15. El "trato"

ISAAC

Tensé cada parte de mi cuerpo hasta abrir mis ojos y largar un suspiro ahogado, mientras me levantaba del suelo.
Cerré mis ojos fuertemente al ver que el movimiento que hice fue lo suficiente torpe como para marearme.
Tomé mi cabeza entre mis manos y tardé unos segundos en reaccionar que no estaba atado a una silla.

—Yo les dije que te desataran —dijo una voz conocida a mis espaldas.

—¿Y eso por qué? —dije sin darme la vuelta.

—Porque tu nunca me tuviste así —dijo suavemente.

Apreté mis dientes y negué lentamente.
—¿Qué me pasó?

—Te desmayaste luego del suero que te dieron, lo cual fue de mucha ayuda ya que hablaste —dijo bajando la voz levemente.

Alcé una ceja y me giré sobre mis talones.
Me quedé sin aliento verla vestida en unos shorts, junto con una camisa.
Su pelo arreglado y con un suave maquillaje. Pero enseguida alejé aquellos pensamientos y la miré con desprecio.

—¿Hablé? Pff no te creo —le dije desafiante.

Gabriela se cruzó de brazos.
—Lo que te digo es verdad. Y vine aquí para hacer un trato contigo —dijo al mismo tiempo que sacaba una jeringa, donde por dentro, su contenido era de un rojo oscuro, casi negro.

Me encogí de hombros.
—¿Un trato? ¿Qué tienes en mente niña? —dije apretando mi lengua en el paladar.

—Liberarte y hacer la paz con tu padre —dijo alzando una ceja.

Debo admitir que lo que me dijo fue como echarme un balde de agua helada.
—Espera —dije alzando una mano —. ¿Puedes repetirlo? Creo que escuché mal.

Gabriela negó.
—Lo que ya dije, te dejaré ir con la cura para tu hermana —dijo alzando la jeringa y dando unos pasos hacia mí.

Sacudí mi cabeza aún mareado y más confuso por la situación.
—Pero no entiendo, ustedes...

—No importa lo que nosotros dijimos, era en parte para intimidar —dijo rodando sus ojos —. Eso sí, el trato tiene sus condiciones.

—Ahí viene la trampa —dije alzando mi mano.

—No es trampa, es sentido común el cual creo que tu padre lo tiene ¿No? —dijo a la defensiva.

Me sorprendí al verla hablar de esa forma, pero me limité a asentir.
—Habla.

—Ésto alcanza sólo y para la dosis de tu hermana. Con los datos que pudimos sacar, sabemos cual es su peso y su estado de enfermedad para poder crear la cura justa para ella. Si se desperdicia, tan sólo una gota, no funcionará —dijo cruzando sus brazos —. Se la darás a tu padre para que pueda salvar a su hija y para que nunca más se vuelva a meter con nosotros ¿Oíste? Nunca más —un brillo pasó rápidamente por sus ojos —. Sino cumple con el trato, dile que con el collar que tienes haremos que te de un choque eléctrico lo suficientemente fuerte como para matarte.

La miré atenta a sus palabras y al decirme eso, no pude evitar llevar mi mano a mi cuello.
—¿Y si cumple el trato?

—Te estaremos monitoreando y te desactivaremos el collar —dijo encogiéndose de hombros.

Relamí mis labios secos y miré hacia un costado respirando de forma irregular.
—Son tan ingenuos al creer que mi padre no aceptaría el trato.

Gabriela alzo sus manos.
—Tus palabras, no mías. ¿Aceptas?

La miré por unos segundos y luego la jeringa en sus manos.
—Acepto.

—Bien, te liberaremos con un teléfono descartable a mano y la cura para tu hermanita —dijo en tono suave, sin embargo eso no me dejó tranquilo.

La puerta se abrió de golpe dejando ver a los mellizos. Uno de ellos me sostuvo del brazo y el otro se me quedó sonriendo.

—Bien, llevemos a la princesa —dijo mientras me ponen una capucha en la cabeza.

