Parte única.
One-shot ubicado en los sucesos de la segunda temporada de Daredevil, solo que con algunos cambios que ya van a leer. ¡Qué lo disfruten!
La primera vez que pasa, Matt no entiende exactamente por qué. Solo sucede, solo está demasiado atontado por las manos gruesas de Frank cómo para hacer algo al respecto.
Sucede cuando despierta en la madrugada en su departamento. Hace frío en Hell's Kitchen y sus manos están congeladas y duele cuando truena sus dedos. Sus pies tocan el suelo cuando se levanta de la cama y lo siente.
Lo huele, lo escucha y lo siente. Huele a pólvora y a sangre reseca, hay un latido estrepitoso y escandaloso sonando por todo el lugar y Matt se alerta con rapidez cuando descubre quién es. Camina con lentitud la sala, pies rozando con cuidado el suelo para que su intruso no lo escuche. Matt toma el bastón a un lado de la puerta y lo sostiene con fuerza, abriéndose por la salida de la habitación.
Siente las luces de neón posarse sobre su piel y se pregunta que estarán anunciando hoy y que luz estará bañando su apartamento y la piel de su intruso. La mente de Matt está adormilada al igual que sus sentidos, pero el estrepitoso latir de The Punisher empieza a despertarlo.
—Está jodidamente oscuro aquí, rojo. —gruñe el intruso y Matt se tensa cuando lo escucha. Siente unos ojos potentes posarse sobre su silueta en la penumbra. También escucha con más precisión los latidos de un corazón acelerado y la sangre correr de una herida abierta.
De varias heridas abiertas.
— ¿Qué haces aquí? —dice en otro gruñido Matt, murmurando con debilidad por lo vulnerable que se siente en este momento. Sin su traje, sin sus lentes, a merced de su intruso.
A merced de Frank Castle.
—Tuve una pelea, asesiné a unos hombres. No salió como esperaba. —dice sin más él, como cosa de todos los días (que Matt sabe, lo es).
—Eso no responde mi pregunta.
Frank hace astibe de responder pero una tos no se lo permite. Se mueve con furia encima del sofá de la sala y Matt puede oír como parece debilitarse cada vez más. Está herido, muy, muy herido.
—No... —comienza a decir Frank. Débil, sintiendo la sangre brotar de sus heridas abiertas.— No sabía a donde más ir.
Matt no sabe que decir ante eso. Así que no dice nada. Se da la vuelta y busca en su habitación y en los rincones más remotos del departamento la caja llena de productos de primeros auxilios que Claire dejó en sus últimas visitas. Deja el bastón a un lado y se acerca a Frank en el mueble, sentado en el sofá, expectante. Sin dejar de observarlo mientras da vueltas por el lugar.
— ¿Cómo me encontraste? —pregunta Matt, ya sabiendo la respuesta.
—Te seguí. Estuve vigilándote estos días.
Matt lo sabe. Ha sentido la presencia de Castle varios días a la semana detrás de él después del incidente de la prisión, después de que Castle fuese acusado de asesinar a un gran grupo de personas y que tuviese que perderse del mapa hasta que las aguas se calmaran. Al parecer ya eso había pasado, porqué estaba de vuelta al ruedo. No le sorprende que haya descubierto tan pronto que él es Daredevil, es un hombre inteligente. De hecho, ya se había tardado demasiado.
—Pensé que no te importaba saber quién era.
—Y no me importa. —gruñé. Matt no le cree.
Matt empieza a sanar las heridas de Frank. Y en todo el proceso, se pregunta por qué lo hace. ¿Por qué ha dejado qué este tipo entre a su casa e invada su espacio, cuándo lo único qué ha hecho es complicar la vida de Matt desde qué llegó? ¿Por qué no aprovecha este estado en el qué está ahora mismo y lo lleva a la estación de policía? ¿Por qué, por qué, por qué?
Matt piensa que la respuesta está justo en frente de él. Desangrándose en su sofá y mirándole como un niño fascinado por la primera persona ciega que ve en su vida. Matt sabe que la respuesta es que no puede dejar a Frank así, no puede dejarlo morir y no puede llevarlo a pasar un mal rato en una estación donde escapará a los cinco segundos.
Matt cree, como el tonto católico que es, que si Frank puede ver a más gente como él, más gente amable sin razón, más gente buena, pura y que contraste con toda la gente mala que abunda por ahí, él puede cambiar.
Así que limpia y cierra las heridas de Frank en silencio, diciéndole que debería tomar antibióticos (que él rechaza porqué es un idiota) y llenándose las manos de sangre.
— ¿Cómo lo haces? —pregunta en un susurro Frank, de la nada, con tanta suavidad que Matt siente que no está hablando con The Punisher.
— ¿Qué cosa?
—Eso. Luchar, limpiar heridas, moverte y no tropezar con nada. —dice Frank— ¿Si eres ciego, no? Sí lo eres... Tus ojos están totalmente perdidos justo ahora.
Matt toma una larga respiración que no ayuda que se detenga el sonrojo que empieza a aparecer en sus mejillas. La mirada potente de Frank encima de él, tan detallada y marcada, hace que sus manos tiemblen como si fuese un tonto.
—Tuve un accidente. —dice Matt, sin estar del todo seguro de que debería de decir.— Cuando era un niño, ahí es donde perdí la vista. Desde el accidente... Todos mis sentidos se dispararon, se súper desarrollaron. —sigue diciendo, metiendo un trapo en la cubeta con agua para retirar toda la sangre que ha absorbido de las heridas de Frank. Sigue limpiándolas y sigue hablando aún más— Todo después fue entrenamiento, fue prepararme... Todo se dió para convertirme en lo que soy.
—El diablo de Hell's Kitchen. —murmura Frank. Matt se achica por el apodo.
—Ese mismo.
Frank aún lo sigue mirando. Matt está evidentemente incómodo por ello pero Frank no parece captarlo porqué le sigue mirando. Matt aprovecha aquello para preguntar, mientras cose con precisión las heridas de Frank y lo oye soltar un largo suspiro: — ¿Por qué viniste aquí?
—Ya respondí esa pregunta, rayito de sol.
—Me refiero a por qué, con exactitud. Sé que tú y Karen son... Amigos. También sé que tienes uno que otro aliado por la ciudad. No termino de entender por qué estás aquí, con un hombre que notablemente no está de acuerdo contigo y que notablemente desprecias.
—Yo no te desprecio.
Matt espera más de esa respuesta. Pero Frank no se la da aunque los minutos pasen esa madrugada en su departamento.
—Eso no- —Matt comienza a decir. Frank lo interrumpe, fastidiado.
—Eso no responde tu pregunta, rojo, eso lo sé. —se queja Frank, mientras Matt procede a colocar gasa sobre sus heridas para poderlas ayudar a sanar.— Es solo que... Es una muy buena pregunta.
Y Matt no recibe una respuesta nunca. Cuando todas las heridas de Frank están cerradas y casi empieza a salir el sol en la ciudad, Frank solo se levanta con lentitud y gruñé por lo bajo por sus piernas adoloridas. Matt lo sostiene entre sus brazos cuando el dolor lo sobrepasa y casi se cae al suelo.
Las manos de Frank están tomando su cintura, y la respiración poco estable y entrecortada está acariciándole el pecho cuando la cara de Frank termina contra él. Sus mejillas están ardiendo más que antes ante la intrusión de su espacio personal. También por el olor a pólvora que se mete en su nariz y por el calor que irradia el cuerpo el justiciero contra él.
—Mierda-
—Puedes quedarte. —murmura Matt, casi arrepintiéndose al instante. Frank se tensa notablemente pero Matt, en vez de retirar la oferta, simplemente lo hace aún peor.— Solo hasta que salga el sol y puedas irte con calma. Si te mueves demasiado rápido puedes hacerte más daño.
Matt puede durar más horas soltando todo su vómito verbal y seguirle diciendo cosas a Frank que él no necesita escuchar. Pero no lo hace.
Frank parece estar muy cansado de todo. Está muy cansado como para negarse o decir algo para aceptar la propuesta, sino que solo asiente en un casi imperceptible movimiento y se deja caer con cuidado sobre el sofá. Sus manos grandes y ásperas al tacto no dejan la cintura de Matt hasta que sus glúteos tocan el sofá tranquilamente. Otro suspiro pesado sale de su garganta por el dolor que se extiende por cada uno de sus huesos.
Frank no le dice nada, solo se recuesta en el sofá. Matt le ofrece almohadas, una sábana, Frank rechaza todo eso. Matt se aleja con calma de la sala y entra a su habitación; escucha como la respiración de Frank se relaja y estabiliza a cada momento, hasta un punto que está tan relajado y sereno que Matt sabe que se ha quedado dormido. Yendo en contra de cada una de las negaciones del justiciero, se devuelve a la sala con una suave y fina sábana que deja caer con suavidad sobre Frank. Él se mantiene dormido, sin notar la presencia de Matt.
