35. Tienen que luchar por mí
Tomé mi cabeza mientras caminaba de un lado a otro. Supuestamente ésto no tendría que haber pasado, tendríamos que estar afuera de éste lugar disfrutando un nuevo aire.
Cerré mis ojos molesta y con un nudo en mi pecho, rogué de que estuvieran bien.
Hacía unas horas que no teníamos noticias de nada.
Isaac se encontraba sentado en el suelo con la mirada perdida al igual que Trevor.
En cambio, yo no paraba de moverme de un lado a otro sumamente nerviosa.
—Theo y Ben corren peligro de morir —hice una pausa —. Judith también —negué lentamente mientras mi mentón temblaba, sin embargo ninguna lágrima salió de mis ojos.
—Mi padre está muerto —Isaac arrugó su frente asintiendo lentamente —... y lo último que hice fue apuntarle con un arma en la cabeza —alzó su mirada hacia mí —... me siento raro.
—Y a mí me dispararon en el brazo —dijo Trevor alzando su mano —. Me duele.
Con Isaac lo miramos durante unos segundos y luego volvimos a lo que estábamos haciendo antes.
Me cansé de morder mis uñas, maquinando miles de posibilidades de que podía estar pasando allí dentro.
Es ridículo que no me dejaran entrar para apoyar a mis hermanos y Judith. ¿Qué podría hacer como para arruinar algo? Que claramente ya estaba arruinado desde hacía rato.
Tenía miedo de perderlos, tenía miedo de sentirme sola, tenía miedo de imaginar una vida sin ellos. Sería demasiado injusto, hacía poco los conocí y no me lo podían quitar así como así ¿Acaso dije algo incoherente? Porque cada vez mi corazón dolía más y no creería poder soportarlo. No hasta que me dijeran que ellos estaban bien y fuera de peligro.
¿Pido mucho con eso? Quiero irme lejos de éste lugar. Me sentía dentro de un agujero negro, como si la muerte y la mala suerte me persiguieran constantemente.
Ya me cansé de huir, me cansé de llorar, me cansé de sanar constantemente mi corazón. ¿Acaso necesito pasar todo ésto para ser feliz? Porque si mi mundo se basará siempre de la misma forma, lo siento, pero en algún momento me rendiré.
Yo sabía que la vida siempre estaba llena de pozos, los cuales tenemos que saltar. Pero habían algunos que eran muy grandes y no llegaba a atravesarlos por completo, siempre a medias. Y para pasar hacia la otra mitad, necesitaba la ayuda de alguien más, pero ¿Y si ese alguien ya no existiera? ¿Cómo haré para seguir saltando los pozos?
Las puertas se abrieron y no sabría describir el rostro de los hombres que atendieron la transfusión de sangre.
Isaac y Trevor se pusieron de pie y caminaron al lado mío mientras buscaba una mirada de esperanza en sus ojos.
—Diga algo, por favor —aferré mis manos en el brazo de Isaac.
—Judith está fuera de peligro.
—¿Pero? —sentí oleadas de calor que rodeaban mi cuerpo por completo, tenía miedo.
—Los mellizos entraron en coma.
Sacudí mi cabeza.
—Ellos están bien —intenté que sonara como una afirmación.
—Están estables, pero no sabemos cuando despertarán —dijo el otro hombre rascando su nuca —. Hicimos todo lo posible por mantenerlos con vida, pero al parecer ambos necesitaban su sistema inmune al cien por cien, debido a los recientes acontecimientos que han sufrido posteriormente.
—¿Acontecimientos? —dije alejando el roce de Isaac el cual intentaba sacarme de allí —. ¿Cuáles?
—Ellos sabían del riesgo —uno de los hombres hizo una mueca —. Theo con el disparo en su pierna tuvo una infección la cual no logró sanarse. Y en cuento a Ben, aún seguía débil por el tratamiento que le había cedido a Lizzie Hamilton. Lo sentimos.
Alcé una mano molesta.
—No digas eso. Ellos no esta muertos, no hace falta que intentes complacerme diciendo eso.
—Gabi... —susurró Isaac a mi oído.
—Tú no entiendes —me separé por completo de él —. Ellos están vivos, se van a recuperar ya verás. Necesito verlos.
—Antes de entrar debes ponerte una bata e ir a una cámara para esterilizarte. Ellos están con las defensas muy bajas y cualquier contacto con algo del exterior, pueden causarles una enfermedad mortal —dijo uno de los hombres abriendo paso para luego acompañarme a la habitación de mis hermanos.
Me vestí rápidamente aunque de forma torpe, ya que mi cuerpo no paraba de temblar y no dejaba que coordinara bien mis movimientos.
Sentía un latido en mi cabeza y cada vez era más fuerte, al punto que no dejaba concentrarme en mis pensamientos. Todo cambió cuando ingresé a la habitación blanca y vi a mis hermanos sobre unas camillas.
