27. Prostíbulo

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Alejandra

Libertad. ¿Alguna vez has experimentado esa sensación de ansiedad al inspirar el viento de una oscura y fría noche?

«No mires abajo, no mires abajo. No mires abajo.» mis piernas comienzan a flaquear, me sostengo tan fuerte del tronco del árbol que incluso mi piel arde. Nunca hubiera imaginado que incluso la libertad pudiese ser tan sofocante. Esto es lo que había deseado, ahora que estoy tan cerca de mi objetivo me siento tan ansiosa que temo, tengo miedo que te esto sea solo un bello sueño de una memoria ilusa.

¿Le has temido a lo mismo que has deseado?

El pulso de mi sangre se vuelve acelerada, siento que mis piernas perderán su fuerza y no tardaré en caer.

—No, no.— mi equilibrio se va por la borda, muevo mis brazos de arriba a abajo y como primer instinto es abrazar el tronco.

Al mismo tiempo que hago una mueca de dolor cuando mi quijada choca. Duele tanto que no dudo me salga un horroroso moretón. Me tengo que tragar todas mis lágrimas y las maldiciones, no sé cuánto tiempo ha pasado, me parece una eternidad de tiempo desde que empecé a bajar por el árbol, tengo miedo de que Cayden no tarde en despertar. 

Respiro hondo antes de seguir bajando, pongo mi pie firme sobre la madera antes de bajar cuidadosamente mi brazo y después el otro, cuando mi pie vuelve a bajar, se desliza y caigo.

—Mierda. — gruñí, cerrando fuerte los ojos. Mi trasero me duele horrores. No creo que no me pueda parar, sin embargo, sé que si no lo hago todo habrá sido en vano.

Calo profundamente, alzo la cabeza para mirar el cielo, ha pesar de la noche soy capaz de distinguir aquellas nubes grises que cubren las estrellas al igual que la luna. En ese momento recuerdo lo que Cayden me dijo la tarde de hoy, y, el hecho de que no quisiera usar condón en esta ocasión, saco las pastillas que encontré en mis primeros días, no estoy segura. Digo, en el bachillerato y en la secundaria me dieron una especie de charla sobre el sexo, pero en verdad, solo le daban importancia al condón; como no quiero correr ningún riesgo termino por tomarme todas. Una vez que, me las trago, me pongo de pie y sobando mi trasero, vuelvo a mirar adelante olvidando mi dolor corro hacia delante. No miro ni por un segundo atrás, tampoco sé exactamente porque camino voy, solo ando porque mi vida depende de ello. Estoy segura que Cayden me matará una vez que despierte y por eso debo huir lo más lejos que puedo. Necesito encontrar una estación de metro o de autobuses.

Puedo escuchar el silbido del viento correr sobre mis tímpanos, mis músculos arden y la respiración no solo se vuelve caótica también escasea dentro mis pulmones. Me detengo para encogerme para recuperar el aliento.

¿Dónde estoy? Miro a todos lados, lo único que hay en mi panorama visual son los edificios con luz apagada y el negro velo de una noche silenciosa. Debo regresar, aquí solo hay un parque solitario y todos saben que en ellos habitan regularmente vagos, borrachos y drogadictos. Me doy la me doy la media vuelta, pero antes de siquiera dar el primer paso mi cara choca con algo o — mejor dicho— alguien que huele mal.

—¿Estás perdida pequeña? — sus ojos están desorbitados.

Trago saliva, sin poder decir nada niego mientras doy un par de pasos hacia atrás.

—No temas, bonita. Yo puedo cuidarte. — rasga su voz, en su mano tiene una lata amarilla de lo que creo es tinner.

Eso alerta mis sentidos, no espero más, salgo corriendo y ése hombre detrás de mí. Su risa retumba dentro de mis oídos, esto no puede ser posible. Ni siquiera he recorrido lo suficiente, otro hombre sale de entre los árboles y arbustos.

—Suelteme, déjeme. — le suplico.

No me escuchan, me jalan y azotan contra el hierro de una banca, — Cállate, perra— me da un puñetazo en la mejilla.

