Capítulo 42 No me sueltes
Sentía como si no lograra respirar bien por mucho que inhalara, el aire no me llegaba a los pulmones, quizá ese era mi final.
No quería hacerlo, pero ahí estaba, rompiendo el corazón de la persona que había aprendido a amarme en cada una de mis facetas. No podía mirarlo a los ojos, ver su dolor con indiferencia me era imposible y solamente deseaba abrazarlo.
—No lo entiendo —niega con la mirada puesta en un punto fijo—. London, sé que ahora mismo esto parece que no tiene solución, pero con el tiempo...
—No van a aceptar nuestra relación, mis padres fueron claros Queen —las lágrimas comienzan a salir—. Ni mis padres ni los tuyos van a aceptarnos. Tú no vas a poder vivir con ello y yo tampoco, evitamos hacernos más daño.
Quería detener mis palabras, pero no podía hacerlo. Queen viviría una vida infeliz a mi lado si me quedaba, viviría con el arrepentimiento de haberme elegido por encima de todo y aquello me aterraba.
—Esto lo sabíamos desde un comienzo, desde que lo nuestro pasó la barrera de la ficción y ahora me dices que quieres rendirte ¿No deberías haberlo pensado antes? ¿No deberías haber detenido esto antes de meterte en lo profundo de mi corazón? —preguntó con las lágrimas rodando—. Me hiciste creer que había alguien en el mundo que nunca soltaría mi mano, que no me iba a abandonar en medio de la tormenta. Ahora detente a mirar, esto apenas es una ventisca y tu mano ya me soltó, solamente soy yo aferrándome a quererte.
—¿Piensas que es sencillo para mí soltarte? Soñaba con un nosotros, contigo podía construir todo lo que nunca tuve al lado de nadie más y ahora... —mi voz se rompió.
Me cubrí el rostro y me sentí vulnerable, quería que todo esto se detuviera de una vez, incluso si yo misma lo había causado. Sentí sus brazos a mi alrededor, levanté mi cabeza, me encontré con sus ojos suplicantes sobre los míos y me limpió las lágrimas de las mejillas.
—No nos hagas esto London —susurró aferrándose a mí—. Aún podemos tenerlo todo.
Quería creer que era cierto, pero no tenía el valor ni la fuerza para enfrentarlo y me dolía el saber que tenía que dejar a un lado a mi propia familia en el proceso.
—Mi padre ha sido claro, si continuamos juntos no quiere volver a verme —murmuré.
—Haré que vuelvan a aceptarme, solamente dame tiempo para hacerlo London, quiero que me digas que vas a esperar a que lo logre y que crees en que podré hacerlo, es lo único que necesito —me pidió con sus manos rodeando mi rostro.
Su nariz tocó la mía y su frente se apoyó sobre la mía, respiré profundo. Esto no era el final de la conversación, lo que seguía podría acabar por destruirlo incluso más de lo que estaba.
—Queen, mi padre ha invitado a mi abuela y a Chéster a cenar para hablar sobre el matrimonio, quiere que asuma la empresa —comenté sin ser capaz de mirarlo una vez más—. No puedo decirte que vas a lograr que cambie de parecer, porque te estaría mintiendo.
Me puse de pie, cuanto más continuara frente a Queen, aquello sería más complicado para ambos.
—¿Te casarás con Chéster? —me preguntó sin mirarme.
Me quité el anillo del dedo, anillo que no había sido capaz de quitarme desde que él me lo había entregado. Le tomé la mano, se lo coloqué y luego avancé por el camino que habíamos llegado.
No podía responder a aquello porque no tenía una respuesta, no sabía si tendría el valor para hacerlo, pero tenía que intentarlo.
Corrí en dirección a mi casa, entré por aquella puerta y se azotó a mi paso. Me metí en mi habitación sin mirar si alguien me había observado, me desplomé en el suelo y las lágrimas fluyeron, dejé salir todo el dolor que se apoderaba de mí.
Quizá había sido muy hipócrita, no era solamente por Queen, era por mí que lo estaba haciendo. Me dolía perder a mi familia en el proceso y pensaba que a Queen le dolería de la misma manera, pero no lo vi, no vi ese dolor de perderlos.
Tal vez no era él, quizá era yo la que flaqueaba. Me dolía probablemente porque sus palabras tenían sentido, él me seguía sosteniendo y yo era incapaz de soltar todo para sostenerlo del mismo modo.
Ahora me sentía idiota, tonta por darme cuenta de que él me amaba incluso más de lo que yo podía hacerlo y que él daría más incluso de lo que yo estaría dispuesta a dar. Quizá las personas como Queen que habían crecido perdiendo todo no temían a perder un poco más, no sabía que pensar sobre todo lo que estaba pasando, pero todo me llevaba a entender que yo no merecía un hombre como Queen.
Me quedé en la habitación, recostada sobre mi cama esperando a que pasaran las horas, hasta que mi madre entró en la habitación y parecía estar entrando en un sitio prohibido. Se apresuró a aproximarse y se sentó en el borde de mi cama, con una caja sobre las piernas.
—London, quería decirte que yo estaré de acuerdo con la decisión que tomes —susurró acariciando mi cabello—. Queen sigue afuera, ha estado sentado sobre una roca y no parece tener ninguna intención de marcharse de allí. Eso solamente lo hace un hombre que te ama de verdad.
—Han sido muchos errores y mentiras, sé que los decepcioné, pero jamás había sentido lo que siento por Queen. Tengo miedo mamá, en cuestión de horas el miedo se ha apoderado de mi vida y no tengo la menor idea en que dirección debo avanzar, todo se ve oscuro en cualquier dirección que mire.
