18. Lyov

Cayden

Sin sentido.

Eso puedo definir exactamente lo que ha pasado hasta este entonces, es un sin mar de distinciones y provisiones que se han encargado de poner mi mundo de cabeza.

Soy consciente de las razones que la han llevado a temer de mi, pero como se lo dije hace un momento, soy pésimo para el romanticismo, pero con ella trató de cambiar eso, y ella no lo valora, no ve que todo esto lo hago por su bien, entonces, no me deja otra alternativa que terminar haciendo las cosas a la mala. No hubiera querido eso, jamás quise que ella saliera herida pero cada día que intentaba acercarme a ella, simplemente, me ignoraba y salía corriendo a lado de un chico que ni siquiera la merecía, alguien que sólo la engañaba con la misma niña que ni siquiera se comparaba con ella. Pero para ella siempre he sido yo el malo, y aunque me duela, ya no me importa. Quisiera que no fuera ella, pero mi estúpido corazón no me hace caso y sólo la busca a ella, la proclama.

La amo demasiado, no quiero perderla, no deseo que algún otro la tenga de la misma manera en que yo la he tenido, quiero ser el único que la haga sonreír. Alejandra era mía a pesar de que no la merecía, no estoy dispuesto a rendirme, lucharía por ella, por nosotros y lo haría todos los días de mi vida con tal de mantenerla a mi lado.

—¿Bueno?.... si Raquel, ya estoy en camino... no empieces, por favor... como sea... adiós...

En verdad que esta mujer me desespera demasiado, no puedo creer que en serio le agrade a mis padres, y ni siquiera la soportó. Admito que en la infancia era una muy buena amiga, casi una hermana pero lo que sentía por mí no era algo que yo pudiera corresponder, al principio yo se lo intente decir de la mejor manera pero nunca lo comprendió, hasta el momento jamás lo ha echo. Pero ahora, estoy decidido, quiero estar con mi pequeña, quiero tener una familia sólo con ella y ser feliz a su lado y al de Lyov.

Detengo el auto, al recordar que le tiré la comida. La preocupación por el que comerá me subleva, pero antes de dar vuelta lo pienso dos veces. Ale nunca valora lo que yo hago, entonces ese será su castigo de hoy, lo lamento mucho, espero que así valore las cosas y los detalles que tengo con ella. Continuo con mi camino.

—¡Lyov!— llamó a mi hijo que al verme sonríe y aplaude. Este niño es capaz de derretir mi corazón como toda mi coraza.

Me acerco y lo tomo en brazos.

—Hola  hijo — escucho detrás de mí, mi sorpresa es grande, cuando veo a mi madre sonriendo con ternura. Detrás de ella se asoman las figuras de mi padre y de Raquel.

¿Que hacen aquí?

Miro mal a Raquel, ella debe ser responsable de esto.

—Hola amor. — se acerca con una gran sonrisa, por lo que ruedo los ojos, recibiendo la odiosa mirada de mi padre.

Intenta darme un beso, pero yo me alejo. No quiero engañar a Ale y menos en este momento en que nuestra relación no va del todo bien.

—No deberías tratar así a tu esposa —recrimina mi padre —, yo no te enseñe a ser así.

Lo ignoro — si es mi esposa, es porque tú te aferraste a casarme con ella. — nunca le había dicho esto, pero es cuando un recuerdo llega a mi mente.

—Eres una inútil Alejandra — escuchamos cuando Anel y yo entrábamos a la casa, así como los sollozos de mi pequeña.

Camino hasta llegar a la puerta fe la casa, en donde termina el patio pero Anel me toma del brazo, deteniendome.

—No creo que sea lo adecuado, seguramente Ale hizo alguna idiotez o tal vez mi tía, la descubrió en un acoston con Aldo.
Con sólo escuchar eso, tuve el impulso de golpearla y después ir por Ale para exigirle una explicación. Tranquilo Dunkel, aun no es el momento. Me solté de su agarre y entre, quede perplejo mirando como Sandra jalaba de los cabellos a mi pequeña, como su nariz sangraba, así mismo, como su cabello y su ropa estaban cubierto de comida.

¿Que paso aquí?

—Me tienes harta, harta, harta — gritaba, mientras Ale sólo lloraba y se quejaba.