—¡Sueltenme! ¡Ayuda! ¡Ayuda! — grito con todas mis fuerzas. —¡Déjenme ir, hijos de puta! — pataleo intentando safarme del agarre de los dos hombres que me sujetan de los brazos.

Mis lágrimas bajan por mis mejillas, durante un segundo logro liberarme pero no puedo correr de nuevo, uno de ellos jala de mi cabello, otro golpea mi estómago arrebatando dejándome sin aire antes de que el tercero me regresé a la banca.

—No me hagan daño, por favor.

—Revisa su mochila, — ordena uno, abro los ojos asustada. Allí está el dinero que con tanto trabajo junte.

—No. — chillo.

Mi terror aumenta, el ruido se detiene y lo único que puedo detectar es el sonido de una bragueta bajando.

Mis lágrimas y mis gritos se vuelven eufóricos, ellos solo se ríe mientras discuten quien será el siguiente. Cuando él comienza acercarse, le pateo en la entre pierna.

—¡Maldita hija de puta! — exclama furioso, sus manos aprietan mi cuello. — Voy a matarte y después follare tu cuerpo, ¿O es al revés? — ríe como un maniático. Uno de los otros dos, saca una navaja.

¿Esto es todo? Salgo de mi secuestro y ¿así terminará todo? ¡Voy a morir! Siempre creí que moriría de vieja, que tendría nietos pero jamás que mi vida acabaría de esta forma, ¿tanto mal hice en el mundo?

Entre más clavo mis uñas en su piel, más aprieta su agarre. Me dan asco, no solo por su mal olor también por su podría humanidad. Entonces, cómo si fuera el sonido de un cohete, los tres se desploman y el que tiene la mitad del cuerpo desnudo lo hace sobre mí, no puedo evitar gritar de horror.

Una figura negra quita al maldito de mí, está muerto. ¡Todos están muertos! ¿Si me alegro por eso, me vuelve mala persona? Sorbo mi nariz, la persona me levanta con fuerza.

¿Cayden? Por alguna extraña razón espero que sea él. Al alzar la vista, lo primero que notó es su retorcida sonrisa de dientes amarillos.

—Nos pagarán bien por está.

No. No. Ladeó la cabeza negando, no tengo oportunidad de negarme ni resistirme, me dan un golpe que me deja inconsciente.

**********

—Se ve muy joven, ¿no? — escucho a lo lejos una mujer.

—¿Crees que a los clientes les interese?— habla un hombre.

—No lo sé, algunos de nuestros clientes les gustan las niñas. Ya sabes, cada quien tiene sus propios fetiches.

¿Qué?

Lentamente, empiezo a abrir los ojos. Todo en la habitación da vueltas como un remolino, no tengo fuerza e incluso hasta respirar me duele.

—Dudo que podamos venderla, regularmente en la subasta solo compran bellezas. Creo que es más rentable si trabaja en el prostíbulo con las demás. — unos dedos suaves recorren la curva de mí espalda. —¿Saben si tiene familia?

—No sabemos. Pero probablemente no, creo que es una ladrona y escapaba de alguien. Dudo que alguien la busque.

—Bien, si no la buscan mejor para nosotros. Mauricio, Clemente llevenla con nosotros.

Quise pararme para impedirlo, mi cuerpo no reacciona. Está tumido y mis músculos se tensan que no puedo decir ni moverme ni un centímetro. Solo puedo sentir como soy cargada y llevada a otro lugar, lo que dice se distorsiona, se vuelve más lejano sin ningúna razón en realidad.

CAYDEN

Siento que mi cabeza duele, da vueltas y cuando abro los ojos me da una puta jaqueca que no puedo evitar gruñir.

—Ale, amor. — musito desorientado.

En ese instante recuerdo. Ella y yo haciendo el amor, un pañuelo, yo cayendo inconsciente. Cuando toco mi cabeza,  un líquido carmín sobresalen en las llenas de mis dedos

—Esa ramera. — escupo, enfadado —más— al ver mi billetera sin el dinero.