Los pies descalzos de Matt pisan el suelo de la habitación hasta que finalmente se acuesta en la cama. El colchón se hunde debajo de él y la sábana aterciopelada se siente agradable contra las yemas de los dedos de Matt.
Solo faltan unas cuantas horas para que el sol salga y anuncie otro día en Hell's Kitchen. Matt cree que no podrá dormir en esas horas, qué pasará todo el resto de la madrugada completamente aterrado de que una herida de Frank se abra o que algo llegué a pasarle al dormir. Pero no es así; el latir del corazón de Frank lo arrulla antes de siquiera darse cuenta de que se ha quedado dormido.
Cuando el reloj suena a las siete de la mañana a su lado en la mesita de noche; Matt aclara su oído para tratar de localizar a Frank, saber si está despierto. No sabe si sorprenderse cuando no escucha su latir o su respiración. Frank se ha ido.
Apaga la alarma y procede a alistarse como todas las mañanas. No hay nada que haga a Matt pensar que su rutina de la mañana ha sido alterada en lo más mínimo, incluso si hace unas horas un justiciero estaba desangrándose en su sofá. Todo se mantiene así hasta que sale de la habitación, haciéndose el nudo de la corbata.
Entonces, huele el delicioso olor a café negro inundando el lugar. ¿Por qué no lo había notado antes?
Sus pies dan pasos lentos hacia la cocina, donde el olor a café se intensifica y lo guía hacia una taza de café caliente. Matt toma la taza entre sus manos y aspira el olor a café recién hecho que envía un escalofrío por toda su espina dorsal. Sonríe sin querer cuando empieza a beber el café.
Esta es la manera que tiene Frank de decirle gracias: con un delicioso café negro que Frank debería enseñarle a Karen hacer.
La segunda vez que pasa, es mucho más seria. Matt le echa la culpa al olor a jabón de frutas que desprende la piel de Frank, al perro juguetón que le lame la cara y en lo mucho que disfruta que su cuerpo de presione contra The Punisher.
Todo empieza en la lluvia, unos días después de su primer encuentro. La lluvia ha estado arruinándole el día a todos en Hell's Kitchen desde esta mañana. A Karen se le esponjó el cabello y a Foggy le dió resfriado por caminar debajo de la lluvia antes de llegar al bufete. Pero Matt está más activo que nunca; siempre sucede cuando llueve.
Así que esa noche, después de llegar de la oficina, Matt entra en el ajustado traje de color rojo y sale para empaparse con la lluvia de noviembre. Los sonidos en la ciudad están llegando a sus oídos. Alguien ríe junto con un bebé de unos meses en una casa a dos cuadras de donde está, un niño llora viendo una película infantil, una anciana sonríe y se emociona cuando su hija le dice que está embarazada. Y, muchas cuadras lejos de donde él está, un hombre está asesinando a alguien.
Y Matt reconoce el olor a pólvora, sangre seca y café negro. Y no duda en moverse con rapidez por las azoteas de los edificios, brincando y corriendo para finalmente llegar al callejón donde The Punisher clava un cuchillo implacable en el cuello del hombre.
Matt no ha llegado a tiempo esta vez. El hombre está muerto antes de que los pies de Daredevil puedan finalmente tocar el suelo. El cuerpo del hombre cae sobre el asfalto y Frank suspira con pesadez, como si hubiese estado aguantando la respiración por un largo tiempo.
— ¿Cómo está todo, rayito de sol? —dice Frank, en un murmullo, la voz sonándole débil y agitada.
—Frank- ¿qué demonios sucede aquí? ¿por qué-?
—Se lo merecía. —gruñé él, mientras guarda el cuchillo y empieza a moverse alrededor, ansioso, pero sin alejarse de Matt o del cadáver.— Te aseguro que se lo merecía.
— ¿Quién demonios te crees qué eres? —dice Matt, casi espetando, el olor a sangre y tierra mojada que hay en el ambiente haciéndole sentirse irritado.— ¿En serio piensas seguir andando por ahí, haciendo esto? ¿Creyendo qué puedes decidir quién vive y quién muere?
—Oh, no vas a empezar. Otra vez esta mierda-
—Sí, otra vez. Desde que llegaste a esta ciudad lo único que has hecho es destruir todo a tu paso, quebrar todo lo que esta ciudad era-
—A la mierda, rojo, a la mierda toda tu puta moral y todos tus valores. —se queja Frank, aún moviéndose por el callejón pero no alejándose. Está aún más ansioso, también está enojado e irritado. La lluvia sigue cayendo encima de ambos con fuerza.— Este sujeto era un proxeneta, un abusador. Era un pedófilo, tomaba a niños inocentes y los hacía pasar por un infierno solo para complacer a un grupo de enfermos. ¿Y sabes qué es lo peor? Que él solo era un eslabón, solo era un cualquiera. Allá afuera hay aún más como él, todos peores que él. Y voy a matarlos a todos, rojo, voy a asesinarlos a todos uno por uno. —Frank deja de moverse ansioso por el lugar, se detiene en frente de él y Matt puede sentir el calor que irradia su cuerpo, lo increíblemente enojado que está. Matt sospecha que está molesto con él, pero también por la red de pedofilia a la cual acaba de retar.— Tú dices que desde que llegué solo he quebrado esta ciudad. Noticias para ti, diablo de Hell's Kitchen, esta ciudad ya estaba jodidamente rota. Y tú en tus mallas rojas ajustadas no eres el que está haciendo algo al respecto.
Matt no sabe que responder, y tampoco puede hacerlo, porqué escucha pisadas. Pisadas rápidas, gente corriendo, corazones palpitando salvajes y con fuerza mientras hombres y mujeres cargan armas entre sus manos. Son demasiados, un montón. Matt no puede con ellos. Frank tampoco.
—Vienen por ti. —recalca Matt, en la penumbra, sonando serio y levemente asustado.— Y son un montón, Frank. Debes irte. Debemos irnos.
Frank no le hace caso, en lo mas mínimo, sino que saca armas de su cinturón desgastado y se prepara para enfrentarse al enemigo que desciende con rapidez por el edificio gigante a su lado.
—Frank, no-
—Vete de aquí, rojo. Esto se va a poner feo.
Pero Matt no se mueve. Frank suelta un chistido irritado por ello. Matt dice, después de un largo silencio que solo llenan las voces de su enemigo bajando las escaleras y las pisadas sonoras:—No me iré a ningún lado.
—Pues si no te vas, entonces sé útil. —Frank se pone en posición para atacar, Matt (después de quejarse y de replantearse por unos cuantos segundos si debe hacer esto) le imita.
Matt sospecha que son unos cien. Hombres y mujeres armados hasta los dientes que están listos para atacar y siguen órdenes de alguien superior, alguien que Frank se ha encargado de molestar. Frank dispara a los primeros que aparecen a su vista, los mata, Matt ataca a los otros que van llegando, los noquea.
Al principio parecen llevar la delantera pero solo es una tranquilidad falsa. La diferencia de números les cae encima como un puto balde de agua fría. Matt puede oler la sangre de Castle brotar de una herida de bala en su pierna, Matt puede oler la suya de una herida en su brazo y otra en su cadera. La lluvia, la tierra mojada, el olor a pólvora y el olor a sangre hacen a Matt marearse por un momento.
Y es ahí, cuando le disparan. En la cabeza. La bala no entra pero lo roza. Matt está respirando agitado cuando cae al suelo y se golpea con fuerza la cabeza. Y entonces, no oye nada.
Absolutamente nada.
Esto le trae recuerdos que desea enterrar en lo más profundo de su mente. Aquella noche en la azotea, la agresiva y desagradable escena de gente asesinada por un defensor desconocido, la noche en la que conoció a Frank. La noche antes de perder sus poderes.
No oye absolutamente nada. No oye las maldiciones de Frank mientras mata a su enemigo ni los cuerpos de los demás cayendo al suelo con fuerza, muertos. Le duele la cabeza, todo su cuerpo entumecido, mientras le cae agua de lluvia en la cara que le entra por la nariz y le molesta.
Y grita, con tanta fuerza que le arde después la garganta. Y ni siquiera ahí se detiene. Sigue gritando con todas sus fuerzas.
Todo está oscuro, todo está en silencio, hace mucho frío y agradece aunque sea un poco el no tener una bala incrustada en su cabeza o alguna otra parte de su cuerpo por el enemigo que les ataca.
Unas manos le sostienen entonces. Se encuentra contra un cuerpo mojada, frío y duro que le aterra por algunos segundos. No sabe quién es, pensar que es Frank le reconforta más de lo que puede expresar.
