Capítulo 34 ¿Por qué flaqueaste?


Me había tomado completamente por sorpresa, sabía de lo que mi abuela era capaz, pero enviar a este hombre hasta aquí, fingir ser socio para poder conocerme y meterse en medio de Queen, todo me parecía demasiado bajo.

Quería gritarle que no iba a casarme con él, aunque en cierto modo le había dicho exactamente lo que pensaba, pero no era de la manera que me hubiera gustado hacerlo. Traté de mantener la compostura, me bastaba con el simple hecho de que nos estuvieran mirando todos y murmurando.

La propuesta de darle una oportunidad para que nos dejara en paz si no lo lograba, algo que yo me sentía segura de que no lograría, fue la luz al final del túnel.

Queen no parecía para nada de acuerdo, supongo que era miedo que todo se fuera a la mierda, después de todo cuando nos conocimos yo seguía estando enamorada de Dalton.

-Bailemos -me dijo a modo de orden extendiendo su mano.

La tomé de mala gana y él posicionó sus manos alrededor de mi cintura con una sonrisa triunfante, sus ojos brillaban profundamente, había algo en él que no terminaba de convencerme.

-¿Por qué viniste hasta aquí? -le pregunté sin rodeos mirando directamente a sus ojos.

-Sabes, es la primera vez que una mujer me logra sostener la mirada de ese modo, usualmente mis bellos ojos dejan a las mujeres con un nerviosismo inexplicable -comentó con un tono desbordado de egocentrismo.

-Qué estupidez -dije rodeando los ojos y centré de nuevo mi mirada en él- Aunque eso es evadir una pregunta bastante clara.

-Tengo negocios pendientes, vi esto como una oportunidad perfecta, yo sé diferenciar entre el trabajo y mi vida personal y aunque no le guste a Queen, me interesa hacer negocios con la empresa de su padre, así que tiene para ver mi rostro por los alrededores por un largo tiempo -explicó- Por cierto, London, aún no te dije mi nombre y dudo que tu abuela te lo haya dicho.

Me importaba tan poco lo que fuera que tuviera que decir, que realmente su nombre hasta el momento me había parecido insignificante.

-Chéster -se encogió de hombros- Parece que no eres el tipo de mujer que pregunta.

-No pregunto cuando un hombre no me interesa -suspiré.

Mis ojos se fueron a Queen, que estaba parado a una distancia prudente teniendo una conversación con Marina. Tenía el rostro tenso, mucho más de lo normal, y sabía que probablemente debían de estar discutiendo.

Entonces me solté del agarre de Chéster, todo esto de darle una oportunidad, el acceder para quitármelo de encima, quizá me quedaría grande, porque no podía ver a Queen pasarla mal y dejarlo de ese modo.

Sentí el agarre y clavé mi mirada en Chéster, repleta de frialdad, y me aproximé nuevamente a él.

-No te confundas conmigo, señorito Chéster -dije en un tono repleto de burla- Yo no soy Marina, ni estoy cerca de ser como la mayoría de las mujeres con las que seguramente estás acostumbrado a tratar. No me vas a decir que es lo que puedo hacer, ni con quién puedo estar a cada momento.

-Entonces, ¿esperas que sea el idiota que ve como la chica con la que se va a casar se va con otro hombre delante de sus ojos? -pregunta con cierta burla en la palabra- Tampoco soy ese tipo de hombres.

-Creo que tienes un concepto errado de la conquista. Si pretendes que en algún momento siquiera me detenga a mirarte con otros ojos que no sean llenos de odio, deberías plantearte si no estás actuando como un cretino.

Me zafé de su agarre y avancé en dirección a Marina y Queen. Ella me miró con una mueca, como si nuevamente estuviera interrumpiendo algo importante, pero me daba exactamente igual.

-Queen, ¿nos vamos? -le pregunté mirando directamente a sus ojos.

-En serio, qué chica más pesada que eres -me dice Marina mirando directo a sus ojos- ¿Acaso no ves que estamos teniendo una conversación?

-Me da exactamente lo mismo lo que tengas que decir, porque no te lo he preguntado a ti, estoy hablando con mi prometido -le recordé con desdén.

-Ex prometido -suelta ella una pequeña risa- Que tienes asuntos pendientes con Chéster y le acabas de dar una oportunidad.

Aquellas palabras parecieron abrir una herida en Queen, vi el gesto de disgusto en su rostro. Eso era exactamente lo que había estado haciendo este rato en el que me había apartado de Queen, tratar de meterle inseguridades en la cabeza y era algo que no estaba dispuesta a permitir.

Le tomé de la mano a Queen y lo jalé en dirección a la salida, podría haberse opuesto, sin embargo, con un poco de pesadez me siguió.

Me detuve en uno de los pasillos, me di la vuelta y me encontré con que ni siquiera me estaba mirando a la cara, tenía esa postura firme de siempre, pero de alguna manera se había ensombrecido.