—¿Judith? —dije al no verla aquí.
—La llevamos a otro cuarto, ya que ella está sana y fuera de peligro. Por ahora tus hermanos permanecerán en éste lugar —hizo una pausa de unos segundos —. Hasta que despierten.
Sentí un nudo en mi garganta y una necesidad gigante de gritar.
Lo miré de reojo y puse una leve mueca.
—¿Me puede dejar a sola con ellos?
—Por supuesto —bajó su mirada y desapareció por la puerta de cristal.
Suspiré profundo y me giré hacia mis hermanos. Sus rostros se encontraban en paz y parecían como si sólo estuvieran durmiendo una insignificante siesta, sus brazos estaban conectados a un marcapaso y el ruido de sus latidos, hacían de que los vellos de mi nuca se erizaran.
De un momento a otro sentí un peso gigante desplomarse encima mío y fue en el momento donde largué un leve grito reprimido por un llanto.
Negué lentamente pegando mi cabeza varias veces. Se suponía que ustedes eran un milagro de la naturaleza humana, eran únicos, eran perfectos, sin embargo eran tan delicados al igual que un trozo de cristal.
Y aquí estaban, los que representaban una cura masiva de enfermedades siendo destruidos por el mismo acto humano. Ahora comprendía mejor, ¿Cómo planeaban curar al resto, si el resto los destruiría primero?
Podrían haber hecho una revolución, podrían haber salvado a millones de personas, pero las barreras del límite lograron aplastarlos.
¡Cuando en realidad no tendrían que existir dichas barreras! ¡Estamos hablando de la vida! ¡De una salvación! ¿Cómo se puede ser tan hipócrita y egoísta al mismo tiempo?
Ellos eran especiales, pero al parecer eso no tenía importancia en éste mundo lleno de odio y guerras. No soportaron que ellos se encontraran un paso delante de todos. No. Ahora sean dignos de sentirse orgullosos de lo que lograron, no saber valorar la oportunidad de cambiar y avanzar.
Al parecer todos éramos unos locos que no querían salir de éste mundo enfermo.
Me acerqué con una silla y me senté justo al medio de ambas camillas. Tomé sus manos, y cerré mis ojos.
Ambas estaban cálidas y sentir sus respiraciones profundas y continuas, hacía que la opresión en mi pecho disminuyera lentamente.
Incliné mi cuello mientras unas cascadas de lagrimas desciendían por mis mejillas.
—Ustedes no se merecen nada de ésto —dije con la voz temblorosa y sumida en puro dolor —... pero tienen que luchar por mí, por nosotros —negué lentamente —... éste año me enteré que tengo hermanos mellizos, no pueden —suspiré profundo e intenté calmar mi llanto —... simplemente no pueden dejarme —rodé mis ojos riendo por lo bajo —... eso me destruiría y creo que fue culpa mía por sentirme parte de una familia. Por sentirme completa, ¿Saben lo que me pasaría si me arrebatan eso de mí? —negué lentamente mientras sentía las lagrimas en la apertura de mis labios —. Por eso deben despertarse y no llevarse consigo parte de mi felicidad, de mi vida.
Cerré mis ojos fuertemente y deseé que ésta pesadilla se acabara.
ISAAC
Lo último que vi fueron los ojos destruidos de Gabriela mientras ingresaba a la habitación de sus hermanos. Y yo acá, sin poder hacer nada al respecto.
Apreté mis manos en un puño y retuve la respiración tratando de tranquilizar toda la ira dentro de mí. Aunque eso no fue suficiente.
Me giré hacia uno de los pasillos y comencé a caminar a las zancadas mientras sentía los gritos de Trevor detrás mío.
Abrí la puerta de un pequeño laboratorio seguido de bloquear la cerradura. Y de un segundo a otro comencé a destrozar las cosas mientras gritaba en cada golpe que daba. En cada cosa que rompía, veía la cara pálida de mi padre.
Negué lentamente y apreté mi cabeza furioso. Otro grito salió de mi garganta y tomé la mesa entre mis manos para arrojarla a una pared, pateé la silla y destruí cada frasco de vidrio.
Escuché los llamados de Trevor desde la puerta, pero no me importaron. Necesitaba descargarme, me sentía tan frustrado, triste, desesperado y totalmente inútil. ¿Cómo puedo ayudarla sabiendo que mi padre fue el causante de que sus hermanos estén en coma? Me sentía sucio por la sangre que corrían en mis venas, sucio por ser quien era. ¿Cómo soluciono eso?
Sabía que eso no tenía importancia y que no debería hacerme un mundo, pero no podía evitar sentirme mal. Cada vez que la miraba a Gabriela a los ojos seguía sintiendo culpa y por más que ella no lo supiera, yo sí. Eso me estaba destruyendo lentamente y creería que hoy esa gota rebalsó el vaso.
