6. Algo iba mal, podía sentirlo

GABRIELA

Isaac estaba limpiando de nuevo la herida de mi brazo, que por lo visto se volvió a infectar.
Me quejé cuando su dedo rozó cerca del corte. Éste (obviamente) que no se inmutó y siguió vendándome lentamente con el detalle de que quedara perfecto.
Mi panza comenzó a doler cuando pensé que ésta no sería su primera vez curando a alguien.

—Estás callada —dijo firme y cortante mientras ajustaba el vendaje.

—¿Y por qué diría algo? —levanté mi mentón y miré hacia otro lado.

Isaac se cruzó de brazos.
—Da igual, nunca cierras la boca y ahora que lo hiciste no me acostumbro —frotó su nariz con su hombro y se levantó sacudiendo sus manos.

Mordí mi cachete por dentro y me limité a mirarlo.
—¿Voy a conocer a tu jefe?

Largó una carcajada, como si lo que acababa de decir haya sido lo más gracioso.
—No, él no es de relacionarse con las víctimas. Para eso estamos nosotros, niña.

Entorné mis ojos.
—Claro, sus sirviente. Los que hacen el trabajo sucio por él —me encogí de hombros —. Igual que una película...

—Si quieres decirlo así —dijo mientras se encogía de hombros —. Hoy vendrá Matt para ver si te afloja esa lengua que tienes.

Rodé mis ojos.
—Que lo intente. Ya estoy resignada a morir.

Isaac abrió sus ojos divertido.
—Aquí se habla de tortura, no de morir, que para mi gusto es mucho mejor la muerte ¿No crees niña? —rió por lo bajo —. Además mi deber es mantenerte viva, así que sácate esa idea de la cabeza.

—Uff que alivio —rodé mis ojos al mismo tiempo que un escalofrío hacía temblar mi cuerpo.

Antes de irse se detuvo y me miró por encima de su hombro.
—Trata de descansar, que lo que vendrá no será nada bonito —y dicho eso cerró la puerta de un golpe seco.

Bufé por lo bajo y me recosté en el suelo abrazando mis piernas sobre mi pecho.
No quería llorar, ya me harté de hacer siempre lo mismo, además no cambiaba en nada si lloraba o no. Debía ser fuerte por ellos, por el amor incondicional que les tenía sin siquiera haberlos conocido.
Me aliviaba saber que por lo menos me quedaba familia y estaban locos si pensaban que iba a decir una mísera palabra para darles la posibilidad que me los arrebaten.
Me tapé con la manta y traté de conciliar el sueño.
No podía evitar pensar en darme un baño, Dios, odiaba que mi pelo esté graso y pegajoso, ni hablar de mi camisa llena de sangre y mi jean mugriento de tierra.
La puerta se abrió dejando ver la silueta de un hombre alto y de hombros anchos que se acercaba lentamente hasta mí.
Tenía el pelo castaño y sus ojos al parecer eran grisáceos.
Tragué fuerte cuando lo vi sentarse en forma de piernas cruzadas al frente mío.
Alcé mis cejas y lo miré de arriba a abajo ¿Qué hace?

Éste me sonrió.
—Hola Gabriela, mi nombre es Matt.

Okey creo que me atraganté con mi propia saliva al escuchar eso.
—Hola... —susurré y abracé mis piernas asustada.

Matt alzó sus manos.
—No te haré nada, sólo vine para ver como estabas —me sonrió.

Lo miré incrédula.
—Es broma ¿No? —tomé mi cabeza entre mis manos —. ¡Estoy perfecta! ¿¡Cómo crees que iba a estar?!

Hizo una mueca con sus labios.
—Está bien, te sientes alterada y eso lo entiendo. Pero necesito que hables y no me digas que no entiendes lo que buscamos, porque ambos sabemos que eso es mentira.

Lo miré de reojo y me crucé de brazos.
—¿Qué es ésto? ¿Psicología inversa?

Matt frunció su frente y asintió tirando su cabeza a un costado.
—Si, más o menos.

—No sé de que me hablas —dije furiosa.

—Dijimos que nada de mentiras —me señaló desafiante —. Te doy una última oportunidad. Si nos dices lo que queremos saber prometo que te dejaremos vivir.

Apreté mis dientes, recordando lo que me había dicho Isaac.

Reí por lo bajo.
—No gracias, paso.

Matt me sonrió de costado e introdujo su mano en el bolsillo.
Lo miré atenta y me arrastré lentamente hacia atrás.

—No sé cuanto llevo encerrada aquí, pero es irónico que me obliguen a decir algo de lo que ni siquiera estoy enterada —alcé mis manos —. ¿Acaso ustedes hablan en otro idioma? No sé lo que quieren de mí —repetí lentamente las palabras de mi última oración.

