09. «La tormenta se acerca»
Verlo sentado en la orilla de su cama como si sus acciones disparatadas no estuvieran a punto de enloquecer a todas las personas que lo quieren es la gota que derrama el vaso que representa la paciencia de Valen.
Todos están tan terriblemente preocupados por él: Rosario no para de cuestionarse qué está haciendo mal con su hijo, Carolina no tiene idea de qué le sucede a su hermano y mucho menos cómo ayudarle, Gastón ni siquiera es capaz de reconocerle y luego está ella misma, en la cumbre de una montaña de angustia, con todas sus emociones a flor de piel y la desesperación empezando a asfixiarla como si fuera una boa constrictora alrededor de su cuello que no se detendrá hasta matarla.
La situación se está volviendo más difícil para ella a cada segundo, y comienza a ser un peso que no puede soportar.
Con su sangre hirviendo y sin precedentes, la cordobesa toma al chico del mentón con cierta violencia para así obligarlo a que la mire directamente a los ojos y enfrente sus acusaciones.
—No puedo creer que hayas estado fumando. ¿Te has vuelto loco? ¡Estuviste al borde de la muerte hace no mucho! —le recuerda con horror y estupefacción—. ¿O acaso ya lo has olvidado?
Los ojos de la Carvajal comienzan a cristalizarse con la sola mención de su cercanía al “otro lado”.
Fueron días terribles que prefiere no evocar, tan mortificantemente parecidos a los que transcurrió tomando la mano de su madre mientras luchaba por su vida a capa y espada en una cama de hospital, para finalmente, fracasar en su batalla, que incluso es capaz de sentir los desenfrenados latidos de su corazón.
El recuerdo vívido de ese insoportable olor a enfermedad y desolación por cada corredor, los médicos y enfermeras moviéndose de un lado a otro en su mejor intento por salvar la vida de sus pacientes, padres llorando por sus propias pérdidas, niños ajenos a lo que sucede a su alrededor y la muerte expectante, acechando desde cada rincón, esperando cuidadosamente por su próxima víctima.
Sus memorias la paralizan unos segundos, segundos en los que Marco permanece impasible. Conoce muy bien el paradero de la consciencia de su novia y, aunque en el fondo desea reconfortarla, ese no es su propósito actual.
—¿Qué te está pasando? ¿Querés que me rinda? —Hace tan solo minutos esa opción ni siquiera estaría sobre la mesa, pero, lo dicho, el peso de la situación empieza a ser demasiado—.
«Sí, ríndete, necesito que te rindas.» Marco sabe que jamás podría herirla con intención, quiere alejarse de ella, tiene hacerlo si es que quiere protegerla de sí mismo y la destrucción que lo persigue a todos lados. Es por eso que necesita que se rinda.
Cualquier otra chica hubiera cedido ante su actitud de idiota desde hace semanas pero, Valentina Carvajal es leal como nadie. Tal vez, demasiado leal.
Mientras el chico permanece en sus cavilaciones, Valen repasa su rostro con su mirada acaramelada. Admira sus preciosos iris zafiros, y busca en ellos la fuerza para continuar, mas, no encuentra nada, solo un profundo y doloroso vacío donde antes el intenso y vibrante azul del mar poblaba y resplandecía como en ninguna otra parte.
Sin embargo, decide hacer un último intento, un último esfuerzo por lo que algún día fue, luchar por la posibilidad de que esa increíble historia de amor que han escrito juntos sea merecedora de una nueva oportunidad y no necesariamente un punto final. Es así que, con energías renovadas se lo hace saber:
—No pienso darme por vencida contigo; eres mi novio y te amo.
Ese “te amo” causa estragos en Marco que él oculta con destreza y, aunque muere por contestarle con las mismas declaraciones de amor, permanece en silencio con un esfuerzo que debería de catalogarse como sobrehumano.
—Cierra la puerta al salir —El rubio finge acostarse a dormir e incluso apaga la luz—.
Es así que, rendida y con la esperanza de que el sueño le conceda una nueva perspectiva de su conversación, Valentina sale de la habitación de su novio, con el corazón pendiendo de un hilo.
。*✧*。
La más chica de la familia Casanova encuentra a su cuñada tirada en el suelo al lado del dormitorio de su hermano, con el rostro húmedo y pensativo. Bien sabe el posible rumbo de sus pensamientos, así que se sienta a su lado para intentar reconfortarla.
—Ya no sé qué hacer, Carito.
—Ninguna lo sabe.
