8. Tienes que escucharme
THEODORE
Abrí mis ojos sorprendido.
—Esa chica...
—Si —dijo Ben sin sacar la vista de la pantalla —... la conozco —me miró de reojo —... la conocemos.
Hice una mueca y me fijé en los archivos a un costado.
—Gabriela Brush.
Una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo dejándome paralizado.
—¿Hermana? ¿Tenemos una hermana? —Ben arrebató los archivos de mis manos y se lo puso a leer.
—Yo... ¿Qué ésto? ¿Por qué nunca supimos nada de ella? —la miré fijamente —. Es igual a mamá.
—Tiene 18 años, nos llevamos sólo un año, pero mira —dijo con fotos en sus manos —. Ha estado viviendo con otra familia. ¿Sabrá que existimos?
Me encogí de hombros.
—No lo creo, tal vez a ella se lo ocultaron como a nosotros.
Ben asintió lentamente.
—Si, tienes razón.
—Vayamos a verla —dije ilusionado.
Ben abrió sus ojos sorprendido.
—Oh claro, diremos 'hasta luego doctora Judith, vamos a ver a nuestra hermana que nos han ocultado por 17 años por una extraña razón, pero no le diga nada a nadie' —dijo poniendo la voz aguda.
Rodé mis ojos.
—Nos escaparemos, vamos Ben, los dos ya sabemos de memoria el protocolo de seguridad de éste lugar.
Ben se cruzó de brazos y bufó.
—No tiene sentido que me niegue, porque siempre termino haciendo lo que tú dices. Maldito manipulador, y tampoco te dejaría ir sólo —agarró su cabeza —. ¿Sabes el lío que se va a armar cuando nos vayamos?
Me encogí de hombros.
—Nunca dije que sería para siempre, la traeremos aquí para que viva con nosotros —cerré mis ojos —. Ben, siento que nos necesita y por más que ni la conozcamos, es familia, la única que nos queda. Y quiero estar con ella.
Éste mordió su labio inferior y guardó unas fotos en su bolsillo.
—Está bien, estoy contigo.
Asentí emocionado y lo agarré de los hombros.
—¿Nos abrazamos?
—No.
—Okey —dije sonriendo y pasando al lado suyo —. Cierra con llave y luego déjalas en la habitación de la doctora Judith.
Ben se quejó.
—¿Otra vez yo?
—Chist —lo callé levantando mi dedo y señalé mi pecho —. Ruidoso como lavaropas roto ¿Recuerdas?
GABRIELA
Isaac golpeó dos veces la puerta del baño y comencé a molestarme.
—¡Ya salgo! —rodé mis ojos y sequé mis manos en el lavado —. Gracias —dije abriendo la puerta.
Éste me miró furioso y me agarró del brazo.
—Es la tercera vez en el día que me pides ir al baño, ¿Qué tramas?
Lo miré fijo.
—Hacer pis.
Isaac gruño por lo bajo y abrió la puerta para volver a encerrarme.
—Conmigo no juegas niña —dicho eso me arrojó al suelo y cerró la puerta de un golpe.
No me molestó ya estaba acostumbrada a su trato.
Me levanté lentamente y me fui hasta la esquina de la habitación. Moví mi manta y me arrodillé en el suelo.
Cerré mis ojos y traté de acordarme del pasillo. Tomé una roca y seguí dibujando en el suelo lo que debía de ser la puerta de salida. Aunque no estaba tan segura, ya que detrás de ésta puerta podría haber cualquier otra cosa más.
Hice una mueca al ver que al lado del baño había un escritorio con una silla, en donde supongo Isaac debía estar todo el día.
Apuesto a que en los cajones de allí deberían de tener alguna llave que me ayude.
Suspiré profundo, ya que no pude evitar ponerme algo nerviosa, planear mi escape a base de suposiciones y con la suerte que tenía, seguro que iba a poder lograrlo (notese mi sarcasmo).
Creo que en éstos momentos mi única salvación es que vengan ángeles voladores y que me teletransporten al país de Nunca Jamás o a Narnia. Estoy segura que allí no me encontrará nadie.
Sacudí mi cabeza y abrí mis ojos, estaba enloqueciendo.
El ruido de la cerradura me sobresaltó y coloqué rápidamente la manta sobre mis dibujos.
Corrí hasta el centro del lugar y me senté agarrando mis rodillas. ¿Ahora qué?
Isaac apareció con cara de pocos amigos y se me acercó a paso apurado.
Alcé mis manos.
—¿Vienes a molestarme?
Isaac me tomó de los hombros y me levantó de un tirón.
—Escúchame.
Hice una mueca y traté de separarme de él.
—No me toques...
—¡Que me escuches! —me zarandeó de un lado a otro —. Va a venir Adam —cerró sus ojos —... él es distinto, voy a tratar de arreglar las cosas ¡Carajo! —dijo soltando mis hombros —. ¡Él no tendría que venir! —me señaló —. No aceptes nada de lo que te dice ¡Nada! ¡¿Me oíste?!
Lo miré incrédula.
—¿Y me lo estás diciendo por qué... —traté de serle indiferente, pero por dentro estaba aterrada.
—Porque a él no le va a importar matarte en la primera oportunidad, los otros que han venido te torturaban, Adam no conoce esa palabra y te va a matar estoy seguro —se dijo más para sí mismo que para mí —. No nos sirves de nada muerta, no sé que se le ha metido en la cabeza para llamarlo a él.
Di un paso atrás asustada.