Sus hermanos no decían nada, Edmun lloraba y se ocultaba detrás del mueble mientras que Jorge se mantenía sereno con lo que le hacían a su padre.

—Eres una buena para nada, igual que tu padre. Nunca llegarás a ser nada porque eres una fracasada.

No sabía que era lo que estaba pasando, y no me iba a quedar de brazos cruzados viendo como la maltrataba. No era la primera vez que le decía algo como eso, comprendo que se encuentra desesperada ante la situación de no encontrar un buen trabajo u tener a su cargo a tres hijos, lo que no pienso permitir es que se desquite con ella por eso.

—Sandra, basta. — se exalta ante mis palabras. La suelta y Alejandra de mantiene con la cabeza baja mientras llora.

—No quiero escucharte llorar, ya te dije que llorando no se arreglan las cosas — gruñe — sube a tu cuarto, no creas que porque Cayden vino, no voy a volverte a pegar.

Asiente y comienza a subir las escaleras.

—Tu siempre tienes la culpa de todo chupitos — le dice su hermano. No dice nada y sigue su camino.

Miro a Sandra molesto.

—Siento lo que viste Cayden,  pero yo sé como educar a mis hijos, ella no quiso comer.

Se dio la vuelta y se dirigió con Edmun a quien abrazó y comenzó a consolar.

—¿Qué paso Jorge? — pregunta Anel al hermano de Ale.

Se encoge de hombros y suelta — nada, la chupitos ya sabes como es.

—No vuelvas a llamar así a tu hermana — amenazó.

—La chupitos no es mi hermana, ni siquiera tenemos los mismos apellidos.

No se como pueden actuar como si a nadie le importará. ¿Porque le hacen esto? Sólo se que ya no puedo seguir permitiendo que le hagan toda esta mierda. Mi pequeña sufre y yo no quiero verla sufrir.

—Cay, tranquilo bebé. A mi prima siempre le ha gustado llamar la atención. — hace afán de besar mi cuello pero yo me alejo de ella.

—¿Porque no me preparas algo de comer? Muero de hambre — digo con seriedad y subo. Estoy tentado a ir al cuarto de Ale y ver lo que le sucede pero antes de poder hacerlo, escucho a alguien llorando en las escaleras de la azotea.

Ale.

Subo y ahí esta ella. Oculta entre sus rodillas, su cabello esta totalmente embarañado.

—¿Estas bien? — Me mira unos momentos y mi corazón se parte al ver sus hermosos ojos llenos de lágrimas, muerda su labio mientras asiente e intenta no romperse a llorar

—Ale, no sé que paso, pero no debería llorar.

—Lo sé — chilla y muerde su labio otra vez, en un intento fallido de ahogar cualquier sollozo.

No sabía que era lo que tenía en la cabeza, creo que sopa de letras.

—Fue mi culpa— me dijo — siempre es mi culpa así que no le digas nada a mi mamá, por favor.
¿Cómo podía creer tal cosa? Mi amor, ¿Qué te han hecho?

—Ale...

—Estoy bien, profesor.

No, no lo estaba.

—Profesor... — hablo — si usted no quiere a su esposa ¿Porque esta con  ella? O si la quiere, ¿porqué sale con mi prima?— le preocupaba, sabía que algo en ella le preocupaba que su prima saliera herida. — por imbécil.

Sonrió un poco, eso me hizo sentir un poco bien.

—Vaya, y eso de imbécil ¿fue cosa de usted o de alguien más? — lo pensé un momento, había sido gracias al imbécil de mi padre.

—No lo sé. Supongo que mío.

—¿Seguro? Bueno, supongo que eso esta bien. Es mejor cargar con las cosas que uno mismo ocasiona, en lugar de lo que otros nos hacen. Si usted no le dice a nadie esto, yo no cuento el día de lluvia.

Sonreí

—Es un trato señorita Pliego.

Esto había iniciado por mi padre, por él y su maldita frase de la familia perfecta.  Pero no había tal familia, sino, estaba ese sustento del amor no había tal cosa.

Yo no sentía nada por Raquel, la unica que estaba en mi corazón era Alejandra y eso jamás cambiaría.  Ella me pertenecía de la misma manera en que yo le pertenecía a ella.

