22 [Sola]
No puedo creerlo, Llantén me dejó en medio de la nada, creí que si... ¡Soy una estúpida! ¡¿Cómo pude pensar que él estaría conmigo en este momento?! Me equivoqué, Llantén se marchó y ahora tengo que caminar por la carretera en plena noche, campos oscuros me rodean y siento frío. Dios, ni siquiera sé dónde estoy.
Siento ardor en la herida de mi muñeca, seguramente debe estar infectada porque me hice daño con ese metal oxidado. Mis pies me duelen mucho por haber caminado por horas pero parece que no llego a ningún lado, la carretera no tiene fin y no hay nada, sólo campos a mi alrededor.
—Quiero ir a casa —murmuro limpiando mi nariz, de nuevo estoy llorando y no puedo detenerme. Odio esto. ¿Por qué no puedo ser más fuerte? No quiero tener más miedo.
—Lian.
No, no de nuevo. Mis pies lastimados y llenos de ampollas ya no quieren moverse. Termino arrodillada con las manos sobre el maltratado asfalto de la carretera, levanto un poco la mirada y veo como el sol sale por el horizonte pero el mismo es opacado por una figura negra. Milo.
—No te acerques —respondo al ver que da unos pasos hacia mí, él no se detiene ni por un momento hasta rodearme con sus brazos y pegarme mucho a su cuerpo. Ya no se encuentra sucio y toda la sangre que lo manchaba desapareció.
—Aunque me pidas que te olvide lo no haré —murmura manteniendo el abrazo en el cual me tiene atrapada, él se levanta conmigo haciendo que mis pies no toquen el suelo—. Al fin te tengo y nunca te dejaré ir de nuevo —habla mientras acaricia mi cabello, eso sonó como una condena.
En menos de lo que espero ya nos encontramos en medio de una ciudad, y penas la reconozco, es a donde nos mudamos.
—Me asusté mucho cuando no te encontré en tu vieja casa Li. Creí que a tu familia y a ti les había ocurrido algo horrible —habla bajándome frente a la puerta de mi nueva casa.
—Milo... —giro para enfrentarlo de una vez—. No quiero que vuelvas a acercarte a mí, no me busques. Ya destruiste mi vida por completo ¡Desearía nunca haberte enviado esa nota pidiendo que nos veamos!
—No sabes lo que dices Lian —susurra tratando de tocar mi mejilla pero yo golpeo su mano.
—Basta. Sólo quieres mi sangre, no a mí —sentencio dando unos pasos hacia atrás mientras él avanza.
—Si, pero quiero todo de ti y no puedes ordenarme que no me acerque. Eres mi favorita —Milo me toma del brazo con fuerza, acorralándome contra la puerta—. Eso me dijo Edith, no importa lo que tú quieras.
Yo lo miro a los ojos y los suyos están rojos, justo como los ojos de Walter cambiaban pero con la diferencia que éstos tomaban un color amarillo. También debe referirse a la voz de la que Llantén mencionó pero como se atreve a...
—¡Yo soy Edith, ese es mi nombre!
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