Todo estaba oscuro y lo único que sentía era mi respiración agitada.
No paramos de caminar, hasta que sentí la claridad del sol traspasar el manto. Me subieron a un auto y sin decir ni escuchar alguna palabra, estuve sentado allí como por media hora.
De un momento a otro, el auto se detuvo y el sonido de la puerta me hizo sobresaltar en el lugar.

—Llegamos, abajo —dijo tomando mi brazo para luego sacarme la capucha.

Mis ojos se cerraron por tanta claridad, pero luego de unos segundos mi vista se acostumbró.
Me di vuelta y me encontraba sólo. Al frente divisé un parque y lo reconocí al instante.
Caminé hasta unas banquetas tapándome con la camisa el collar, ya que no quería llamar la atención de las personas.
Palpé mis bolsillos sacando el celular descartable que me dieron. Con mi mano temblorosa marqué el numero de mi padre.

¿Si?

Abrí mis ojos.
—Papá, soy Isaac. Tienes que venir a buscarme, estoy en el parque central. Tienes que venir, por favor.

¿¡Isaac?! ¿Hijo? ¿Estás bien? No sabes cuanto me alivia sentir tu voz, ¿Qué ocurre? ¿El parque central?

Cerré mis ojos.
—Sí, no es seguro que vaya a casa, me están vigilando —dije tragando fuertemente.

Tranquilo, en unos minutos estaré allí.

Dicho eso, corté la llamada y me senté en uno de los banquitos.
Mis piernas no dejaban de moverse y me dolía el estomago por los nervios. Traté de mantener la cordura pero no lo estaría logrando, nunca sentí tantas emociones al mismo tiempo.
Mis manos no paraban de sudar, la gente me miraba raro, pero era lo que menos me importaba. Debía de tener un aspecto terrible.
De un momento a otro el sonido de las hamacas, los niños riéndose y el sonido de la calesita, comenzaron a sentirse cada vez más fuertes.
Cerré mis ojos y llevé las palmas de mis manos a mis oídos.
Estaba enloqueciendo, ¿Por qué tengo tanto miedo?.

—Hijo —una mano se apoyó sobre mi hombro.

Me giré asustado y suspiré al ver que era mi padre.
—Papá —dije susurrando mientras me levantaba y lo rodeaba en mis brazos.

—¿Qué tienes? —dijo tocando el collar.

—Tienes que escucharme —dije abriendo mis ojos y sacando la jeringa —. Aquí está la cura para Lizzie, pero yo...

—Oh por Dios, ¿De dónde lo sacaste? —la arrebató de mis manos.

Sacudí mi cabeza.
—Me la dieron, justamente para hacer el trato.

—¿Trato? ¿Qué trato? —dijo sin sacar la mirada de la cura.

—Escucha, ésto es sólo para Lizzie no se puede desperdiciar nada. Ellos dicen que con ésto hacemos la paz, ayudan a Lizzie con la condición de no molestarlos más —dije con la respiración irregular.

—¿Y si no lo cumplo? —dijo mirándome fijamente.

Tragué fuertemente.
—Me matarán —dije tocando mi cuello —. Papá, ¿Vamos con Lizzie?

Éste me miró dudoso.
—Y ese collar... ¿No te lo puedes sacar?

Abrí mis ojos y traté de sacarle la jeringa desesperado, pero logró esquivarme.
—¿Qué dices? Soy tu hijo, papá, me matan y Lizzie morirá.

Sacudió su cabeza y rió.
—¿Crees que los mataré? No hijo, obviamente que acepto el trato, vayamos con tu hermana.

Lo miré sorprendido y avergonzado por lo que le dije antes.
—Sí, lo siento. No quise decir eso.

—Tranquilo, me imagino que aún estás en un estado de shock —dijo tomándome por la espalda y llevándome al auto.

Asentí lentamente y me sorprendí al ver a Trevor en el asiento copiloto.

—¿Todo bien Isaac? —dijo sonriendo de costado.

—¿Qué haces aquí?

