Capítulo 10 Dejamos de fingir

Llegó la noche, al fin, me quedé parada en frente al espejo con los nervios que incluso yo podía notar, Queen vendría a conocer a Sam, esto es tal vez de los hechos más incómodos de mi vida, ni siquiera me siento tan incómoda con el hecho de pensar que mi familia lo conozca, que es algo que tendremos que hacer pronto, pero aún no, veremos como sale todo esta noche y luego tomaremos decisiones.

Es verdad que mi familia es la que mejor me conoce, pero Sam conoce secretos que incluso mi propia familia no tiene conocimiento, ya que bueno en parte tiene que ver con que mi familia vive en otra ciudad, decidieron mudarse por los estudios de mi hermana, ella quería ir a una universidad con un gran potencial y mis padres no quisieron dejarla sola.

Consideré que la decisión era adecuada, después de todo, yo tenía a Sam cerca, una ciudad que conozco de toda la vida, mi trabajo y bueno cuando ellos se mudaron, al poco tiempo empecé mi relación con Dalton, por lo que no llegaron a saber de lo nuestro.

Mi madre siempre me insistía que estaba muy sola, que necesitaba encontrar a alguien que me hiciera feliz, debo de admitir que tener que ocultarle mi relación, me rompía el corazón, pero mis padres son granjeros, no digo que esto les haga unos ignorantes, sino que son más conservadores, crecimos en un campo con los vecinos de toda una vida, seguramente si les decía que salía con un hombre que tiene quizá la edad de mi padre, no lo tomarían a bien.

No pensaba ocultarlo toda la vida, pero Dalton dijo que lo mejor era que lo habláramos con ellos cuando vinieran de visita, algo que al final todos los años se ha ido alargando, siempre en las navidades voy yo a pasarla con ellos.

De repente el timbre sonó trayéndome de vuelta a la realidad, me apresuré a salir de mi habitación, demasiado tarde, Sam ya estaba girando el picaporte para abrirle a Queen y maldije por haberme quedado perdida en mis pensamientos.

—Bienvenido, mi nombre es Sámara, la mejor amiga de London, aunque espero que hayas escuchado bastante sobre mí —dijo sonriente apartándose para permitirle el paso.

—Es un placer, ¿puedo llamarte Sam, verdad? —entró y vi un destello de diversión en su rostro— Debo de decir que las descripciones de London no le hacen justicia a tu belleza.

Observé como le tomaba la mano y dejaba un pequeño beso sobre ella, lo fulminé con la mirada, me quedé de brazos cruzados con la mirada entornada viendo como Sam se sonrojaba un poco por su actitud. Descarado, no sé en qué época creía que vivíamos, lo que había hecho era innecesario, siempre se trataba de pasar de coqueto.

—Pasemos al comedor —lo invitó.

—Un segundo —le pidió caminando hasta mí, me tomó de la mano, me jaló hacia su cuerpo y se quedó próximo a mí— Te ves encantadora, cariño.

Mis labios se separaron para reprocharle su actitud, decirle que le bajara a sus coqueteos, pero sus labios se estamparon sobre los míos con dulzura. Podría decir que me estaba acostumbrando a su calidez, a la sensación de hormigueo por todo mi cuerpo, pero decir aquello sería mentir.

Cada vez que los labios de Queen están sobre los míos se apodera de mí una fuerza mayor, no parezco la misma persona, es como si mi cuerpo completo me pidiera que me entregara a él, es simplemente una locura.

Después de aquel beso pasamos los tres en silencio a la sala, Sam había preparado la mesa para los tres personalmente, había colocado los platos de nosotros juntos de un lado de la mesa y el suyo en frente, seguramente para poder analizar cada una de nuestras actitudes durante la cena.

En cuanto estuvimos sentados, la cocinera pasó con un carrito que traía la comida, empezó a servirnos y dejó las bandejas en el centro de la mesa por si queríamos repetir.

—Sam, antes de que comencemos la cena, queremos hablar de algo importante contigo —aclaró su voz Queen al decir aquellas palabras— Yo tengo muy presente que eres como una hermana para London, es por eso que no queremos ocultarte nada de lo que está pasando.

—No entiendo —dice Sam poniendo a un lado la servilleta que estaba a punto de acomodar sobre sus piernas— ¿Tienen algo importante que decirme?