Te dije que ella nos uso. Nos convertiste en unos patéticos ingenuos.

Ignoro esa voz en mi cabeza. Tomo mi celular para marcar un número.

—Tienes tres horas para localizar a mi mujer. — estoy tan encabronado que Alejandra habrá querido jamás hacer lo que hizo.

—Entendido, capitán. — se burla mi primo, tiene suerte de no estar adelante de mí. — Pobre chica, querrá jamás haber huido.

Sin humor para soportar sus estupideces, le cuelgo. Al ver la hora en mi celular, «9:30 a.m.»

Esa hija de...

Inhalo hondo, sin mediar mi fuerza termino golpeando la pared, la sangre baja por mis nudillos, ni siquiera siento el ardor solo hay furia hirviendo por mis venas.

Esto no se va a quedar así, pequeña.

Ella es mía.

ALEJANDRA

Es mejor morir a vivir así.

No podía considerar esto como una manera de vivir, está es una vida llena de penumbra oculta entre las sombras y cediendo a las horribles perversiones de hombres asquerosos.

Quizás, este mal pensar en ello pero considero que es mejor morir a esto. Ellos nos ven como mercancía, simples objetos sin ningún valor humano solo monetario. No importa en que dirección vea, sé que no hay lugar en donde las sonrisas sean verdaderas. Todas piensan igual que yo, todas prefieren morir a vivir así.

—Derecha. — exige una voz dura al mismo tiempo que golpea la pared con un cinturón.

Mis piernas tiemblan, trato de no tambalear mi cuerpo y mantenerlo firme. Ahogando mis ganas de llorar.

¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué las ilusiones terminan cuándo ni siquiera se cumplen?

—¿Piensas que podríamos llevarla a la subasta? — pregunto un hombre con rasgos femeninos.

—No, Jheazi tiene razón. Es más rentable que la tengamos en el burdel. — ¿Burdel? ¿Van a prostituirme?

El miedo puede más que mi propio control, no soy capaz de manejarlo. Abro mis ojos y ellos me miran asqueados, un flujo tibio baja por mis venas. Ahora no sé dónde meter mi cabeza, estoy muy sonrojada. Acabo de hacerme pipí, parpadeo pero esto demuestra que no es una pesadilla y que en verdad está sucediendo.

Uno de los hombres, remplaza su gesto por una carcajada.

—Bañenla y arreglenla, la llevan a mi habitación. Voy a enseñarle, serás tan sumisa que si no te enviaré al infierno.  

Su guardaespaldas me empuja, regresándome por un patoso pasillo desolado. A los lados hay póster de mujeres semi- desnudas. Al final del pasillo, este gorila me empuja sin ningúna suavidad y caigo de bruces.

—Tu baño será pronto. — no hay ninguna emoción en su timbre.

En un pequeño cuarto de 2x4 hay más de veinte jóvenes (chicas y chicos), cada uno con diferentes expresiones; unos están tan asustados como yo que no paran de temblar, no estoy segura si ese temblor se debe al frío o al miedo de esta noche. Otros ruedan sus ojos, sus rostros son desinteresados, pareciera cómo si se hubieran resignado a esta fatica realidad.

—Orinarte no te hará salir de aquí, es asqueroso y patético. Hazte a la idea de que está es tu nueva vida.

—Esto no es vida. — digo inconsciente.

Una chica tapa mi boca, —Shh.. No digas esas cosas, si lo haces te destazaran y venderán tus órganos. —murmura en mi oído. — ¿Cómo te llamaron?

—¿Perdón? — inqueri confundida.

—¿No te ha puesto nombre Rubén? — parpadeo, no tengo tiempo de darle una respuesta.

La primera chica se mofa dándome una mirada de arriba a abajo— ¿Crees que Rubén la tomaría así? No es tan asqueroso.

—Quieres decir que él...

—¿Él... Quiere decir que él...— no puedo terminar, su asentamiento de cabeza me confirma lo peor.