—¿Acaso habré cometido algún error? ¿Por qué está así?
Carolina medita durante unos instantes su respuesta antes de contestar:
—No todos procesamos el dolor de igual manera, así como no todos aceptamos ayuda para superarlo.
Valentina recae en la sabiduría de las palabras de la más joven y sonríe por su crecimiento.
—Sé que no fue mi culpa, pero me es inevitable sentirme responsable de su estado.
—Creo que todas nos sentimos así. Sin embargo, flagelar nuestra consciencia no va a ayudarnos en esta situación, no va a hacer que Marco se recupere. Es nuestro deber ser fuertes y seguir adelante, manteniendo la llama de la esperanza, esperando lo mejor...
La castaña recapitula sus palabras con calma.
—Toda una adulta sabia.
—Siempre fui la más inteligente en esta casa, no es un hecho relevante —Valentina sonríe brevemente por su falta de modestia mientras la rubia se pone de pie nuevamente—. Ven, mamá hizo alfajores y sostengo la teoría de que los alfajores tienen la propiedad curativa de alejar las penas y sana los corazones compungidos.
。*✧*。
—¿Sabés algo de Gastón? Hace mucho que no viene por acá —Valentina disfruta de la sublime obra de repostería de su suegra antes de responderle a su cuñada—.
—Pues justo me trajo del colegio hoy —Carolina alza una ceja con una interrogante naturalmente implícita—. No quiso entrar, él y Marco no están en los términos más amables en estos momentos.
—Entiendo.
La de cabellos obscuros juraría que un atisbo de decepción ha cruzado los ojos de la que considera su hermanita menor, por lo que presta especial atención a su semblante.
—¿Hay algo que te preocupe?
La pregunta de Valu la ha tomado desprevenida, tanto así que a punto estuvo de atragantarse con un trozo del preciado postre.
—Hm, no, no —Se apresura a dejar en claro con vergonzoso nerviosismo—.
La mayor le muestra una pequeña sonrisa por su evidente falta de talento para el engaño:
—¿Sabés que sos igual de desastrosa que yo mintiendo? Es una de las tantas cosas que tenemos en común —La más joven se ríe bajito al encontrarse atrapada—. E intuyo que Gastón tiene algo que ver con esa sonrisita nerviosa.
Ambas continuan comiendo por unos minutos, Carvajal no la presiona mientras que Casanova intenta buscar la forma más adecuada de explicar lo que sucede entre ella y el mejor amigo de su hermano.
—Hablamos mucho durante la cuarentena.
Valen se limita a no parecer sorprendida por su confesión para evitar incomodidad, a pesar de que, en efecto, la ha tomado por sorpresa.
—¿En serio? —El asentimiento de la menor es suficiente confirmación para ella antes de hacerle una pregunta un poquito más invasiva, tanteando el terreno cuidadosamente claro está—. Y... ¿están saliendo entonces?
El halo confuso que se siembra en la cara de la rubia hace que su interlocutora frunza el ceño. «Es una pregunta de sí o no, ¿qué puede ser tan difícil de explicar?»
—No lo sé, no, creo que no. Todo ha sido muy complicado últimamente. Creí que nada más suprimieran las restricciones, me invitaría a salir, mas no ha pasado nada. Continuamos hablando como es costumbre, aunque no me envía ningún tipo de señal.
Valentina evalúa la información con lupa antes de indagar más:
—¿Qué hay de ti?
A Carolina parece que se le han cruzado algunos cables porque no capta el significado de la pregunta—. ¿A qué te referís?
—Te gusta, ¿no? ¿Le has dado señales?
—Claro.
—¿Y a él le gustás?
—No puedo asegurarlo con toda la certeza del mundo pero, creo que sí.
La más pequeña retuerce los dedos de su manos izquierda en un gesto de ansiedad y la más experimentada de las dos le lanza su consejo de buenas a primeras:
—Entonces lanzate.
Todo el tema definitivamente ha tomado a Caro desprevenida porque vuelve a quedarse en el limbo de la ignorancia—. ¿Cómo?
—Carito, quien no arriesga no gana. Si creés que tenés al menos una chance con él, tomala. Exigila si es necesario —La rubia aún luce indecisa—. ¿O quién creés que dio el primer paso entre Marco y yo?
—Sí, conozco la historia.
La cordobesa la señala y la exhorta en tono firme:
—Ve a por él.
