Capitulo 4: La Amante


Se terminó de atar el vestido al cuello y se miró en el espejo. ¿De qué le servía llevar la espalda descubierta si no la enseñaba? Esa clase de vestido era para lucirlo en la calle, en una tarde soleada y cálida. Agarró unas horquillas y se hizo un sencillo recogido que dejaba caer algunos mechones rizados alrededor de su cara. La verdad es que tenía un aspecto muy sexy, lo suficiente como para llamar la atención de cierto hombre pero seguía pareciéndole excesivo para lucirlo en aquel sitio.

 Una vez más se miró el escote refunfuñando. Quedaba muy provocativo que se viera el sujetador, pero no le gustaba nada que se le viera por detrás. Por otra parte, el sujetador no combinaba nada, destrozaba la elegancia y sensualidad del vestido y a lo mejor no debería llevarlo puesto.

Iba a desabrocharse el sujetador cuando escuchó el suave clic de la puerta abriéndose y se detuvo. ¿Vendría a traerle la comida? Aunque aún era algo pronto si tenía en cuanto que solía traérsela al rededor de las dos del mediodía. ¡Qué extraño!

- Natsu...

Se calló al ver que no era él quien estaba en el umbral de la puerta. Era una mujer y era muy hermosa. Tanto que tuvo que contenerse para no abrir la boca formando una perfecta o por el asombro. ¿Quién sería ella?

Era un poco más alta que ella, y no estaba ni excesivamente delgada (como ella), ni gorda sino que perfecta. Tenía la tez algo bronceada pero sin exceso, lo justo para llamar la atención de los hombres. El cabello corto y blanco hacia juego con sus ojos azules y redondos. La nariz algo puntiaguda y los labios carnosos pintados de rojo. Ella vestía unas botas de piel negras y tacón de aguja, unas mayas negras, un top de encajes negro y una chaqueta de cuero negra hasta las rodillas, completamente abierta. Tenía un aspecto tal salvaje y tan sexy que no pudo evitar preguntarse si sería una modelo profesional y de no serlo, debería intentarlo. Esa mujer era realmente espectacular.

- ¿Así que tú eres el juguetito de Natsu? – sonrió con malicia- no me puedo creer que teniéndome a mí se conforme con tan poquita cosa...

- ¿A quién estás llamando poquita cosa?

Si había algo que no podía soportar era una diva que se daba aires de grandeza ante personas normalitas como ella. Era una persona, humana y tenía sentimientos, los suyos especialmente sensibles por su dulce carácter. Por otra parte, también tenía muy mal genio y no iba a consentir que nadie la menospreciara en lo más mínimo. Tenía una dignidad e iba a mantenerla.

Se sorprendió por lo rápida que era. En un instante estaba en la puerta y al siguiente agarrándole el mentón y mirándola fijamente. ¿Estaba tan sumergida en sus pensamientos que no la había visto venir?

- Tu nariz es mejor que la mía, pero no encuentro nada más que pueda hacerte destacar ante Natsu- la miró entera- tienes los pechos del mismo tamaño que los míos y estás demasiado delgada para su agrado, a él le gustan las mujeres con más curvas- murmuró- dime, ¿cómo has conseguido pescarlo?

-¡Yo no he hecho nada!

- ¡Ja! No me hagas reír, renacuaja.

La mujer pasó a agarrarle el cuello con una mano y apretó ligeramente para advertirle de lo que podía hacer si no la complacía. Había algo más en ella que anteriormente se olvidó de mencionar. Esa mujer parecía peligrosa, muy peligrosa y le daba la impresión de que no dudaría en matarla si le daba razones para hacerlo. ¡Maldita bruja! Seguro que no era modelo, con ese mal genio, esa falta de modales y toda aquella agresividad que tenía guardada, no la querría nadie sobre una pasarela.

- Natsu no hace más que hablar de ti a todas horas, siempre está mirando esta maldita puerta y vigila la llave como un perro guardián- gruñó- he tenido que tirármelo varias veces y echarle somníferos en el vino para conseguir esta puñetera llave así que dame respuestas.

Entonces, esa mujer estaba liada con Natsu, tenian un romance, mantenian relaciones sexuales al otro lado de esa puerta que la alejaba del mundo. ¿Cómo se había atrevido?, ¿cómo había sido capaz de raptarla por amor y tener una amante?, ¿qué clase de cruel y despiadado hombre era Natsu? 

A la mierda el plan de seducirlo. No compartiría con semejante ramera a nadie y menos aún a Natsu. Ese hombre no se merecía su cariño, ni sus atenciones, ni nada que no fuera profundo odio de ella. ¡Bastardo! Si lo tuviera delante, lo haría pedazos por haberla traicionado de aquella forma.