Ella toma aire, — Rubén prueba a quienes nos quedamos aquí, no importa si eres hombre o mujer él te prueba.

—Tengo que salir de aquí.

—No hay escape, ni siquiera la subasta es mejor. Aquí no hay hombres que se enamoren de ti y te compren, es mejor que olvides eres una personas. Porque en este lugar solo sirven para satisfacer.

Abro la boca para renegar, no puedo hacerlo. Una tercera voz, está vez masculina me habla.

—Olvida tu nombre, aquí tú ya no existes. — dice con la mirada ida en un rincón. —Asi es mejor, lo hace más llevadero.

—¿No los han buscando sus padres?

Todos niegan.

—Mis padres murieron en un accidente.

—Escape de casa.

—Mi padre es alcohólico, mamá me abandono.

Aquí me pude dar cuenta que ellos y yo nos parecíamos en algo, no había nadie que nos buscará ni a quien le importemos.

—¿Cuántas chicas trajeron esta noche? — voces se acercaban a nosotros.

—Quince. Tenemos quince chicas nuevas. ¿Por qué pones esa cara Rollis?

—Detesto esta clase de negocios, nadie debería traficar con las personas.

—Es hipócrita que digas eso. — aquella voz resultaba fría, mecánica y al mismo tiempo burlona— Nos dedicamos a traficar cocaína, y otras drogas dañinas.

—Japo, sin niños y niñas.

—No es nuestra culpa que la sociedad se haya convertido en basura, ¿Por qué están ellos aquí? Porque la misma los ha marginado y olvidado, nosotros no somos los únicos villanos aquí.

—Esto es basura. Le dije al Don que no hiciera negocios con estos hijos de puta a quienes no les importaría vender a su propia madre.

—A veces el poder y la corrupción van tomados de la mano. No te gusta venir aquí pero lo haces, a veces pienso que eres un monje.

—Estoy aquí porque quiero asegurarme que ninguno de mis nietos se encuentre aquí, confío en que nunca deba sacarlos de un lugar como éste.

—Estoy seguro que serías capaz de incendiar este lugar si eso llegara a pasar, Rollis.

—Lo haría, Japo.

Sus pasos se alejan así como su conversación. Me gustaría que ese hombre fuera mi abuelo para que me sacará de aquí.

Minutos después, una mujer entra. Llevándome con ella, el agua ni siquiera está caliente, no me gusta como me toca ni la manera en la que me ve. Ella es mujer igual que yo, ¿Por qué nos hace esto? ¿También piensa que somos mercancía? ¿No se identifica con nosotros?

—Pareces una niña, aún. — suspira. No lo hace con pesar, su timbre es amargo. Por alguna extraña razón también receloso.

No estoy segura sí es lo correcto, aún así hablo:

—¿Qué van hacerme?

—A Rubén le gusta probar la mercancía antes de dársela a los clientes. Aunque no entiendo, porque querría hacerlo contigo, no eres suficiente mujer. — escupe. — Solo espero que sirvas para satisfacer a nuestros clientes.

Empiezo a llorar, —Por favor, no me hagan daño. No quiero estar aquí.

La mujer sostiene de mi mejilla, sus uñas parecen de gata barata y se incrustan en la lateral de mi cara —Aquí no importa lo que tú quieras, eres nuestra desde que cruzaste nuestro pórtico.

Esto no me podía pasar, había escapado del infierno para llegar a un lugar peor.

—Quizá pueda convencerlo para que te incluya en la subasta, tus órganos podrían llamar la atención de algún pez gordo.

No doy crédito a sus palabras, es un monstruo.

—Eres una maldita.

Me golpeó con fuerza, volteando mi rostro. Gracias al agua casi fría, el sonido fue mucho más fuerte, seguía desnuda, no sé que debo hacer, sí sobar la parte afecta de mi rostro o tratar de cubrir un poco mi desnudez.

—¿Quién mierda te crees para llamarme así, Ramera? Tú y yo no somos iguales, estúpida.

—No. Tú perdiste tu humanidad.

