Capítulo 4

—Buenas noches, Jared —le digo y cierra la puerta. Desde pequeña, sin saber porqué, me es muy jodido llamarle "papá", así que siempre le he dicho Jared. Igual, creo que él también ya está acostumbrado.

He desperdiciado toda la tarde viendo películas, a pesar del cúmulo de tareas que a mis amados y divinos maestros les ha dado por dejarme. ¡Pues a joderse todo el mundo y me incluyo! Me iré a dormir y esperaré a ver que me dirán mis amores por no llevar nada mañana.

Cuando estoy a punto de acostarme suena la puerta principal. La ignoro, y entonces la golpean con más fuerza. ¿Qué mierda? Me digo. ¿Quieren tumbar la casa a golpes, o qué?

Bajo rápidamente dispuesta a echar a quienquiera-que-sea que esté tocando casi a las 11 de la noche. Se me corta un poco la respiración al ver que ese quienquiera-que-sea es mi mejor amiga, con la cara ensangrentada y el cabello hecho jirones por la lluvia.

—¡Ali! ¿Qué te pasó? —le pregunto.

—Déjame pasar amiga —me suplica y veo que está llorando— ¡Por favor! —me ruega. Siento que en cualquier momento se va a tirar al piso de rodillas para que la deje pasar.

—Claro, pasa. No te preocupes —le suelto con calma. Ella entra, se sienta en el sofá y me pide un vaso con agua. Tiene un raspón en la rodilla y parte de sus prendas desgarradas además del labio sangrante. Está temblando y su mirada divaga por las paredes de mi casa como si en cualquier momento fuera a derrumbarse.

Desde pequeña conocí a Allison porque vivíamos en el mismo barrio. Al principio nos burlábamos de ella con mis otras amigas, pero luego, ¡sorpresa! Comencé a charlar con ella y descubrí que era aún más genial que todo ese grupo de perras. No estábamos en el mismo colegio, pero nos veíamos casi a diario. Allison es mi otra mitad, es la persona con la que hago locuras sin dudarlo, con la que podríamos pasar por un par de lesbianas pero ambas somos perfectamente heterosexuales. En pocas palabras, amo a esa estúpida.

Luego nos mudamos, no muy lejos, por lo cual nunca perdimos el contacto. Allison vive en casa con sus padres: Harold y Nathalie Greece. Una pareja de abogados que, a pesar de todos los problemas, aún siguen juntos; y con su hermano, Derek, que está haciendo planes para irse a vivir con su novia Pauline, que aunque tiene un par de años más que Derek luce como toda una niña de 17 años. Es imposible verla sin sonreír por toda la maldita ternura que produce.

Hace unos meses ambas entramos al primer semestre de Universidad, pero por problemas de dinero, lo hicimos en establecimientos distintos. Es un infierno, pero bueno. Todo sea por ser alguien en la vida, ¿no?

Allison hizo nuevos amigos, pero la perra afortunadamente no me abandonó. De hecho me la llevo muy bien con ellos: John es demasiado alto, tiene una hermanita llamada Johanna —algo debe tener su madre con esos nombres—, y es atractivo, aunque no es mi tipo. Amy es histéricamente divertida, se la pasa haciendo locuras todo el tiempo y no hace mucho acaba de nacer su hermanito Paul McLauren. Allison se la pasa riéndose todo el tiempo con ellos y conmigo, e incluso creo que debe reír cuando está sola. Por eso me sorprende tanto verla así.

—Ahora dime, ¿qué es lo que pasa? —espeto. Trato de ponerme seria, aunque tratándose de mí, es técnicamente imposible.

—Tengo que contarte algo... —me dice. Ya ha dejado de llorar—. Me duele no habértelo dicho antes, somos mejores amigas y nos contamos todo, pero... ¡No lo sé! Tenía miedo.

—Allison, dime qué te traes —ahora sí estoy seria. Lo noto porque casi nunca la llamo por su nombre. Usualmente nos decimos "perra" una a la otra.

—¿Recuerdas cuando te dije que estaba saliendo con un chico a espaldas de mis padres? —Asiento. Lo sé porque la cubrí muchas veces— Bueno, digamos que no era tan chico— suelta, seguida de una risa triste.

Es ahí cuando empieza a contarme todo sobre Frederick Tyson.

La verdad es que no me sorprende mucho. Conozco a mi amiga y sé que es capaz de hacer muchas cosas como esas, e incluso peores. Su historia es todo es amor y unicornios. Realmente no hallo la parte mala del relato, la razón por la que se encuentra así, hasta que me dice con voz rota: —Todo iba bien hasta hoy...

Y entonces me cuenta lo que le ocurrió hace unas horas en casa.

Ya es de madrugada. Hoy me he despertado en la casa de Lena por motivos que es mejor olvidar.

Me empiezo a preparar para ir a la Universidad y encontrarme con Fred, así que creo que tomaré un taxi. Para mayor karma, me llega un correo avisando que se ha convocado a padres y alumnos a una asamblea general en unas horas. "¿Padres?" Me pregunto mientras releo el mensaje, es algo muy extraño. Seguro ellos deben estar preguntándose lo mismo. Resoplo y le dejo un texto a mi madre diciéndole que vaya, pues mi padre debe estar en el trabajo. La verdad no me importa.

