C A P Í T U L O 17. «PURA PASSIONE ITALIANA»

Música: Dangerous woman de Ariana Grande

PURA PASSIONE ITALIANA

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Las siguientes horas se nos pasan dándole de comer a Nick en la cocina junto a Beatrice —quien se pasa el rato con expresión taciturna y no hace comentario en absoluto respecto a mi situación—, y abrigándonos bien antes de salir a dar un paseo por los jardines para estimularlo e intentar que dé un nuevo pasito, aunque sea solo uno.

Por mi paz mental evito que Fiorella nos conduzca al área de la fuente donde estuve a punto de dejar que Matteo me besara esta mañana y terminamos pasando la tarde en el salón de entretenimientos viendo capítulos de Doki que parecen hipnotizar a mi sobrino y por un momento me ayudan a distraerme a mí.

Sin embargo, cuando llega la noche, la impotencia y la ansiedad comienzan a apoderarse de todo mi cuerpo. No sé exactamente cuándo, pero estoy segura de que en cualquier momento Noah va a atravesar la puerta de mi departamento.

Estoy segura que va a enloquecer después de ver el destrozo en el que ha quedado y al comprobar luego que mi número no conecta.

Puede que yo no sea el amor de su vida, pero durante todo el tiempo que llevamos compartiendo juntos, algo de afecto ha de haberme tomado. Aunque sea como amiga.

Y eso significa que no va a parar hasta encontrarme, lo conozco.

Los Conti serán su primer objetivo, no tengo dudas. Así como tampoco de que no demorará mucho en descubrir que tenía una hermana, que esta era la dama la de la mafia del estado, y que ahora todos esos malditos creen que yo lo soy.

Nunca le hablé a Noah sobre esa parte de mi vida. No soy estúpida. Mi objetivo era liberarla, no condenarla a la maldita cárcel.

Dar con ella me costó lo mío. Y tuve que hacer cosas que ahora mismo no quiero ni recordar, para hacerle llegar un mísero mensaje.

Los Lombardi parecen vivir en una maldita capsula desde el atentado en la catedral, y tengo claro que, para las autoridades, después de la muerte de Giovanni, su dinastía quedó extinta.

En todo este tiempo Noah jamás mencionó los nombres de Angelo y Evelyn, y yo nunca tuve intenciones de sacarlos a colación. Sabía que, si los Lombardi habían cavado un agujero tan profundo bajo la tierra para esconderse, sería porque era esa su mejor opción para gobernar a la mafia y sobrevivir a ley al mismo tiempo.

No mentía cuando le dije a Angelo que yo jamás le hubiera dicho Noah algo que pudiera haber perjudicado a mi hermana, y me importa una mierda si me cree o no. Sé que él de ninguna manera dejará que ponga un pie fuera de esta casa.

Por eso, cuando Fiorella comienza a parlotear sobre sus escapadas nocturnas mientras regresamos a mi habitación —después de haber dejado a Nick durmiendo en la suya y sin haberle visto la cara a Matteo y Angelo durante la cena—, comienzo a poner atención:

—Las fiestas están terminantemente prohibidas para mí —gruñe con frustración, tirándose de brazos abiertos sobre la colcha rosada de la cama—. Pero mi amiga Izzy siempre consigue incitarme para que vaya a una que otra. Los de último año son unos cerdos, pero a veces me la paso bien. Cuando no termino vomitando en el váter, claro.

Su comentario me roba una sonrisa.

—¿Por qué dices que son unos cerdos? —Ella hace un sonidito estrangulado con la garganta.

—Solo piensan en bailar, follar y beber.

—¿Y tú no? —Levanto las cejas y me cruzo de brazos, divertida.

A su edad eso era exactamente en lo único que yo pensaba.

—Pudiera pensar más en eso si no me la pasara ocupada pensando en cómo conseguirlo. Cuando estoy afuera de estas paredes para algo que no sea asistir a clases, hacer las compras con un montón de escoltas pegados a mi espalda, o ir a la iglesia con mi madre..., cuando al fin me siento libre de verdad, no quiero pasarme el rato dándome el lote en un baño mugriento con un tipo que al día siguiente no va a recordar ni mi nombre, o metiéndome una pastillita de LSD para flipar de colores, no. Lo que yo quiero es vivir. Coger un avión, irme a recorrer el mundo con mi cámara en la mano y enamorarme de alguien que no me conozca como la princesa de la mafia. Eso quiero.