Entonces, empieza a oír. Sus sentidos no llegan a él con delicadeza, sino con pitidos que le duelen y lo aturden, hasta que finalmente escucha con claridad todo a su alrededor. Gotas de lluvia que ya no son tan persistentes como antes, más pisadas de gente persiguiéndolos y el caminar con cojeo que Frank tiene mientras corre con él entre sus brazos.
El sonido de la voz de Frank pidiéndole, suplicándole, que no muera, que al menos espere a que logren salir de ahí.
Y cuando ya no hay peligro cerca, Matt sucumbe al cansancio, a la sangre que ha perdido por la herida en su cabeza, cadera y brazo. Por el dolor de cabeza que tiene y porqué sospecha que le sangran los oídos. Se desmaya.
Cuando despierta, le cuesta saber dónde está. Pero no entra en pánico, no al principio, al menos. No está en su departamento, no está en ningún lugar que conozca. Donde está, huele limpiador de armas, nieve y a perro.
Matt escucha dos latidos en el lugar. Uno es relajado, el otro es estruendoso. Uno de los latidos es de Frank, el otro de un perro. Perro que se acerca a él con alegría a penas despierta y que se sube junto a él al sofá, para proceder al olfatearlo.
El olor a perro le llega a la nariz a Matt, aturdiéndolo por un momento. El perro es grande y su pelaje es suave contra las palmas de sus manos. También es simpático y atrevido, invadiendo el espacio de Matt con diversión.
— ¡Max! —llama Frank al perro, con un tono elevado pero ni un poco rígido o duro. Es casi suave, completamente paternal.— Vamos, vamos, deja a Matt tranquilo.
—Está bien. —se apresura a decir Matt, riéndose mientras Max le lame la cara como si se conocieran de un montón de años.— No tengo problema alguno.
Frank suelta lo que parece un gruñido, después Matt escucha las pisadas siempre imponentes de sus botas cuando se acerca a él. Ya no huele a pólvora o sangre, huele a jabón. Jabón de frutas. Es agradable para el olfato de Matt el olor.
—Limpié y cosí tus heridas. —dice Frank, en un murmullo. Matt lo escucha arrodillarse en frente de él en el sofá, mientras su mano acaricia con cariño la cabeza peluda de Max.— Estabas muy herido, rojo, joder. Tenía encima de mí más sangre tuya que mía-
—Te advertí que debíamos irnos. —dice Matt, sin pensar, con un tono que no está lleno de resentimiento en lo absoluto, pero sí de autosuficiencia. Siempre es halagador tener razón y que The Punisher no.
—Y no te hice caso. —dice Frank, con un tono irritado y con algo más, que Matt no logra descifrar del todo. ¿Preocupación, arrepentimiento? Cómo saberlo.— Pero ya estás bien. Me aseguré de eso.
Matt sospecha que estas palabras son como el café de la otra noche. La manera más sensata en la que Frank le pedirá perdón sin verdaderamente decirlo.
—Está bien. —Matt retira su mano del pelaje suave de Max y coloca sus manos sobre el respaldar del incómodo sofá; tratando de levantarse. Es entonces cuando las manos de Frank se colocan sobre sus hombros, deteniéndolo.— ¿Frank-?
—No te vas a ningún lado. —declara Frank, totalmente seguro de lo que dice. Sin lugar para dudas ni recriminaciones absurdas.— Te quedas. Al menos esta noche, no puedo asegurar que alguna herida no se abra mientras das vueltas por la ciudad. No. Te quedas.
Matt quiere pelear, decirle que está bien, pero entonces trata una vez más ponerse de pie y sus piernas tiemblan. Su cuerpo sigue brutalmente entumecido y la cabeza aún le duele con fuerza. Entonces cae al sofá una vez más, las manos de Frank aún sobre sus hombros, manteniéndolo donde está. Max ladra, feliz, al darse cuenta de que no se va a ningún lado.
La noche que Matt planea quedarse se convierte en varios días. Varios días que Matt ni se molesta en llamar a la oficina porqué sabe que a este punto Foggy y/o Karen les interesa una mierda lo que le pase. Varios días que Max se mueve divertido y amistoso por el lugar a su alrededor, olfateándolo y lamiéndolo. Varios días que el latir del corazón de Frank le arrulla cada vez que va a dormir.
The Punisher resulta mucho más hospitalario y doméstico de lo que Matt espera. Limpia sus heridas y vigila que sus puntos se caigan en el momento que deban. Ha vigilado pacientemente en la puerta del baño a que se duche sin desmayarse por el irritante dolor de cabeza que lo ha tenido atormentado desde el día del callejón. Ha cocinado para Matt y ha sido lo más amigable, conversador y cálido que puede esperarse de él.
En las noches, Matt duerme en la cama. Frank, en el sofá. La mayor parte de las veces, Max se rinde al lado de Matt en la cama (por lo cual Frank lo considera un traidor) y ambos esperan que Frank llegué de donde sea que va todas las noches.
Esa noche, donde Matt cumple una semana exacta de haber desaparecido de su vida, del bufete y de los problemas para jugar a la casita con The Punisher, Frank no ha llegado.
Al principio, Matt no se preocupa, porqué es Frank de quien están hablando. Del entrenado marine, del experimentado vigilante. Pero después las horas pasan, increíblemente agonizantes y Matt se preocupa. Más de lo que va a admitir si alguna vez le llegan a preguntar.
Cuando son tal vez la una de mañana, Frank llega. Oliendo a pólvora y a sangre. Matt no percibe que esté herido, pero por como se mueve y respira, no está contento. Algo ha pasado.
— ¿Frank? —masculla Matt en la penumbra, Max durmiendo relajado a su lado en la cama. Frank deja de caminar y se detiene donde quiera que esté, para soltar un cansado suspiro.— ¿Frank? ¿Qué pasó?
Matt se levanta de la cama, con cuidado, tratando de no despertar a Max a su lado. Sus pies descalzos tocan el frío suelo de la cabaña y Frank vuelve a suspirar con fuerza cuando logra vislumbrarlo en la oscuridad. Matt siente que está cansado. Muy, muy cansado.
—Frank. —gruñé con rudeza Matt. Aunque esté casi murmurando, su voz se oye fuerte, clara y sin lugar para nadamás que una respuesta por parte de Frank, el cual vuelve a suspirar.
—Encontré a más, rojo. —dice Frank, cansado, moviéndose por el lugar, apagado, casi taciturno. Matt escucha su latir con atención; lento, casi muerto.— Son tantos. Es una puta red llena de bastardos y enfermas y todos ellos secuestran y lastiman a todos estos niños, rojo. Es una locura, una jodida mierda. Encontré a algunos niños, los liberé a todos, los mandé a la policía, al hospital. Están tan traumatizados y tan asustados. Y a todos esos enfermos, hijos de puta... Bueno, ya sabes dónde están.
— ¿Cuántos crees qué sean? —logra murmurar Matt, después de un rato, comprendiendo el estado de Frank.
—Ni idea, rojo. Un montón. Millones de ellos, probablemente. En todos EEUU, en cada puto estado. Hell's Kitchen solo es una pequeña porción, un pequeño pedazo de algo que no podemos detener por completo. —La voz de Frank se escucha cansada, aturdida, hay tanto sentimiento en la forma que habla que Matt se siente aturdido también.— Aún hay más de ellos, aún hay más niños. Y yo solo soy uno, rojo.
Matt se queda en silencio, Frank respira con lentitud. Se escucha tan harto, tan enojado, tan triste, que Matt no puede simplemente no acercarse.
—Somos dos en esto, Frank. —dice, en un hilo de voz.
Frank no le dice nada, al menos no nada de lo que Matt está esperando. No le dice que puede hacerlo solo, que no debe involucrarse, que ya es demasiado lo que ha tenido que pasar. No dice nada de eso; reconforta un poco a Matt saber que hasta el jodido Frank Castle necesita algo de apoyo algunas veces.
—Rojo —dice él. Y su tono es tan adolorido y tan lleno de emociones que Matt casi se quiebra con él.—, estoy tan harto de esto. Tan harto de este mundo, tan harto de toda esta gente, de todo este ruido. —Matt escucha como Frank sacude su nariz. Si no conociera a Frank mejor, hasta llegaría a pensar que está llorando. No lo hace, pero está quebrándose.— Esos niños... No debían ser mayores que Lisa, rojo. Joder, algunos tenían la edad de Frankie.
Matt recuerda a Lisa. Esa noche en el cementerio, Frank quebrándose ante él como justo ahora porqué creía que iba a morir. Recuerda como Karen les explicaba, sonando como una loca, cómo había entrado a la casa de Frank Castle y como había leído periódicos y años de papeleo en una sola noche mientras bebía café barato.