- Quédatelo para ti... - murmuró Lucy- yo no lo quiero.

La mujer gruñó y apretó más su agarre, consiguiendo que Lucy gimiera al no poder respirar bien. Le acababa de decir que no quería nada con él, se había apartado oficialmente de su camino, no iba a reprocharle que se quedara con ese hombre que tanto la había engañado, ¿qué más quería?, ¿una declaración por escrito?, ¿qué lo gritara? Haría lo que le pidiera con tal de que la soltara de una maldita vez. Ella ya no quería saber nada en absoluto de Natsu.

- No necesito que nadie me lo dé- aseguró- ¡él ya es mío!

- Si tan segura estuvieras, no hubieras venido.

- ¡Maldita mocosa!

La mujer le agarró el cuello con ambas manos y comenzó a apretar con más y más fuerza. Lucy gimió una vez más de dolor y se le empezó a nublar la vista. Maldito fuera su mal genio y su afán por ser la que llevara siempre la última palabra en todas las discusiones. La próxima vez que alguien la retara, si sobrevivía a las garras de esa arpía, se mordería la lengua y se guardaría todos sus comentarios sarcásticos.

Su cuerpo estaba empezando a tensarse cada vez más, no podía parar de abrir la boca en busca de aire, se le estaba acelerando el pulso. Necesitaba ayuda, esa mujer la iba a estrangular de verdad.

- ¡Lisanna!

De repente sintió que le soltaban el cuello. Cayó de rodillas al suelo agarrándose con ambas manos la garganta por el inminente dolor que sentía. Todo le daba vueltas a su alrededor pero escuchaba perfectamente lo que ocurría. Natsu estaba allí, él la había salvado y parecía enfadado, muy enfadado con la otra mujer. Así que la mujer se llamaba Lisanna, no le sonaba de nada por lo que acertó al llegar a la conclusión de que no era modelo.

Podía oírlo discutir por ella y deseaba tanto decirle a Natsu que dejara de ser tan hipócrita y se marchara con la cerda de su amante. Tenía justamente lo que se merecía, una mujerzuela con la mano floja y más mal genio que un bulldog.

- ¿Qué haces aquí? – rugió Natsu- ¿y por qué tienes la llave?

- Es que pensé que no te importaría que yo...

- ¿Intentaras estrangular a la mujer a la que amo? – preguntó enarcando una ceja- no eres más que una estúpida celosa.

Ambos dejaron de discutir cuando la mujer rugió furiosa por la confesión de amor del hombre. Lucy, también rugió por lo bajo, ofendida por las palabras de aquel mentiroso. Osaba gritar que la amaba, reiterarlo ante cientos de personas para ellas desconocidas que sólo buscaban hacerle daño cuando en realidad, se revolcaba por las noches con esa pelambrusca. Como deseaba echarle las manos al cuello a Natsu y estrangularlo tal y como Lisanna trató de hacer con ella.

- ¡Desaparece de mi vista!

Escuchó otro gruñido por parte de la tal Lisanna y después se oyeron sus tacones, alejándose de ellos.

- Natsu...- murmuró con la voz ronca.

- Ya estoy aquí- se agachó frente a ella- esa imbécil no te volverá a hacer daño, te lo prometo.

Sintió como Natsu la levantaba en volandas sin ningún esfuerzo y poco después estaba tumbada de espaldas sobre el blando colchón de la cama. No pudo menos que sentir alivio al darse cuenta de que tumbada le empezaba a llegar mejor el aire a los pulmones. Ya casi había recuperado su ritmo normal pero estaba segura de que se le llenaría el cuello de cardenales.

Pensaba que Natsu se iba a marchar pero él se tumbó a su lado y se quedó acariciando su cara y su cabello. ¿Cómo se atrevía a tratarla con tanta dulzura para luego llevarse a otra a su cama?

- Me dijo que era tu amante... - murmuró con los ojos cerrados.

- Eso no importa ahora, Luce- dijo tratando de cambiar de tema.

- ¡Sí que importa! – abrió los ojos- ¿cómo te atreves a secuestrarme para intentar que salga contigo teniendo una amante?

- Luce yo...

Él parecía asustado y muy agobiado. Estaba más que claro que no planeaba presentarlas nunca, su plan era engañarla para que creyera que la amaba. Estaba claro que Natsu sólo buscaba una cosa de ella y por fin pudo recordar el por qué siempre lo rechazó. Acababa de encontrar la pieza que faltaba en el rompecabezas que se había formado en su mente desde que apareció en esa habitación.

- No intentes explicarte- le interrumpió- ahora acabo de recordar por qué nunca quise salir contigo.