Ella cierra los ojos como si pudiera verse muy lejos de aquí, en medio de una hermosa playa dorada, sacando fotos del paisaje con un chico guapo a su espalda, abrazándola.

Y yo... yo no puedo evitar sentir pena por ella. Ni siquiera con todos estos lujos, es una chica feliz. Con mi hermana no creo que la historia hubiera muy diferente, la verdad.

—¿Y por qué no lo haces, Fiorella? ¿Por qué no te escapas? —«¿Por qué no nos escapamos las dos?»

Ella se apoya sobre los codos para mirarme.

—Por mamá. —Hace una mueca—. Ella no soportaría que yo también la abandonara.

—Lo entiendo. —«Otra mujer atrapada en este mundo de mierda. Resignada a una vida infeliz»—. ¿Y cómo lo haces entonces? Escaparte para irte de fiesta, me refiero.

Fiorella me sonríe, pero de forma diferente esta vez.

—Lo siento, de verdad, pero eso no te lo puedo decir. Por tu propio bien..., y por el mío —. Se deja caer de nuevo sobre el colchón, y con eso me deja claras dos cosas.

La primera, que por mucho que le haga feliz tenerme viviendo con ella, su lealtad jamás va a ser para mí.

La segunda, que por mucho que este lugar parezca una fortaleza, existe una forma de cruzarla.

No me importa si ella no puede decirme cual es, juro por Dios que la voy a encontrar.

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Me cuesta horrores conciliar el sueño después de que Fiorella abandona mi habitación.

Tuve que rogarle que se marchara con la excusa de que me sentía mentalmente agotada y que necesitaba descansar. Lo cual es verdad.

Sin embargo, es casi la una de la madrugada y no he podido despegar los ojos del canal regional de noticias, esperando que digan algo que me indique si el caos ya se comenzó a desatar, pero no aparece nada más interesante que el hombre del clima anunciando que la nevada llegará más pronto este año.

Por Dios, como si la atmosfera en esta casa no fuera lo suficientemente fría por sí sola.

Estoy a punto de apagar la televisión cuando interrumpen al hombre del tiempo para dar una noticia de última hora. Me echo hacia delante sobre el colchón esperando que aparezca la estampa de mi edificio, con sus ladrillos rojos siendo iluminados por las luces de las patrullas y montón de cintas amarillas a su alrededor, pero en su lugar aparece la imagen de un reportero en medio de un Astoria Park colmado de policías y agentes del FBI.

Intento ubicar a Noah entre ellos, pero son demasiados.

Buenas noches Nueva York —saluda el reportero con su micrófono en mano— mi nombre es Royer Parker y me encuentro en Astoria Park para informales sobre el desafortunado hallazgo del cadáver una joven que ha sido apuñalada repetidas veces y tirada a un costado de la carretera bajo del puente Hell Gate. El cuerpo fue hallado por unos locales que caminaban por la zona. La vieron flotando entre las aguas del East River y algunas enredaderas de los matorrales cercanos a la orilla. Al parecer no hubo ninguna intención de ocultar el crimen, por el contrario, todo apunta a que los culpables esperaban que la información de la muerte de Margaret Johnson, de diecisiete años de edad, llegara con prontitud a su progenitor, el comandante en jefe del NYPD, Vladimir Jhonson, quien hubiera reportado a la adolescente desaparecida esta misma tarde cuando la chica no se presentó en casa luego de abandonar la preparatoria Leman pasadas tres horas de su hora habitual de salida. ¿Se trata de un ataque directo al departamento de policía de la ciudad o es algo mucho más personal contra el comandante Jhonson? Solo sabemos que este modus operandi ya es bastante común entre el crimen organizado de la ciudad y que...