Ella sonrió, dejo ver su diente de oro y la perforación sobre sus encías.

—El dinero compra la humanidad, niña estúpida. — se acercó a mí hasta llegar a un lado de mí —Recuerda eso mientras cumples los deseos de nuestros clientes, si no lo haces venderemos tus órganos al mercado negro no lo dudes.

Miedo, una palabra bastante conocida para todos, así mismo, el ejemplo perfecto para describir lo que la mayoría de las personas sentimos la mayor parte del tiempo. Últimamente, ha sido esa misma sensación la que ha gobernado en mi vida, sin embargo, puedo decir que ahora mismo no puedo familiarizarme con él, porque sólo puedo sentir indignación, furia y frustración. Y es que, esto es una maldita injusticia, ¿por qué existen personas como éstas? Ellos son los que deberían morir.

Dios, eres una mierda por dejar que esto pase.

Oh santo cielo, soy una horrible persona. Dios me castigará, yo no quería decir eso. Lo siento mucho.

—Jheazi. Apúrate, Rubén ya terminó con la otra. — cubrí mi cuerpo con ambas manos, eso hizo que el hombre que recientemente había entrado soltará una estruendosa carcajada — Él no es paciente, tú lo sabes.

Por primera vez noté ese brillo asustadizo en su mirada. Ella al igual que las personas dentro de esa habitación, le temen a ese hombre.

—En diez minutos la tendré lista, Óscar. — trago antes de empujarme  y arrojarme una toalla en la cara.

Mientras me arreglaban como una prostituta, ahogue mis ganas por llorar para tratar de trazar un plan. Un vestido negro que apenas cubría mis muslos, la tela era tan transparente que ni siquiera parecía que tuviera ropa. El maquillaje estaba más que sobre saturado, la tinta roja sale de la línea de mis labios, las sobras oscuras y el polvo hacían que mi piel se viera igual a una galleta de polvoron.

Ése tipo era un maldito enfermo.

Al estar —supuestamente— lista fui llevada por un largo pasillo no de mejor pinta que los anteriores, no tenía ni un toque femenino sino uno de colores fúnebres, las únicas flores que adornaban el pasillo ya estaban marchitas, con los pétalos caídos. En este punto, solo sobresalía una puerta plateada que brillaba en toda esta oscuridad. Mis piernas no paran de temblar, ni siquiera puedo moverme. Me empujan y por eso avanzó en su interior.

El hombre que está adentro sostiene una copa de alcohol, la parte superior del cuerpo la tiene completamente desnudo, por lo cual, puedo ver sus feas cicatrices en su piel y un tatuaje de una calavera en su torso —desde su abdomen hasta su pecho—, su mirada es letal y solo refleja perversión.

Cuando se levanta, quiero darme la vuelta para escapar, pero antes de siquiera llegar a la puerta ésta es cerrada y no puedo abrirla.

—No me lastimes, por favor.

Me repasa de arriba a abajo, — Te ves inocente, no estás todavía desarrollada por eso te da un toque infantil. Me gusta. — se burla — Maria.

Empiezo a caminar temblorosa hacia otro lado de la habitación siendo seguida por él.

—NO ESPEREN. NO ME DEJEN AQUÍ CON ESTE SEÑOR— les gritó queriendo correr hacia otro lugar, busco alguna ora salida pero este lugar ni siquiera tiene una maldita ventana por dónde pueda saltar.

No me percató de la cercanía de la cama, hasta que tropiezo con ella.

—Nos la pasaremos muy bien — sujeta de mi cintura mientras se coloca encima de mi.

—¡Suéltame VIEJO ASQUEROSO! —golpeó una parte de él, no se como puede hacerlo si ni siquiera puedo distinguir.

—Estúpida —gruñe.

Escupo su rostro e intento huir, me toma con fuerza del cabello regresandome a la cama.

—SUELTEME — grito, trato de forcejear, pero no me sirve de nada. Es obviamente más fuerte de que yo, me duplica el tamaño en todos los sentidos.

