Capítulo 37 Petición de tregua


Vi a London salir con Chéster y me quedó un mal sabor de boca, no sabía qué tipo de cosas le diría, qué tipo de anécdota o mentira le diría para hacerme quedar mal ante ella. Es cierto que lo desconocido siempre termina por ponerme nervioso.


Estaba a punto de abrir la puerta para salir en busca de London, cuando de repente escuché varios golpes secos, al abrir vi el rostro de Dalton y toda la poca paciencia que parecía tener se esfumó en un suspiro.


—¿Qué es lo que estás haciendo aquí? —pregunté pasando mis dedos por mi cabello.


—Realmente veo que estás enamorado de London —dijo en un tono desbordado de tristeza— No quería aceptarlo, porque London fue la mujer de mi vida, más allá de que tu madre me dio dos hijos que siempre he creído que son maravillosos por igual. Estuve pensando, tuve tiempo para hacerlo y no quiero que las cosas continúen así entre nosotros.


—¿Qué estás tramando? —pregunté desbordado de desconfianza.


No me lo creía, nunca podría creer en las palabras que salieran de la boca de mi padre, porque nunca era sincero del todo. Era como si en el fondo estuviera esperando un error o que simplemente bajaras la guardia para clavarte el puñal y ahora no era más ese niño al cual podía abrazar para clavarle la daga.


—Nada, vine a decirte que estuve pensando en lo que me dijiste. Voy a ayudarte en lo que pueda y no porque pretenda que tu madre no lo sepa. De hecho, cuando regresemos voy a divorciarme de ella. Ella me regaló los mejores años de su vida y yo le pagué con una infidelidad. —dijo mientras bajaba la mirada.


Era la primera vez en mucho tiempo que veía destellos de arrepentimiento en su rostro cuando hablaba de mi madre. Al menos no estaba hablando como de costumbre con esos estúpidos intentos de justificar sus acciones con las típicas excusas, que era culpa de mi madre por haber ocupado tanto tiempo en las fundaciones.


Podría haberle entendido si me dijera que se cansó de la situación y decidió divorciarse, pero el hecho de que decidiera engañarle en vez de buscar un acuerdo amistoso de divorcio era lo que verdaderamente me había molestado desde hace tiempo.


Siempre pensé que le estaba quitando la oportunidad a mi madre de encontrar a una persona que de verdad supiera hacerle feliz y decidiera esforzarse para hacerla sentir la mujer más especial del mundo.


—No es el momento —dije de la nada en un tono desbordado de frialdad— Hay que esperar a que mi madre esté un poco más estable, no la viste como estaba cuando recibió esos retazos de fotos.


—Si lo que quieres es eso lo respetaré Queen, pero realmente pienso que lo que le sucede a tu madre es que la inestabilidad le está matando. Ella quiere saber la verdad por muy dolorosa que sea y el simple hecho de imaginarlo todo, también la bajeza que le hicimos en la cocina al hacerle creer que no me había besado con London, fue demasiado.


Sabía que tenía razón, le habíamos hecho creer que todo había sido un sueño demasiado lucido, algo que terminó por desestabilizarla un poco. Pero no sabía si era el momento de decirle todo, lo había estado esperando tanto para ahora tener dudas.


—Lo veremos al regresar —sentencié.


—Hay algo más que quiero decirte —me miró directamente a los ojos— Tienes que quedarte tranquilo, no puedes permitir que Chéster te robe la paz, porque es exactamente eso lo que ha venido a buscar. Si empiezas a desconfiar de London, vas a tener muchos problemas con ella, porque sería incapaz de desconfiar de ti y eso va a demostrar en que posiciones diferentes está su amor.


—Puedo entender que vengas dispuesto a ayudar, pero no quieras ponerte en la posición de ser mi gran amigo, no lo somos ni lo llegaremos a ser —lo miré irradiando rabia en mi mirada— No quiero tus consejos de como tengo que lidiar con esta situación o como tengo que ser con London. Sé lidiar con esto, me caeré y me levantaré de ser necesario, pero ella verá lo que verdaderamente soy.


Él asintió y en aquel profundo silencio le abrí la puerta para que se largara de mi camarote. Al abrir la puerta salí detrás de él, no es como si fuera a buscar a London por desconfianza de ella, sino porque no confío en Chéster y lo que sea que pueda intentar hacer contra London, porque lo creo capaz de todo.


Caminé por el pasillo y entonces escuché unos pasos, seguidos de una voz, la cual reconocí enseguida.


—Espérame, London —dijo Chéster que parecía un poco molesto.


De repente los pasos se detuvieron, me escondí detrás de una planta que había. El estúpido instinto que me estaba diciendo que me tenía que esconder, ¿Por qué? Si yo ni siquiera estaba haciendo algo malo.


—¿Qué es lo que quieres? No sigas con esta insistencia, Queen me llevó comida a mi habitación —soltó en un tono completamente furioso.


—¿Por qué no me lo dijiste desde un comienzo entonces? —preguntó él entre gruñidos.


—Me apetecía hacerte perder tu tiempo y ya de paso quería ver que tan inútil era el príncipe Árabe —esbozó una media sonrisa.


Vi la furia en los ojos de Chéster, no me quise quedar mirando ni siquiera un poco más. Salí y caminé hacia ellos, London me miró con un gesto de alivio.


Fue todo lo contrario de parte de Chéster, quería devorarme, si hubiera podido me hubiera aplastado allí tal mosca. Me puse a su lado, pero no bastaba con estarlo, quería darle un golpe a Chéster, no me importa que me sigan repitiendo que la violencia no es la solución a nada.


—Chéster tenemos que regresar —le dije con firmeza.


