Capítulo XVI
Ya era casi media noche, Camus y Saga recién regresaban de su viaje a Siberia. Cansados, pero un poco felices.
–Amor... Tengo miedo...
–No te preocupes, mi hermoso francés, yo te acompañaré.
Si bueno... Era obvio lo que pasaría, ¿no?
Flashback.
Habían pasado ya algunas horas desde que de deshicieron del último espectro, se encontraban recogiendo sus cosas.
–Camus... –Tomó las manos del mencionado.
–¿Si?
–Tal vez suene un poco directo y quizás no sea un buen momento pero... Quería saber si... ¿Te gustaría... ser mi pareja?
El galo se sonrojó y paralizó al mismo tiempo. Debía pensarlo bien. La respuesta que le diera al griego sería su perdición o su salvación.
–¿Camus...?
–Yo... –Lo meditó, en serio– Si, claro que me gustaría.
Los ojos de Saga se llenaron de felicidad, el chico de quien había estado enamorado por mucho tiempo le dijo que si.
Sin pensarlo dos veces, unió sus labios con los de su ahora novio. Camus se limitó a colocar sus brazos sobre el cuello del mayor y este colocó sus manos en la cintura del francés. Separándose por falta de aire, ambos se sonrieron y terminaron de recoger sus cosas, para luego dirigirse al Santuario.
En el camino, el galo contó al griego acerca de cierto prisionero que tenía en su templo.
Fin del Flashback.
Y si, tengo la seguridad de que desearán matarme, pero era más que obvio lo que ocurriría... El alacrán es muy lento. Aunque... no dejen de leer, que esto no se ha acabado.
Ambos caballeros ascendieron hasta Acuario tomados de las manos, habiendo dejado sus cosas en Géminis, llegaron al onceavo templo para dar libertad al caballero de Escorpio.
–Te esperaré aquí... –El mayor besó dulcemente los labios del galo, para posteriormente sentarse en la cama.
Camus suspiró decidido a rogar, de ser necesario, disculpas al griego. Abrió la compuerta que llevaba directo a la habitación de Milo, y entró; llegó a la puerta preparando la mejor de sus sonrisas.
Al entrar la luz que se escabullía de la puerta dejaba ver al octavo guardián sentado en el suelo, completamente dormido.
–Milo... –susurró.
–¿Mn...? –El nombrado se despertó y talló sus ojos– ¿Camus...?
–Si, Milo.
–¡Camus! –Escorpio se levantó lleno de felicidad para luego correr y abrazar al galo– ¡Volviste!
–Je, si, si –Correspondió, abrazando fuertemente a su contrario.
–¡Me alegra que ya estés de vuelta, amor! –Besó apasionadamente los dulces labios de Camus.
El griego llevó al Acuario directo hacia la pared, chocando con esta, colocando sus manos en la cintura del francés. El galo, por su parte, colocó sus brazos alrededor del cuello del mayor, correspondiendo al contacto y comenzó a llorar.
Milo se separó y tomó el rostro del galo entre sus manos, mirándolo con preocupación.
–¿Qué pasa, amor? ¿Estás feliz de verme?
–Milo... –Tomó las manos del mayor entre las suyas– ya no es necesario que me llames así.
–¿Cómo dices?
–Yo... voy a liberarte.
El corazón del griego dio un vuelco, su respiración se detuvo y sus ojos se llenaron de temor.
–¿Li... berarme...?
–Si. –Se puso de rodillas aún tomando las manos del escorpión entre las suyas– Milo, te ruego que me disculpes por encerrarte aquí, lo lamento. Creí que si te encerraba podrías llegar a amarme pero me he equivocado... y lo lamento...
–Camus, yo...
–Milo... te daré libertad, y te ruego que me perdones. Perdóname por esa amistad que alguna vez sentiste hacia mi...
–No, amor... –Intentó levantar al galo– yo te amo, me he enamorado de ti... –Le sonrió, intentando calmar al francés.
–Ya no tienes que fingir... tú no me amas...
¿Fingir? No, no estaba fingiendo. Había estado en una guerra interna durante varios días y... ahora se sentía inseguro.
–No, Camus. Yo sí te amo –Se colocó a la altura del acuariano–. Y no es provocado por nada, yo lo siento, te amo...
–Milo, no es lo que piensas... tú tienes algo que se conoce como "estocolmo". No me amas, sólo te hiciste creer eso.
–¡Mentira! yo no puedo tener eso. Yo te amo, estoy enamorado de ti, no es ninguna enfermedad, yo no creo eso... –Su voz se quebró.
–No debes fingir, no te haré daño alguno, he entendido mi lección, vamos...
–¡Me niego a creerlo! –Comenzó a llorar– Eso es mentira, yo me he enamorado de ti, desde antes del encierro, sólo que no quería aceptarlo...
–¡Ya basta, Milo! No me lastimes más... –Se soltó a llorar también– yo sé que no me amas, y afortunadamente me tomó poco tiempo darme cuenta... ¡Ya no finjas! No te haré daño, te lo juro.
