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YoonGi nunca se sintió especial.

Era bastante ordinario en todo sentido. Un estudiante promedio que tendía a las calificaciones mínimas. Un chico de aspecto rudo con unos ojos felinos algo pequeños. Tal vez su punto especial era su piel lechosa y su característica gummy smile.

Sí, era eso.

A SolBi le fascinaba la sonrisa de YoonGi. Era encantadora y tierna. Para ella, su personalidad tsundere fue el punto característico y el principal motivo por el que quiso acercarse.

SolBi siempre fue del tipo extrovertido. Le gustaba llamar la atención y llevarse bien con todo el mundo. A veces eso le hacía parecer fastidiosa, pero le daba igual. De hecho, se esforzaba más para que otros le quisieran y empezaran a verle de mejor manera.

Claro que eso no siempre funcionaba.

Por ejemplo, acercarse a YoonGi le costó demasiado. Opuesto a ella, él era introvertido. Tendía a evitar interactuar con otros, así que tuvo ganas de golpear a SolBi muchas veces en esa época por ser tan entrometida. Le seguía a todos lados dentro del instituto y YoonGi no tenía paciencia para esos juegos. Ni siquiera los iba a aguantar porque le pareciera bonita.

―¿Quieres ir al cine conmigo? ―le preguntó SolBi un día cualquiera mientras estaba a un lado de YoonGi en la azotea.

Que él intentara distanciarse solo provocaba que SolBi insistiera más. No iba a rendirse con facilidad. Al menos, pensaba ella, quería conseguir una sonrisa suya. ¿Por qué? Pues porque YoonGi lucía una cara de amargado que ella quería cambiar.

―No ―le respondió él, tajante.

―¡Por favor! Si vamos, te daré lo que sea.

―Solo quiero que dejes de acosarme. Es molesto.

Era obvio que SolBi no se sintió feliz al escuchar eso. Incluso se preguntó si de verdad era tan molesta.

―¿No quieres que seamos amigos?

―No, Shin. No me interesa ser tu amigo.

Después de eso, ella dejó de molestarle. Dejó de seguirle. Dejó de hablarle. Le dolió mucho no conseguir que se llevaran bien. Y, siguiendo la línea clásica, a YoonGi le empezó a hacer falta.

Durante las siguientes dos semanas estuvo alerta, esperando que SolBi se acercara de nuevo, sin embargo, no sucedió. Ella incluso evadía cruzar miradas con él. Por eso, con arrepentimiento, le buscó aquel viernes. Procuró estar a solas con ella. Habiéndola tenido cerca a diario por casi un mes, no se percató en qué punto empezó a gustarle. Lo notó cuando estuvo lejos.

―SolBi... ¿quieres ir al cine conmigo?

Ella se sorprendió. Miró alrededor y se pellizcó para despertar, pero no era un sueño.

―Si vamos, te daré lo que sea ―añadió Min.

SolBi sonrió. A ella también le gustaba YoonGi, solo que, a diferencia de él, lo había notado desde el primer segundo.

―Quiero que sonrías para mí. Si lo haces, iré.

YoonGi curvó sus labios de manera sutil por la alegría de no ser rechazado. También se reprendió por haber rechazado a SolBi tantas veces.

―Puedo sonreír para ti todas las veces que quieras si sales conmigo de ahora en adelante.

―¿Debo tomar esto como una declaración, Yoon?

Él tragó grueso y asintió.

―¿Y quieres que sea tu novia o vamos a salir sin serlo?

―Sé mi novia, SolBi. Ni siquiera sé si te gusto, pero quiero que seas mi novia.

Ella se acercó con calma y le dio un beso en la mejilla.

―Sí me gustas y sí acepto ser tu novia.

Y entonces YoonGi se tomó el atrevimiento de robarle un beso a SolBi.

Para ambos, el inicio de su historia fue encantador. Fue divertido ir de arriba a abajo, bromeando sobre quién era el más pesado, hasta que se volvió agotador. Ninguno tomó en cuenta que jugar en un balancín requería de dos. Tampoco tomaron en cuenta que la parte más peligrosa es estar arriba.

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