-¿Qué fue lo que te dijo? -le pregunté con molestia.

-Nada, no vamos a hablar de eso ahora, London -dijo con firmeza.

-¿¡Qué diablos te dijo, Queen!? -elevé el tono de voz un tanto histérica.

Fijó su mirada en mí con sorpresa, nunca en la vida le había hablado en esa tonalidad ni con esas palabras, era algo nuevo. Me sentía furiosa, cada poro de mi piel expulsaba una furia que no entendía ni siquiera desde donde nacía.

-Pensé que eras un poco más inteligente -solté aquellas palabras de repente en medio del silencio ensordecedor- Esto es exactamente lo que ella quiere, que dudes de mí, ambos quieren ver la manera de destrozar la relación que tenemos y aquí estás, dudando de mí.

-No estoy dudando de ti -se apresuró a decir con la voz quebrada- Joder, jamás podría dudar de ti.

-¿Entonces que es esto? ¿Por qué no me dijiste que nos fuéramos de allí y flaqueaste? -pregunté arrugando el ceño.

-Porque me duele la simple idea de imaginar que otro hombre te puede hacer sonreír. Siento que los pulmones dejan de funcionarme cuando imagino que ese odio que ahora mismo estás sintiendo, se puede ir suavizando si conoces un poco más de Chéster.

Nos quedamos inmóviles, mirando los ojos el uno del otro, el miedo siempre se terminaba robando lo mejor de las personas. Eso fue lo que pensé mientras nos encontrábamos en aquella situación.

Le corrió una lágrima por la mejilla, entonces lo apoyé contra la pared y le besé la mejilla por la cual estaba corriendo. Le introduje la mano por debajo de la camisa, le acaricié el abdomen mientras le soltaba el aliento caliente sobre el cuello sin siquiera mirarlo.

-Ningún hombre puede hacerme sentir lo que tú -susurré con mi voz que se había vuelto un hilo- Antes de ti, los días eran monotonía, las flores simples flores y el cielo era el cielo. Ahora que te tengo puedo ver el mundo entero desde otra perspectiva, aprendí que estar viva no era simplemente respirar.

Quizá me había vuelto la persona más cursi mientras decía aquellas palabras, pero solo dios sabrá que de verdad lo sentía.

Me apartó un poco, sus grandes manos rodearon mi rostro y sus labios se estamparon sobre los míos. El miedo y la tristeza se había transformado, lo sentía en el movimiento de sus labios, el poder con el que me deseaba.

-No dejaré que ningún hombre que no sea yo te tenga London -susurró levantándome en sus brazos- Yo no voy a cometer el mismo error que cometió Dalton, no me voy a sentar a ver como otro hombre te conquista. Quiero que veas hasta donde soy capaz de llegar por ti, que veas el porqué eres mi verdadero amor.

Me apoyó contra la pared y sus labios recorrieron mi cuello, sus manos, mi espalda haciendo surcos con ellas. Mis labios se separaron, soltaron un pequeño jadeo, estaba perdida, deseosa por sentirlo más allá.

Caminó conmigo en brazos en busca de un sitio más íntimo, estábamos cerca de los baños, entramos a uno y Queen le puso el seguro. Se distanció un momento de mí una vez que me colocó en el borde del lavamanos y me miró con detenimiento.

-Eres la mujer más maravillosa que conocí en mi vida -dijo con una ancha sonrisa y volvió a besarme.

Sus manos se metieron debajo de mi vestido que ya estaba en mis caderas, alojado. Me recorrieron lentamente mientras su miembro que ya se notaba erecto me rozaba por encima de la ropa interior.

Iba a volverme loca, lo sabía. Mi cabeza se hizo hacia atrás para darle más acceso a mi cuello, los recorrió con besos húmedos y pequeñas mordidas, leves gemidos se ahogaron en mi garganta.

Me incorporé un momento, le desabroché el cinturón y luego el pantalón. Queen alzó una ceja y una sonrisa traviesa se apoderó de mis labios con una pequeña risa acompañando.

-¿Qué te tiene así? -me preguntó con la voz ronca. Como si no supiera que todo él me enloquecía.

-Todo de ti me pone cachonda -susurré cerca de sus labios- Quiero que me folles hasta que las piernas me tiemblen y no me pueda mantener de pie.

Mis mejillas se ruborizaron al decir aquellas palabras, sin embargo, el brillo en la mirada de Queen se ensombreció. Se veía perdido en la pasión, yo me arranqué la ropa interior, la lancé a un rincón del baño y me abrí de piernas, dejando que pudiera ver todo de mí.

Le alcé una ceja al verlo con la mirada perdida en mi entrepierna, enlacé mis dedos a su cabello y llevé mis labios a los suyos con furia.


Quizá me había vuelto una completa loca, una adicta a Queen, pero él era el único hombre que sacaba esa parte de mí. Salvaje, perdida en el deseo y dispuesta a todo.

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