—No iba a dejar a que tu padre venga sólo —dijo rascando su nuca.

Un ruido me sobresaltó y sentí una leve presión en mi cuello, al mismo tiempo que se caía el collar en mis manos. Aturdido, abrí la ventanilla del auto y lo arrojé enojado.

—¿Todo listo? —dijo mi padre encendiendo el motor.

—Perfecto —soné mi cuello y respiré profundamente.

El viaje fue silencioso, pero eso no quitó mis nervios ni ansiedad.

—¿Y cómo son los mellizos? —dijo papá mirándome por el espejo retrovisor.

Me encogí de hombros.
—Normales, humanos, no sé. ¿A qué te refieres con cómo son?

—Y... si se los ven sanos, no sé, como lucen, características físicas. ¿No pudiste ver a dónde te llevaron?

Arrugué mi frente.
—¿Y qué cambia en que lo diga? Y no, no pude ver donde me llevaron porque me taparon los ojos.

—Isaac, tú sabes que ellos nos darán la clave para...

—¿¡Me estás jodiendo?! ¿¡En serio?! Ellos confiaron en tu palabra y ahora quieres echar todo a la mierda —dije enojado y golpeando el asiento.

Trevor abrió sus ojos y miró al frente sin decir una palabra.
Mi padre frenó el auto de golpe y se giró para verme furioso.

—No vengas a hacerte la víctima, además piensa, con la cura que me acabas de dar puedo examinarla y hacerla por mis propios medios para dársela a Lizzie.

Me crucé de brazos sin creer la situación.
—Sí, pero cuanto te llevaría examinarla ¿Meses? ¡¿Tú crees ese tiempo no la destruiría?! No puedo creerlo —dije mirando a un costado —. Ojalá ella nunca se entere de la clase de persona que eres papá, ¿Cómo puedes pensar de esa forma?

—Pienso en el bien que podré hacer en un futuro, Isaac —dijo apretando sus dientes.

—No, piensas en ti mismo y eso muy diferente.

—Bájate del auto —dijo neutro.

—No hasta que lleguemos a casa y le demos la cura a Lizzie.

—Que te bajes ¡Ya! —dijo sacudiendo las manos.

—No —dije sin reconocer a la persona que tenía en frente.

—Okey —se desabrochó el cinturón, se bajó del auto y abrió mi puerta furioso.

Me tomó del brazo, lo cual no me dejó reaccionar, y con brusquedad comenzó a tirar hasta que hundió su dedo en la herida de mi hombro.
Largué un grito ahogado y comencé a ver puntos negros. Seguido de eso, quedé tirado en el asfalto mientras veía como el auto se iba y cada vez estaba más lejos hasta perderlo completamente de vista.

—No —susurré sin creerlo —. ¡No! —dije golpeando el suelo, hasta desgarrar la piel de mis nudillos.

Con mi camisa empapada de sangre, intenté levantarme y tomé mi cabeza entre mis manos.
¿Qué hago ahora?
Algo comenzó a vibrar en mi bolsillo y me sorprendí al ver que era el teléfono descartable.

Si quieres salvar a tu hermana, sigue los pasos que te mandaremos.

Creo que la herida me estaba haciendo alucinar, ¿Qué carajo?

Ve y busca a Lizzie, toma un auto y conduce hasta ésta dirección: Calle83, barrio Bronx.

Mi nivel de llegar a hacerle caso a un teléfono descartable, era increíble.
Sacudí mi cabeza y comencé a trotar unas cuadras.
Pude deducir que por la dirección que tomó el auto, se iban al laboratorio, por lo que estaba un poco lejos de casa.
Todos en la calle me miraban asustados, pero no me importaba, necesitaba llegar hasta ella.
Luego de unos minutos pude divisar mi casa y recuperé un poco el aliento.
Golpeé la puerta fuerte y la mujer que limpia abrió mirándome horrorizada.

—¡Señor que le ha pasado! ¿Le llamo una ambulancia? —dijo siguiéndome por detrás.

