Destino del viaje
– ¡Kiara, deja de hacer un escándalo! –. Christian me gritaba furioso desde el otro lado de la puerta.
En cuanto había escuchado el lugar en el que estábamos corrí a encerrarme en el baño, no sabía con exactitud cuanto llevaba ahí, podían ser unos minutos, o unas horas; me había resistido a salir.
– ¡Regrésame! ¡No quiero estar aquí!
– ¿Sucede algo? –. Escuché la voz del piloto.
– Nada, Frank –respondió Christian–, tiene miedo de empezar una nueva vida, aquí. Bajaremos en unos minutos más, no se preocupe.
– ¡No! ¡Regrésenme a México! ¡No saldré de aquí hasta que este avión esté allá! –. Estaba sentada en la taza del baño.
– Como quieras –algo en su voz hizo que me incorporara y pegara la oreja a la puerta para escuchar qué es lo que haría a continuación–. Eugene, sí, no lo mates, sólo dale una paliza, y cuando esté sangrando en el suelo repítele que eso es culpa de Lorena –apreté las mandíbulas antes de abrir la puerta, tan rápido que mi cabello voló por el viento causado. Christian sonrió satisfecho, sostenía un celular pegado a su oreja–. Eugene, olvídalo, ya no le hagas nada, sólo sigue vigilándolo de lejos. –colgó y se metió el celular al bolsillo del pantalón. Estiró la mano hacia mí en la que sostenía ropa, su estúpida sonrisa de victoria aún estaba plasmada en su cara.
Agarré la ropa y cerré la puerta de golpe sin decirle nada.
Cuanto tuve los jeans, el caliente suéter, los guantes y el gorro puesto salí del baño. Christian me extendía unas botas. Suspiré y me las puse.
El frío me golpeó con fuerza en la cara. Me subí a un auto negro mientras el chofer le ayudaba a Christian a subir las maletas. Recargué la cabeza en la ventana. Justo en ese momento comenzó a nevar. Hacía mucho que no veía nieve; desde que estaba en México, y eso era por la simple y sencillamente razón de que odiaba el frío, no lo soportaba, siempre amé el calor, el sol, la playa. Tardamos más o menos una hora para llegar a la casa, y pude notar que era un lugar muy solitario y con mucha nieve.
Esperamos a que el carro negro se fuera para poder entrar a la casa. En frente de la puerta (a unos metros de distancia) estaban las escaleras. Me metí y lentamente miré lo que sería mi nueva casa. Al lado izquierdo estaba la gran sala, con grandes y, notablemente, confortables sillones acomodados en media luna frente a una chimenea. Al lado derecho había una puerta que conducía al baño.
Miré divertida el W.C., su forma no es algo a lo que estuviera acostumbrada; nunca había visto un W.C. con forma cuadrada.
¿Cómo demonios voy a acomodar mi pequeño trasero en esa cosa? ¡Me voy a caer!
Al imaginarme atorada en el retrete solté una carcajada.
– ¿Qué pasa? –. Christian se colocó atrás de mí, puso sus manos sobre mi cintura y recargó su cabeza en mi hombro.
Lo ignoré, salí de la sala y me dirigí a la puerta que quedaba del lado izquierdo de la entrada. Era la cocina.
– Es... Es hermoso... –admití sorprendida.
De repente me percaté de que ya no tenía frío, así que decidí quitarme el gran abrigo que traía puesto, pero me dejé el suéter.
– Espero esta temperatura te guste. –dijo Christian viéndome salir de la cocina.
– Nunca he usado la calefacción... –respondí sin mirarlo, subí las escaleras.
La primera puerta a la derecha era nuestra futura habitación, era enorme, hermosa y acogedora, fui al baño que estaba en el mismo cuarto. Abrí la boca en forma de "o".
Salí de la habitación, en la puerta estaba Christian sonriéndome con ternura. Suspiré de manera ruidosa y crucé el pasillo para llegar a la otra puerta. Esa habitación estaba sola y sin un sólo mueble.
– Este cuarto es para nuestro bebé. –me abrazó de tal manera que sus manos tocaban mi panza que empezaba a notarse. Negué con a cabeza saliendo del lugar; no podía imaginarme a mi hijo o hija viviendo ahí.
Fui a una tercera puerta, que estaba en medio. Era un cuarto de lavado. Volví a suspirar y entré a la habitación que tenía la cama gigante. Me dejé caer de cara sobre la suave superficie. Christian me quitó los zapatos sin decir nada. Me acomodé mejor en la cama. Chris subió la maleta hasta el cuarto y sacó una pijama de pantalón y blusa de manga larga. Se acercó a mí y me quitó los pantalones; no dije nada, sólo lo miré mientras me cambiaba. Sabía que él sería feliz si yo me quedara completamente quieta mientras él me hiciera lo que quisiese, como si fuera una muñeca (pero yo quería evitar que él fuera feliz, por eso siempre intentaría alejarme de él). Me acomodé de lado. Me voltee a verlo cuando sentí que tomaba mi tobillo y lo jalaba.
