9. ¿¡Que mierda pasaba conmigo?!

ISAAC

Miré la hora, ya han pasado 20 minutos y mi padre no contestaba mis llamadas.
Mis manos comenzaron a sudar frío y me emocioné cuando su nombre apareció en la pantalla.

—¡Padre!

¿Que ocurre Isaac? Estoy en medio de una reunión importante y vienes a llamarme.

—Adam está aquí, ¡¿En que pensabas?!

Dijo que quería ayudar.

Me puse firme.
—Sabes como es él, hará que todo salga mal.

¿Por qué lo dices?

Rodé mis ojos.
—Él piensa que mataste a su hermano, ¿Crees que no se vengará? Culpa tuya Lizzie morirá.

Sacalo de allí y que no vuelva a pisar las instalaciones. ¿Por qué no llamaste antes?

—¡Hace 20 minutos que lo estaba intentando! Si algo sale mal será tu culpa por lo inconsciente que fuiste.

Cuidado con lo que dices hijo —dijo cambiando su voz a más gruesa.

—Si, como sea —dije cortando y arrojé el celular a un costado.

Corrí hasta la puerta y la abrí de golpe.

—Tienes que irte —dije apenas vi su rostro.

Adam sonrió de costado y Gabriela se escondió detrás suyo.
Alcé mi ceja alarmado.
¿Qué mierda estaba haciendo?

—Parece que llegamos a un acuerdo con la señorita, nos vamos —dijo dando un paso hacia delante, pero yo me adelanté dos pasos más adelante.

—No te será fácil —me incliné a un costado e hice contacto visual —. ¿Qué te dijo niña? No te dejes manipular.

—No quiero hablar contigo, eres un asco Isaac. Adam me ayudará a escapar.

Reí fuertemente.
—¿¡Y crees que te va a dejar ir así como así?! Va a matarte Gabriela.

—No lo escuches, vamos —dijo Adam y agarró su brazo.

Cerré mis ojos.
—Dije, que de aquí nadie se va, maldito ¡Como te encanta arruinar a la gente! No voy a dejar que la mates.

—Me usas para darle la salvación de tu hermana, ¿No es así? —dijo Gabriela tomándome por sorpresa.

—¿Como... —no vi venir el golpe de Adam, justo en el medio de mi nariz.

—Vamos, prometiste que no le harías daño a nadie.

—¡Cállate y no te metas! O te mataré a ti también.

Me levanté como pude y me tiré sobre él dándole un fuerte golpe en su rostro.
Pero como era mucho más grande y fuerte, me arrojó contra la pared para luego seguir golpeándome a patadas, en el estomago y en la cara.

—¡Basta!

—Calma tu turno ya llegará —la tomó del cuello —. Ésto es por mi hermano.

El grito de Gabriela me dio un impulso eléctrico para tomar el cuchillo de mi bolsillo y clavárselo en el brazo.
Me adelanté y puse a Gabriela detrás mío.

—Tú y tu familia, que se pudran —dijo sacando el cuchillo de su brazo y lo arrojó a un costado.

Limpié la sangre de mi boca con la manga de mi camisa y reí.
—¿Como la tuya?

Un brillo de ira se reflejó en sus ojos y sacó un arma.
—Tendría que haberla usado hace rato.

Abrí mis ojos y me agaché para alzarlo de la cintura y arrojarlo al suelo.
Sus manos con las mías forcejearon con el arma, pero eso no permitió que me haya disparado en el hombro.
Di un grito ahogado y me tiré a un costado tapando mi herida en donde no paraba de brotar sangre.

—Lizzie morirá y sentirás lo mismo que yo —dijo apuntándome con el arma —. No te voy a matar, quiero sufras la muerte de tu hermana, pero —alzó el arma hacia mi frente —... esto se me está haciendo muy tentador —se acercó a mi oreja —. No te preocupes, a ella le dispararé una sola vez en la cabeza para que no sufra —me susurró.

Apreté mi mandíbula y cerré mis ojos esperando el impacto, aunque el grito de Adam me desconcentró.

—¿Niña? —dije al ver que le había clavado el cuchillo en el cuello —. ¡Abajo! —dije al ver como Adam se giraba hacia ella.

Me levanté como pude y le saqué el arma. Lo empujé con fuerza.

—Isaac... —dijo Gabriela en mis espaldas

—Chist —la callé cegado de ira y remordimiento.

—¡Dispara puto cobarde! —dijo tomando su cuello lleno de sangre.

