4. Theo y Ben

THEODORE

Tocaron la puerta de mi habitación, como de costumbre a las 10.00 am. 
Cerré mis ojos y resoplé por lo bajo.

—¿Theo? ¿Estás despierto?

—Si doctora Judith, como siempre —la última parte la dije en un susurro.

—Esta bien, te esperamos en los consultorios. Tu hermano y yo estaremos allí.

Cerré mis ojos y me levanté lentamente de la cama.
Fui hasta el baño, lavé mi rostro y cepillé mis dientes, acomodé un poco mi pelo y luego me puse la bata.
Salí de mi habitación y comencé a caminar por los largos pasillos blancos, mientras saludaba a todo médico que se me cruzaba.
Doblé en la ultima puerta y le di dos toques sobre la madera.

—Tarde —dijo Ben sentado en la camilla.

—Que novedad —dije rodando mis ojos —. ¿Ya te revisaron?

Éste negó.
—Quise esperarte.

Me encogí de hombros y me senté en la camilla de en frente.
—Bueno chicos, necesito que extiendan sus dedos y respiren profundo —dijo sonriendo divertida.

—Ya no tenemos cinco años Judith —Ben negó lentamente.

Luego de que nos tomaran unas cuantas pruebas de sangre, nos recostamos para que puedan revisar nuestro pecho y ver como respirábamos. En conclusión el chequeo general.

—Bueno —dijo mirando la computadora —. Están...

—Sanos y sin ninguna enfermedad, porque recuerden que dentro suyo llevan algo muy especial y poderoso, y es por eso que no pueden salir de aquí hasta que sea seguro, porque... —lo miré a Ben pensativo —. ¿Cómo seguía?

—Porque hay personas malas las cuales quieren este poder y es por eso que debemos mantenernos ocultos, controlados y bien cuidados —dijo mi hermano mientras sonreía.

La doctora Judith sonrió de costado.
—Yo sé que están hartos de ésto, pero quiero que entiendan que están a salvo aquí y que tarde o temprano, cuando todo se solucione, serán libres de hacer lo que quieran.

Me encogí de hombros.
—Dentro de dos semanas cumplimos 18, y por lo que leí en la web, a esa edad seremos capaces de tomar nuestras propias decisiones.

Ben me miró atento y luego hacia la doctora.
—¿Eso es cierto?

Ésta se había puesto seria.
—Lo siento pero eso no va con ustedes, le hicimos un juramento a sus padres de que los mantendríamos protegidos.

Bufé molesto por lo bajo.
—Nosotros no pedimos vivir de esta manera —me crucé de brazos.

Ben bajó la cabeza y se quedó callado.
Odio cuando hacía eso, siempre era yo el que decía las cosas. Siempre era yo el que se quejaba. Siempre era yo el que trataba de salir de esta realidad. Siempre yo.

—Nosotros hubiéramos muerto si mamá no...

—¿Sino tomaba de esa estúpida flor? Creo que hubiera preferido morir ¡Que estar ya 17 años encerrado y quien sabe cuanto más en este lugar!

Judith alzó sus manos.
—Theo sé que estas enojado, pero tienes que entender que es por tu bien.

Asentí rendido, ya que ellos jamás me entenderían.

Ben se levantó lentamente.
—Vamos Theo, no sirve que te pongas así.

Molesto me levanté de la camilla y caminamos hasta la puerta para salir dando un portazo (de parte mía obviamente).

—Estoy cansado que te quedes con la boca cerrada Ben, pareciera que soy el malo de la película.

Éste me miró de reojo.
—Yo también estoy harto de este lugar y daría lo que fuera por estar aunque sea cinco minutos afuera —me detuvo y me agarró por lo hombros —. Pero si te sigues quejando de esa manera, más atención pondrán sobre ti y así nunca podremos tener la posibilidad de salir de aquí juntos —dijo susurrándome en el oído —. ¿Me entiendes?