Matt logra entender el dolor y, casi como un tonto, rompe la distancia entre ellos. Sus brazos le duelen cuando abraza a Frank con suavidad, sin querer hacerlo sentir atacado por esta invasión de espacio.
Frank no reacciona, no al principio, porqué unos segundos después, sus brazos fornidos y fuertes le envuelven y su barbilla termina posándose encima de su cabello castaño rojizo. Frank no llora, pero Matt sospecha que ya no tiene fuerzas para hacerlo después de haberlo hecho un montón de veces en el pasado.
Matt sabe que hasta un hombre como Frank a veces necesita consuelo. Todos sangramos igual, todos sufrimos igual; nadie está libre de sentirse mal en ocasiones. En especial Frank, que tiene tantas razones para sentirse triste.
—Deberías ir a dormir. En la cama, con Max. —dice Matt, contra su pecho, con delicadeza, tanteando los bordes siempre afilados de Frank con cuidado. Él no precita su respiración, se mantiene tranquilo.— Yo estaré en el sofá.
—Rojo, no-
—Tienes que descansar. Necesitas estar solo. Yo estaré bien, ya he sanado. —murmura Matt, mintiendo. No han sanado sus heridas, sus puntos aún no se caen, pero ya puede al menos moverse por la cabaña sin parecer un pingüino.— Tienes que dormir, sé que no lo has hecho bien.
Frank quita su barbilla de su cabello y Matt se aleja un poco de su cuerpo. Frank le está mirando, así que Matt levanta la vista, solo por costumbre. Frank le inspecciona con detalle. Y Matt siente entonces, aquel cambio en el latir de Frank.
Se ha acelerado su latir, está nervioso. Matt no entiende por qué, hasta que la mano de Frank toca con cuidado su mejilla. Y Matt lo entiende.
El calor se extiende por sus mejillas. Donde Frank está tocando se siente cálido y sus cuerpos tocándose aún un poco por el abrazo hacen que Matt no desee siquiera alejarse. Desea acostarse en la cama al lado de Frank y seguir sintiendo este calor extendiéndose por su piel.
Pero antes de poder decir algo, la mano de Frank abandona su mejilla. Frank toma una larga respiración que resuena por todo el lugar hasta que finalmente dice: —Okey.
Frank duerme en la cama esa noche. Matt trata de dormir en el sofá, arrullándose por el latir del corazón de Frank y por el escándalo de sus pensamientos.
Matt se va en la mañana antes de que Frank se levante. Lo último que hace antes de marcharse es acariciar el pelaje suave de Max, para después salir con cuidado por la puerta de la cabaña.
La tercera vez que pasa, Matt no sabe a quién culpar. Tal vez a este punto, ya no es culpa de nadie.
Karen está cantando, relajada en la pequeña cocina de la oficina, una canción comercial que se ha mantenido en su cabeza toda la mañana. Foggy está hablando por teléfono, alegremente, con quién parece ser Marci, siempre tan vibrante y divertida como siempre.
Y Matt está solo en su oficina. Incapaz desde los eventos de Elektra de encajar en algún momento con los que solían ser sus mejores amigos. Todo se ha quebrado en frente de él antes de que pudiese hacer algo al respecto. Foggy recriminándole todo el caso de La Gente contra Frank Castle y la aparición siempre desafortunada y molesta de Elektra una vez más en su vida, que lo había dejado tan atontado e idiota como la primera vez que estuvieron juntos. Karen diciéndole que Hell's Kitchen necesita héroes pero que él no es uno de ellos, que lo que sea que tuviesen se había acabado, que estaba cansada de mentiras. Nelson & Murdock colgando de una delgada cuerda que casi se rompe pero que logró aguantar.
Igualmente todo estaba roto. Irremediablemente roto. Foggy apenas le dirige la palabra, Karen le mira con una pizca de resentimiento y Elektra se ha marchado, eligiendo atarse a Stick y a su siempre caótico estilo de vida en vez de quedarse con él. Y Matt se siente herido, se siente solo, más solo de lo que se ha sentido en años.
Pero entonces, en la habitación solitaria y silenciosa que solo parece hacer eco de la voz cantarina de Karen y la risa escandalosa de Foggy, Matt lo escucha. Pisadas siempre imponentes de botas de punta de hierro que Matt sabe rápidamente de quién son. Huele a pólvora y jabón de frutas incluso antes de que Frank entre al edificio.
Cuando lo hace, Foggy cuelga el teléfono con rapidez, asustado y confundido. Karen se mueve ansiosa por la oficina, preguntándole a Frank si algo sucede y si necesita algo. Pero Frank da largas zancadas hasta terminar en la oficina de Matt, enfrente de él, visiblemente ansioso, pero no específicamente enojado.
—Encotré a más de ellos. —dice con rapidez, acercándose al escritorio de Matt.— Sé donde están, sé que tienen a un montón más de niños atrapados con ellos. Podemos atraparlos. No a todos, rojo, pero a casi todos. Al menos a todos los que están en Hell's Kitchen; los que queden aquí se irán, no se atreverán a quedarse si hacemos algo.
Matt trata de asimilar todo lo que Frank le dice. Pero entonces, la voz enojada y alterada de Foggy sacude el lugar: — ¿¡Qué demonios está pasando!? ¿¡Qué demonios hace Frank Castle aquí, Matt!?
Matt no le explica nada. Foggy parece estar acostumbrado a que no lo haga, Karen también. Foggy solamente se hace a un lado enojado cuando Matt dice, entre balbuceos, que debe irse y Karen acaricia el hombro de Frank con cariño, a lo que él le dice que le explicará todo después.
Ambos están en una cafetería cerca de la oficina unos minutos después. Frank bebe compulsivo de la taza de café negro y Matt mueve sus dedos nervioso por la mesa de la cafetería mientras huele el café con leche reposar en la mesa, enfriándose.
— ¿Dónde están? —pregunta Matt, con la voz baja, siempre atento de que alguien que no deba les escuche. Nadie les presta atención; personas tranquilas y poco especiales hablando de cosas sin importancia mas que para ellos mismos.
—Están en la central. Un edificio grande, dicen que es una empresa de caridad. Es una puta ironía, ¿no crees? Se creen tan jodidamente graciosos. —gruñé con rabia Frank, tomándose toda la taza de café de un solo trago. Le hace una seña a la camarera, a la cual le pide siempre tan caballero como Matt ha descubierto que es que por favor, le traiga más café.— Los jefes de todo el asunto no están ahí ahora mismo. Pero escuche que lo estarán pronto. Al parecer tienen una reunión con respecto a cómo distribuir los vídeos. La mayor parte de los niños viven en este edificio principal, hay otros regados en diferentes lugares. Cuando los niños no están en este edificio es porqué... Bueno, ya sabes.
El acelerado latir del corazón de Frank y el odio que logra transmitir en su voz hace que Matt entienda su punto con rapidez. No lo obliga a continuar, simplemente toma el habla una vez más.
— ¿Qué haremos?
Frank le explica que harán, le cuenta un plan detallado y sin lugar para fallos donde ambos van a atacar a la red antes de que puedan pillarlos.
Matt pasa, incluso más que antes, tiempo al lado de Frank. Tiempo que es hasta excesivo. Toda la semana que empieza, Frank está en su casa, ambos concentrados en su siguiente misión. Trazando caminos, escaneando las calles, hablando con personas que pueden saber más que ellos. Preparándose para atacar.
Matt debería de tener alguna queja con respecto al hecho de que pasa tanto tiempo al lado de Frank. El problema es que, no las tiene. Al principio las conversaciones que compartían eran apáticas y sencillas donde ambos de vez en cuando decían cosas de su vida privada; toda la atención siempre centrada en rescatar a los niños y en atrapar a su enemigo. Pero entonces, las cosas van evolucionando.
Frank empieza a quedarse en su departamento en ocasiones que Matt lo nota muy cansado como para irse. Matt duerme en la cama de la cabaña con Max las veces que están ahí. Matt le cocina huevos para desayunar, Frank hace café. Frank habla de María, Matt habla de Elektra.
Y se hacen ¿amigos? Matt no está seguro. Como todo con Frank, es complicado, confuso y extraño. Matt trata de no hacerse muchas preguntas las semanas que ambos pasan tiempo juntos, pero no puede seguir tapando el sol con un dedo. Se siente, de alguna manera, atraído por Frank.
No entiende por qué, el tipo es tosco, violento y agresivo. En ocasiones es petulante, arrogante e inestable. Pero en otras (que son las que más han dejando a Matt perplejo) es amable, gentil y cálido. Es educado con las mujeres a su alrededor, se preocupa por los animales y cuando no está burlándose de él y de su manera de llevar la justicia en Hell's Kitchen, es agradable con Matt. El desagrado que había nacido en él con respecto a Frank desde que lo conoció la primera vez, empieza a desvanecerse y comienza a florecer atracción, tal vez hasta un poco de cariño y aprecio. Y Matt en serio, no quiere pensar en eso.