—¡No! No hace falta, necesito llevarme a Lizzie ¿Dónde está? —dije desesperado.

—En el jardín, señor.

Salí corriendo y pude verla jugando con unas muñecas junto con su vestido lila favorito y su gorro de princesas.

—Lizzie —dije susurrando tomándola entre mis brazos.

—¿Por qué tienes sangre Isaac? Tienes que decirle a mamá así te cura —dijo mirando mi camisa asustada.

—No importa, ahora iremos de paseo —dije tomando las llaves de mi auto.

—Señor, dentro de un rato se la llevan a Lizzie a quimioterapia, ¿Vendrá...

—No se preocupe, vendré en unos minutos.

Lizzie se apretó a mi cuello.
—Huyamos, no quiero que me pinchen —susurró en mi oído.

Se me partió el alma oírla decir eso y la abracé aun más fuerte.
Cuando llegué al auto la subí en la parte trasera, le abroché el cinturón y luego me subí y encendí torpemente el motor.

—Vas a estar bien Lizzie —dije sonriendo de costado —. Ya verás.

—Todo el mundo me dice lo mismo —dijo arrugando su nariz —. Pero yo todavía no me siento bien.

Hice una mueca mientras doblaba, entrando al barrio del mensaje.

—¿Dónde estamos? —dijo asomando su cabeza por la ventanilla.

—No tengo idea —dije estacionando en la calle correspondiente.

El teléfono vibró.

Sigue al auto rojo.

Alcé una ceja y lo pude ver haciéndome señas de luz, mientras comenzaba a andar.
Apreté el volante con mis manos y aceleré yendo detrás del mismo.

—¿Qué estoy haciendo? —me susurré.

GABRIELA

Estamos en camino con Hamilton detrás nuestro.

Suspiré cerrando mis ojos y me sorprendí al ver que Isaac siguió los pasos.

—No entiendo como sabías que el padre lo iba a traicionar —dijo Ben cruzado de brazos.

—Su obsesión llegó al punto de secuestrarme y torturarme para sacarme información. ¿Y creías que si le dábamos la cura para su hija no iba a hacer nada? Isaac no lo vio porque estaba cegado por salvar a Lizzie. Él no lo veía como trabajo, el lo veía como el milagro que salvaría a su pequeña hermana —froté levemente los hematomas de mi brazo —. Por eso fue que lo supe.

—Y ahora cuando venga... —dijo Theo

—Lo ayudamos, así como él me ayudó y yo se lo negué —dije bajando mi cabeza —. Aún así no saca él hecho de que también me hizo daño, pero me parece injusto de mi parte que por hacerle la cruz a él, su hermana sufra las consecuencias. Ella se merece la oportunidad de vivir una vida mejor.

—Igual no sabemos si va funcionarle, hay que ver si su sangre es compatible, en los datos no decían nada de eso —dijo Ben tomando asiento al lado mío.

—Ya veras que sí —dije apretando mis manos.

—Me hubiera gustado ver la cara de Nelson, al darse cuenta que le dimos sangre falsa —dijo sacando la caja de la misma y tomando un frasco —. Parece muy real —dijo echándose un poco en su boca y sacando su lengua —. Ésto es asqueroso.

Rodé mis ojos al igual que Ben y negamos lentamente.

—Te diría que con el tiempo aprendes a vivir con él, pero te estaría mintiendo —dijo Ben frotando sus ojos cansado.

Reí por lo bajo.

Llegando a destino, solicitamos que abran la puerta.

Judith apretó un botón y luego se cruzo de brazos.
—Iré a preparar la transfusión.

Asentí lentamente, mientras iba hasta ellos.
Al abrir la puerta, pude ver que Isaac cargaba a Lizzie. Me sorprendí al verla pálida y con unas gigantes ojeras violacias.
Sus ojos marrones no paraban de mirarme.

—¿Quién es? —dijo haciendo que Isaac se diera la vuelta.

—¿Niña? —dijo al verme sin entender nada.

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