Epílogo
Había veces en las que me imaginaba atada de pies y manos, con el maquillaje corrido debido a mis lágrimas de auxilio, con mi boca siendo cubierta por una cinta que enmudecía mis gritos y leves rasguños de sangre en todo mi cuerpo.
Sí, me sentía secuestrada. En realidad siempre estuve secuestrada por mis propios fantasmas del pasado.
Tardaría mucho mencionando cada suceso traumático en mi vida, el cual fue dejando una huella imborrable en mi memoria.
¿Siento miedo? Vivo con miedo desde pequeña que mis padres murieron, de cuando mi tía Lorel perdió su vida, cuando me enteré que tenía hermanos, miedo de mis torturas, a enamorarme, a tener una familia, miedo a perderlo todo.
Cada trauma, cada suceso: me hicieron estar raptada, prisionera, amarrada a mis pasados... a mis peores pesadillas.
No podría decir que uno se recupera, ya que no existe la cura de sí mismo. Es por eso que aprendemos a vivir con ello.
Algunos tendrán fantasmas inofensivos y otros diabólicos. Cada uno tiene que hacerse cargo del suyo, y luchar, porque para eso estamos aquí.
Todos fuimos o somos víctimas de un secuestro, todos nacimos para ser luchadores.
En mi caso fui destruída por mis propias experiencias, las cuales eran capaces de asfixiarme y sacarme hasta la última gota de aire.
Pero no por eso me rendiré, tenía el apoyo que necesitaba y ellos eran los que me daban la fuerza para seguir.
La fuerza para dejar de estar secuestrada.
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