- ¿Por qué? – le preguntó interesado.

- Porque nunca me he fiado de ti- sonrió- siempre supe que me la pegarías en cuanto tuvieras la más mínima oportunidad.

No escuchó ninguna respuesta por parte de Natsu, ni pudo distinguir algo con claridad en su cara debido al mareo, pero supo que estaba enfadado al sentir que se levantaba tan bruscamente y se largaba dando un gran portazo.

Si quería irse que se fuera, a ella no le importaba, él ya no le importaba. No tenía ningún derecho a enfadarse cuando era ella la que estuvo a punto de morir a cuenta de sus aventuras nocturnas y no tenía ningún derecho a odiarla cuando era ella la engañada. Podía dar todos los portazos que le diera la gana, gritar cuanto quisiera pero no conseguiría amedrentarla y mucho menos que la amara. Él la había traicionado.


....


- ¿Dónde está esa zorra?- se apresuró a preguntar.

- ¿Te refieres a Lisanna? – Gray cogió una carta del montón- creo que se ha ido a tu habitación.

Natsu observó como Gray ganaba a sus cuatro contrincantes con una escalera de color y luego se dirigió hacía su habitación a paso rápido y firme.

Si Lisanna no hubiera entrado en la habitación de Lucy nada de eso habría ocurrido. Si de verdad Lucy había tenido ese concepto de él en la adolescencia ahora tendría uno peor gracias a Lisanna. Además de que conociendo a Lucy, estaba seguro de que le gustara él o no, nunca sería capaz de compartirlo con otra o salir con él sabiendo que podía pegársela. Pero él nunca había pretendido estar con otra mujer a parte de Lucy. Lisanna sólo era el repuesto hasta poder tenerla. Ahora que la tenía, no se iba a arriesgar a perderla para siempre. No se acostaba con Lisanna desde que empezó a trazar el plan para raptar a Lucy. Ya habían pasado tres meses desde entonces y no pensaba fastidiarlo todo para obtener una noche de pasión con esa mujer. Prefería mil veces una caricia de Lucy, tenerla a ella para toda la vida, su maravillosa sonrisa. Lisanna iba a pagar muy caro lo que quiera que hubiera dicho, el haberle robado la llave mientras estaba en su turno de vigilancia y el haber intentado matar a Lucy.

Abrió de golpe la puerta de la habitación y se encontró la ropa de Lisanna esparcida por el suelo.

- ¡Te estaba esperando, Natsu!

Lisanna estaba desnuda, metida bajo las sábanas de su cama, esperándolo y él no pensaba corresponderle. Ni siquiera se planteaba el fastidiarlo todo con Lucy por esa mujerzuela sin escrúpulos.

- ¡Lárgate de aquí inmediatamente! – le ordenó- y ni se te ocurra volver a mi cama.

- ¿CÓMO?

Lisanna se salió de la cama furiosa y fue corriendo hacía él. Agarró las solapas de su camisa y le miró con furia contenida.

- ¡No me vas a dejar por esa cría!

Natsu le agarró las muñecas con fuerza y la miró colérico.

- Si Lucy me rechaza por culpa de su pequeño encuentro contigo, te juro que haré algo peor que echarte- la amenazó- además, te eché de mi cama hace varios meses, asúmelo de una maldita vez.

Lisanna tragó saliva con fuerza sabiendo perfectamente de qué era capaz aquel hombre. En la habitación cuando se acercó a ella para que soltara a Lucy y le agarró el brazo, había estado a punto de rompérselo. Con ella era duro y frío, pero con esa maldita mocosa... lo había visto al ver como la miraba, había ternura y calidez en sus ojos. Ella nunca había conseguido que la mirara así.

Agachó la cabeza y se soltó de él enfadada. Se agachó cogiendo toda su ropa y al levantarse le miró suplicante.

- No voy a cambiar de idea, Lisanna.

Fueron mucho más que frías esas palabras. A una amante cualquiera le habrían molestado pero a ella le herían. ¿Por qué demonios se había tenido que enamorar de él? Estaba claro que él nunca la había visto como algo más que un pedazo de carne, una diversión mientras esperaba el momento oportuno para atrapar a su querida Lucy. Ojala se atragantara con sus palabras y esa muchachita indecisa le diera con la puerta en las narices.

Pasó de largo a su lado y salió al pasillo sintiendo como Natsu cerraba la puerta a su espalda. Apretó los puños con fuerza y lloró desconsolada. La única opción que le quedaba era largarse a otra sede de la organización, antes de que Natsu cambiara de opinión y la matara.

- ¡Me las vas a pagar maldita mocosa!



Continuará...


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