El hombre sigue hablando, pero yo solo puedo fijarme en las imágenes que enseñan las cámaras. Un hombre alto, rubio y uniformado sosteniendo el cuerpo ensangrentado de una chica pálida y con su mismo color de cabello. No puedo verle la cara porque el filtro de distorsión que le colocan en la pantalla no lo permite, pero basta con la sangre y los gritos desconsolados del hombre penetrando la habitación para que todos los pelos se me pongan de punta.

Esa chica fácilmente podría ser Fiorella, por amor a Dios.

He visto demasiadas cosas repugnantes y bizarras en esta vida, y aún me siguen revolviendo el estómago. Lo peor es que si todo esto no me hubiera pasado, posiblemente yo habría sido la primera reportera en llegar al lugar.

Joder, las cosas cada día se ponen peor.

Apago el televisor y me dejo caer sobre la almohada, suponiendo que es esta la razón por la que el destrozo de mi departamento ha pasado colado bajo la mesa. Con todo ese alboroto sobre la hija del comandante dudo que Noah hubiera tenido tiempo siquiera para pasarme por mi piso.

«¿Habrá intentado llamarme?»

Maldición. Solo pensar en mi móvil hecho pedazos en la carretera me produce unas ganas casi salvajes de salir por la puerta, entrar en la habitación de Angelo y voltearle la cara. Pero me detengo al recordar que el muy bestia no se apareció para cenar y que tampoco he escuchado alguna puerta abrirse o cerrarse desde que...

El monitor de bebés emite un sonido y yo no demoro ni un segundo en tomarlo cogerlo de la mesita. Fiorella insistió en llevárselo, pero le recordé que la habitación más inmediata a la de Nick era la mía, en caso que despertara a mitad de la noche, como me dijeron que solía hacer últimamente.

Pero no es el llanto de Nick el que acabo de escuchar a través del altavoz, ha sido el sonido de la puerta al abrirse seguido por las pisadas de su padre, acercándose hasta la cuna.

La habitación se encuentra tenuemente iluminada por la lámpara en forma de velero que está sobre la mesita de noche, y aunque la pantalla del monitor no sea muy grande, la imagen es lo suficientemente nítida para verlo con claridad.

Angelo se está inclinando sobre la cuna y dejando un beso sobre la mejilla de Nick. Se incorpora un segundo después y dejas sus manos apoyadas sobre la barandilla mientras lo mira.

Lleva la misma camisa blanca de esta mañana arremangada hasta los codos, dejando a la vista toda la tinta que le adorna la piel. También se le ve cansado, pero sorprendentemente, mientras sus ojos están fijos en su hijo, toda la tensión que siempre está presente en su rostro parece desaparecer. Tanto así que incluso... sonríe.

Consiguiendo que lo odie un poco más solo por eso. Solo por la corriente que me recorre el cuerpo al ver como sus facciones duras se suavizan y su maldita belleza se perpetúa en mi mente.

Hago a un lado el monitor con un gruñido de pura frustración.

Un minuto después escucho el sonido de la puerta cerrándose por el altavoz del aparato, y al cabo de unos segundos otra puerta abriéndose y cerrándose en el pasillo.

Intentando relajarme y quedarme dormida, pero no puedo hacer desaparecen su imagen de mi cabeza cuando cierro los ojos y evitar el ridículo hormigueo que me recorre el vientre un segundo después.

¿Era esa la razón la que mi hermana, pese a los maltratos, no podía alejarse de esa bestia? ¿Porque su belleza la eclipsaba tanto que no importaba nada más? ¿Porque la follaba bien?

«La única forma en la que yo fui capaz de torturar a tu hermana, era deteniendo las embestidas justo cuando ella estaba a punto de correrse alrededor de mi verga»

Me obligo a alejar todas esas ideas de mi cabeza porque no me gusta nada esta sensación de necesidad que se está despertando entre mis piernas.

Necesito tener la mente fresca y estar descansada para pensar con claridad en alguna forma de salir de este lugar. Aunque de momento, me basta con encontrar la manera de hacer llegar un mensaje.

Suspiro, sintiendo el cuerpo adolorido por la tensión, y finalmente cierro los ojos abrazando una almohada y apretando mis piernas.

No sé cuánto tiempo transcurre exactamente, solo sé que me encuentro en ese estado de adormecimiento, previo al sueño profundo, cuando dos toques en la madera me hacen brincar.