—Mañana se cumplirá el día ocho Gabi —dijo en tono irónico, lo cual no me gustó mucho —. ¡Y si para el día catorce tu boquita sigue cerrada! No tendrás muchas opciones que elegir.

Me encogí de hombros.
—¿Como las que tengo ahora? —reí levemente —. Por favor Matt, seamos sinceros ¿Si?. Tú —me quedé pensando por un segundo —... ustedes, necesitan algo de mí, pero yo —puse las manos en mi pecho —... no tengo ni la más puta idea así que ¿¡Por qué mierda no sales por esa puerta y te vas a jugar a otro lado con tus amiguitos?! —dije gritando y temblando —. Oh y recuerda que antes de irte, md harías un favor si dejas la puerta algo abierta, así yo puedo escapar —le guiñé un ojo —. No le diré a nadie lo que me hicieron, tranquilo.

Matt me miró de reojo y no lo vi llegar cuando su mano voló a mi rostro, haciéndome girar la cabeza hacia el costado por el impulso.

—¿¡Crees que todo ésto es un juego?! ¿¡Eh?! —sacó de su bolsillo un arma de electrochoque.

Abrí mis ojos y mi mentón comenzó a temblar.
—Aléjate.

Matt rió y me rozó el brazo con eso provocando que soltara un grito desgarrador de lo mas profundo de mi garganta. Un dolor interno me invadió por completo el cual hacía que me contrajera en el suelo y no podía moverme.

—¿¡Donde están Gabriela?! ¿¡Donde están tus estúpidos hermanos?! —dijo al mismo tiempo que me daba otro choque más.

—Para por favor —lloré y alcé mis manos como pude —. ¡Basta! —grité agobiada.

Pero eso no hizo que se detuviera.

THEODORE

Hice una mueca y caminé de un lado a otro.
Algo iba mal podía sentirlo.
Asustado salí corriendo de mi habitación y fui en busca de Ben.

—¿Y ahora que te pasa? —dijo con sus ojos cerrados del sueño mientras abría la puerta.

—¿Estás bien? —agarré sus hombros y cerré la puerta de su habitación a mis espaldas.

—Sí, ¿Tú estás bien? —me miró raro.

Rodé mis ojos.
—Tengo el presentimiento Ben, el mismo que siento cuando tú estás mal.

Éste asintió lentamente.
—Si, lo he sentido otras veces pero la última vez fue cuando te desmayaste.

Negué lentamente.
—No, no, ésta vez lo siento fuerte, muy fuerte —cerré mis ojos asustado y un sudor frío inundó mi espalda.

Ben me miró con sus brazos cruzados atento a mis movimientos.
—¿No será que te duele el costado de tu pecho aún? —dijo tocando el lugar afectado.

—¡No! Te juro que no, algo va mal —lo miré a los ojos desesperado —. Lo he sentido otras veces aunque no le di importancia, pero esta vez es distinto. Es más fuerte.

Ben abrió sus brazos.
—Lo siento hermano pero estoy bien y no percibo nada por ahora —se fijó en el reloj de la pared —. Y no me parece muy oportuno de tu parte tocarme la puerta a las 4.30am. Vete —movió sus manos en mi cara.

Lo fulminé con la mirada.
—Sé muy bien lo que siento y es algo real —salí dando un portazo de su habitación.

Mordí la uña de mi dedo índice, no podía ir a la cama así.
Caminé por los largos pasillos sin hacer ruido alguno, hasta que llegué a la misteriosa puerta de madera con un cartel de "no pasar".
Desde que tenía memoria éste lugar estuvo prohibido siempre para nosotros. Nos habían dicho que allí vivía un monstruo y antes esa era razón suficiente para no entrar. Con el pasar de los años nos olvidamos de su existencia, pero hoy sentía que debía entrar.
Mi mano se apoyó en el picaporte y lo bajé hasta sentir el ruido de la cerradura.

—¿Theo? —dijo una voz conocida a mis espaldas.

—Doctora Judith —cerré mis ojos y maldecí por lo bajo —. Estaba, yo...

—Sabes que no deben entrar ahí, nunca —se acercó hasta mí y cerró la puerta con llave —. No sé ni porque estaba abierta —dijo molesta, más consigo misma.

—¿Qué hay allí? —alcé una ceja.

—Nada que les interese saber, ahora ve a tu cama y no te quiero ver nunca más aquí ¿Entendido?

La miré de reojo y asentí.
—Si, lo siento.

Dicho eso, di media vuelta y volví a mi habitación.
Ésto no quedará así.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top