Noto que Lena no está a mi lado. Me levanto de la cama y a lo lejos están todos sus pijamas perfectamente doblados, por lo que me pregunto si habrá pasado la noche aquí o no. Dejo de pensar y me digo que se tuvo que ir más temprano de lo normal y dejó todo organizado, por más raro que parezca. Lena es una de las personas más desordenadas que conozco. Si no fuera por su padre, Jared, esta casa no hubiese sobrevivido tantos años con ella viviendo aquí. Aunque la verdad no se de qué me quejo, pues yo soy aún peor. Creo que formamos una dupla perfecta, pero si nos fuésemos a vivir juntas como lo tenemos planeado, pobre del sitio al que vayamos. En serio.

Entro al baño y me desvisto con suavidad. Observo el gran espejo que tiene mi amiga en su baño y veo una imagen que no me identifica. Veo mis senos firmes, mi cintura delicada y mis caderas estrechas. Me siento sucia.

Después de bañarme me pongo la misma ropa que tenía ayer. Me despido de la perrita que tiene Lena —por eso amo la expresión "¿Dónde está la perra de Lena?", ya que nadie sabe si me refiero a ella o al animalito—, cuyo nombre es Luna. Y me despido de Jared, quien me dice que vuelva cuando quiera. La verdad creo que me quedaré en esta casa por un par de semanas.

De camino al recinto me encuentro con Derek, quien me abraza con fuerza. A su lado está Dianne Colter, su mejor amiga. Es bastante guapa, pero Derek terminó enamorándose de Pauline Nolan, que en este momento debe estar donde su tía. Aunque no lo juzgo, cualquiera terminaría enamorándose de ese pequeño terrón de azúcar. Pauline es una de las personas más decentes y más alegres que conozco —mamá dice que Pauline se la pasa todo el tiempo riendo—. Es de ese tipo de chica que todo el mundo adora. Ellos dos siguen su camino. A lo lejos escucho la fuerte risa de Dianne y pongo los ojos en blanco al recordar lo payaso que es mi hermano.

Llego a la Universidad y un par de maestros me guiñan el ojo. No le devuelvo el gesto a ninguno de ellos, creo que ya es hora de parar. Me termino de arreglar para verme ahorita con Fred y le diré que lo amo, que lo amo profundamente aunque él ya lo sepa. Y luego, le voy a pedir que nos vayamos, que huyamos de toda esta mierda, que nos escapemos a formar una nueva vida, juntos.

La sala donde hacen las asambleas tiene un aroma delicado a hospital. Veo a John con su madre, Lilian Boulevard y a Amy igualmente con su mamá, Darlene McLauren y su hermanito nacido hace menos de un mes, Paul. Ninguno de los dos vive con sus padres —el de John murió en un accidente y el de Amy se esfumó después de haberse separado de Darlene. Nunca llegué a entender cómo alguien podría dejar a una mujer tan dulce— y ambos tienen hermanitos menores —el de Amy nacido hace poco y la hermanita de John debería estar estudiando en este momento—. Sus núcleos familiares son bastante similares. Ahora veo que comparten muchas cosas en común.

Más adelante están Angie y Alex Morlock —vistiendo, como siempre, de negro—. Están solas, lo cual no se me antoja nada extraño. Ellas viven con su madre, pero ninguno de nosotros la conoce porque nunca asiste a nada de esto y nunca hemos ido a su casa. Veo otros rostros conocidos pero no les doy importancia. Tampoco hay ningún docente de la institución, así que el deseo que siento se me apaga un poco. Estoy pensando en compensar a Fred por lo de ayer, en darle lo que pueda aunque sé que se merece más.

Me muerdo el labio de tan solo imaginármelo.

El recinto termina de llenarse y el decano de la Universidad se pone en la mitad de la sala. Los que están sentados se ponen de pie para recibirlo y él empieza diciendo que será bastante breve. Empieza a hablarnos de la importancia de la vida y yo comienzo a aburrirme.

En un momento dado, llega mi madre, quien se pone al lado mío.

—Buenos días —digo, pero ella no me responde. Creo que era algo de esperarse.

—Por todo esto queridos alumnos y padres de familia —exclama el decano con fuerza—, hemos decidido reunirlos el día de hoy para dar una nefasta noticia.

La sala se sume en silencio y toda nuestra atención se dirige a lo que ese viejito chiflado nos quiera decir.

—En este momento les voy a pedir que apaguen todos sus aparatos electrónicos. —Baja la voz—. Y les voy a pedir que hagamos un minuto de silencio... —Pasa saliva—. Una de las personas más queridas de toda nuestra institución ha sido encontrada muerta la noche de ayer, 24 de Julio, a las afueras del establecimiento. —Un par de murmullos ahogados retumban en la sala—. La policía ya se está encargando, creen que se trata de un suicidio —dice secamente—, por eso los he reunido a todos hoy y quiero que cualquiera de ustedes que tenga información al respecto o que nos pueda decir algo de este hombre... —se le traban las palabras—, lo haga. Pero aún más importante, que todos aprendamos a valorar la vida de nosotros mismos y de las personas que nos quieren. —Limpia sus lágrimas con un pañuelo—. Ahora, guardemos un minuto de silencio por el alma de mi hijo, Frederick Tyson.

La sala guarda silencio y siento que el alma se me sale del cuerpo. Por un instante, me parece estar soñando, pero luego vuelvo a la realidad y veo cómo el decano se hecha a llorar. En la gran pantalla que está detrás de este aparece una foto de Fred. De mi Fred. Todos mis sentidos me reclaman que él está vivo esperándome, pero la gente agacha la cabeza ante la aparición de la foto como en una ceremonia macabra. La cabeza me da vueltas y lo último que veo antes de caer desmayada es a mi madre, quien alza su rostro triunfalmente y me sonríe. Su figura se desvanece junto al mundo que me rodea. Tengo ganas de llorar, pero no puedo hacerlo. Ya no puedo hacer nada.

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