—Cariño...

Mi padre tan sólo sonrió con frialdad y yo le mire a los ojos; ya no era ese niño al que intimidaba

—No digas tonterías, todos sabemos que tú y ella, son esposos y la verdad. Me alegro, no hay mejor mujer para ti.

O si que la hay, es mi niña y mi pequeña.

—No voy a discutir contigo, sólo vine a ver a mi hijo. — Lo cargó para salir con el.

—¿A donde vas? — pregunta Raquel 

—Al parque, al cine o algún lugar donde tu presencia no me moleste y en donde no haga enojar a mi padre. Nos vemos pronto mamá, te amo.

Me despido de ella y salgo rumbo a la camioneta, donde acomodo la silla de Lyov, le colocó el cinturon de seguridad y me dirijo al asiento del frente para iniciar a manejar.

Miro por el espejo a mi hijo, quien hace burbujas con su boca y continua riendo.

—Siento mucho lo que presenciaste, campeón — le digo y él me ve— pero debes entender que no porque no ame a tu mamá significa que no te ame a ti, porque yo te amo.

Me detengo en la luz roja.

—¿Sabes? Yo tengo a alguien especial que ocupa mi corazón, pronto te la presentaré.  Es hermosa, en verdad, tiene dos oyuelos que me enamoran cada vez que sonríe. Su voz es única. Aunque tengamos problemas, yo la amo, y sé que ella pronto lo hará.

Luz verde.

Avanzó de nuevo, hasta detenerme en el parque donde me diriho con mi hijo al columpio de los bebés, lo meto y comienzo a meser.

—Sé que me he equivocado con ella desde que la conocí, pero te aseguró que mis sentimientos crecen cada vez más. Es una mujer increíble, la primera que me ha echo sentir cosas inexplicables, la unica que no ha intentado meterse en mid sábanas — en ese momento me siento mal, porque recuerdo lo que le hice; y quiero morirme.

—Sé que si la conocieras la amarias, pero no debes amarla demasiado, porque ella es mía — Me rió, a pesar de no saber porque, él también lo hace.

Después de pasar una grandiosa tarde a lado de mi hijo, regreso a la casa de Raquel. Lyov duerme.

—Ya regresamos — Lo colocó en su cuna, no sin antes cambiarle el pañal.

—Cayden, ¿vas a quedarte? — se muerde el labio. Mis papás al parecer regresaron a Alemania.

—No.— necesito ver a mi mujer. No ha comido y me preocupa lo que le pase.

—Por favor, quédate y...

—No, tengo cosas mejores que hacer.

—¿Acaso hay otra mujer? Es eso, ¡cierto! — grita enloquecida.

Esto ya me harta — si, si tengo a otra mujer.

Me propina una cachetada, la cual, ni siquiera me duele, todo lo contrario, si este es su desquite, por mi perfecto. 

—¿Y así tan cinicamente me lo dices?— pregunta furiosa. 

Elevo una ceja, ya le he dicho un millón de veces que yo no puedo amarla, así que ese cuento de la familia perfecta se lo creo, ella sólita.—Querías la verdad, y esa es toda la verdad. Yo tengo a alguien que amo con todo mi puto corazón. 

—No creo que ella te ame tanto, si acepta ser la segundona y encima llamar a esta casa, decente. 

Esta comenzando a enfadarme. La tomo con fuerza de las mejillas y Raquel se queja del dolor— ¿Segundona?— pregunto con diversión y enojo— ¿y quien es la primera? Porque yo que sepa, tú nunca haz contado. 

—Eres un maldito, hijo de perra— chilla. 

—Y tú eres una mujer sin dignidad.— le suelto.

Sonríe con una mezcla de seducción y furia— tengo mucha más dignidad que tu putita, esa llamada Anel, por Dios, si que es una putita de primera. 

La miro con impresión unos momentos. ¿Todo este tiempo ha estado haciendo referencia a ella? Si que es estúpida, las dos son estupidas. Pero esto me conviene demasiado, Anel piensa que estoy bien con Raquel, no se necesita ser un genio para saber que es lo que le contesta. 

—No voy a seguir peleando contigo Raquel, simplemente no vales la pena. 