—No te creo.
Isaac se giró furioso.
—¿No me crees? ¡¿No me crees?! ¡Vengo hasta aquí para decirte que tal vez mueras! ¡Te digo lo que tienes que hacer! ¿¡Y no me crees?! —rió por lo bajo sarcástico —. Eres increíble.
Tragué fuertemente.
—Tal vez si gano tiempo para que planees algo, luego puedes curarme.
Isaac sonrió de costado.
—¿Ganar tiempo?
—Tú déjamelo a mí.
Isaac asintió pero antes de irse, me señaló.
—Recuerda...
Rodé mis ojos.
—Sí, ya sé. No aceptar nada de él.
—Por más que sea lo más tentador del mundo, tú dirás no —dicho eso cerró la puerta a sus espaldas.
No sé porqué pero no pudo evitar sentir una pequeña luz de esperanza con Isaac, de que en realidad no quería lastimarme.
Sacudí mi cabeza, sabía que sería ridículo él es el encargado de curarme, ¿Por qué querría lastimarme? Ahí iba yo con mis pensamientos retorcidos y sin sentido.
Comencé a caminar de un lado a otro, tocando las heridas de mi cuerpo, sabiendo que cuando cicatricen, quedaré marcada para siempre dejando a la vista los días más horribles de mi vida.
—Gabriela Brush —dijo la voz gruesa de un hombre a mis espaldas.
Lo miré un poco alterada mientras cerraba de a poco la puerta.
Okey éste tipo si que daba miedo, su altura, su mirada, su vestimenta...
—¿Quién eres? —dije con voz temblorosa.
—Oh, no —dijo riendo —. No estamos aquí para hablar de mí, sabes muy bien de quien vamos a hablar.
Lo miré con furia y a la vez con miedo.
—Pues malgastas tu tiempo, como lo hicieron los demás.
Se encogió de hombros y comenzó a caminar al alrededor mío.
—¿Sabes? Me dijeron que eres una mujer bastante fuerte para tu edad —acarició mi pelo y se puso detrás de mi oreja —. Eres la que más ha durado.
Me aparté lentamente.
—No soy de traicionar.
Adam largó una risa amarga.
—Ya, pues ¿Quién habló de traicionar? crees que por decirnos donde se encuentran tus hermanos ¿Es traicionar? —negó lentamente —. No, mi querida Gabi, convengamos que ni los conoces y ellos ni te conocen, decir donde están —levantó sus manos dudoso —... ni sabrán quien los golpeó, y tú por otro lado saldrás viva de ésta y continuarás con tu aburrida vida.
Lo miré incrédula.
—Las cosas no funcionan así, para mí son mi familia. La única que me queda.
Adam alzó su mano y la llevó a su pecho.
—Oh, tienes razón casi lo olvidaba —sonrió de costado —. Tu tía, pobre tía Loren, ¿No te sientes sola?
Mi mentón comenzó a temblar, pero no le daré el lujo de que me vea llorar.
Colocó sus manos en los bolsillos y se balanceó de un lado a otro.
—Pero yo no vine aquí para eso, no, vine a negociar tu libertad.
Lo miré seria y le di una media sonrisa.
—¿Mi libertad? De todos éstos días que llevo aquí, eso fue lo más ridículo que haya escuchado.
—¿Crees que la libertad es algo ridícula? ¿Y si te dijera que eres libre de irte? La puerta está sin cerradura y sabes mejor que nadie lo que Isaac hará contigo tarde o temprano.
Lo miré desorientada.
—¿De qué hablas?
Rodó sus ojos y sacó sus guantes lentamente, de un dedo a la vez, como si disfrutara la situación.
—¿Te creíste su historia de curarte cada vez que alguien te hace daño? —bufó por lo bajo —. Claro, todas siempre caen en lo mismo. Pero —dijo alzando su dedo —... tú seras la excepción porque te diré que es lo que te hará, si aceptas mi propuesta querida.
Tragué fuertemente y traté de recobrar mi compostura.
Ganar tiempo, ganar tiempo. Eso tenía que seguir haciendo.
—Te escucho —me crucé de brazos y no le saqué la vista de encima.
—Bueno, él es un hombre muy sádico ¿Sabes? —detuvo su charla y me miró fijamente —. ¿Te dijo que es el hijo del que organiza todo ésto? Es un chico de etiqueta —volvió sus manos en los bolsillos y rió —... por tu cara veo que no sabías nada, pero son detalles. Su hermanita tiene cáncer de sangre y al parecer tú eres por ahora su única luz de salvación. Solo que por el momento no lograron decifrarte —rió por lo bajo —. Ésta es la cosa, va a traicionarte Gabriela y se te hará tu amigo. No dejes que eso nuble tu juicio.
—No le veo el sentido de que me dejes ir —lo miré anonadada.
Se encogió de hombros.
—Verás, yo no soy un mal tipo y trato de ayudarte a escapar. No me gusta la violencia y no tendría que estar aquí. Pero que puedo decir. Me encanta arruinar el plan del querido jefecito que tenemos. Culpa suya mi hermano está muerto —su mirada se volvió oscura —. ¿Por qué crees que cuando supo que venía se preocupó tanto?
Su pregunta me llevó por sorpresa.
—Yo...
—Estaba en lo correcto ¿Eh? Así que ¿Qué te dijo? ¿Que quería matarte? ¿Que iba a engañarte con cosas falsas? ¿Crees que lo que te digo es falso?
Lo miré de reojo y comencé dudar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top