—Son dos cosas —me adelanté a decir— Sé que luego de decirte todo te va a sonar a locura, pero realmente espero que me des tu apoyo, lo necesito.

—La primera de ellas es que, yo me enamoré de London desde hace mucho tiempo, siempre la veía y decía que era una mujer extremadamente hermosa, pero por las circunstancias nunca tuve la oportunidad de aproximarme a ella —comenzó a explicar Queen.

—¿circunstancias? —repitió con el ceño fruncido y seriedad en sus palabras.

—Ella estaba saliendo con una persona, bueno, con mi padre —soltó las palabras al fin.

La mirada de Sam se fue directo a mis ojos, estaba pálida, con sus ojos gigantes como si no pudiera procesar lo que acababa de decir.

—¿Tu padre...? Es decir, Dalton... joder London, no puede ser posible —apoya sus codos sobre la mesa y hunde su rostro entre sus manos— No me estás haciendo esto, no, es una locura.

—Déjame terminar, por favor, yo no tengo una buena relación con mi padre desde hace muchos años, además ver como le mentía a mi madre ha distanciado incluso más las osas entre nosotros y aquel día en la discoteca que me encontré a London, me dejé llevar por los sentimientos que llevaba reprimiendo —comentó a lo que Sam levantó su cabeza y empezó a reír con nerviosismo.

—¿Me estás diciendo que tenías sentimientos por la mujer que se follaba tu padre? Tienes un problema hombre, definitivamente London, hoy has roto el récord de locuras de tu vida, no puedes estar hablando en serio —me mira con exasperación— Estoy esperando el momento en que me digan que todo esto es una maldita broma para reírme.

—No es una broma Sam, es hijo de Dalton, pero nos sentimos bien juntos, estamos enamorados —miré con una sonrisa a Queen que me dio un pequeño beso en la frente.

—¿¡Qué le hiciste a mi amiga!? ¿¡Fue brujería, verdad!? ¿¡Fuiste con una de esos chamanes locas que viven en una colina!? —dijo poniéndose de pie— No, no pienso seguir escuchando estas locuras, esto debe de haber sido una conspiración de los astros, debe estar utilizando sustancias ilícitas, no sé qué diablos sucede aquí, dios, si existes por favor dame una respuesta pronto.

—Me voy a casar con Queen —solté de manera tan repentina que un silencio abrumador se hizo en toda la sala.

Sam giró la cabeza de forma robótica, su rostro estaba inexpresivo, sus ojos bailaron del rostro de Queen al mío, pero ninguna palabra salía de sus labios hasta que los logró separar.

—Ustedes dos... —murmuró entornando los ojos— Le quieren dar un infarto a ese idiota de Dalton, no me crean tan ingenua, vi a London loca de amor por ese imbécil, sé cuando mi amiga está enamorada y no lo está de ti.

—Me rompes el corazón —murmura Queen con el sarcasmo asomando de la punta de su lengua— Es más inteligente de lo que suponía, bueno, ya que no tenemos que continuar fingiendo, porque al parecer lo odia tanto como nosotros...

Se puso de pie acomodando su traje, me miró con media sonrisa, luego se acercó a Sam, le dio una pequeña palmada en el hombro y salió una leve risa de sus labios.

—Ahora eres nuestra cómplice, vamos a destruir a Dalton desde dentro, se va a retorcer hasta que confiese cada uno de sus pecados, así que ahora lo que sigue es conocer a tus padres, nos iremos este fin de semana mismo London, no quiero seguir esperando, es hora de que los llames y les digas la noticia —me terminó por decir antes de dirigirse a la puerta.

—Queen, es que mis padres no manejan bien la tecnología, podemos darles la sorpresa —digo con un gesto de súplica.

—No me gustan las sorpresas, no quiero ver sus caras si les desagrada que te vayas a casar conmigo, que finjan que les agrado, no me interesa, solamente haremos lo que es correcto para tener una boda a la altura —levanta la mano a forma de saludo— Me marcho, esperen a escuchar mi coche rugir para poder hablar de mí hasta que se cansen.

—Será engreído —murmura Sam con una mueca.

No puedo evitar reírme, pero aun así hicimos lo que dijo, cuando el sonido de su coche nos anunció que se marchaba, entones Sam se dejó caer sobre la silla frente a su plato nuevamente.