Tampoco quiere pensar en las escasas pero igual frecuentes veces en las que Frank lo mira demasiado tiempo para ser considerado normal. Menos en las veces que sus toques en sus hombros se extienden demasiado tiempo o las veces que se preocupa por él cuando lo lastiman en sus patrullajes por la ciudad cuando buscan información sobre la red de pedofilia.
Matt en serio no quiere pensar en eso. No quiere, no quiere, no quiere.
Cuando llega el día que ambos han estado esperando y para el cual se han estado preparando con tanto detalle, Matt se funde en las mallas rojas y Frank mete incluso más armas de las que normalmente lleva en su cinturón.
Mientras se mueven por la ciudad, ambos repasan todo el plan una y otra vez en sus cabezas. Se mueven juntos por la ciudad pero cada uno enfrascado en el escándalo de sus cabezas. Matt escucha la noche en Hell's Kitchen. Es viernes por la noche, huele a alcohol, marihuana y cigarrillo. Frank está vibrando a su lado por su respiración agitada y la adrenalina que mantiene su cuerpo caliente, Matt se irradia con esa calidez.
Cuando ambos llegan al edificio que Frank ha descubierto, se esconden en las sombras. Frank respira a su lado y le mira expectante, mientras Matt oye con atención todo lo que puede. Escucha, como en el quinto piso del edificio, los que parecen ser los jefes de todo lo que pasa en la red, que hablan con algo de miedo y con ansiedad de que Daredevil y The Punisher están pisándoles los talones.
— ¿Entonces? —pregunta Frank en toda la oscuridad, sonando impaciente.
—Los peces gordos están aquí. —dice Matt.
— ¿Los niños?
Matt presta más atención. Escucha latidos lentos y pausados. Escucha pies descalzos pisar un suelo sucio y lleno de desechos y escucha la respiración de los niños. Niñas de todas las edades, ninguna mayor de doce años, ninguna menor de cuatro. Niños que llegan hasta los catorce años y otros que apenas deben tener cinco. Matt está asqueado. Escucha como uno de los niños relata con emoción que ha escuchado a los jefes y a los encargados de ellos hablar de Daredevil y The Punisher, como le hace feliz la idea de finalmente escapar.
Matt no va a decepcionarlo. Sabe que Frank tampoco.
—Hay al menos unos miles. Todos están divididos en habitaciones, por la manera en la que hablan sospecho que los dividen por edades y por sexo.
— ¿Estás listo?
Matt no le responde, simplemente se levanta. Frank lo sigue de cerca y ambos empiezan a escabullirse dentro del edificio. Aunque la seguridad parece reforzada después de la última vez que estuvieron aquí y Frank asesinó a aquel hombre en el callejón, no es lo suficientemente fuerte como para detenerlos a ambos.
Frank asesina a todo el que se le atraviese por el frente, Matt los noquea y no pierde tiempo en decirle a Frank que no va a asesinar a nadie más, aunque todos saben que él no se va a detener. Ambos empiezan a subir los pisos y cuando llegan a donde están los niños, empiezan con rapidez a abrir las puertas del sinfín de habitaciones aseguradas.
La primera puerta que Matt logra abrir mientras escucha a Frank disparando a más guardias armados, muestra a un montón de niños de un aproximado de cinco a siete años. Todos son varones y todos están aterrados por los sonidos y lo que está sucediendo. Matt entonces, logra escuchar la voz del niño que hace minutos escuchaba hablar con entusiasmo sobre él.
— ¡Es Daredevil! —grita él, sobre el alboroto, sonando lo más alegre que se puede en una situación así.— ¡Viniste por nosotros!
—Así es. —logra murmurar Matt, sintiéndose inevitablemente vulnerable ante toda esta situación.— Es momento de ir a casa.
Todos ellos salen por la puerta y Matt puede oír el escándalo que hacen las niñas de la habitación de al lado que Frank acaba de liberar. También logra oír las patrullas de policía y como eso asusta a los guardias del edificio, porqué todos ellos empiezan a escapar.
—Frank —Le llama sobre el ruido Matt, acercándose a él mientras la marea de niños se mantienen sujetos a ellos, temerosos de que en algún momento tengan que volver a esas habitaciones frías y sucias.—, están escapando. Aún quedan algunos en el edificio pero todos se están marchando, tenemos más acceso para liberar a todos los niños, la policía está llegando, pueden ayudarnos-
— ¿Los peces gordos? —gruñé Frank, enojado, mientras mira ansioso a los niños y las niñas que los rodean y les miran expectantes.— ¿Están aún aquí?
Matt escucha con atención. Sí, aún lo están. Están bajando al cuarto piso pero es muy poco factible que logren escapar con rapidez.
—Sí. Bajan al cuarto piso. —Matt se espera la reacción de Frank, tan violento y vengativo como es, así que toma con rapidez su brazo apenas él se voltea a caminar hacia las escaleras.— Frank-
—Debo ir, rojo. —dice, sonando impaciente, totalmente irritado y molesto.— Debo ir a por ellos.
Matt sabe que es así, incluso si aún no termina de agradarle la naturaleza de Frank y tal vez nunca llegue a comprenderla. Así que aunque no quiere, le deja marcharse, porqué sabe que no puede detenerlo. No pudo antes, no podrá ahora, mucho menos cuando esto es tan importante para él.
Así que Matt suelta su brazo y lo deja irse. Frank lo mira por última vez y lo escucha decirle que libere a todos los demás niños y niñas en los otros pisos antes de salir corriendo por las escaleras. Matt procede a seguir con el plan, con los demás niños moviéndose por el pasillo y ayudándolo a abrir las puertas para liberar a los demás.
En media hora más y cuando Matt ya ha sacado a todos los del primer piso, los policías llegan. Ellos parecen querer encerrarlo a él por la masacre en la entrada y en el pasillo de los guardias del edificio, pero los niños los detienen, exclamando que Matt y Frank lo han salvado. Así que los policías proceden a ayudar a Daredevil a liberar a todos los demás, mientras otros policías sacan a los niños del edificio y los preparan para recibir ayuda.
Matt puede imaginarse a Claire justo ahora, en su turno, tratando de calmarse y sin estar lista para la marea de pacientes que van a caerle encima a ella y a los demás en el hospital por otra hazaña del Diablo de Hell's Kitchen.
Pasan una hora limpiando el edificio, sacando a los niños, capturando a los pocos guardias que quedan vivos o están aún cerca. A Matt le duelen las piernas por tanto movimiento y la cabeza de lo abrumado que se siente justo ahora por estar rodeado de tanta gente. Y en todo ese edificio, Matt no logra escucha más los latidos de los peces gordos; pero tampoco escucha el de Frank.
Así que a penas libera al último grupo, Matt se pierde de la vista de los policías y procede a subir las escaleras para poder encontrar a Frank, incluso cuando está seguro de que ya no está aquí. Llega al piso donde los peces gordos están muertos en el suelo, donde huele a sangre y a pólvora como normalmente Frank siempre deja oliendo los lugares y aún no hay rastros de Frank.
Agudiza su oído. Escucha como pisos más abajo los niños hablan alterados con los agentes de policías, como otros no pueden emitir palabra por el trauma. Como las sirenas hacen un escándalo y como las ambulancias y patrullas vienen y se van. Y cuadras más lejos, ya cerca de su departamento, escucha el latir de Frank. Estrepitoso como siempre.
Matt sale del edifico y se mueve con maestría por las azoteas, cada vez escuchando con más fuerza el latir del corazón de Frank. Él se mueve cansado y agotado por las calles y Matt tiene ganas de abrazarlo.
Y cuando está en el departamento, en frente de él, oyéndolo respirar con tranquilidad pero con el corazón en la garganta, Matt no puede siquiera moverse. No puede acercarse a él y abrazarlo con la misma normalidad que lo hizo unos días antes, cuando se quebró en frente de él por todo el asunto de la red.
Frank parece esperar que diga algo, pero Matt no está muy seguro de que decir. Así que, con la voz sonándole débil, dice: —Todos los niños están bien. —Frank no se inmuta ante ello, aunque parece un poco más relajado y sereno después de conocer esta información. Matt aún lo siente tenso— ¿Tú lo estás?
Matt sabe que no es así, y aunque no desea presionarlo, tampoco desea que se guarde nada de esto. Matt sabe que algo ha pasado, que alguno de esos sujetos ha dicho algo, que alguno le mostrado algo que ha dejado a Frank de esta manera, con el corazón en la garganta y con las manos temblando.