Asentí lentamente.
—No es mi culpa ser tan impulsivo.

—Trata de calmar esa parte tuya —dijo sonriendo.

Miré hacia el suelo.
—Vayamos a cambiarnos y comamos algo rico —reí.

Ben rodó sus ojos.
—Si rico te refieres a sopa de espinaca con pescado, vamos entonces.

Le guiñé un ojo y di media vuelta para dirigirme hasta mi habitación.

GABRIELA

Me atraganté con el ultimo bocado del puré con pan.
Con cara de asco, corrí el plato a un costado y me moví incómoda al ver que Isaac no dejaba de mirarme.

—¿Te puedes ir? —le escupí con bronca mientras me hacía una bolita en el suelo.

—No.

Suspiré cansada por la situación y comencé a sentirme mareada.

Lo miré fijo y mi mentón comenzó a temblar.
—Mátame, por favor. Quiero que me mates.

Éste largó una carcajada.

Lo miré incrédula.
—¿Dije algo gracioso?

—Mira niña, el momento ya llegará, no adelantes las cosas.

Miré hacia un costado indignada y sin aviso comencé a devolver lo que había ingerido antes.

—Mi cabeza —me largué a llorar y no me importó que me viera de esa manera, ya no me importaba nada.

—Traeré algo para que puedas limpiarte.

No le contesté, ni para eso tengo fuerzas.
Lo odiaba tanto.
Odiaba mi vida en realidad.

—Toma —tiró una toalla al lado mío.

La agarré con bronca e intenté ponerme de pie, lo cual fue un error porque se me dio vuelta el mundo.

—¡Aquí tienes tu estúpida toalla!

ISAAC

Niña tonta, si me hubiera hecho caso desde el principio no estaría en este estado; pensé mientras le tiraba la toalla.
La miré serio cuando vi sus ojos cerrarse y levantar sus manos.

—Gabriela, siéntate sino...

—¡No me hables!

La sostuve del brazo antes de que cayera, la recosté en el suelo y toqué su frente. Mierda tenía fiebre.
¿Por qué siempre me tocaba hacer el trabajo de niñera?
Rodé mis ojos y fui por un trapo húmedo. Se lo coloqué en la frente y me senté al lado suyo mientras que con la toalla limpiaba un poco el vomito de su cabello.

—¿Niña? ¿Me oyes? —la moví un poco.

Tomé un poco de agua y le mojé los labios.

—¿Qué? —dijo cobrando su compostura —. No me toques, aléjate.

Rodé mis ojos y le di el agua.
—Bebe un poco, no quiero que termines más deshidratada de lo que ya estás.

—¿Y a ti que te importa? —dijo arrebatando el agua de mis manos y bebió un poco.

La miré serio.
—Ya te dije, mi trabajo es mantenerte con vida hasta...

—Si, ya sé, hasta que te diga lo que quieren saber —dejó el agua a un costado —. No sé nada, te digo la verdad. Mi tía murió y nunca me dijo nada, no sé de dónde sacan ideas tan ridículas.

La miré incrédulo, mentía... sabía que estaba mintiendo.

—Como tu digas —me encogí de hombros.

Mi celular vibró e hice una mueca.
Trevor estaba aquí.
Me levanté y di media vuelta dejándola con las palabras en la boca.
Luego de salir y cerrar la puerta con cerrojo, lo vi de reojo a Trevor.

—¿Está ahí dentro? —dijo riendo.

Lo miré serio y me apoyé en la pared.
—Sí, su nombre es Gabriela. Intimídala lo más que puedas para sacarle información, pero —lo señalé —... que no se te pase la mano.

—Me conoces.

—Si, por eso mismo. Compórtate, no quiero que mi padre se enoje conmigo después.

Trevor se encogió de hombros.
—Como quieras.

