Entre luz y oscuridad (Parte III)

Ni siquiera tengo tiempo de incorporarme cuando ya mamá se encuentra a mi lado. Me sostiene entre los brazos como a una niñita. Kylian se hace a un lado para darnos espacio. Aunque es muy posible que sea él quien mejor podría explicarle a ella lo que ha sucedido, se mantiene callado. Sabe que mi madre no querría escuchar explicaciones de nadie que no sea su hija justo ahora. En eso le doy toda la razón. Sin importar cuán difícil sea, debo aclararle este terrible embrollo a mamá yo misma. Lo que me ha ocurrido es extraño hasta para mí. Debe parecer el triple de chocante desde su perspectiva.

No sé por dónde podría empezar, así que respiro hondo varias veces antes de hablar. Pese a la gran angustia que ensombrece el rostro de mamá, no me atosiga con preguntas ni lanza acusaciones. En sus ojos vidriosos no hallo enojo, sino dolor. Es la mirada nacida de un corazón herido. El hecho de que no esté furibunda gritando o regañándome debería ser reconfortante, pero, más bien, eso me hace sofocarme en la culpa. Ocultarle tantas cosas a una persona que de verdad me ama, quien incluso ha arriesgado su vida por mí, se siente como la peor traición.

—Cuando me rescataste, no estaba completa. —Libero un suspiro pesado y aprieto los labios—. Me había convertido en otra persona. Y esto no lo digo en sentido metafórico. Una parte muy grande de mí estaba apagada. Había perdido muchos recuerdos importantes. No reconocía la casa, ni el pueblo ni a las personas. Ni siquiera podía reconocer mi propia cara. Todos buscaban en mí a una Olivia que ya no estaba ahí.

—Pasaste por un trauma horrible, mi amor. —Me acaricia la cabeza con una mano—. Es normal que te sintieras de esa forma.

—No, mamá, no es normal. Nada de lo que pasó es normal. Déjame mostrarte algo que te va a ayudar a entenderme.

Sin darle tiempo a responder, me pongo de pie a duras penas y me alejo unos cuantos pasos. Cierro los ojos por un instante e invoco en susurros la energía de la diosa. En unos pocos segundos, las marcas en mis manos se activan. Al sentir su despertar, coloco los dedos sobre estas para cubrirlas. En el momento en que mis párpados se despegan, dirijo mi mirada hacia la de mamá. Sin apartar la vista ni un segundo de ella, levanto los brazos despacio hasta que ambos puños quedan a la altura de mi cuello.

—Es muy probable que lo que estás a punto de ver te asuste. Las líneas que has visto en mis manos no son cicatrices de cortes. —La voz se me quiebra un poco—. Son los signos visibles de un vínculo muy especial, uno que forma parte esencial de mi verdadera identidad. Esta soy yo.

Comienzo a extender los dedos despacio hasta que las palmas por fin quedan al descubierto. El ojo azul se enfoca en mamá mientras la boca susurra palabras que no comprendo. El silencio sepulcral de mi madre mientras me observa hace que me tense. El drástico cambio en la forma de mirarme es la señal más fuerte del caos en su interior. Tiene los ojos abiertos al máximo y respira muy rápido. Los segundos se alargan y ninguna palabra sale de su boca. La quijada le tiembla tanto como las piernas. ¡La pobre debe estar en shock! No quiero forzarla a hablar, pero tampoco puedo aguantar más este opresivo suspenso. Estoy a punto de gritar desesperada.

—Mamá, por favor, di algo, lo que sea. —Bajo los brazos para que no siga viendo las marcas—. ¿Tienes miedo de mí?

Ella traga saliva, parpadea rápido y niega con la cabeza. Recorre los escasos pasos que nos separan y me abraza con fuerza. Junto al calor de sus brazos llega también el sonido de un sollozo cerca de mi oído.

—No tengo miedo de ti, mi niña. Tengo miedo de lo que sea que signifiquen esas cosas que llevas en las manos. Las he visto antes.

—¿¡Qué!? ¿¡Cómo!? ¿¡Dónde!?

Me aparto de ella con rapidez para poder verla a los ojos. En mi cara ya no queda espacio para una arruga más. El corazón se me va a salir del pecho. Respiro como si acabara de correr por horas. ¿¡Mi madre conoce las marcas de Gildestrale!?

—Las vi en un dibujo de Declan. Había un montón de símbolos extraños en todo el folio, pero no tuve tiempo de analizarlos. Apenas pude dar un vistazo rápido antes de que él apartara y guardara el folio.

—¿No dejó que lo vieras?