Da una gran bofetada que me deja aun más desorientada, como un costal de papas me toma. Pasamos por donde esta la fiesta para ir a los cuartos.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! — grito o por lo menos lo intento.

Golpeó y pataleo pero aun asi no funciona. Se harta y azota su puño en contra de mi mejilla, eso me desorienta todavía más.

Deje de creer en los milagros y volví a tener fe en ellos cuando alguien interrumpió al otro lado de la puerta.

—Bocho, sal de ahí. Necesitamos a esa mujer. — grita un hombre. Su voz es mucho más ronca e intimidante que la de este sujeto o los demás que hayan escuchado. , me recuerda mucho a la de Cayden. La reconozco, es uno de esos hombres que se estaban hablando.

Él gruñe, —Chinga tu madre, Japo. — no parece obedecerle, chupa mi cuello haciendo que me arda y chille. Esto es asqueroso.

¿Qué hice para merecer esto?

Él maldice en otro idioma. Mierda, se parece mucho a la manera de hablar de Cayden. Pero, ¿Cómo lo llamo?

Este maldito intenta meter la mano en mi escote, es en ese instante que el estruendo de las balas se disparan a las puertas y dos hombres entran seguido de otro mucho más alto. Su mirada es fría, gris y carece de cualquier emoción, si no estuviera aquí, diría que es muy atractivo.

—La mujer de los alemanes escapó, creen que la trajeron aquí. — dice neutro. Me dan escalofríos. —Me das asco, así que no me importaría clavarte una bala en el culo.

—Maldito hijo de perra. Esta niña es mía.

Una pequeña sonrisa se esboza, esa que te hace saber que es una persona controladora.

Él se acerca, sin temor ni que lo vea venir este hijo de puta, el otro lo golpea en el altibajo haciendo que se retuerza de dolor.

—Llevénsela.

Los otros dos grandulones parecen tenerle más respeto a este otro hombre, me toman de los brazos y me levantan.

—¿A dónde me llevan? — les pregunto más de una vez.

Parece que son sordos porque ninguno me responde ni planean hacerlo.

—Junto a las demás en el patio.

—Si, Japo.

Japo. Es bastante joven, parece incluso de mi idea. Es un desperdicio que una persona igual a él esté en estos negocios tan turbios.

—El Don no vendrá hasta que sea la hora de la subasta.

—No esperaba menos de él, nos deja siempre a nosotros el trabajo, Rollis

—El Don confía en nosotros. — dice con sarcasmo un hombre que se ve mayor.

De nuevo, es de noche. No estoy segura que sea el mismo día en que escape ni el que me atraparon. Aunque, me es difícil creer que sea otro día.

Llegamos a un patio desolado con el piso de cemento, además de mí otras diez niñas están en el piso vestidas de manera muy similar a mí, la mayoría está llorando y otras se mantienen tan neutras que siento más pena por ellas.

Me arrogan hasta que caigo al piso para cerrar el círculo.

—¿Qué nos van hacer?

¿Venderán nuestros órganos? ¿Nos obligarán a participar en una orgía?

El fluido de mis pensamientos se detiene al escuchar unos pasos acercarse.

Oh no.

Sí es quién creo que es, estoy muerta.

Hier sind die Mädchen, die sie gestern im Morgengrauen mitgebracht haben (Aqui están las chicas que trajeron en la madrugada de ayer) — dice en ¿Alemán?

Danke schön. Cayden, ganz dein. (Gracias. Cayden, todas tuyas.) — oh carajo.

Sin duda alguna soy la chica más despreciable de toda el mundo. Una mala broma.

Alguien se acerca a nuestro círculo y revisa el rostro de la chica que está frente a mí, lo único que puedo hacer es bajar la cara y tratar de ocultar mi rostro con mi cabello.

Du bist wunderschön (Eres bonita.)— esa es su voz.

Me he vuelto masoquista, quizá, pero me da gusto escuchar su voz.

Sigue con cada una de ellas, hasta que llega a dos chicas antes de mí que está a mi lado. Suspira y, mira a una persona — Ich glaube nicht, dass Björn hier ist. (No creo que esté aquí Björn.)