Pero a pesar de todos sus deseos, Frank no le dice nada. Matt no insiste pero se acerca a él y cuando ambos están lo suficientemente cerca, Matt dice: —Quédate esta noche. Duerme en la cama, yo lo haré en el sofá. Debes descansar, Frank, estás mal-
—No es correcto que me quede, rojo-
—Me vale una mierda. —le detiene con rapidez Matt. Frank deja de hablar y procede a mirarlo, aún expectante.— Te quedas a dormir, y te quedas en la cama. Estás demasiado cansado y no pienso dejarte andar en este estado por Hell's Kitchen.
Matt se prepara para oírlo quejarse ante esa orden, pero nada de eso pasa. Frank asiente con lentitud y Matt de verdad que no se siente listo para sentirlo de esta manera, para oírlo respirar de esta manera. Para sentirlo tan roto y tan abrumado justo ahora después de todo esto. Cuando la mano de Frank busca la suya en la oscuridad, lo primero que Matt espera es una queja, una negación a su oferta.
—Okey. —dice con suavidad él. Matt se achica donde está parado al escucharlo tan débil.
Matt no puede dejar a Frank hundirse más en su miseria, así que lo ayuda. Lo ayuda a sanar sus heridas y lo alienta a tomar un baño para quitarse toda la sangre y el olor a pólvora de encima. Es curioso que aún después de esa larga ducha, siga oliendo de esa manera, solo que con menos intensidad. Matt le da ropa que le queda muy pequeña pero Frank no se queja, solamente se recuesta en la cama cuando Matt le ordena hacerlo.
Matt considera que toda esta situación es ridícula. Pero se recuerda a sí mismo su pensamiento de unas semanas atrás: todo el mundo necesita apoyo a veces. Incluso el gran y cruel Frank Castle.
Matt se tarda menos en la ducha que Frank. Desde donde está, puede oír su corazón latiendo con lentitud y Matt espera que pueda dormirse rápido. Cuando Matt ha salido de la ducha, sabe que Frank está dormido.
Matt sabe que es una noche extraña, que Frank Castle está durmiendo en su cama y que acaban de derrotar a una red de pedofilia. Pero Matt está demasiado cansado, no quiere quedarse despierto por más tiempo, necesita dormir. Sus piernas le duelen pero agradece no estar tan herido como probablemente lo estaría en otra ocasión. Se recuesta en su incómodo y feo sofá y espera poder dormir al menos unas dos horas, antes de que sean las siete de mañana. El corazón de Frank, como ha estado haciendo desde que están tan juntos, lo arrulla hasta quedarse dormido con el cuello en una posición que le duele en el sofá.
Matt no tiene idea de cuánto ha pasado, tal vez unas tres horas. Aún parece estar oscuro en Hell's Kitchen pero hay gente moviéndose en sus departamentos, preparándose para trabajar. Deben ser las cinco de la mañana. Matt no se levanta por eso; sino por el sonido acelerado del corazón de Frank en la otra habitación, como se remueve nervioso y asustado en la cama. Aún está dormido, sin embargo, Matt lo siente tan despierto.
Matt se levanta con rapidez y corre hacia la habitación. Estando ahí, logra escuchar a Frank murmurar nombres en voz baja, como parecer estar atrapado en una cruel pesadilla.
—Frank —murmura Matt, acercándose, mientras siente a a Frank moverse con aún más fuerza sobre la cama.— ¿Frank?
Matt termina sentado en la cama, sus manos buscando con insistencia el rostro de Frank, hasta que por fin logra tomar sus mejillas entre sus manos. Frank murmura nombres, mientras puede percibir como empieza a sollozar en sus sueños.
Matt puede oír el nombre de la difunta esposa de Frank salir de sus labios. Escucha los nombres de sus hijos muertos. Escucha a Frank llorar, mientras suplica que por favor, no se vayan.
—Frank, todo está bien. —comienza a balbucear Matt, sin sonar la mitad de seguro que quisiese sonar. Sus manos no dejan de sostener el rostro de Frank, tratando de hacerlo despertar.— Frank, Frank, es solo una pesadilla. Estás a salvo. Frank, Frank, despierta... One batch, Two batch; Penny and Dime.
Matt empieza a repetir el mantra una y otra vez; sabiendo que Frank suele murmurarlo cuando está en una situación que es demasiado para él, cuando no puede calmarse. Recuerdos de la noche en la que le habló de Lisa la primera vez llegan a su mente; el cuento que nunca pudo leerle.— One batch, two batch-
Matt sigue, y sigue, y sigue; hasta que puede oír a Frank respirar, despertándose abruptamente de la pesadilla. Frank respira agitadamente, trata de recuperar el control de su mente, de su cuerpo que se encuentra abrumado por todo lo que ha pasado el día de hoy y las siempre recurrentes y siempre devastadoras pesadillas de María y sus hijos.
Lo primero que siente cuando ha recuperado el control, son las manos de Matt, que acunan su rostro con suavidad, esperando pacientemente que Frank pueda retomar una calmada respiración. Cuando lo logra, Matt igualmente, no retira sus manos de su rostro.
El tacto es agradable, sentir la mirada de Frank sobre él es más reconfortante de lo que Matt algún día se admitirá a sí mismo. Matt no puede dejar de pensar en el hecho de que se siente atraído por este hombre; incluso cuando está lleno de cicatrices y de heridas de guerra que no terminan de sanarse, incluso cuando es arisco, ermitaño y un quejica de primera. Incluso con todo eso, Matt lo conoce; conoce por qué es así y por qué hace las cosas que hace, y se siente atraído por él y por todo lo que es.
—Frank... —comienza a decir Matt, sonando débil, totalmente fuera de este mundo. Puede sentir la mirada de Frank sobre su rostro. Matt debe verse como un desastre, con el cabello desordenado y sus ojos perdidos viéndose por la falta de lentes sobre su rostro.— ¿Cómo te sientes? ¿Está todo bien? ¿Quieres hablar de lo qué-
—Quédate. —murmura Frank, con suavidad, con demasiada suavidad. Su voz no se escucha gruesa o ronca. Es extraño para Matt oírlo de esta manera.
—Frank-
—Por favor, quédate.
Y Matt se queda, aunque sabe que no debería y que se está de alguna manera aprovechando de la situación de Frank, pero eso no le importa. Mientras más se recuesta en la cama y sus manos abandonan el rostro de Frank, menos le importa. Es cálido estar al lado de Frank, que huele a jabón y a sudor, que no deja de mirar su rostro ni un solo momento. Los latidos de su corazón son algo apresurados, está nervioso, como la otra vez. Matt también lo está.
Las siguientes horas juntos pasan con tanta tranquilidad que Matt casi se aterra; tanta tranquilidad no es normal. No es algo que normalmente pase en su vida, pero quiere disfrutar estos momentos. Quiere disfrutar estar junto a Frank, junto al hombre del cual empieza a enamorarse.
Cuando son las siete de la mañana y es hora de que Matt se vaya al trabajo, Frank no está a su lado. Matt está a nada de sentirse herido, levemente decepcionado, pero entonces escucha los latidos del corazón de Frank y lo siente moverse por la cocina. También huele a huevos, a pan y a humo. ¿Frank está incendiando su cocina?
Matt se mueve distraído hacia la salida de la habitación. Huele mejor la comida que Frank está cocinando y puede oír el corazón de Frank precipitarse, sonando como un tambor furioso. Matt siente como el aura de Frank cambia, como sus labios parecen mostrar una pequeña sonrisa que casi es imperceptible y como suelta un suspiro pesado.
Matt trata de echar a un lado el sentimiento hogareño que se está posando en su pecho. Está mal, esto está tan mal. Pero entonces Frank le dice, en un murmullo suave y casi amoroso, si desea desayunar.
Matt asiente con entusiasmo, una sonrisa casi tan tonta como la de Frank posándose en su rostro.
El desayuno pasa con tranquilidad y una vez más, es demasiada tranquilidad. Matt se dice a sí mismo que debe aprender a disfrutar las cosas pequeñas, los pequeños momentos en los que no está a punto de perder la cabeza. Claire siempre recriminándole que su culpa de santo frustrado algún día va a costarle absolutamente todo, incluso momentos como este. Así que se calla y desayuna al lado de Frank, al menos, hasta que él decide que es momento de irse.
Frank no quiere irse, eso Matt puede saberlo por la manera en la que se mueve por el lugar y como su corazón repiquitea como una moto, pero él también sabe que esto está mal. Matt sospecha, como una colegiala tonta y enamorada, que Frank se siente exactamente igual que él.
—Rojo. —dice en modo de despedida Frank, con su voz ronca y seria, pero aún, imperceptiblemente suave para los oídos de Matt.
—Frank. —dice ahora Matt, tratando de no sonar ni la mitad de emocional que se siente por dentro.