– ¿Qué te pasa? –tenía una cadena en la mano– ¿Es en serio, Christian? ¿Qué crees que haré en la noche? ¿Que me voy a escabullir e iré a cualquier lugar pidiendo ayuda? ¿Crees que saldré de la calientita casa para salir a la congelada calle? Además, sé que estamos muy lejos de la sociedad, así que no tienes de nada de qué preocuparte, cariño.
– ¿No intentarás huir?
– Posiblemente sí –me encogí de hombros– pero no hoy, quiero decir, son las 9:30 de la noche, no se a qué jodida temperatura estamos, tal vez a -20 grados. Quédate tranquilo, esta noche no intentaré nada.
Sonrío de lado y salió de la habitación aun con la cadena en la mano.
Suspiré y cerré los ojos.
Estaba corriendo, escapando, iba por una calle y varias personas me veían extrañadas.
"¡Ayudenme! ¡Por favor! ¡Me tenían secuestrada! ¡Me está persiguiendo!"
Jalaba de los brazos a todas las personas, pero ellas solamente me ignoraban o me miraban como si estuviera loca. Tenía 15 años, lo sabía, no podía verme, pero era pequeña.
Un hombre, mi secuestrador, me abrazaba por la espalda capturando mis brazos.
"¡Ayuda! ¡Auxilio!". Gritaba y pataleaba, pero nadie me hacía caso.
"No tomaste tus medicinas hoy, disculpen, está loca." decía mi captor.
"¡No! ¡No!". Me sacudía sin éxito.
Sentía su lengua lamer mi oreja. Al instante me quedaba quieta, sabía que si seguía gritando volvería a hacerlo y no lo soportaría. En ese momento veía a una niña de mi secundaria, en un restaurante, sorprendida de verme siendo cargada por un hombre 20 años mayor que yo mientras gritaba por auxilio.
La miraba con la esperanza de que me ayudara, pero sólo se quedaba ahí quieta.
El hombre seguía caminando, me metía a una casa en donde vivía un anciano.
"¿Qué está pasando aquí?". Preguntaba en anciano asustado acercándose a nosotros. Detrás de él, en una gran jaula, ladraban dos enormes perros negros.
"Cállese." ordenaba mi secuestrador. Caminaba hasta la jaula y me aventaba con los perros ladrando. Se iba jalando del cabello al pobre anciano. Con miedo miraba a los grandes perros negros. Se acercaban lentamente a mí; estaba lista para que me atacaran pero no lo hacían, en cambio, se recostaban sobre mis piernas o pegaban su cabeza a mis brazos como si pidiesen caricias. Sonreía y ponía mis manos sobre sus cabezas. Entonces regresaba el hombre con el anciano. Lo aventaba frente a la jaula para que yo lo mirase. El pobre anciano estaba golpeado y sangraba por la nariz.
"Lo siento". Me disculpaba porque sabía que era mi culpa.
Mi secuestrador entraba a la jaula con una sonrisa, pero entonces los perros lo mordían de los brazos y piernas arrastrándolo mientras él gritaba. Salía de la jaula paraba y me giraba a mirar como los perros lo destrozaban. Se lo merecía, por todo lo que me había hecho.
Ayudaba al anciano a ponerse de pie y salir de la casa. Después regresaba a la jaula y dejaba salir a los perros quienes me movían la cola felices, no podía evitar sonreírles.
Desperté y me di cuenta de que estaba abrazando a Christian por el pecho y él a mí por la espalda. Me alejé de él. Recordando me imaginé que mi secuestrado (en el sueño) era Christian, bueno, eso tampoco iba a ser muy diferente a la realidad. Sonreí al pensar en como se escucharían sus gritos mientras unos perros le arrancaba las extremidades.
Me senté incomoda por lo que acababa de pensar. Yo no era alguien sádica, no me gustaba la sangre, ¿acaso sólo lo pensé por lo que Christian me había hecho desde que apareció en mi vida?
No me iba a volver como él, o como su hermano, yo odiaba la sangre, y seguiría odiándola hasta mi muerte.
Me senté y cerré los ojos intentando olvidar aquel extraño sueño.
– ¿Qué pasa? –. Me preguntó Christian al despertarse.
– Nada... Un sueño extraño... –puso su mano en mi espalda.
– Tranquila, vuelve a dormir... –intentó que me acostara a su lado para abrazarlo, pero yo me recorrí hasta la orilla de la cama lo más alejada de él como me fuera posible. Volví a dormirme y por suerte no tuve otro sueño raro.
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Gracias a todos los que votan y especialmente a los que comentan, es divertido ver sus reacciones xD jajaja igual con sus pensamientos que cada párrafo sé que si les está gustando :3 ❤️❤️
Este cap va dedicado a @Grey_Sevilla :3 Que, por cierto, aun espero mi dibujo >:c Jajajaja
Oohh! Ya llegué a los 2k seguidores! No tienen idea de mi emoción Jajajaja ❤️❤️🙈 gracias!!!!
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