。*✧*。
Una vez más, Claudio se encuentra frente a la verja de la entrada del edificio de su mejor amiga sin ser requerido, una iniciativa que Brenda no toma de la mejor manera así que no demora en reclamarle nada más lo ve.
—Oh, no, ¡otra vez! ¿Qué querés ahora? —Sus brazos apoyados en sus caderas en forma de jarra acentúan su desacuerdo—.
—Vaya, tanto entusiasmo me encandila.
La chica de cabellos fuego rueda los ojos con molestia y le sigue la rima a su sarcasmo:
—Entonces, ¿qué es tan importante como para que vengas hasta mi casa sin avisar teniendo en cuenta que detesto cuando lo hacés? Estoy tan emocionada por saberlo que apenas puedo respirar.
Su exageración saca una sonrisa del castaño—. Eso está mejor cosita —aclara en tono meloso mientras le toca y aprieta suavemente la nariz como si fuese un dulce cachorro antes de que Brenda se la aparte con un hosco y poco femenino manotazo—. ¿Subís o no?
。*✧*。
—Eso es todo, gracias por contestar —Aitana les muestra una sonrisa de amistoso agradecimiento a un par de chicas de primer año antes de continuar su recorrido por el pasillo—.
Gastón se apura para alcanzarla y pasar uno de sus brazos por su hombro antes de cuestionar su peculiar actitud con suma curiosidad.
—¿En qué andás, Tana?
—Soy la nueva encargada del sitio web del colegio, así que estoy recogiendo una que otra opinión al azar para darme una idea de qué es lo que quieren ver
—¿Vos? ¿Colegio? ¿Y cómo es que no hay una queja adjunta si vos y esta bella institución se encuentran en una misma oración? Creo que tu alergia ya empezó a hacerte delirar; la fiebre es un síntoma peligroso, debés ser muy precavida.
—¡Ja-ja! Morí de la risa ¡Bobo! —La rubia rompe el medio abrazo de su amigo cordobés—. En primer lugar, mi alergia está bajo control, y en segundo, no sé si lo sabés pero estar a cargo es algo que se me da muy bien, así que, incluso si está relacionado con la escuela, puedo tolerarlo —declara con suficiencia y un peculiar tono de juguetona superioridad antes de advertirle—: Estoy de buen humor, no lo arruines.
El chico alza las manos en son de paz y le dedica una sonrisa cordial.
—Vale, Vale. Me alegro por ti entonces, al menos ya Valu no tendrá que precuparse por tu inminente expulsión.
—Lo que digas —La chica no le toma mayor importancia a la exagerada preocupación de su dulce mejor amiga—. ¿Qué hay de vos?
—¿Yo?
Aitana rueda los ojos por la lentitud mental de su compañero de cabello marrón.
—¿Qué onda con Caro? ¿Ya le pediste salir? —Gastón niega con su cabeza, y justo cuando va a excusarse, la belleza dorada lo interrumpe sin dilación—. ¿Y qué esperás tontito? ¿Que otro la invite a salir primero?
—Sabés de mi problema con Marco.
Ver a sus mejores amigos frustrados y angustiados a causa del mismo imbécil, cabrea a Aitana a un nivel nunca antes visto, es así que no demora en estallar en un reclamo.
—¡No podés seguir esperando a que nuestro amigo regrese! Ya viste como está: ¡fumando! —La chica toma varias respiraciones profundas para intentar calmarse antes de retomar su punto—. De Valu lo entiendo, es su novia, lo ama. Pero ché, no podés posponer tu felicidad hasta que ese idiota reaccione. ¡Tenés que hacer algo ya!
—Okey, okey. Pensaré en algo pronto
—Más te vale.
No permitiría que su mejor amigo perdiera una oportunidad de ser feliz.
。*✧*。
—¿Y bien? ¿Qué querías? —reclama la pelirroja con impaciencia—.
Jamás lo admitiría pero el aura misteriosa que rodea a Claudio esta mañana está fascinándola. El chico respira horondamente para luego soltar la invitación que lleva preparando desde el día anterior.
—¿Irías conmigo a ver una película al parque esta noche? —Es un paso osado tratándose de Brenda, con quien las cosas nunca son sencillas—.
Las entrañas de la pelirroja se remueven dentro de su cuerpo y provocan un extraño y simultáneamente placentero cosquilleo en su abdomen que ignora a duras penas y, enfocada en ese montón de negatividad que se dedica a coleccionar como si se tratara de un deporte, realiza un desfile con todas las razones por las que no iría jamás:
—A ver, enumeremos: siento un profundo desagrado por los espacios concurridos y odio la naturaleza.