Suspiré profundo y caminé lentamente hacia la puerta.
—¿Te sientes mejor? —dijo Trevor sosteniendo su brazo vendado.
—Como nuevo —le sonreí irónicamente y volví hacia donde estábamos antes, por si Gabriela llegaba a salir.
—Isaac Hamilton —un señor de traje me llevó por sorpresa.
—¿Preston? ¿Qué haces aquí? —alcé una ceja.
—Bueno, como abogado de tu padre tengo el derecho de leerte el testamento. Se corrió el rumor de la muerte hace unas horas entre todos los trabajadores del lugar —dijo acomodando sus lentes y sacando unos papeles.
Largué una carcajada.
—¿Es broma? no quiero nada de ese hombre —rodé mis ojos y acomodé mi cabello a un costado mientras me sentaba en el suelo y apoyaba mi cabeza en la pared —. Váyase.
—Isaac, no puedo irme —alzó sus cejas —... con la muerte del señor Hamilton tú quedaste como heredero de su laboratorio.
Trevor alzó sus cejas y me miró fijamente mientras que yo esquivaba su mirada a toda costa. Al mismo tiempo las palabras de Preston retumbaban mi cabeza ¿Dueño de los laboratorios Hamilton? ¿Yo? No podía aceptarlo por los problemas que estaba teniendo en éstos momentos, pero tampoco podría ignorarlo ya que la tecnología que había aquí, ayudaría en algo. Creo que ya sabía con quien consultarlo más tarde.
—¿Le puedo dar mi respuesta más luego? En éstos momentos... —Inflé mis cachetes y negué lentamente.
—Claro, tú tienes mi número Isaac. Me llamas cuando lo hayas decidido —asintió lentamente al mismo tiempo que tomaba su maletín y se marchaba del lugar.
—¿En serio lo considerarás? —dijo Trevor totalmente anonadado —. ¿Sabes la mafia que hay en éste lugar? Dios Santo, es tonto que te lo diga si tú lo sabes mejor que nadie —tomó su cabeza y abrió los ojos de par en par —. Vende todo, desligate de una buena vez.
Asentí lentamente.
—Sí lo sé, sin embargo lo que hay en éste lugar puede ayudarnos a limpiar la mayoría de las cosas que hizo mi padre —me encogí de hombros —. Quizás haciendo eso me haga sentir un poco de paz.
—¿A dónde vas? —dijo con una ceja alzada mientras me veía alejarme.
—Voy a hablar con la futura jefa del lugar, acabo de decidirme —sonreí de costado al ver la cara de confusión de Trevor.
Tomé mis manos nervioso al oír la voz de Judith del otro lado de la puerta.
Toqué dos veces hasta que ella dijera "adelante", cerré la puerta a mis espaldas.
Sus ojos estaban rojizos por lo que estuvo llorando hace un rato, al igual que sus mejillas.
Estaba recostada en una cama con miles de papeles y carpetas.
—¿Y todo eso? —dije extrañado mientras me acercaba a una de las sillas al lado de su cama.
—Estudios —cerró sus ojos y sacudió su cabeza —... pruebas de sangre, proyectos, ideas, lo que sea para salvarlos —su mirada de un segundo a otro comenzó a transmitirme su dolor —... yo les dije que no quería su sangre —cerró sus ojos y unas lagrimas bajaron por su mejilla —... pero no me escucharon, ellos nunca me escuchan —sobó su nariz y siguió revolviendo papeles de un lado a otro.
Asentí lentamente.
—Te cedo el laboratorio de mi padre —solté sin más.
Sus manos se detuvieron y alzó sus ojos hacia mí.
—¿Cómo dices?
Me encogí de hombros.
—Yo no lo quiero, pero los dos sabemos que aquí hay cosas de tecnologías únicas, de una u otra forma quiero limpiar todo lo malo que dejó mi padre en éste mundo —bajé la mirada un poco avergonzado —... aunque siempre habrán cosas que no pueda limpiar. Lo siento.
Judith apretó mi hombro.
—Eres una buena persona Isaac, no tienes que opacarte por las cosas que hizo tu padre —hizo una pausa —. Así que ¿Lo maté?
Alcé mis cejas.
—Sí.
—¿Y tú? Es decir, ¿Estás...
—Estoy bien —asentí seriamente —. Mi padre murió hace mucho para mí.
Judith asintió lentamente.
—Igual, lo siento.
Arrugué mi frente y negué rápidamente.
—No lo sientas. No merecemos sentir pena por alguien que fue un maldito toda su vida.
Judith suspiró profundo.
—bueno, ¿En qué estábamos?
La miré directamente a los ojos.
—¿Te harías cargo de los laboratorios Hamilton?
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