"Beende es, Cayden." Wir werden diese Hure finden (Termina, Cayden. Encontraremos a esa ramera.)

No sé que dicen pero me da miedo

Cierro los ojos, aspiro aire hasta que una fría mano alza mi rostro, su sonrisa no es nada conciliadora al contrario, me provoca un miedo abrazo.

Ich habe dich gefunden, meine Liebe (Te encontré, mi amor. — su sonrisa es siniestra y maníaca.

Me levanté de manera para nada sutil, no hago esfuerzo por impedirlo.

—Ey, esa es de mi propiedad.

Ambos nos damos la vuelta, encontrándonos con el hombre de la habitación. El tal "Rubén"

—Bocho. Es de ellos, le enviaran al Don una contribución por ella.

—Japo, nosotros la encontramos. Nos pertenece.

—Cien mil por ella.

¿Me están dando un precio? Esos hijos de perra.

—No.

—Quinientos mil.

Él no quiere dar su brazo a torcer. En ese momento, Cayden se detiene inspecciona mi cuello y sus pupilas se dilatan. Se tornan llenos de maldad e irá.

—¿Qué hiciste? — preguntó subiendo su tono. La saliva no pasa para mí garganta mis cuerdas vocales no quieren reactivar su funcionamiento, ladeo la cabeza de un lado a otro como respuesta— ¡Puta madre! Te he dicho que me respondas cuando te habló.— aprieta de mis hombros con mucha fuerza.

Quiero decir «Me lastimas» Pero no puedo hacerlo.

—¿QUE HICISTE? — sigo sin decir nada. Eso no l gusta en lo más mínimo, — ¡Maldita! — exclama, propinando una bofetada que me hace caer al piso.

Parece toro en corrida, sus fosas nasales suben y bajan, a pesar de la oscuridad puedo ver esa vena de furia later.

Lloro, —No hice nada. — cubro mi mano.

—¿Quién te hizo eso?

Va a enloquecer.

Me arrastro hacia atrás temerosa. Esto no se va a quedar así, me matará a golpes.

—Yo lo hice. — dice con orgullo el hombresillo.

Comparado con Cayden y el tal Japo es muy pequeño. Cayden voltea a verlo, esa mirada es asesina. Bruscamente, me ayuda a levantarme.

—Llevense a mi mujer.

Abro mis ojos, paso mi vista a las chicas del piso.

—Cayden, no podemos dejarlas así. No podemos permitirles que ...

—Tú no puedes escapar. — gruñe entre dientes — Espero que esto te sirva como una lección, la vida no es justa. Es una mierda, y si sigues creyendo lo contrario, seguirás siendo una ilusa creando estúpidas fantasías. Este es parte del verdadero mundo, uno que muchos se niegan a mirar o creer. — dice cerca de mi rostro con amenaza. Mira a los hombres detrás de él, parecen ser guardaespaldas— Lleven a mi mujer al auto. (Tengo una cuenta que arreglar)

Los sujetos no dudan en obedecer lo que sea que les haya dicho Cayden. Me toman de los brazos para encaminarme al auto.

No puedo dejar de ver hacia atrás, mientras grito: —¡Cayden! ¡Lo siento! ¡Pero por favor sácalas de aquí! ¡No lo permitas! ¡Te lo suplico!

No mira hacia atrás, no parece tener la mínima intención de hacerlo. Me meten en una camioneta negra. Atrás y adelante hay otras dos, cómo si toda esta basura no fuera suficiente, el sonido de una bala perfora mis tímpanos.

Grito mientras me tapo los oídos, quiero escapar. Deseo correr de aquí, pero estoy atrapada en un mundo siniestro, he salido de la burbuja que me mantenía cegada.

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Feliz año nuevo. Nuevamente les ofrezco una disculpa, pero mi celular de nuevo ha muerto y ahí estaba todo el capítulo, tuve que reescribirlo, no me gustó mucho pero espero que a ustedes si.

Voten y comenten.

Un abrazo y un beso.

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