—Me dijo que solo era un boceto hecho a las apuradas para una pintura que quería poner en nuestra sala. Me prometió que me lo mostraría cuando lo hubiera pulido.

—¿Y lo hizo?

—No. En ese momento no le di mucha importancia al asunto, pero poco después, él falleció y yo empecé a tener pesadillas con los símbolos de ese dibujo. —Pone sus manos sobre mis hombros mientras nos miramos con fijeza—. Oli, dime, por favor, ¿qué son esas cosas? ¿Qué es lo que te hicieron?

—Es una larga, muy larga, historia. Tenemos muchísimo de qué hablar. Pero este no es un sitio seguro para contarte esa historia.

—Vamos a casa, entonces.

—No, mamá. Nuestra casa tampoco es un sitio seguro. Puedo llevarte a un lugar que sí lo es. ¿Confías en mí?

—Claro que sí, cariño.

Esbozo una sonrisa al escucharla decir eso. A pesar de lo que acaba de ver y de que sabe que he estado ocultándole cosas, todavía me tiene confianza. No huyó de mí, sino que me pidió que la ayudara a entender. Se me hace un nudito en la garganta por la emoción. Yo también confío en ella, ahora más que nunca. Conocer los secretos de mi identidad es un gran riesgo. Sin embargo, sería más peligroso aún dejar a mamá a merced de los enemigos sin saber siquiera que los tiene. Ella está en riesgo por el simple hecho de ser parte de mi familia. Merece saberlo.

—Espera con Kylian aquí. Ambos van a venir conmigo. Solo denme un momento.

En cuanto lo menciono, mi madre gira el cuello en dirección a él y se queda mirándolo con frialdad. A juzgar por la expresión facial que exhibe, mamá tiene ganas de matarlo. Kylian carraspea e intenta lucir sereno ante ella, pero sus ojos lo delatan. Hay una pizca de temor mezclada con preocupación alojada en sus pupilas. Se siente tan nervioso como yo lo estoy y no es para menos. Ambos tenemos varias explicaciones complejas que darle a mamá y mucho de lo que debemos decirle probablemente sea muy difícil de digerir.

¿Cómo reaccionará cuando sepa que Kylian fue quien me secuestró? Cuando entienda que no es el héroe que imaginaba, el golpe será fuerte. ¿Qué hará cuando se entere de que el padre de él estuvo a punto de matarme? ¿Logrará entender por qué todas esas cosas debían suceder en aras de conseguir un bien mayor? La única manera de averiguarlo es siendo cien por ciento honestos con ella. Si aspiramos a obtener su perdón y su apoyo, no podemos dejarla en las sombras.

—Tú sí sabes lo que pasa con mi hija, ¿no es cierto? Llegaste a casa buscándola como un loco. Cuando te dije que no estaba ahí y lo que había escuchado, corriste hacia el bosque sin decirme más nada —afirma mamá entrecerrando los ojos.

—No había tiempo de hablar. Era urgente encontrarla —responde Kylian, cabizbajo.

—¿¡Lo ves!? ¡Sabías perfectamente que Olivia no estaba bien y no me dijiste nada! ¡Cualquiera parece saber más acerca de mi propia hija que yo!

—No quería que se preocupara...

—¡No estoy hecha de cristal! ¡Puedo soportar mucho más de lo que te imaginas, niño! ¡Odio que me mientan!

—Mamá, por favor, detente.

El ruego apenas se escucha, pues la voz apenas me sale. Estoy aún más estresada que antes. Mi madre está muy alterada con mi novio sin siquiera haber empezado a dar explicaciones. Si este es un anticipo de lo que va a ocurrir en breve, los tres la vamos a pasar mal. Pese al desalentador panorama, vuelvo a respirar hondo y me esfuerzo por no dejarme llevar por las emociones.

—Tanto Kylian como yo tenemos mucho por decirte. Si después de escucharnos decides enfadarte y gritarnos, perfecto. Estarás en tu derecho de hacerlo. Pero al menos danos la oportunidad de hablar, ¿sí?

Mamá me dedica una mirada de disgusto puro, pero no deja salir las palabras. La he visto hacer esto una infinidad de veces. Cuando sabe que está a punto de decir algo de lo que va a arrepentirse luego, prácticamente se muerde la lengua para no hablar. Admiro esa capacidad que tiene para controlar el impulso de soltar lo que siente sin pensar en nada más.

—Está bien —responde tras un prolongado silencio.