Frank no se mueve, incluso cuando ya todo lo que debía decirse, se dice. Incluso cuando toda esta misión parece acabada e incluso cuando lo que sea que tengan, parece acabado. Frank no se va y Matt no quiere que lo haga.
Entonces siente las manos de Frank tomar su rostro, con cariño, tanto que Matt se siente abrumado. El calor de las manos de Frank altera cada uno de sus sentidos y cuando finalmente lo besa, todo alrededor de Matt da vueltas. Todo gira alrededor de Frank Castle.
Sus labios se siente ásperos contra los de Matt, pero muy poco importa. Matt le devuelve el beso después de salir de la pequeña conmoción. Sus manos colocándose en el cuello de Frank y las manos de Frank aún manteniéndolo cerca. Se siente bien besar a Frank, se siente como Matt ha estado pensando que sería mientras fantaseaba al tenerlo cerca.
—Debo irme. —dice Frank, a penas sus labios se separan. La frente de Frank está contra la suya y su respiración se siente lenta.
—Lo sé. —murmura de regreso Matt, todo doliéndole cuando Frank se aleja y camina con dirección a una de las ventanas.
Antes de marcharse, Frank dice, con un tono neutral aunque sus latidos le fallen: —Nos vemos por ahí, rojo.
Frank se va y Matt se siente aún más cansado que anoche.
Lo peor de todo es que Matt cree que eso es lo último que verá de Frank. No es así.
Pasa un mes, un largo y molesto mes donde Matt extraña a Frank más de lo que puede admitir. Nada de oír sus latidos por la ciudad, nada de su olor a jabón de frutas y pólvora. Nada de nada. Nada de jugar a la casita en la cabaña y de acariciar con cariño a Max mientras Frank cocina el almuerzo. Nada de hablar de María, nada de hablar de Elektra. Nada de Frank Castle. Y todo a Matt le duele.
Los días son aburridos sin él. Foggy y Karen le miran aún más desentendidos por su inexplicable mal humor y carencia de concentración. Hell's Kitchen se siente tranquila estos días después del asunto de la red, todos los criminales demasiado asustados como para hacer algún movimiento en falso.
Los niños que fueron salvados están bien; toda Hell's Kitchen parece conmocionada antes los sucesos del último mes y aún más conmocionados de oír como Daredevil y The Punisher parecen haberse aliado. Hay ahora aún más gente apoyando a Frank en las calles, aún más gente aplaudiéndolo a él y a su labor como el diablo de Hell's Kitchen.
Todo está demasiado calmado y demasiado normal como para que Matt pueda salir de su burbuja de corazón roto que lo tiene como un imbécil los últimos días.
—Vamos a tomar un trago. —dice Foggy entrando a su oficina. Los tacones de Karen suenan con fuerza contra el suelo y Matt puede imaginarlos a los dos, sonriendo emocionados hacía él. Matt casi podría alegrarse de que sus dos mejores amigos estén nuevamente dirigiéndole la palabra, pero no.— Tú, Karen y yo. Iremos a dónde Josie, tomaremos alcohol hasta intoxicarnos y no pediremos bebidas con hielo porqué no confío lo suficiente en ese bar como para hacerlo.
—Anda, Matt. Jugaremos una partida de billar y el que pierda debe pagar la ronda. —dice Karen, alegremente, brincando sobre sus tacones de punta de aguja— Vamos, será divertido.
Matt solamente acepta porqué la idea de intoxicarse no suena nada mal justo ahora. Y porqué en verdad, ha extrañado mucho a sus amigos, incluso si ellos no pueden hacerlo sentir mejor del todo, pueden ayudarlo a lidiar con como se siente.
Karen se ríe con fuerza de los chistes de Foggy mientras Matt toma de la cerveza que Josie les ha traído. Ella conversa, divertida y pegada al cuerpo de Foggy, mientras juega al billar. Es curioso como hace unos meses estaba loco de los pies a la cabeza por Karen y como ahora no puede verla como algo más que una amiga. La presencia de Elektra colocando borrosos sus sentimientos por Karen y ahora la presencia de Frank haciéndolo pensar en aún más cosas que en cómo se sentirá la piel de Karen contra la suya.
Matt simplemente se ríe de alguno de los chistes de Foggy hasta que lo escucha. Lo siente, lo huele y lo escucha, como aquella noche en su departamento. Sus latidos son relajados y calmados, más de lo que Matt los ha escuchado y desde dónde está, Matt puede degustar el agrio sabor del vaso de ron que está tomando.
Foggy y Karen no notan cuando empieza a alejarse. La confianza que el alcohol le está dando haciéndolo acercarse con total seguridad a la mesa en la que Frank está sentado, totalmente solo. Cuando finalmente está en frente de él, puede sentir la mirada de Frank levantarse y terminar sobre él. Su corazón se precipita, y también lo hace el de Matt.
— ¿Está ocupado este asiento? —dice Matt, casi ronroneando. Escucha la suave y algo nerviosa risa de Frank y Matt se siente como una adolescente, como la calidez se extiende por su pecho por la risa de Frank. El inexorable cariño que se ha ido regando por sus venas cuando se trata de él.
—Adelante. —le dice Frank. Matt sonríe un poco al notar el entusiasmo en su voz ronca.
Matt se sienta y bebe de la botella de vidrio, todos sus sentidos levemente alterados posados y concentrados en Frank y en la manera que sus manos grandes y ásperas toman el vaso con ron de la mesa.
—Tenía mucho tiempo sin saber de ti. —comienza a decir Matt, sonriendo un poco, luciendo tan encantador como sabe que es cuando trata llevarse a alguien de un bar a su cama. Frank ya ha estado en su cama, y aún así es más difícil que todas las demás mujeres que alguna vez han terminado con él.— Hasta llegué a pensar que te habías ido de la ciudad.
—Eso sería conveniente para ti, ¿No crees? Tener la ciudad de nuevo solo para ti y tus mallas rojas ajustadas.
—No diría que estoy muy solo justo ahora. He oído de más gente, más gente con habilidades. Solo que no he tenido la suerte de cruzarme con ellos. —Matt levanta sus hombros, tan divertido como el alcohol justo ahora lo está colocando.— Solamente contigo.
—Pues entonces con eso ya puedes darte cuenta de que no cuentas con mucha suerte, Murdock. —Matt ignora la corriente eléctrica que se mueve sobre su espina por ser llamado de esa manera. Es raro no ser llamado rojo, pero no raro malo, solo raro.
—Yo no diría eso. —sonríe Matt, y sospecha que un sonrojo se extiende por sus mejillas y está casi apenado de sentirse tan caliente como se siente justo ahora. Ya Matt no tiene fuerza para echarle la culpa a algo o alguien que no sea él mismo y sus inevitables ganas de colocar sus manos encima de Castle, sin importar que tan incorrecto sea.— ¿Dónde estuviste? —Cambia con rapidez el asunto Matt.
—Digamos que solo por ahí. Tratando de mantener a todas las ratas de esa red en lo más profundo de las alcantarillas. Los que no se habían ido, ya a este punto deben estar muy lejos. —murmura Frank. Una pausa prosigue cuando toma de su vaso, para después de tragar, retomar su hablar.— Todo ha estado muy tranquilo estos días.
—Dímelo a mí. —se ríe Matt, moviendo un poco su cabeza de un lado al otro, sintiendo la mirada de Frank sobre él.— No he estado siendo muy útil estos días en las calles.
— ¿Cuándo lo has sido?
—Auch. Llevas como tres, cuatro meses aquí, deja de meterte conmigo.
Frank se ríe, con fuerza. Matt quiere con todas sus ganas tocarlo, sentir como vibra su piel cuando se ríe, cuando respira, cuando se mueve. Oh, Matt quiere saberlo.
— ¿Quieres salir de aquí? —murmura Matt, con suavidad, incluso apenado por la manera en la que sus manos tiemblan un poco por los nervios y como la confianza que el alcohol le había dado parece disiparse. Oye el corazón de Frank precipitarse y eso solo lo hace colocarse aún más nervioso.— Podemos tomar un café, en mi departamento, puedes contarme qué has estado haciendo estos días con más detalle.
Matt se siente como un adolescente invitando a salir a su amor platónico, oye su propio corazón latir desesperado en su pecho y como los nervios le juegan una mala pasada mientras habla. Frank parece más tranquilo, pero Matt lo siente tan nervioso y ansioso como él.
—Vámonos de aquí. —dice en un suspiro Frank, tan ronco y tan lento que las piernas de Matt tiemblan y casi desea que se lo trague la tierra mientras sus mejillas se sonrojan otra vez.
Hace frío afuera del bar cuando ambos salen. Matt ni se interesa en decirle a Karen y a Foggy que se va, podrá llamarlos después. Sospecha que en algún momento empezará a llover por la fuerte y fresca brisa que sopla. Frank está pegado a él, Matt trata de estar tan cerca como puede.
