30. Alaska
CAYDEN
Horas antes.
El cuarto es oscuro, amplio, el olor a humedad es muy parecido a la mierda y cañería y el sonido del agua pasando por los tubos se contrastan perfectamente con el de los puños de dos de mis hombres golpeando el estómago de otro que está amarrado bajo una luz fosforescente.
—¿Cuántas veces debo decirte que aquí no traigas a tus torturas, Björn? — rodé los ojos al ver a mi primo al otro lado de la habitación.
—Vamos Cayden, esté Idiot necesitaba una paliza urgente. Aquí es lo más cerca que estaba a nuestra alcance.
Solté un bufido, odiaba cuando hacia esto. Patricia no entender que mi negocio era completamente legal y no necesitaba que él hiciera nada para lo contrario.
Tuve suficiente con el estúpido FBI quiénes creían que yo estaba coludido con mi primo.
Miré al hombre, la sangre goteaba por sus patilla, su rostro agotado con esos gestos de sufrimiento y los ojos a punto de cerrarse. Patético.
—¿Creíste que podrías robarme y salir inmune, Arnold? — cuestioné fríamente.
El hombre ni siquiera respondió, cuando intentó hacerlo recibió otro puñetazo en el estómago. Él había sido años atrás mi mano derecha, lo creí lo suficientemente inteligente, ahora veo que cometí un error. Alguien inteligente no se hubiera dejado descubrir fácilmente, robó 15 millones de dólares a mis clubes y casinos, no sólo eso, el muy gilipollas creyó que su mejor opción para no ser descubierto era robar las donaciones que hacía a los hospitales de niños de cáncer y orfanatos, cómo sí él mereciera más que esos niños. Me da asco.
—Piensa muy bien como vas a pagar, quizás podría vender tus órganos al mercado negro y saldar esa cuenta, ¿qué opinas? — lo miré burlón. —Björn dile a tus hombres que dejen de golpearlo, si le perforan un riñón u algún otro órgano sería un problema, bajaría su precio.
Él les hizo una señal, que sin titubeos obedecieron.
—¿Esos niños ya iban a morir de todos modos? — tosió un poco de sangre — ¿Por qué mis hijos no disfrutarían de lo que ellos jamás pudieron?
Apreté los puños con fuerza, antes de darme cuenta ya estaba en su estómago.
—¡Hurensohn!— exclamé. — Tú ni siquiera te haces cargo de tus hijos. Supongo que sí les enviamos una parte del dinero por tus órganos, también les harás un gran favor. ¿Ves quién diría que después de todo, si te harás cargo de ellos? Aunque a tu amante no podremos darle nada.
Le dedique una mirada dura.
Yo no era un asesino, por mucho que se lo merecieran esos hijos de puta, yo no iba a ser quien les quitará su miserable vida, al menos que quisieran meterse con Ale o con mi hijo, por ellos mataría hasta la última persona de la tierra.
—Él va a pagar, que trabaje contigo para que junte todo lo que le robo a esos niños, y descuentale la pensión de sus hijos.
—Que aburrido, Cayden. — se queja Björn, a él le gustaba torturar y le molesta que no lo deje hacerlo más — Sus órganos serían mucho más rápido para pagar la deuda.
—Si, pero muerto y son órganos solo es piel y ya, ya no podremos sacarle provecho después.
—Como digas.
Salí de allí, subí unos cuantos pisos antes de llegar a la planta del club, en medio muchas personas bebían y bailaban al ritmo de la música y las luces color lilas. Al otro lado había una zona especial para quienes les gustaban apostar, arriba era la zona VIP y en el segundo piso, estaban las habitaciones privadas o cómo me gusta llamarles el Orgasmischer Raum (Cuarto de los orgasmos)
Al entrar a mi despacho, me siento frente a mí escritorio, miré los papeles, casa línea y cada palabra. Aún así, no podía concentrarme, mi mente estaba jodida, yo mejor que nadie sabía eso, me había enamorado de una chiquilla. Me encontraba hundido por ella. Y, por alguna extraña manera, eso no me molesta.
Cuando estás en un mundo lleno de oscuridad, al ver un pequeño ápice de luz te aferras a él, incluso sin que tú quieras hacerlo. De pronto, ya no puedes soltarlo, ni siquiera quieres hacerlo.
Eso es la que Ale significa para mí.