Nadie puede culparla por lo último, ¿eh? La madre naturaleza y Brenda han tenido varios desencuentros antes y los desenlaces han sido casi fatales para la chica. Si no me creen, pueden preguntarle a la vistosa cicatriz que lleva en uno de sus hombros de cuando fue atacada por un enjambre de abejas con problemas de ira.
—Perfecto, Claudio; no pudiste buscar una peor propuesta para hacerme.
—¿Por qué no iríamos?
Brenda lo observa como si acabara de aterrizar en una nave espacial directamente desde otro planeta. “¿Acaso no acaba de escucharme?”
—Me parece que te he dado razones suficientes, ¿no te parece? —El encogimiento de hombros de su mejor amigo solo incrementa su indignación—. Es más, ¿por qué creés vos que iría a semejante boludez?
—¿Quizás porque es parte de un festival de cine mudo y la película que proyectarán esta noche será “Los cuatros jinetes del apocalipsis”?
La mención de la versión cinematográfica de su novela favorita la hace callar un instante antes de contestar con algo de duda:
—Lo pensaré.
Claudio muestra una diminuta sonrisilla bajo su barbijo, está más que preparado para terminar de convencerla.
—Nos sentaremos en un lugar apartado y llevaré una manta gruesa, desinfectante y el dulce que prefieras.
El postre gratis en juego es su as bajo la manga y el cierre de las negociaciones.
—Quiero un tarro entero de helado de chocolate amargo solo para mí —espeta la chica sin tapujos, no cabe duda de que será un experta en relaciones financieras una vez alcance la madurez necesaria—.
—Hecho —El castaño lo toma como una victoria, a pesar de haber tenido que ceder en gran parte—. Un placer hacer negocios con usted, señorita Ponce
—Lo mismo digo, señor Aguilar.
。*✧*。
Brenda evalúa el grosor del trozo de tela con ojo de halcón como si inspeccionarlo fuera su profesión, y expide su aprobación con un banal encogimiento de hombros antes de sentarse. Claudio no ha terminado de acomodarse junto a ella cuando ya está reclamando su recompensa:
—¿Y mi helado? —El pelinegro rueda sus ojos antes de tenderle el recipiente—. ¿Cuchara? —Su interlocutor solo le dedica una mirada aburrida—. No me digas que no trajiste cuchara.
Con algo de hastío, Claudio busca en su mochila y al encontrarla, se la entrega—. Aquí tenés.
—Más te vale.
Su rudeza se evapora parcialmente cuando su lengua entra en contacto con la amargura del chocolate negro; por más contradictorio que les parezca, el sabor suaviza su carácter y mejora su estado de ánimo.
—La película empezará pronto —anuncia el chico cuando mira la hora en su reloj, sin embargo, poca atención recibe de su acompañante quien parece no creer lo que ven sus ojos—.
—Un momento, ¿esos son Clara y Marco? —el susurro dicho entredientes ocasiona que sus palabras sean inintelegibles para el morocho—.
—¿Perdón?
La situaciones que invaden la cabeza de Brenda acerca de por qué el novio de su mejor amiga estaría en un parque con una compañera de clase sin mayor importancia, la ponen de mal humor, así que actúa en consecuencia.
—Dejá de decir pavadas.
Claudio abre los ojos atónito por el regaño—. ¿Y ahora qué hice?
—Extrañamente nada —responde la chica aún en shock—. Solo, creo que acabo de ver a Clara y Marco juntos —«...sospechosamente juntos», añade en su mente—.
—Tengo entendido que ambos viven por esta zona. Tal vez son vecinos. Salieron a dar una vuelta y se toparon por casualidad o algo así.
Brenda deja salir a flote su opinión—. No lo parece.
Solamente pudo verlos un par de segundos, pero la presunta complicidad que compartían y la sonrisa traviesa de Clara sugieren otra cosa.
—Hey, Marco adora a Valentina. Todo el colegio lo sabe —Independientemente de la aversión que pudiera sentir la chica por el italiano, bien es sabido que Valu es casi su religión, a pesar de su rara actitud últimamente—.
La pelirroja hubiese querido parecerse más a Claudio y ser capaz de ignorar el torrente de pensamientos que se acumulan en su cabeza y ya saben, dejarlo pasar; pero bien intuye que ese solo es un preludio de lo que acontecería y que una tormenta se aproximaba de manera inminente.
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