Prefacio

La sala se ha sumido de repente en un crudo silencio, de esos que hacen el aire un poco menos digerible con el paso de los segundos, la mandíbula de mi madre parece haberse desencajado de su sitio, papá la observa a ella con sorna, toda su postura denota aprobación, él está fresco en su sitio, tal vez porque es conocedor del asunto desde mucho antes que mi pobre madre, y se ha prestado para esta obrita de teatro, todo para hacer la situación convincente, y conseguir una respuesta positiva de su parte.

Trago saliva con gusto a ansiedad, una extraña sensación de sube y baja en la boca de mi estómago me provoca nauseas, afirmo el agarre sobre la mano de Tae sin ejercer mucha fuerza, reprendiéndome a mí misma una y otra vez, no es posible que esté tan nerviosa. 

Mamá mantiene la expresión neutra, tan frívola que me hace sentir escalofríos, me está dedicando esa mirada, la impotencia toma cada vez mayor relevancia en mi cabeza con el pasar de los segundos, las palabras pugnan entre mis dientes y mi lengua cuando la muerdo conteniendo un desahogo que caerá en saco roto, quiero decirle que es suficiente, que ella lo ha hecho bien, que por más que quiera el tiempo para enseñarme había acabado, ella ya me ha dado todo lo que una madre podría dar, es tiempo de valerme por mi cuenta. Pero no soy capaz de emitir palabra por más que lo desee y lo contenga a la vez, aún menos cuando me mira de esa manera, "no tienes remedio" es lo que sus ojos cafés me hacen entender, como el rostro de alguien que nunca se conformará con un buen trabajo, sin importar los vítores y halagos a su alrededor.

Porque una mente errada que usa la negatividad como respuesta a todo en la vida se afirmará en un delirio propio de insuficiencia mil veces antes de creer en sí misma. Los malos comentarios sobre nosotros mismos son más fuertes que los buenos, y si no aprendemos a retener las más pequeñas victorias como debemos, hasta la más mínima falencia nos dejará en el suelo.

Que buena soy filosofando, pero ¿Llevando a cabo?

Tae parece haber notado el lío dentro de mi cabeza cuando una de sus grandes manos, un poco más que las mías, entrelaza nuestros dedos y comienza a acariciar persistentemente mi muñeca con su pulgar, en un gesto de consuelo y a veces disculpa silenciosa que ha desarrollado con el pasar de los años. La áspera superficie de la palma de mi mano me avergüenza cuando siento la calidez de la suya, lo suave y tersa que es su piel, como si se tratase del tacto entre un costal y un delicado suéter de algodón licrado. Él es tan suave, tan correctamente alocado y abstracto, es colorido y sus colores lucen tan bien junto a mi deplorable escala de grises, que parecemos el más esporádico equipo perfecto. 

También es un payaso total en ocasiones. Suprimo los labios hasta formar una línea con ellos, de repente quiero sonreír y golpearlo porque su simple tacto logró hacerme pensar en tonterías similares a las de él hasta olvidar la ansiedad inicial casi por completo.

—Está bien. 

No me lo esperé, ni ahora, ni antes, nunca esperé escuchar aquellas palabras saliendo de los labios de mi madre luego de oír tal cosa. Un año con los abuelos es la propuesta más inverosímil que nuestros padres habrían imaginado de nuestra parte, más que de Tae, de mí misma. 

Paso saliva nuevamente y siento que las cosas son más reales de lo que esperaba, la situación es real, las palabras de mamá también. Por supuesto, su cara y su postura gritan un ensordecedor NO para todos en casa, y aún con eso, ella nos ha dado su aprobación. No está en su zona de confort, evidentemente, nadie se siente del todo bien con la idea pero tampoco nadie está dispuesto a hablar de ello. 

Entonces, en cuanto suelto la mano de mi hermano, él comienza a vitorear y dar saltos con su particularmente rectangular sonrisa de niño pequeño, sonrío de mala gana y niego con la cabeza cuando toma asiento en las piernas de papá para recibir sus mimos. Mamá y yo sólo observamos en silencio, ella acaricia su cabello con abandono, sus ojos están perdidos en algún punto de la pared a mi espalda pero es imposible no notar algo de ánimo renovado en su rostro ante el entusiasmo de Tae.

Suspiro y me recuesto en la pared, aunque papá me ha ofrecido su otra pierna como asiento, Tae me llama hasta que llega hasta mí y me arrastra con él hasta que los dos nos hallamos sobre su regazo, recibiendo mimos por igual. Los sonidos se amortiguan con la tela de la camisa de papá cuando recuesto mi cabeza en su pecho y cierro los ojos con un confortable calor familiar entre sus brazos y los de mi hermano. Sólo espero que todo salga bien, y tengo seguro que si tengo al ridículo de mi hermano a mi lado, las cosas no pueden estar tan mal.



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