—Tu padre ha sido duro contigo, a veces en la vida nos toca improvisar, tomar decisiones que no a todos les va a gustar y tú tienes ese mismo derecho que nosotros también tuvimos. London, piensa las cosas, no dejarás de ser mi hija hagas lo que hagas.
Se levantó de la cama y me entregó la caja, la miré unos momentos antes de destaparla. Era al parecer de parte de mi abuela, un vestido color crema, no voy a negar que tenía un buen gusto y junto a él venía una nota. "Para mi futura heredera, usa este vestido para la noche en la cual va a cambiar tu vida, me alegra que hayas recapacitado" quería arrugar la nota y lanzarla por la rabia, pero no lo hice, la volví a meter en la caja.
Volví a llorar, hasta que volvieron a tocar la puerta, esta vez era Camille, que tenía un gesto de horror en el rostro.
—London, apresúrate a salir, estoy escuchando la voz de Queen que le está gritando a alguien —chilló.
Di un brinco en la cama y me apresuré a salir corriendo, vi a Queen que estaba a punto de golpear a Chéster. Le había arruinado el ramo de flores que llevaba en brazos, ambos me miraron y yo contuve el aire en mis pulmones.
—Suéltalo Queen —le pedí.
No tardó mucho en hacerlo, me miró como si estuviera cometiendo una injusticia y sabía que lo estaba haciendo
—Camille, acompaña a Chéster dentro por favor —le pedí.
Mi hermana asintió y le mostró el camino hacia adentro de la casa. Yo me quedé parada mirando a Queen, no sabía qué decirle, pero tenía que decir algo.
—Tienes que marcharte, será lo mejor antes de que venga mi abuela y mi padre enloquezca porque sigues aquí —le pedí en un tono suplicante.
No me respondió y ante su falta de respuesta volví dentro de mi casa. Me metí a ducharme con la esperanza de que aquello fuese de ayuda, que me ayudara a pensar con claridad.
Al salir me miré frente al espejo con el vestido que me envió mi abuela, tenía el rostro un poco hinchado de tanto llorar y traté de arreglarlo con un poco de maquillaje, como si aquello fuese a disimular la tristeza en mi mirada.
En la sala ya estaba Chéster junto a mi abuela, mi padre y mi madre estaban en la otra punta de la sala, solamente quedaban dos sitios libres para mí y mi hermana. Camille apareció con una bandeja que tenía café, no era hora del café, pero suponía que tampoco les apetecería quedarse a la cena.
Me senté en mi sitio, cada uno tomó su taza de café y la mía se quedó descansando en la mesa, no me apetecía beber café, mucho menos cuando no había probado bocado en prácticamente todo el día.
—Entonces, hablemos de lo importante —dijo mi abuela que fue la primera en romper el silencio.
—No estoy de acuerdo en esto, quiero dejarlo en claro desde un comienzo antes de que empiecen con un trato que ni siquiera va a darle felicidad a mi hija —interrumpió mi madre que luego de un sorbo de café apoyo la taza sobre la mesa y se puso de pie—. Me retiro, no me apetece fingir simpatía ante una mujer que no me soporta y que yo tampoco lo hago.
Mi padre se presionó el entrecejo, como si la situación fuera más irritante de lo común, de igual manera no detuvo a mi madre ni le pidió que se quedara.
—Sigue siendo igual de vulgar —musitó mi abuela con un gesto de asco.
El silencio se volvió presente una vez más, yo no podía abrir la boca, comenzaba a sentirme más, mi mundo daba vueltas, pero intenté disimularlo.
—Quiero que la boda sea cuanto antes —empezó a decir mi padre—. Pero siendo justo, creo que Chéster debe demostrar de lo que está hecho.
—De nuevo con tu maldita idea de que necesitan pasar por una prueba para ser parte de esta familia —protestó mi abuela apoyando su taza con fuerza—. Chéster es un príncipe, va a heredar una fortuna, no necesita de todo esto. No va a quedar en la pobreza y dado el caso de que lo hiciera, tienen suficiente dinero de mi empresa, pueden vivir dignamente.
—No sabes cuáles serán las circunstancias de la vida, no quiero al lado de mi hija un hombre que no sepa ser proveedor, no quiero que en un futuro mi hija cargue con un inútil —le respondió manteniendo su firmeza.
Eso parecía una discusión de nunca acabar, Camille enlazó su brazo con el mío, logré apoyar mi mano en mi frente y cerré los ojos.
—¿Estás bien London? —susurró mi hermana con preocupación.
Quería decir que no lo estaba, que quería irme a descansar, pero no quería que la situación se volviera incluso más complicada de lo que ya lo era, así que asentí como pude y continué escuchando la jodida conversación.
—Cumpliré con la prueba que el señor quiere, abuela —dijo Chéster palmeando la mano de mi abuela con una pequeña sonrisa—. No tengo ningún inconveniente con hacerlo, puedo demostrar que soy un hombre completamente capaz de hacer feliz a London.
—Estupendo, entonces si se está de acuerdo en eso quédate, podrás comenzar mañana con la primera prueba y de salir todo bien podrían casarse al finalizar la semana —comentó mi padre bebiendo de su café.
—Quiero pedirle que en cuanto esté casado con si hija nos permita ir a vivir a mi país, tengo obligaciones que cumplir y me gustaría que London conozca mi cultura —miró a mi padre expectante a lo que él asintió.
Aquello fue la gota que derramó el vaso, no podía soportarlo más. Mi mundo comenzó a apagarse poco a poco y las voces parecían lejanas, prácticamente inexistentes.
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