–Por favor créeme, no te miento, yo sé que lo que siento es real, no es ninguna enfermedad...
–Basta... sea lo que sea y además... ya es tarde... ya tengo pareja.
Milo sintió que el mundo se le venía encima al escuchar eso. Eso le pulverizó su seguridad y sus ilusiones, todo lo que había construido.
–¿P-Pareja...?
–Si –El acuario se dirigió a la entrada, y volvió a los pocos minutos acompañado de alguien más–. Él es mi pareja.
El escorpión sintió como poco a poco su sangre comenzaba a hervir, se llenó de rabia, ese era su miedo, que Saga aprovechara el viaje con Camus para ganárselo y conseguir que fuese su pareja pero lamentablemente, sus pensamientos se hicieron realidad.
Milo contuvo su llanto, y fingiendo la mejor de sus sonrisas miró al galo con trsiteza.
–Vaya... eso es... supongo que me alegra... escuchar eso...
–En serio que Camus lamenta esta situación –dijo Saga tranquilamente, pasando por alto la trsiteza de los menores.
–N-No te preocupes, Saga, yo... no diré ni haré nada en su contra...
Al escorpión no le quedaba nada más que fingir todo, Camus estaba convencido que él tenía estocolmo y que lo que le decía era producto de ello. Así pues... con todo el dolor en su corazón, siguió simulando felicidad ante la noticia.
–Bien, Milo. Sólo te voy a pedir que mañana des una vuelta y llegues a la entrada del Santuario, diciendo que te liberaste de tus secuestradores, y que los venciste, o algo parecido.
–Si, claro. No te preocupes.
–Bien...
–Saga, ¿Te importaría dejarnos solos? Pasaremos una noche de amigos, como hace tiempo no lo hacemos.
–Claro. De cualquier forma, debo ir a arreglar nuestras cosas.
En realidad no le importaba, a fin de cuentas él no sabía que Milo estaba enamorado de su francés. El Géminis se retiró de la habitación y se dirigió a su templo.
–Bueno, Milo, ¿Qué vamos a...? –Un flamante beso fue la respuesta del griego.
–Hagamos esto.
–Pero Milo, yo tengo novio y tú –Un dedo fue colocado en sus labios.
–Shhh... Olvida eso, olvida todo... ahora sólo estamos tú y yo... nadie más...
–Pero...
–Tengo una sorpresa para ti...
Milo se acercó a la mesa y prendió una vela pequeña, luego otra, después otra... Poco a poco la habitación que había permanecido en penumbras hasta el momento, se iluminó dejando ver algo hermoso: velas aromáticas de color carmín colocadas estratégicamente por toda la habitación, una pequeña cama (si, una cama de verdad) con sábanas blancas de algodón y sobre estas había pétalos de rosa; al centro de la habitación colgaba un candelabro pequeño de cristal, con una vela en su centro, que más tarde fue encendida por el Escorpio. En las paredes de la habitación se colocaron decoraciones que se deshicieron de el aspecto tétrico de aquella habitación. Ya no quedaba nada del cuarto de tortura en el que Milo se encontraba encerrado.
–M-Milo...
–¿Te gusta? –El francés asintió.
–Es hermoso, Milo...
–Así es, lo hice para ti... porque te amo...
El octavo guardián se acercó lentamente al galo, y lentamente le dirigió hasta la cama, acostándolo sobre los pétalos.
–Si esta va a ser una despedida, mi amado Camus, estoy feliz de que sea en este ambiente... tendré un hermoso recuerdo...
Besó los labios del francés de una manera lenta y apasionada. Las caricias se hicieron presentes al igual que los gemidos, Milo se deshizo de las prendas que Camus traía puestas quedando ambos a los pocos minutos desnudos.
Se acariciaban con pasión, el moreno llenaba a su contrario de besos y ligeras mordidas, obteniendo deliciosos suspiros por parte del francés.
–Ah... M-Milo...
Luego de un tiempo sin tener sexo, fue difícil para Camus aceptar los dedos que fueron introducidos lentamente en su entrada para dilatarlo, este arqueó su espalda ligeramente debido al dolor y al placer. Más tarde se convirtieron en cuatro dígitos los que penetraban suavemente al francés.
Cuando Milo sintió listo a Camus, comenzó a introducir lentamente su miembro en el galo, el Escorpio entrelazó sus dedos con el contrario.
–Mhm...
El octavo guardián comenzó a embestir a Camus con destreza y lentitud, mientras mordía débilmente el cuello del francés.
–No quiero que tu novio se de cuenta, amor mío... –Rio.
–Espero que no... –Sonrió con timidez.
Las embestidas cobraron fuerza, ambos amantes ya deseaban llegar al ansiado clímax. El mayor comenzó a masturbar el miembro de Camus hasta que finalmente ambos se corrieron. Milo besó la frente del galo, antes de acercarse al oído de Camus y susurrar:
–Te amo...
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