Con el corazón acelerado me siento sobre colchón, y me toma más de quince segundos calmarme y ponerme de pie. Tomo el albornoz del perchero para cubrirme la bata de seda blanca que me puse para dormir y camino hacia la puerta con un nudo en la garganta.

Pongo la mano en el pomo y me preparo para una nueva batalla con Angelo, cuando...

—Matteo —su nombre abandona mis labios en el mismo instante en el que abro y lo encuentro del otro lado. Aún bajo la oscuridad del pasillo, puedo notar que trae los ojos rojos y brillantes cuando me mira y me sonríe—. ¿Qué haces aquí?

—Yo podría hacerte la misma pregunta, ¿no crees? —inquiere en voz baja, y hasta aquí me llega el embriagador aroma del alcohol.

Madre mía viene como una cuba.

—Supongo que ya debes estar al tanto del por qué. —Me cruzo de brazos.

Él asiente con la cabeza.

—¿Puedo pasar? —Señala la habitación.

—No creo que sea buena idea, Matt. Vienes muy borracho.

«Y tu primo me ordenó que me mantuviera lejos de ti».

Le doy una mirada de soslayo a la puerta que está al final del pasillo, es obvio que no pienso acatar todas sus malditas órdenes para siempre. Sin embargo, este día las cosas han pasado tan deprisa y de manera tan abrupta, que al menos por esa noche, prefiero tomar en cuenta sus advertencias.

Matteo sonríe.

—No vengo tan borracho. Y no te preocupes por Angelo, no está en su habitación. Acabo de verlo tomándose un trago en el bar del salón.

—¿Estás seguro? —Arrugo la frente—. Porque yo lo escuché entrar ahí hace un momento.

Aunque en realidad pudo haber sido hace una hora. Me encontraba medio dormida hace un minuto. El tiempo es relativo cuando uno no tiene a la mano un maldito teléfono para comprobar la hora.

—Te lo juro, Angelina. Vamos, necesito hablar contigo. —No espera una respuesta de mi parte, simplemente pasa por mi lado y entra en la habitación.

—Matteo, en serio, creo que lo mejor es que te vayas, te des una ducha, te tomes una pastilla y te acuestes a dormir. Ya mañana tendremos tiempo de hablar.

Cuando lo veo de pie sobre la moqueta rosada, con la cabeza gacha y el cabello rubio desordenado, me rindo. Cierro la puerta porque algo peor que tener a Matteo borracho y a mitad de la madrugada dentro de mi habitación, es que Angelo lo sepa.

—¿Estás bien, Matteo? Me refiero, luces... apagado. —Me cruzo de brazos y me apoyo contra la madera detrás de mí. Él niega con la cabeza, pero no dice nada.

La luz que se filtra por la ventana en la única que se encuentra iluminando la habitación.

—Estoy bien. —Levanta la mirada y me sonríe. Pero no le creo nada—. Necesitaba asegurarme de que tú también lo estuvieras.

—Pues sigo viva, supongo que eso es lo único que importa ahora, ¿no?

—Claro. Quiero que sepas que lamento mucho lo que los Conti le hicieron a tu departamento es una verdadera mierda, Angelina. Y me jode tener que decirte esto, pero tú conocías los riesgos cuando decidiste venir aquí.

—Los conocía —reconozco con los dientes apretados—. Pero eso no significa que me alegre estar atrapada en esta casa.

—Es mejor esto a caer en manos de Della Morte, créeme.

—Ya. Pues eso mismo me ha dicho tu primo esta mañana mientras me brindaba un cálido recibimiento en el hogar —procuro que se note mi sarcasmo.

Matteo parece estar a punto de sonreír, pero algo en su mente consigue que vuelva a ponerse serio.

—Angelina... —Da el primer paso en mi dirección, y a ese le sigue otro hasta detenerse a una distancia considerable, aunque mucho más íntima—, hay algo que quiero preguntarte, y necesito que me respondas con la verdad.

—¿Qué cosa? —inquiero intentando que no me tiemble la voz.