GABRIELA

Me saqué el estúpido trapo de la frente y me sobresalté al oír el sonido de la puerta.
Pude distinguir a una nueva persona.
Por lo visto era un chico, de porte alto con su pelo largo y unos ojos azulados, que de lejos se podían notar los oscuros y morbosos que eran.

—Así que la gatita sabe algo, pero no quiere decir nada —rió —. ¿Quieres que te ayude a recordar?

Trague fuertemente.
—Aléjate.

El chico frunció su ceño.
—Oh pero no nos hemos divertido todavía.

Abrí los ojos e intenté pararme, pero sus manos fueron rápidas y me tomaron del pelo.

—¿Que es ese olor tan espantoso? —dijo tapando su nariz con una mano, mientras que con la otra me tenía agarrada del pelo —. ¿La gatita vomitó?

Lo miré enojada y le escupí en el rostro. 
—Eres un hijo de puta.

Rio por lo bajo y luego me pegó una cachetada.
—¡Perra! —sonó su cuello —. Ahora dinos lo que queremos saber linda.

Comencé a llorar cuando empezó a besar mi cuello.
—No sé... de que hablas... —susurré asustada.

—Oh si que sabes, vamos dime —dijo mientras manoseaba mis senos.

Negué lentamente y comencé a pegarle en las manos.
—¡No me toques! —grité desesperada.

—Chist —dijo mientras se reía y me tiraba al suelo.

Pegué un fuerte grito cuando lo sentí encima mío.

—No por favor —dije entre llantos —. Basta.

Sus manos comenzaron a pasar por todo mi cuerpo y todo empeoró cuando abrió mis piernas.

—¿Qué haces? ¡No! —miré desesperada por todos lados —. ¡Isaac! ¡Isaac!

—Isaac —se burló —. No seas idiota, él esta conmigo. Además aquí solo estamos tú y yo.

Mis manos trataron de detenerlo pero me fue imposible.
—¡No! ¡No quiero esto por favor! ¡Isaac! —dije llorando.

ISAAC

Terminé de lavar mis manos en el cuarto de baño y me centré mirándome en el espejo.
Dios, estoy cansado, necesitaba dormir.
Tomé papel y me limpié las manos. Suspiré y salí a buscar las llaves del auto para irme.
Supongo que Trevor se quedará ésta noche, aunque no confíe tanto en él.
Unos gritos llamaron mi atención, pero no era nada nuevo. Era obvio que algo iba a tener que sufrir para sacarle información.

—¡No quiero! ¡Me lastimas! ¡Isaac!

Fruncí mi ceño cansado y decidí dar un vistazo antes de irme, ya que sus gritos me hicieron dudar.
Al abrir la puerta tuve que salir corriendo hasta ellos.

—¡Mierda Trevor! ¡Te dije que tengas cuidado! ¡¿Estás loco?! —dije mientras lo sacaba de encima suyo.

Y por lo que pude ver llegué a tiempo.

—¡Estaba a punto de hablar imbécil! ¡Y nos interrumpiste! ¿Verdad linda? —dijo mirando de reojo a Gabriela.

—Vete, ya —dije frío y firme.

—Ten cuidado —dijo señalándome cara a cara —. Que no te maneje y tampoco te encariñes. Es prisionera y hay que tratarla como tal Isaac.

No le contesté, solo me lo quedé viendo hasta que salió de la habitación.
Tenía razón, era prisionera y había que tratarla como quien. Además yo nunca me encariñaría con ella, sería absurdo.

—¿Te llegó a hacer algo?

Ésta ni me miró y corrió su cabeza.
—Déjame sola.

Me encogí de hombros.
—Como quieras, entonces la próxima vez no grites mi nombre desesperada.

—Yo no grité... —me miró confundida.

Alcé una ceja.
—Si lo hiciste niña. La próxima vez no vendré a ayudarte.

Salí furioso y cerré de un portazo.
Dios esta chica me ponía de los pelos, ¿Por qué mierda entré? ¿Por qué estaba tan enojado?
Que me pasaba...

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