde lejos. El espacio abierto es muy reducido. Una persona voluminosa no cabría a través de este. Ni siquiera estoy segura de que yo pueda pasar, pero debo intentarlo. Pongo el teléfono en mi bolsillo y saco la cabeza por la abertura. Mis hombros enseguida protestan al chocar con el marco. ¡Genial! Esto va a ser más complicado de lo que pensé.
Me acomodo de forma que mis hombros queden en diagonal a la ventana. El espacio es más largo que ancho, así que esos centímetros podrían hacer la diferencia. Impulsándome con las piernas, doy un pequeño salto de medio lado. La mitad de mi cuerpo queda fuera de la habitación. Sonrío satisfecha, pues si mis hombros cupieron, lo demás también cabrá. No tengo grandes caderas ni piernas gruesas, así que será más sencillo ahora.
Unas cuantas contorsiones y quejidos más tarde, caigo de costado en el jardín trasero de la casa. Me pongo de pie y sacudo el polvo de mi ropa. Analizo mis posibilidades tan rápido como puedo. La barda que rodea la propiedad no es muy alta, pero está cercada con cables electrificados. Annette me contó que, después de lo que me ocurrió, decidió reforzar la seguridad de la casa. Miro el enebro de la esquina y suspiro. Treparlo sería una opción si no hubiera cámaras que lo enfocan. Al parecer, escapar de aquí sin alertar a la señora no es una opción.
Resoplo con frustración. La única alternativa que me queda es cerrar la abertura y hablar muy bajo. De esa manera, mi voz no se escuchará desde el interior de la casa. Antes de bajar la ventana, tomo una piedrecilla y la coloco sobre el alfeizar. Así no se cerrará del todo y podré levantarla desde acá luego. Sería ridículo tener que ir a tocar la puerta porque permití que la ventana se cerrara.
Una vez que el escenario está preparado, me siento sobre la tierra. Inhalo y exhalo hondo para calmarme. Aclaro mi garganta un par de veces. Todavía no estoy segura de lo que voy a decir ni de cómo lo haré, pero eso no me va a detener. Mis manos tiemblan mientras marco el número en la coletilla. Presiono el botón de llamada y un escalofrío me recorre. La espera por una respuesta es muy corta. Al segundo timbrazo, escucho la voz de una mujer.
—¿Hola? —dice ella con un deje de nervios.
—¿Es usted familiar de Cassie? —pregunto a un volumen apenas audible.
—Soy la madre. ¿Sabe usted algo de ella? Por favor, dígamelo, ¡se lo ruego! No le voy a pedir que me diga su nombre. Esta llamada se mantendrá confidencial. Solo dígame lo que sabe, por piedad...
El tono desesperado en el que hace dicha petición me conmueve. Vuelvo a respirar profundo antes de retomar la conversación.
—Revise los vídeos más recientes del tiktoker que se hace llamar Clown from the Vault. No puedo asegurar nada, pero vi un oso de peluche y un vestido idénticos a los que Cassie llevaba en la fotografía del cartel. Además, en la habitación desde la que graba, hay unas muñecas muy extrañas. Su contenido es perturbador.
—¿Cómo dice que se llama la cuenta?
—Clown from the Vault. Espero que esto le ayude a encontrar a su hija.
—Sin importar quién sea usted, muchas gracias por llamar. Nadie lo había hecho. Usted es la primera persona que me dice algo sobre Cassie.
La voz de la mujer se quiebra hasta convertirse en un sollozo. Mi vista enseguida se vuelve vidriosa. Siento la humedad cosquilleando en mis mejillas.
—Ojalá que pronto pueda recuperar la paz, señora. Adiós.
Antes de la que madre piense en contestar mi despedida, cuelgo. Cada latido de mi corazón se siente como un golpe doloroso. Me sudan las manos, mi respiración suena entrecortada y me falta saliva en la boca. No sé si lo que acabo de hacer fue increíblemente valiente o estúpido en extremo, pero no me arrepiento. Ayudar y servir a los ciudadanos son las prioridades del ejército de Gildestrale. Esta nación no es la mía y sus habitantes no son mis compatriotas, pero son personas. Eso es todo lo que importa. Si puedo serles útil, no titubearé en hacer todo lo que pueda.
Me pongo de pie demasiado rápido y eso me marea. Para estabilizarme, pongo una mano sobre la pared y elevo el brazo derecho. Recupero el equilibrio en pocos segundos. Justo cuando empiezo a bajar el brazo, una silueta humana aparece en mi campo de visión. Su presencia no me inquietaría si estuviera mirándola con los ojos en mi cabeza. Por desgracia, no es así. El ojo azul que llevo en la palma está tan abierto como el par a los lados de mi nariz.
—¡No! Por favor, no de nuevo —susurro.
Hay un alma dormida junto al tronco del enebro. Otra vez se trata de una niña. A juzgar por el tamaño, su edad debió ser similar a la de Cassie. Tal como ella, tiene un corte amplio que sangra en mitad del cuello. Mi respiración se vuelve ruidosa y todo me da vueltas. ¡Ese payaso es quien está matando a estas niñitas! ¡No! Rabia pura e impotencia me invaden. Siento fuertes deseos de arrancarle la vida de la misma manera en que él lo ha hecho con estas pobres pequeñas. Sin embargo, eso no me corresponde a mí. Mi razón de existir son las almas que necesitan liberación.
Sin tiempo que perder, separo las piernas y doblo un poco las rodillas. Esta posición me dará mejor balance en caso de que me maree. Inhalo por la nariz y exhalo a través de la boca. Cuando los latidos por fin se ralentizan, coloco ambas manos abiertas en dirección al árbol. Cierro los ojos y me enfoco en despertar la energía de la diosa. Su luz azulada titila con más fuerza esta vez. La temperatura de mi cuerpo sube de golpe. Percibo el cosquilleo de cientos de gotas de sudor en la piel. Pese a ello, no pierdo el foco.
—Absorbere mørket, ta bort det onde 3 —invoco en voz baja pero clara.
La boca en mi mano izquierda se abre en ese instante. Escucho el chillido que precede a la absorción en el interior de mi cabeza. Juraría que escucho mi nombre justo antes de que la boca comience a inhalar. El aire frío que esta produce a mi alrededor estabiliza el calor corporal que casi me sofocaba. Observo al espectro atravesando la cavidad en mi mano en silencio. Pese al dolor que siento en el pecho, hoy puedo mantenerme en pie. No hay arcadas ni signos de mareo. Al concluir la tarea, la boca murmura. Lo que me pareció un ruido irreconocible la primera vez que lo oí, hoy es un mensaje que me deja boquiabierta.
—Gudinnen leter etter deg, Olivia 4 —dice la grave voz.
Segundos después, tanto la boca como el ojo en mis palmas se cierran. Siento frío en este momento, pero dentro de mi corazón ahora arde la llama de la esperanza. No estoy tan sola como pensaba. Gildestrale no me dio la espalda. No sé cómo ni cuándo sucederá, pero la diosa vendrá por mí. Confiaré en esa promesa.
You Give Love a Bad Name de Bon Jovi
Traducción de las estrofas citadas al español
1. "Disparo al corazón y tú tienes la culpa. Cariño, le das al amor un mal nombre".
2. "Hago mi parte y tú juegas tu juego. Le das al amor un mal nombre".
Traducción de las frases citadas al español
3. "Absorbe la oscuridad, quita el mal".
4. "La diosa te está buscando, Olivia".
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