Se cruza de brazos y le da la espalda a Kylian. No verlo le ayuda a contener los deseos de seguir discutiendo con él. No es el mejor escenario posible, pero es menos malo que verlos atacándose. Tomo eso como la señal para apresurarme a crear un campo de fuerza. Si nos quedamos aquí, un nuevo ataque podría llegar de cualquier parte. Además de eso, hasta las hormigas podrían estar espiándonos. Solo cuando estemos dentro sentiré algo de paz.

En cuanto me siento en el suelo, hago la invocación necesaria para crear el camino hacia nuestro refugio. Tras percibir el cosquilleo de los hongos en la piel, junto las manos despacio. Cuando empiezan a nacer los hilos de la fusión de dichos hongos, les pido a Kylian y a mamá que se acerquen rápido y ambos lo hacen. Pese al manifiesto temor en el semblante de mi madre, no duda en hacer lo que le pido. Cada uno me sujeta de un brazo mientras las hebras se estiran y nos envuelven a todos al mismo tiempo.

En el momento en que mi mente se conecta con los hilos, la sensación de que floto en el espacio se apodera de mí. Sin embargo, entrar en el campo de fuerza esta vez se siente muy distinto. Nunca antes había ingresado con alguien que no fuera un guerrero de la diosa. Y jamás en la vida me habría imaginado que le permitiría la entrada a un Dákama, porque justo eso es Kylian. Sin importar lo que ponga como excusa para justificar lo que hago, la naturaleza de su ascendencia no va a cambiar.

Cuando abro los ojos, en lugar del típico paisaje con arena azul y un amplio cielo blanco, estamos a la orilla de un acantilado rocoso en donde predomina el gris. No hay un domo respirando con calma, sino que se perciben nubes oscuras sobre nuestras cabezas. Todas ellas susurran inquietas. Las criaturas que usualmente acudirían a mi encuentro para los entrenamientos no aparecen por ningún lado. Estamos solos, pero, aun así, me siento más observada que nunca.

—¿En dónde estamos? —pregunta mamá con voz trémula.

—Este es el lugar seguro del que te hablé. No tengas miedo. Acá nada puede hacernos daño —respondo e intento sonreír.

Pese a que me esfuerzo por sonar relajada, en cada sílaba que pronuncio se percibe intranquilidad. Haber llegado a este sitio desconocido para mí no es una buena señal en absoluto. Siento que algo anda mal. Mis sospechas se confirman en cuanto mamá se inclina para mirar hacia el fondo del precipicio. En apenas unos segundos retrocede a toda prisa, asustada. Doy un vistazo rápido hacia abajo y de inmediato comprendo el porqué de su reacción. El enorme ojo azul de Silia nos mira desde abajo. No hay calidez en dicha mirada, sino frialdad.

—¿De verdad estamos a salvo aquí?

—Deberíamos estarlo, pero la verdad es que ya no lo sé.

En ese momento, siento calor en la mano derecha. La levanto con premura para revisarla y se me hace un nudo en el estómago. El ojo en mi palma luce igual al que se encuentra al fondo del abismo. Y por si eso no fuera suficiente motivo de angustia, la boca en mi otra mano se abre y comienza a hablar.

—Hay un hijo de la oscuridad entre nosotros. ¡Expúlsalo de este santuario! ¡Arrójalo al despeñadero!

La voz que oigo no es la de Kraldan, sino la de la mismísima Gildestrale. Mi cuerpo entero se estremece al percibir su presencia tan cercana. Nunca antes la había escuchado hablándole directamente a nadie. Si lo está haciendo ahora es porque su mensaje es de vital importancia. En cualquier otra circunstancia, no dudaría en obedecer sus órdenes ni un segundo, pero lo que me está pidiendo implica actuar en contra de Kylian.

—¡Piedad, por favor! ¡Escúchalo, te lo ruego! —imploro a viva voz.

Antes de que la diosa me dé una respuesta, Kylian camina hacia el borde del acantilado. Me dedica una mirada serena justo antes de lanzarse en picada.

—¡No! ¿¡Qué haces!? —exclamo a todo pulmón.

Hago amago de ir tras él, pero mamá me detiene sujetándome desde atrás. Con los ojos a punto de soltar lágrimas, miro hacia el abismo. Para mi sorpresa, Kylian sigue aquí. Su cuerpo está levitando a pocos centímetros del gran ojo de Silia. Tiene los párpados cerrados y permanece inmóvil, pero emite un tenue destello rojizo desde el centro del pecho.

—El juicio de Gildestrale está en curso. No interfieras de ninguna manera —dice Kraldan con voz solemne.

Sin importar cuánto deseo bajar de inmediato e interceder por él, sé que por ahora no puedo hacer nada más que esperar. 

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