¡Der Fluch! La amo, la amo demasiado que esté amor es jodidamente enfermizo, más adictivo que una puta droga. Sé que no he sido la mejor persona cuando se trata de ella, ¡Soy un hijo de puta!, pero es la primera vez que me siento de está manera que no sé cómo mierda actuar. No quiero perderla, quiero cuidarla pero aún no sé cómo hacerlo sin lastimarla.
Sólo la necesito a mi lado.
La deseo. La adoro. La añoro. Yo la amo. La amo tan profundamente que nadie la va alejar de mi lado. Sería capaz de enfrentar a un demonio solo por ella.
Regreso mi vista a los papeles, la licencia del licor, los pagos del mes, documentos sin importancia que necesitan mi firma. Supongo que hoy, deberé visitar a mi hijo y a Raquel un momento antes de ir con mi pequeña, me gustaría mucho que solo estuvieramos Lyov, Ale y yo. Sé que viviríamos mejor.
—Señor. — Fela, una de mis trabajadoras entró al sótano.
—¿Qué sucede?
—Uno de los hombres llamó, dijo que sus papás están en camino a la cabaña.
Scheiße
Corro hacia la camioneta y me dirijo a toda velocidad a dónde está mi pequeña. ¿Por qué mierda tuvieron que ir allí? Jamás van, odian ese lugar. No es una cabaña como tal, pero me gusta llamarla así por su ubicación.
Estoy preocupado.
Mis manos tiemblan, me importa una mierda si sobrepaso los límites de velocidad, maldita nieve. No me preocupan mis padres, sólo mi pequeña, conozco a mi padre y sé que en el momento en que la vea podría insultarla o agredirla, no quiero que la asusté.
Al llegar, lo primero que veo es la camioneta, las voces y a Alejandra.
Estoy furioso. Quiero matar a Raquel por haberle hablado de esa manera a Ale, ella no tiene la culpa de nada, mierda, yo nunca le dije que la amaba.
Después de que mi madre baje —sin Ale —, mi padre me mira con desprecio.
—¿Hace cuánto que estás con ella?
—Desde el verano.
—No puedo creer que hayas sido capaz de hacerlo, ¡No de nuevo! ¡Maldita sea Cayden, soy tu esposa!
Dios, yo sé que no soy creyente y que ambos estamos peleados uno con el otro, pero por favor dame fuerza.
—Tú conoces la razón por la cual estamos casados, y sabes perfectamente que no es por amor. Te suplico que dejes de dar lástima.
—¡Cayden!
—Estoy cansado de está situación, me das dolor de cabeza.
—Sólo míralas hijo. — inició mi padre con su estúpida voz de sabiduría, esa que logra convencerte de qué siempre tiene razón — Fíjate en tu esposa, ella es hermosa, y la otra niñita, seamos sinceros no se compara a tu espos..
—¡Cállate! No te atrevas a decir nada más, porque me voy a olvidar que eres mi padre.
—¿Vas a olvidarte de eso? ¿Quién crees que te salvo de la última vez?
—¿Salvarme? Jamás he necesitado tu ayuda, padre. No cómo Alaska lo hizo.
Sabía que su expresión cambiaría..
—Cayden, entiende. — se acercó mi mamá mí — No puedes hacer esto, no se nuevo.
—Tranquila mamá, Ale es diferente. Ella es mi mujer. Yo la amo.
—¡No! ¡No puedes!
—Lastima Raquel, lo hago.
—Ella no es Alaska, Cayden, ¿de verdad, vas a repetirlo?
—¡Deja de decir ese puto nombre! — mi cabeza empieza a doler..
Necesitamos a nuestra pequeña, la necesitamos.
Estoy a punto de mandar todo mi autocontrol a la mierda.
—Me voy con mi mujer, si se van a quedar son bienvenidos. Si van a delatarme dígamelo para que desaparezca por siempre de sus vidas.
—¿Acaso no piensas en tu hijo?
—No metas a mi hijo en esto padre, tú eres el menos indicado. Y claro que lo hago,.pienso todos los días en él y en el sufrimiento que le causó por estar casado con su madre.
Lagrimas se acumulan en los ojos de Raquel, no me importa. Yo muchas veces se lo dije, desde niños siempre le comenté que nunca fueas más que una amiga, ella se aferró.
—¿Por qué ella?
—Porque ella es única.
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