13. En las buenas y en las malas
THEODORE
Largué una carcajada.
—¿Trevor? ¿Como el trevor de la suerte? —abrí mis ojos —. Pues la necesitarás.
Ben se rio al lado mío siguiendo la corriente del chiste.
—Miren mocosos, no tengo tiempo para ésto, y claramente sabemos que están en desventaja...
—Pruébame —lo desafié con la mirada.
—Yo quería pelear, pero tú lo pediste primero —dijo mi hermano alzando sus brazos.
Sonreí de costado y di un paso al frente. Observé atento el lugar; pasillo angosto y una gigante puerta de metal al fondo.
—Oh vamos, espero el golpe —dijo el tal Trevor alzando sus brazos y cerrando sus ojos.
Hice una mueca y caminé lentamente hasta él.
Una vez al frente suyo su puño se abalanzó a mi cara, pero lo bloqueé.
—Eres muy predecible —dije doblando su muñeca con un fuerte movimiento al costado —. Además de una pésima táctica ¿Cuál es tu rutina?
—¿¡De que mierda hablas?! ¡Suéltame la puta mano! —dijo cerrando sus ojos y arrodillándose.
—Estás a un menos de dos por ciento de posibilidades para hacerme algún tipo de daño imbécil —le susurré —. Te diré lo que haremos. Voy a inmovilizarte y junto con mi hermano saldremos de éste cuchitril.
Trevor trató de alcanzarme con su otra mano pero la tomé en el aire.
Con el impulso de mis piernas en la pared, logré dar un salto y ponerme detrás suyo. Apoyé mi pie en su cuello y lo apreté todo su rostro contra el suelo.
Se quejó en voz alta e intentó buscar algún tipo de posición para poder devolverme el ataque.
—Ya se quienes son ustedes dos, lo supe desde el momento que los vi al entrar. Los hermanos Brush —sentenció Trevor al no tener aire —. Pobre de su hermana lo que tuvo que pasar por ustedes dos.
Miré de reojo a Ben, pero éste agitó su mano para que me tranquilizara.
Lo cual no funcionó mucho.
Apreté mis dientes y sin esfuerzo alguno tiré de su brazo, haciendo que pierda la conciencia por completo.
—Podría haberlo acabado hace rato —le dije pasando a su lado y chocando su hombro.
—Nosotros no somos como ellos Theo —dijo trepando hasta la ventana.
—Si, pero se lo merecen por lo que le hicieron a Gabriela —susurré para luego trepar detrás de él.
La calle estaba totalmente desierta y no me sorprendía, éste lugar es la nada misma.
Un lugar perfecto para tener cautivo a alguien ¿Quién escucharía los gritos?.
Un escalofrío recorrió toda mi columna al imaginarme a Gabriela gritando y pidiendo ayuda.
Cerré mis ojos. No me importaba quienes éramos nosotros, pero de que aquellos malditos lo pagarán, estaba más que claro.
Empezando por Isaac Hamilton.
—Chicos... me han metido en un gran problema —dijo el líder de la misión sosteniendo una radio —... me dijeron que Judith nunca aprobó para que asistieran a ésta misión, quiere hablar con ustedes —dijo haciendo una mueca.
Con Ben nos miramos y le sonreímos.
—Lo siento —dijimos al mismo tiempo.
Tomé la radio y marqué.
—Adivina... misión cumplida.
—Sí —dijo Ben —. Gabriela está sana y salva como un...
—¿¡Pero cómo se les ocurre arriesgar su vida así?! ¡Y lo peor fue cuando entré a su habitación para ofrecerles sus galletas favoritas! ¿¡Que con qué me encuentro?! ¡Una grabadora! —gritó alterada y enojada.
Alcé mis cejas.
—Tienes que admitir que esa idea estuvo buena —me quejé por el codazo que me dio Ben en el estómago.
—Lo sentimos Judith, hablamos mejor cuando lleguemos —suspiró —... era obvio que nada ni nadie iba a impedir que ayudemos en el rescate de nuestra hermana.