Me detiene del brazo y se acerca deseosa a darme un beso, por lo que, rápidamente la aparto.  

—No lo vuelvas a hacer— amenazo. 

Chilla en su lugar, para gritar— será que no te es suficiente con una mujer de verdad que buscas la calidad de otra vagina, porque te aseguro que ella no es más mujer que yo. Y si no somos capaces de complacerte, quizás es porque estas en la dirección equivocada. 

Me detengo y volteo furioso, se esta metiendo con algo que no debe—¿Qué mierda haz dicho?

—Que quizas el joto seas tú— grita con burla, me acerco peligrosamente a ella. 

La azoto en contra la pared y coloco mis manos sobre su cuello, no me importa la fuerza que ocupe, si he podido lastimar a la mujer que amo, Raquel no sería la excepción— No sé lo que intentas insinuar y tampoco me importa, porque yo no soy el imbécil que caerá en tu estúpido jueguito.— me mira asustada— no vuelvas a decir tonterías, porque te va a pesar. Y para tu información, ella es más mujer que tú. Ella no debe usar esta manipulación barata o esperar a que llegue completamente borracha, porque a ella y solo a ella soy capaz de hacerle el amor— con solo recordar su hermosa cara, hace que mi corazón quiera salirse como loco. 

La suelto y dejo caer, mientras busca un poco de aire y me insulta un millón de veces, finalmente salgo de la casa para ir en camino a mi hogar, pienso en que le puede gustar a mi pequeña para comer, y recuerdo que a ella siempre le han gustado los tacos, por lo que paso por una orden.

Llego al portón de la unidad, en donde el guardia que mi primo contrato, abre la puerta. Subo al departamento y abro la puerta, puedo escuchar a Ale llorar y me parte el corazón. No me gusta verla así porque joder, la amo demasiado. Pero tampoco puedo permitir que me siga viendo como el débil. Entro a su habitación y continua abrazando la almohada. Tiene los ojos cerrados, por lo que veo, esta dormida e incluso en sus sueños llora. 

La miró y una una sonrisa se me escapa de mis labios, la tengo conmigo, muy lejos de lo que alguna vez la lastimo. De los gritos de su madre, de los insultos de su madre, de las hipocresías de sus primas, de los engaños del idiota de Aldo,  de las falsas amistadas. Ahora solo somo ella y yo en este pequeño mundo, somos ella y yo contra todos. Tal vez, las circunstancias no han sido las correctas, pero todo lo que quiero lo tengo, y a ella la deseo. Es mi maldita doga, mi mayor tesoro, lo más hermoso de la vida. 

—Pronto las cosas serán diferentes, por favor, acepta lo que te ofrezco— susurro mientras le acaricio el cabello. 

Se remueve un poco y abre los ojos— Te traje tacos, pequeña. 

—¿Ahora se preocupa?— ruedo los ojos. No puedo ser lindo porque siempre pasa esto. 

Suspira— lo siento profesor Dunkel— la miro con una ceja arriba y se encoge de hombros— lo siento, Cayden. Pero tengo hambre y eso...

—Siempre te pone de mal humor, lo sé.— le sonrió y ella asiente. La conozco mejor que nadie.— perdóname a mi, por dejarte sin comer, pequeña. 

No dice nada y le paso los tacos. 

—¿Porque llorabas?— no responde— Alejandra, sabes que me molesta que no respondas. 

—También te molestas cuando lo hago— me contradice.— Sabes perfectamente que no quiero estar aquí, que quiero ir con mi familia. 

  —Y tú sabes que eres mía.— le recuerdo y me mira con molestia. 

—No soy un objeto como para pertenecerle a alguien. 

—No, pero eres mía de la misma forma en que soy tuyo. 

Niega mientras rueda los ojos— me rindo con usted.— gruñe y muerde un taco. Sonrió, es tan linda. 

—Te amo. 

—Usted esta loco. Ya me canse de esto. 

—¿Qué propones? No digas que te deje ir, porque no lo haré y me harás enojar. 

Se queda callada. 

—¿Podrías irte? Quiero estar sola.

Me duele su indiferencia, porque yo la amo como un loco. Pero lo hago, como siempre con el corazón destrozado. No importa cuanto lo intente, ella no me acepta. Y eso me hace enojar más. 

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