Sonreí de costado.
—No soy como tú, desángrate y muere lentamente. Lo tienes merecido.

—Me das lástima —cerró sus ojos dando su último aliento.

—El sentimiento es mutuo —dije arrojando el arma totalmente descargada a un costado.

Tomé mi hombro y caí de rodillas al suelo.

—Estás herido, dime donde tienes el botiquín —Gabriela tocó mi hombro.

Me zafé de su agarre bruscamente.
—No me toques.

—Ésto ha sido mi culpa, por favor —dijo tomando mi cara.

—Está debajo del escritorio —miré hacia otro lado y aguanté el dolor punzante que cada vez se hacía más inaguantable.

Tragué fuertemente y me tiré a un costado con una mueca, la bala no salió y siento que me están devorando por dentro a carne viva.

—Vas a tener que sacarme la bala —dije con mis ojos cerrados.

Gabriela asintió lentamente.
—Okey, sigo tus pasos.

Suspiré profundo.
—Primero limpia la herida con alcohol, toma las pinzas y haz la búsqueda del tesoro —tuve un escalofrío y mi cuerpo se tensó por completo —. Dame el cuchillo.

—¿Para qué?

Le sonreí de costado.
—Sin anestesia me dolerá como el infierno, necesito morder el mango de madera así controlo mis impulsos —tomé el cuchillo y antes de ponerlo en mi boca, la miré fijamente —. No importa cuanto me queje o grite, tú no te detendrás. Una vez que la saques, cúbreme con una venda y haz presión.

Gabriela se quedó mirando la herida fijamente y luego asintió.
—Está bien.

Suspiré profundo y mordí el mango del cuchillo dándole la señal de que empiece.

GABRIELA

Tragué fuertemente y comencé a echarle el alcohol, para luego limpiar un poco la herida.
Cerré mis ojos al ver su malestar y tomé lentamente las pinzas.
Lo agarré del otro hombro y me incliné para comenzar a introducirle la pinza en el hueco de su piel, donde no paraba de brotar sangre, era imposible ver con claridad.

—Ya casi —dije tratando de que no se moviera.

Isaac se tensó y se puso rojo, mientras gritaba apretando fuertemente el mango con sus dientes.
Una vez que logré sacarla, pasé un poco más de alcohol y le cubrí la herida con una gasa presionándola con mis manos.
Miré toda la sangre en mi alrededor y en mi cuerpo.

—¿Isaac? Ya está, la pude sacar —dije al ver que tenía sus ojos cerrados y la respiración irregular y agitada —. Te traeré un poco agua.

Su mano golpeó la mía.
—No te vayas niña... por favor.

No pude evitar sentir un temblor cuando sus palabras llegaron a mis oídos.

—No me iré, tranquilo —dije peinando su flequillo hacia otro lado con mi otra mano libre.

—Niña... —susurró casi durmiéndose.

—¿Qué pasa? —me acerqué un poco hacia él.

—Gabriela —dijo abriendo sus ojos y alzando su cabeza lentamente, la cual quedó a unos centímetros de la mía.

Okey, me secuestró, me maltrató me golpeó, y lo más lógico seria salir corriendo.
¡Es más las puertas estaban abiertas! Era mi oportunidad. Pero sin embargo, no puedo, había algo que me lo impedía.
Lo miré fijamente a los ojos y no sé quién, creo que ambos dimos el impulso, para besamos.
Fue un beso bruto y lleno de violencia, como si quisiera arrancarme la boca de una mordida. Lo profundizó aún mas, cuando su mano libre agarró mi cuero cabelludo atrayéndome aún más hacia él.
¿¡Qué mierda pasaba conmigo?!

THEODORE

Salí al jardín "natural" como decía Judith, en donde estaba rodeado por cuatro paredes llenas de enredaderas y árboles. Si para ella ésto es natural, no me quería imaginar lo que será una prisión en su mente.
Me acerqué caminando lentamente hacia el guardia y le sonreí de costado.

—Ben ¿Cómo estás? —dijo tratando de establecer una conversación.

Alcé mis cejas.
—En realidad soy Theo, pero da igual. Ya me acostumbré.

El guardia alzó sus manos.
—Lo siento.

Moví mis brazos restándole importancia.
—Por cierto, están necesitando tu ayuda adentro. ¿Algo de un protocolo rojo?

La cara del guardia se desfiguró.
—Ay no —dijo mientras salía corriendo.

Sonreí en mis adentro y di un leve silbido.
—Listo.