—¡¿Pero...
Corté la linea antes de que nos siguiera gritando y le entregué la radio al líder.
—Yo que usted no vuelvo a prenderla —éste asintió alarmado y se fue a los transportes.
—Le cortaste en la cara —dijo Ben agarrando su cabeza —. Y no puedo decir que te matará sólo a ti, ¡Porque siempre termina matándome a mí también!
Reí por lo bajo.
—Siempre te hundirás conmigo hermanito, en las buenas y en las malas.
GABRIELA
Abrí mis ojos lentamente y apreté con mis manos lo que parece ser ¿Una sábana?
Mi corazón se comenzó a acelerar cuando me vi conectada a un suero.
La habitación tenía una luz tenue y aún no me acostumbraba a semejante claridad.
—¿Hola? —dije en un hilo de voz.
¿Que fue lo que pasó? Lo último que recordaba fueron a un montón de hombres diciendo que iban a protegerme.
Oh Dios, ¿Y si todo era una farsa para hacerme hablar? Puede que aún esté en su juego.
Arranqué el suero de mi brazo y con mis manos temblorosas intenté secar mis lágrimas como pude, debo seguir siendo fuerte no podía rendirme, aún no.
Me senté con mis piernas colgando a un costado de la cama e intenté ponerme de pie. Aún estoy débil pero no les daré el gusto a aquellos malditos, no hasta mi último suspiro.
La puerta se abrió y una mujer de anteojos vino corriendo hacia mí.
—Aléjese —dije levantando mi mano —. Juro que si me pone una mano encima la golpearé, no se quienes son ¡Pero sé que juegan conmigo!
Ésta me miró rara.
—Wow cálmate ¿De qué hablas? Estás a salvo aquí.
Largué una carcajada.
—Oh pues muy buena actriz la que escogieron ésta vez —crucé mis brazos ingenua —... es más, si no me equivoco es la primera mujer que me mandan ¿Qué sigue? —dije tomando mi brazo lastimado y vendado —. No sé donde están mis hermanos querida, así que ahorra tus palabras.
—Estas muy afectada Gabriela, lo entiendo, pero yo no...
—¡Ya cállate! ¿Isaac? Ya puedes entrar, sé que es uno más de tus trucos idiota —susurré lo último.
—¡Chicos! —gritó la mujer mirando hacia la puerta.
Miré el techo rondando mis ojos.
—Chicos, claro. Lo que le hacía falta a ésto.
—Judith, dijiste que nos quedemos afuera hasta... —el chico de pelo castaño detuvo su argumento en cuanto sus ojos se pegaron a los míos.
Detrás de él, se asomó uno exactamente igual.
—Creo que la droga que me dieron, me está haciendo ver doble —dije tomando mi cabeza totalmente alterada.
—Ellos son...
—Benjamin —dijo con el que teníamos contacto visual.
—Theodore, y somos tus hermanos —lo último lo dijeron al mismo tiempo.
Los miré con mis ojos abiertos de la impresión.
—¿Tan fuerte me golpeé la cabeza? ¿Estoy soñando?
—¿Qué no te acuerdas? Fuimos a rescatarte —dijo uno de ellos dando un paso hacia delante.
Me mantuve inmóvil con mis labios apretados.
—Eran ustedes —lo intenté confirmar en mis recuerdos borrosos.
—Les daré espacio —dijo Judith saliendo de la habitación.
Theodore dio un paso hacia delante.
—Yo... nosotros entendemos si ésto es mucho para ti. Si quieres volvemos en un...
—No —logré decir —. Suficiente tiempo tuve sin verlos, de hecho ahora mismo los estoy conociendo.
Di un paso hacia delante también sin despegar la vista de aquellas dos personas que no dejaban de mirarme.
Incliné mi cabeza tratando de estudiar sus aspectos y les pude notar una leve diferencia. Sus rasgos e incluso sus cabellos y ojos, son idénticos a los míos. Todo mi cuerpo tembló en un escalofrío al verlos parados al frente mío.