—Mira esto, es un desastre que haya preparado una comida como esta, carísima, para recibirlo y que me tenga que enterar por su boca que todo es una farsa —expresa furiosa lanzando la servilleta al otro extremo de la mesa— Estás loca London.

—Sí, lo sé, pero cuando quise darme cuenta ya estaba metida hasta el cuello en esto —confieso con culpabilidad sentándome a su lado.

—Ese chico es el diablo, ¿te das cuenta como habla de su padre? Dalton es un idiota, pero aun así ese chico se ve diferente, peligroso, huele a venganza por toda su esencia —comenta con seriedad.

—Es una buena persona Sam, tiene sus razones para odiar a Dalton y creo que son bastante fuertes, porque incluso aunque lo puse contra las cuerdas no quiso decirme por qué lo odia, de ese modo —comento recordando lo sucedido.

—Tienes que tener cuidado, su personalidad explosiva, su carisma, su egocentrismo, tiene todo eso, pero también es guapo, jodidamente guapo, de esos chicos que con una mirada te tienen como quieren y eso puede ser un problema London, hará contigo lo que quiera —me advierte Sam mirando el plato de comida— Todo esto me quitó el apetito.

—Tengo que llamar a mis padres —suelto un enorme suspiro— No podemos llegar a esa granja el fin de semana sin avisar, si no mi padre va a perder la cordura.

—Se van a morir, sabes bien que ellos esperan que tengas una relación estable por un par de años antes de que se formalice un matrimonio, ahora de repente apareces con un prometido por arte de magia Puff —hace un efecto de mago con sus manos.

—Es por eso que necesito de tu ayuda, tienes que respaldarme, ellos confían en ti —junto mis manos en un gesto de súplica— Si les dices que llevamos un tiempo saliendo, un par de meses o quizá unos años, ellos van a confiar en tu palabra.

—Terminaste de pirarte chica, es que, ¿cómo vas a justificar que no se lo hayas presentado en todo este tiempo? —pregunta frotando su frente con nervios— eso no va a funcionar London, tus padres son estrictos como los míos no han sido nunca.

—Solamente te pido que respaldes lo que vaya a decirles —junto mis manos nuevamente y luego la tomo del brazo— Por favor Sam, no me abandones en esta.

—Joder, está bien, tienes mi apoyo —dice zafándose de mi agarre.

Di pequeños brinquitos al levantarme para ir por el celular, en cuanto lo tuve entre las manos me cuestioné si debería de llamar a esas horas, aunque aún fuera un poco temprano, mis padres se suelen dormir temprano para madrugar y encargarse de todo.

Aun así, no quedaba nada para el fin de semana, intentaría con una llamada, si no la tomaban debería esperar hasta mañana para poder tener una conversación con ellos.

Marqué, hice una videollamada, porque también quería verles la cara, les extrañaba bastante. Cuando tomó la llamada, mi madre la vi llevarse el teléfono a su oído y ahogué una risa.

—Mamá, que es una llamada de video, por favor separa el móvil de tu oreja —le pido aguantando la risa y me muerdo el labio inferior.

En cambio, Sam no pudo contener la risa, cruzamos miradas mientras ella separaba el celular y me miraba con sus gafas en la punta de la nariz.

—Oh qué guapas mis niñas —dice con una ancha sonrisa mirándome— Te hablaré un poco bajo, que tu padre ya se ha quedado dormido.

Podía verlo a su lado dormido y de repente un ronquido hizo que mi madre se tambaleara en la cama a punto de caerse.

—Madre mía, que susto me ha dado —se queja para luego reírse— ¿Por qué me estás llamando a estas horas London?

—Mamá iré de visita el fin de semana —comento con una ancha sonrisa.

—Oh, eso es estupendo cielo, no tienes idea de cuanto tenemos ganas de verte, pensamos que tendríamos que esperar hasta la navidad —confesó con una sonrisa tan grande que parecía que se iba a quedar con todo el rostro tenso.

—El asunto es que no iré sola, pero no vayas a gritar por el amor a dios que vas a despertar a mi padre —dije cuando la vi hacer un gesto de sorpresa.

—¿Quién es? —preguntó ansiosa.


—Es que, prefiero que lo hablemos cuando estemos juntos allí, pero de momento te diré que es una persona muy especial para mí —acabe por decir.

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