Matteo me mira durante un par de segundos antes de soltar la pregunta de forma directa y concisa:

—¿Tu novio es un agente del FBI? —Separo los labios, pero él se me adelanta—: Antes de que me respondas, espero que sepas que mientras tengas que quedarte en esta casa, bajo nuestra protección, yo voy a estar de tu lado. Pero no puedo prometerte lo mismo si intentas jugar con nosotros. Si me mientes.

«Yo voy a estar de tu lado»

—No necesito mentir —digo con tanta firmeza que me sorprendo—. No tengo novio, Matteo. Pero sí es cierto que me veo eventualmente con un federal. Somos esa clase de amigos que...

—Follan —completa Matteo con tono neutral—. Era eso lo que ibas a decir, ¿no?

—No es como si estuviera en la obligación de hablarte de mi vida privada, pero sí, somos amigos que follan cada tanto. La pasamos bien juntos, pero no hay compromiso.

—Entonces, ¿no le hablaste nunca de nosotros?

Una carcajada amarga se me escapa.

—Noah ni siquiera sabe que yo tenía una hermana gemela. Así que no. Está claro que nunca he mencionado el apellido de tu familia delante suyo.

Matteo se me queda mirando como si intentara analizar si estoy diciendo o no la verdad.

—De tantos tipos en Nueva York, ¿cómo es que terminaste saliendo con un agente del FBI, Angelina?

«Porque siempre he sabido lo que me conviene, y él está tan bueno como tú»

—Coincidimos en una cafetería de Downtown. —Encojo los hombros—. Yo iba para una entrevista de trabajo y él de camino a las oficinas del cuerpo. Nos vimos, nos gustamos, y lo demás es historia. ¿Contento?

—La verdad es que no —dice, pero su sonrisita revela cosas que me hacen cosquillear el estómago.

—¿No?

—No, Angelina, nada de lo que acabas de decir me deja contento.

Matt da otro paso en mi dirección, y tengo que mirar hacia arriba cuando se detiene frente a mí. El hombre impone, impone muchísimo. Y posee esa belleza que parece estar arraigada a cada miembro de la familia, pero que en él luce casi salvaje.

—¿Por qué? Te estoy diciendo la verdad.

Él niega con la cabeza.

—No se trata de eso —dice en voz baja.

—¿De qué se trata entonces? —Trago saliva.

—De todas las imágenes que se me vienen a la cabeza al escuchar esa historia. Y ninguna de ellas me agrada. —Su aliento alcoholizado me roza la mejilla.

—No te entiendo.

«No te quiero entender»

—Lo que estaba a punto de pasar esta mañana entre nosotros, Angelina, quiero que sepas que yo...

—No estabas pensando con claridad. Lo entiendo.

Niega con la cabeza, y está tan inclinado sobre mí, que su nariz se roza ligeramente con la mía.

—Te equivocas, preciosa. —Sus ojos azules, ahora oscuros y dilatados, me miran con intensidad—. Hacía mucho tiempo que no pensaba con tanta claridad como lo hice estando contigo en la fuente. —Su voz es baja, rasposa, pero firme.

Me aclaro la garganta.

—¿Eso quiere decir que...?

—Eso quiere decir... —Acorta los centímetros de distancia que le quedan a nuestros cuerpos y atrapa mi cintura con una mano— que sigo tendiendo las mismas ganas de besarte que tenía esta mañana cuando nos interrumpieron. Lo necesito, Angelina, desesperadamente.

Y entonces, sin darme tiempo a reaccionar, su boca termina chocando contra la mía, y yo..., yo separo los labios y dejo que su fuego me queme capa por capa cuando su mano abandona mi cintura y se posa en mi culo, apretándolo con la misma ansiedad con la que su lengua se mueve en busca de la mía.

Gimo en su boca cuando muerde mi labio y tira de él. Sonríe con malicia antes de hacerlo de nuevo, poniéndome las piernas a temblar.

Su boca sabe a ganas y alcohol.

Y yo permito que me embriague mientras gira conmigo y me lleve hasta la cama.

Porque definitivamente Matteo es... pura passione italiana.

Y yo acaba de tomar una decisión que no conoce de moralidad.

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Hola de nuevo, pecadoras.

Leo sus reacciones aquí.

No olviden dejar una estrellita.

Besitos ♥


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