Fue mi deseo más poderoso y ahora que los estaba viendo estoy muerta de pánico, miedo y emoción.
Mis piernas comenzaron a temblar y un vacío negro inundó todo mi pecho.
—Yo traté de hacer lo mejor que pude, para mantenerlos en secreto —mi mentón comenzó a temblar —... para poder protegerlos —lágrimas sin control empezaron a derramarse por mis mejillas.
Benjamin caminó hasta mí y con su mano limpió mis mejillas.
—Lo siento mucho Gabriela, no tendrías que haber pasado por todo ésto... lo siento mucho —dijo rodeándome en sus brazos.
Y fue en ese momento donde por primera vez, en toda mi vida, me sentí segura y protegida.
Apoyé mi rostro en su pecho y con un suspiro intenté calmarme. Rodeé su espalda con mis manos y oleadas de calor me asechaban sin parar.
No podía creer que estaba abrazando a mi hermano.
Luego de un largo rato, nos separamos y Theodore estaba parado a unos pasos de nosotros con sus brazos cruzados y mirando hacia un costado con su ceño fruncido.
Me impactó tanto, que se me vino una imagen de mi padre al verlo así.
Sobé mi nariz y a paso lento caminé hasta él.
Junté mi mano a la suya y con la otra giré su cara hasta mí.
—¿Estás bien?
—Si, es sólo que —me miró fijamente —... yo...
Su abrazo imprevisto me llevó por sorpresa, pero no tardé en responderle. Sus brazos se aferraron fuertemente a mis espaldas y pude sentir como un gran peso desaparecía de los hombros de Theodore.
ISAAC
Hice fuerza tratando de librarme de las ataduras en la silla, pero me fue imposible. Debía admitir que los tipos si sabían de éstas cosas. Suspiré cansado y le di un vistazo rápido, por décima vez, a la habitación.
Paredes de cuero blanco con una puerta al costado, una silla al frente mío y un vidrio gigante en una de las paredes.
Genial, éstos tipos no sabían ni con quien se estaban metiendo. Espero que no le hayan echo daño a Gabriela. Si tenían algo de cerebro, sabrán que es una pieza valiosa para la ubicación de la cura.
La puerta se abrió lentamente dejando ver a un tipo con maletín.
—Buenas tardes Isaac —dijo tomando asiento al frente mío.
No le contesté, sólo lo miré de reojo.
Sacó una especie de collar del maletín y trató de acercarlo a mí.
Estiré mi cabeza hacia atrás.
—¿Qué es eso? —dije al mismo tiempo que sentía el frío metal asentándose en mi cuello.
—Claramente no estas en posición de hacer las preguntas —dijo el tipo sonriendo.
—Cuando salga de aquí...
—Si, bla bla bla. Vivo escuchando esas amenazas señor Hamilton, amenazas de personas como usted.
Lo fulminé con la mirada y le escupí en la cara.
—Me importa una mierda lo que diga.
El tipo sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió su rostro.
Sacó un pequeño control y apretó un botón.
Realmente no tenía palabras para describir el terrible dolor que me causó tal choque eléctrico. Sentí que mi piel ardía debajo del collar, seguido de oleadas de frío y calor por toda mi columna vertebral. Apreté mis dientes y tragué un grito desesperante.
—Un cerdo como su padre. De tal palo, tal astilla —dijo sonriendo de costado.
Respiré profundo.
—¿Quienes son? ¿Qué le hicieron a Gabriela?
—Interesante, ya que lo preguntas te diré que ella te está viendo por esos espejos. Saluda Isaac.
—¿Qué? —miré hacia aquel costado incrédulo —. Mientes.
—¿Por qué lo haría? Compruébalo tú mismo.
La puerta se abrió dejando ver su rostro.
—Vaya cambio de roles —dijo con su voz sarcástica y firme —. ¿Quién es el secuestrado ahora?
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