Cuando ambos llegan a su departamento, las cosas pasan rápido. Matt siente las manos de Frank en su rostro y como sus labios le besan con deseo y con fuerza. Matt abraza los hombros de Frank y ambos empiezan a moverse de manera desordenada por el departamento, tratando de llegar a la habitación. Las manos de Frank pasan a su cintura y la apretan con posesión, haciendo a Matt gemir en contra sus labios.
Las manos de Frank son frías y hacen que un escalofrío le recorra cuando toca con lentitud la piel de su cintura debajo de la camisa. Las manos de Castle exploran sus bordes, con tanto cuidado que Matt siente que se está empezando a derretir, haciéndose pedazos ante el toque siempre bienvenido de The Punisher.
Frank le quita el saco y después la camisa de tela blanca. Cuando su pecho está desnudo para Frank, puede sentir sus ásperas y gruesas manos moverse por toda su piel. Matt sigue suspirando contra los labios de Frank, mientras sus manos proceden a desabrochar su camisa.
El pecho de Frank está formado y está lleno de marcas y cicatrices, pero hay partes suaves y tiernas al tacto que hacen a Matt querer besarlo de los pies a la cabeza. Sus nalgas finalmente tocan las suaves sábanas de la cama y Matt abre sus piernas para recibir a Frank con disposición. Frank lo sigue besando, con tanta devoción y con tanta fuerza que Matt no puede no evitar gemir con solo sentirlo así de cerca.
Frank le quita los pantalones y los calzoncillos. Cuando Matt está desnudo solo para él, Frank extiende besos húmedos por sus muslos blancos y fuertes. Matt sigue suspirando, Frank succiona con rudeza la piel suave de sus muslos y Matt muerde su labio, sospechando la marca que está por dejarle. Frank no se detiene ahí y continúa succionando su piel suave, mordisqueando un poco, haciendo los sentidos de Matt dispararse y sentirse más sensible que nunca.
—Frank- —ronronea Matt, llamando con rapidez su atención. Frank sigue besándolo mientras sube hasta su rostro, finalmente sus labios sintiendo los de Frank otra vez sobre ellos.
Las manos de Matt toman el rostro de Frank y lo obligan a mantenerse cerca de él. Frank intenta y logra después de un rato quitarse los pantalones y Matt logra sentir después de unos minutos como sus cuerpos desnudos chocan el uno con el otro. Se siente bien; incluso mejor de lo que Matt había estado fantaseando.
Frank le pregunta si tiene lubricante, Matt le dice que está en la mesa a su lado, junto con preservativos. Los dedos fríos de Frank entra en él y Matt solo puede echar la cabeza hacia atrás, dándole total acceso a su cuello que Frank no desperdicia ni por un momento. Sus labios están besándole antes de que Matt pueda darse cuenta y los dientes de Frank le muerden con algo de rudeza, dejando aún más marcas. Matt se siente abrumado, siempre demasiado sensible. A Frank parece gustarle eso.
—Frank-
—Dios, Matt. —dice contra su cuello Frank, procediendo a introducir otro dedo dentro de Matt, sintiéndolo tensarse aún más bajo su tacto. Frank gime junto con él, fascinado con la sensibilidad de Matt— No tienes ni idea de lo mucho que deseaba hacer esto.
Matt quiere decirle lo mismo, lo mucho que ha estado queriendo que esto pase desde la última vez que se vieron. Pero no puede; los sonidos agudos y los suspiros escapando sin que él pueda controlarlos. El toque de Frank siendo demasiado para él a este punto.
Matt, entonces, lo siente entrar en él, con cuidado, haciéndose paso con amabilidad dentro de él. Frank gruñé, sintiéndose aprisionado en el calor de Matt.
—Joder, rojo-
—Bésame, por favor, bésame.
Frank lo besa, mientras Matt abre aún más sus piernas a él, sintiendo como le duele un poco pero nada que no pueda aguantar por tener a Frank incluso más cerca de él. Cuando Frank empieza a moverse, todo en Matt parece que va a explotar en algún momento. Demasiado deseo, demasiado placer que él no puede controlar.
Frank es suave, incluso cuando no lo es. Incluso cuando una de sus manos gruesas se acerca a su cuello y procede a apretarlo un poco, Matt no se siente invadido, ni siquiera un poco atacado. El toque de Frank es ardiente, posesivo, como Matt esperaba que lo fuese. E incluso ahí, es dulce, la manera en la que lo besa lo deja atontado y lo hace sentirse tan querido.
Todo dentro de él se siente acalorado ante la idea de que Frank lo quiera, y aunque siente que él solito se está haciendo ideas y pintándose pajaritos en el cielo, el tacto de Frank le hace pensar diferente.
—Matt, Matt, Matt... No tienes ni idea de lo que causas en mí. —le dice Frank, en un murmullo, uno ronco y algo tambaleante. Matt toma su nuca y lo hace besarlo una vez más, mientras sus caderas se encuentra con aún más fuerza la una contra la otra.
Matt llega con un pequeño chillido al orgasmo, Frank libera su cuello y Matt puede respirar con mayor normalidad. Frank se esconde en su cuello cuando llega, soltando un ronco suspiro cuando lo hace.
Ambos permanecen en silencio. Frank toma una toalla de algún lado y lo limpia porqué es un santo y deja el preservativo en la basura. Cuando deja de hacer todo eso, Frank parece dudoso.
Matt lo siente dudoso y ansioso, así que extiende una mano hacia él y dice, con el corazón en la garganta y lo suficientemente calmado que esta situación le permite: —Quédate.
Frank aún parece dudar, pero no se va. Se acuesta al lado de Matt, su cuerpo sudoroso y desnudo sintiéndose bien contra el cuerpo de Matt. La mano que Matt le ha ofrecido termina en su rostro cuando Frank se recuesta sobre la cama, mirándole. Matt se acurruca contra él, su rostro contra el pecho de Frank, sus piernas enredándose con las suyas.
El corazón de Frank late con tranquilidad, con calma. Matt ha extrañado este sonido más que nada en todo el mundo. Se arrulla contra él, se arrulla contra el gran y malo Punisher y se siente tan enamorado de él que es casi ridículo.
Cuando sale el sol, Frank no está. Matt trata de no sentirse mal; sabe que Frank tiene muchas cosas que pensar y replantearse, Matt le dará todo el tiempo que necesite, con tal de que en algún momento decida regresar.
Se viste esa mañana y siente como su cadera duele y como sus muslos chocan irritados el uno contra el otro, las marcas de Frank probablemente tornándose rosadas. También sospecha de las marcas en su cuello, así que se coloca una bufanda esa mañana que, igualmente, no lo ayuda cuando llega a la oficina esa mañana y sus dos mejores amigos le miran divertidos y burlones.
—Así que... ¿Una noche divertida? —sonríe Karen, tomando de su café.
—Incluso si vas a irte con alguien del bar deberías avisarnos. Nos preocupamos por ti. —dice Foggy, sonando verdaderamente consternado, e igualmente, socarrón— Pero bueno, dinos. ¿Noche divertida?
Los tres ríen. Matt no se siente tan solo en esta oficina ahora como hace un mes, cuando Karen y Foggy a penas y cruzaban palabras con él. Tal vez sea la calidez que su encuentro con Frank ha dejado en él, tal vez sea el amor que empieza a florecerle en el pecho, pero Matt no se siente tan mal como cuando Frank lo encontró aquella madrugada en su departamento.
Pasan las semanas y Matt no oye el corazón de Frank. Empieza a plantearse que todo ha acabado, incluso cuando conoce que Frank no dejaría las cosas así. Trata de no perder el ánimo, incluso cuando las marcas en sus muslos y su cuello desaparecen y no hay más evidencia de la noche en la que estuvo con Frank.
Pero Matt empieza a desanimarse. Comienza a pensar que todo comenzó con Frank entrado aquella madrugada en su departamento y que todo terminó con él yéndose por esa misma ventana con más que solo la experiencia de haber estado con Matt.
Entonces, una tarde calurosa, donde Karen había rechecho un moño en su cabello y Foggy se había quitado el saco y había desabrochado los primeros botones de su camisa, el teléfono de su oficina suena. Matt lo atiende y escucha como el gran y cruel Frank Castle balbucea como un tonto.
—Necesito tu ayuda. —dice. Matt siente todo dentro de él moverse cuando lo oye hablar, después de semanas de no haber oído su voz.— Sospecho que los de la red están volviendo a la ciudad. Sería bueno asegurarnos, ya sabes... ¿Podemos vernos?
Matt sonríe, con diversión. Otra vez esta situación, la manera más sensata en la que Frank le va a decir que quiere verlo. Matt está bien con eso.
— ¿Cuándo y dónde?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top