Ya estaba cansado del crucero, de las insistencias de Chéster y de que London no pudiera estar tranquila, sobre todo.


—No podemos —dijo con insistencia Chéster.


—No me importa lo que creas, si no nos llevas de regreso, en algún momento lo harás y cuando lo hagas, te lo juro que te voy a poner una denuncia por secuestro —sentencié con completa seriedad— Tengo cosas por las cuales debo de volver a mi país, necesito resolver algunos pendientes y tengo a mi madre que no se encuentra bien.


Sabía que mi abuela iba a encargarse de cuidar a mi madre, sobre todo en esa situación, pero de todas maneras, era la excusa perfecta. Chéster incluso tenía puntos débiles y la familia siempre había sido uno de ellos.


—No sé si recuerdes, pero entre mis padres hay muchos problemas, hay cosas mejores que hacer que estarse divirtiendo en un crucero —lo miré fijamente a los ojos— Ya se acordaron como serían los términos del negocio, así que espero puedas comprender y nos lleves de regreso.


—No sé si sepas Queen, pero London se está negando a conocerme como debería de ser, entonces no sé si deba volver a llevarlos de regreso —hace una mueca— ¿Por qué lo tiene que hacer todo tan difícil?


—No es difícil —dijo en un tono de voz más alto de lo normal— Simplemente no soy tu juguete, soy un ser humano, pensante y capaz de tomar mis propias decisiones, no soy el tipo de mujer que puedas comprar, tampoco funcionan en mí tus encantos. Quiero que me dejes en paz, que dejes que ame a la persona que quiera y que le digas a mi abuela que no vamos a casarnos.


London no se quedó allí parada esperando a que Chéster abriera la maldita boca. Incluso London sabía que él continuaría con esa insistencia y al parecer ella tampoco tenía la mínima intención de escucharlo.


Chéster dio unos pasos, lo observé como tenía todas las intenciones de pasar delante de mí y continuar detrás de London. Entonces coloqué una mano sobre su pecho e impedí que pudiera continuar.


Su mirada recayó sobre mí, rabiosa, desbordada de odio y rencor. En realidad ni siquiera me importaba que me viera de ese modo, pero era el momento de tener una conversación y dejar los puntos en claro.


—¿Crees que lo estás haciendo bien? —me atrevo a preguntarle desbordado de burla— Cuanto más insistes, menos quiere saber de ti.


—Déjame en paz Queen, te lo estoy advirtiendo de primera mano, esto no es negociable, te dejé a Marina antes, ahora no soy el mismo, no voy a dejar que me robes a London —espetó y me empujó para abrirse paso.


—Llegué a ella antes de que siquiera supieras de su existencia, pero lo más idiota que puedes decir es que te la voy a robar, ella no es un objeto y tampoco puedo robarte algo que no te pertenece —solté una pequeña risa— Sigues cometiendo errores que son prácticamente imposibles de reparar. Lo mejor que puedes hacer ahora mismo es dejar que nos marchemos de una vez, darle espacio a London, si continúas de este modo, no podrá verte nunca más, porque cada que lo haga vomitará.


Dije aquello caminando detrás de él, fingió no haberme escuchado, pero sabía que lo había hecho. Seguido de eso me fui al camarote, necesitaba ver como se encontraba London, aunque si necesitaba espacio, estaba dispuesto a dárselo.


Al entrar vi que London estaba furiosa, caminando de un sitio al otro, se detuvo ante mí y su mirada se suavizó levemente.


—Agradezco que me hayas ido a buscar, ese príncipe idiota —rodeó los ojos y una leve sonrisa apareció sobre sus labios— Queen, ¿hay alguna manera de escapar de aquí?


—No tenemos ni idea de en qué lugar estamos, además —saqué el celular del bolsillo con intenciones de revisar la señal y el internet— Tenemos señal, pero no hay internet y quizá pronto no haya señal tampoco.


—Qué fastidio, de verdad —suspiró.


—Tengo un plan para que te olvides de todo por un rato —murmuré viendo directamente sus ojos.


Tenía planes de que viéramos una película, pero el destello en sus ojos y la sonrisa de picardía sobre sus labios me dio a entender que no estaba esperando ver una película.


...


Chéster me había hecho un gran favor, nos dio varios días maravillosos en los cuales salimos de la cama para comer o dar un paseo para estirar las piernas. El resto del tiempo lo pasamos viendo películas, tirados en la cama y envueltos en la pasión.


London no volvió a dirigirle la palabra a Chéster, incluso aunque él continuara intentando que tuvieran una conversación, ella seguía fingiendo que no escuchaba nada a su alrededor.


En cierto aspecto sentí pena por Chéster, nunca me pareció una mala persona, conocí a un chico en aquel sitio que estaba lo suficiente lastimado por la vida y buscaba un refugio en los demás.


Pero el amor por London me decía que así era mejor, que no quería competir con nadie por el amor de una mujer, no de nuevo. Ahora que había conocido al London me había dado cuenta de que cuando una persona de verdad te ama, no existe tal competencia.


Chéster pareció entender las señales, porque al final terminó por ceder, nos llevó de regreso y si me lo preguntas, fue el lapso de tiempo más largo que había estado en un barco. No volvería a estar en uno en muchísimo tiempo, eso era seguro.


Cuando nos bajamos de aquel barco, London respiró profundo con una ancha sonrisa y me miró directo a los ojos.


—Ahora que estamos de regreso, hay algo que quiero hacer contigo —me tomó de la mano.


Avanzamos varios pasos, estaba a punto de pedir un taxi para que nos llevara al hotel, aún teníamos que tomar nuestras cosas para regresar. Pero entonces un automóvil se detuvo ante nosotros y cuando la ventanilla se bajó me sorprendí.

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