Ben se asomó por la puerta y mostró las llaves de un auto.
—Listo.

—Silencioso como un ninja hermano, así se hace —dije mientras corríamos hasta uno de los muros.

Ben me impulsó hacia arriba y luego lo ayudé a él.
—Es cuestión de minutos para que sepan que nos estamos yendo Theo.

Sonreí de costado.
—Tranquilo, tengo todo bajo control.

—Por eso mismo hay que preocuparnos —dijo Ben mientras bajábamos del muro.

—Ja ja. Tu sentido del humor mejora cada día hermanito —dije golpeando su hombro e hice que cayera de cola al suelo.

—¡¿Qué acaso quieres matarme?!

Lo miré gracioso.
—Oh vamos, estabas a un metro del suelo, no exageres.

—Sabes que puedes quebrarte el cuello con tan sólo caer mal. ¿No?

Me encogí de hombros.
—Claro que lo sé —dije dando un salto, quedando al lado de él —. Andando, no tenemos mucho tiempo.

Ben rodó sus ojos y comenzamos a correr hasta el estacionamiento. Alzó las llaves del auto y presionó la alarma.

—Oh debes de estar jodiéndome ¿¡En serio Ben?! —tomé mi cabeza al mismo tiempo que nos subíamos al auto —. De todas la llaves ¿¡Tomaste éstas?!

Ben abrió sus ojos.
—¡No sabía que eran de ella! ¡Lo juro!

Lo fulminé con la mirada y encendí el motor.
—Okey trataremos de no rayarlo.

—¿Dónde aprendiste a manejar? —dijo viendo como ponía la marcha.

—Vídeojuegos, ¿Ves? Te dije que son útiles. Tú no me creías —salí a toda prisa de aquel lugar.

—Cuando vuelva, me pondré al día con ellos —dijo pensativo.

—Demasiado fácil fue escaparnos, ¿No crees? —dije doblando en una curva.

—Si, quizás nunca se lo esperaban.

—Quizás —miré la carretera anonadado.

***

Nos bajamos del auto y caminamos hasta unas casas, muy parecidas a la de las fotos.

—¿La dirección? —alargué mi mano.

—Debe ser aquí —dijo Ben seriamente —. Cuando Judith se de cuenta que robamos su auto, nos...

—Chist, ella no nos hará nada tonto —alcé una ceja —. Nos necesita.

Ben rodó sus ojos.
—Sinceramente extraño el laboratorio, el mundo aquí fuera se lo ve tan... enfermo.

Lo miré de reojo.
—Voy a tocar timbre.

—No ... —dijo Ben tratando de agarrarme, lo cual no logró.

Aguardamos unos minutos y la puerta se abrió dejando ver a una mujer.

Le sonreí amablemente.
—Buenos días señora, ¿Se encuentra su hija?

Ésta alargó su mirada divertida.
—Ya la llamo.

Asentí nervioso y ambos esperamos ansiosos.

—¿Cómo nos vemos? —dije tratando de parecer normal.

—¿Sinceramente? Como unos indigentes —se cruzó de brazos.

—Hola —dijo una chica de pelo rubio y ojos verdes —. ¿Qué quieren guapos?

Abrí mis ojos.
—Gabriela ¿La conoces? —saqué una foto de ella para que la viera.

La chica puso cara de asco.
—No, no viene a casa hace como dos semanas.

Lo miré a Ben con mi boca abierta sin saber que decir.

—¿Y no saben dónde puede estar? —dijo Ben tratando de no sonar tan nervioso.

—¿Qué no escucharon? no está, no vino más. No la culpo con 18 años yo también me iría.

—Gracias por la información. Pero mi hermano y yo tenemos que irnos —sonreí y lo tomé del codo a Ben.

—¿Y ahora qué? —susurró.

—¿Dónde se pudo haber ido? ¿Y si le pasó algo? —lo tomé de los hombros —. Debemos encontrarla.

—Sí —dijo Ben al mismo tiempo que se quedó paralizado mirando detrás mío.

Alcé una ceja y me di vuelta.

—Así que ya lo saben —dijo Judith —. Y encima robaron mi auto.

Alce mis cejas pensando alguna forma de excusarme.
—Yo no diría robar, más bien, tomar prestado.

Ben me empujó levemente a un costado.
—Cállate —me susurró.

—Al auto, ahora. Y ésta vez yo manejaré —nos señaló con su dedo índice con una cara seria y firme —. Tenemos mucho de que hablar.

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