CAPÍTULO 9

Di vueltas de forma distraída a mi copa de champán con la vista fija en la fresa que había en su interior mientras meditaba todo lo que había pasado durante la semana. Había sido muy intensa. Noté cómo alguien se colgó de mi brazo. Alcé la vista y me encontré con esos ojos azules que brillaban de felicidad, una felicidad que yo no conseguía sentir por mucho que me repitiese que era lo correcto.

No sé por qué en algún momento había albergado la esperanza de que cuando Tania se enterase de los planes de su abuelo se enfadaría y se negaría. A fin de cuentas iba a ser casada con alguien por conveniencia, ¿no? Sin embargo, no era una esperanza real, conocía los sentimientos de Tania desde hacía tiempo.

Aron pensó que ya era hora de anunciar nuestros planes de boda y decidió que era buena idea hacerlo antes de la fiesta. En realidad me daba lo mismo que se lo hubiera dicho antes o después porque era consciente de que la reacción de Tania habría sido la misma. La volví a mirar y pude ver el sentimiento de júbilo que la llenaba. La sonreí intentando mostrarme alegre. Aquello era bueno. «Es bueno para todos» me repetí. 

Durante unos segundos mi mente se marchó y se perdió por ese rostro cálido que había tenido tan presente desde la reunión. La opresión del pecho se acentuó. «Maldito estúpido» me reprendí bebiendo de golpe la copa. ¿Cómo podía ser tan débil de caer otra vez en la tentación de pensar en ella? Lena estaba prohibida y era mala. Mala. Mala. Mala. ¡Joder! Y encima había estado apunto de desobedecer a Aron otra vez por ella. Por suerte después de la semana tan intensa que había tenido no pude hacer nada al respecto y ahora, con la noticia de la boda, mi tiempo iba a estar completamente restringido. Pensar en ello hizo que el sentimiento de ahogo me abrumase. 

—Ahí está Anderson —dijo Tania obligándome a centrarme de nuevo en nuestro cometido.

Le observé con disimulo mientras agarraba otra copa. Michael Anderson era uno de los asesores más influyentes del Consejo. Lo había estado estudiando a conciencia y conocía toda su vida. Era un pez gordo. Alguien inalcanzable para el actual Joel Adams. Todo llegaría. El objetivo de hoy era otro.

Mi mirada se desplazó a la mujer con la que hablaba. Llevaba un vestido plateado ceñido y una cantidad exagerada de diamantes. Ella era nuestro propósito: Marian Pitts, la delegada de administrar y controlar los suministros de la Ciudad. Una divorciada que sentía predilección por los chicos jóvenes y más aún por las jóvenes promesas, en la que esperaba que se incluyese a Joel Adams.

A su conversación se les unió Matthew Smith. Un hombre corpulento y con tantas chapas en la chaqueta que apenas se podía ver el color azul de esta. Era un jefe militar muy importante, que si no estaba equivocada la información que me facilitó Sussie, mantenía contacto con gente del Sector 1. 

Cogí con delicadeza la mano de Tania que al igual que yo analizaba a los tres sin perder ningún detalle.

—¿Lista? 

—Sí —dijo mostrando una sonrisa tan encantadora en sus labios que no se la reconocía. 

Posé su mano en mi brazo y nos acercamos al grupo de forma distraída hasta que acabamos junto a ellos. 

—Estoy de acuerdo —comentó Anderson—. Las cosas están yendo muy despacio, no obstante, es mejor que sea así antes de aumentar la incertidumbre entre los Ciudadanos. ¿No crees, querida?

—Por supuesto, Michael. Vosotros conocéis mejor que nadie cómo se debe llevar La Ciudad. Solo te comentaba alguna de las cifras que hay en mi base de datos. 

—Marian tiene razón —cortó de forma tajante Matthew—, las cosas se están descontrolado. Hay que acelerar el proceso. El Sector 4 está dando más problemas que nunca y las revueltas en los Sectores 3 y 2 van en aumento. Necesitamos más control.

Reí una broma de Tania. Luego me acerqué a su oido y le susurré algo que no tenía nada que ver con lo que hablábamos. Mi atención estaba en el grupo de al lado. Tania, no sabía cómo, consiguió que otro invitado se uniese a nuestra conversación y conversaba animadamente con él. No me gustaba la actitud de Tania, pero tenía que reconocer que era muy buena en su trabajo. 

—Está bien. Propondré una nueva reunión con el Consejo. Tened toda la información lista, ya sabéis cómo es el proceso para acceder al Sector 1. Disfruten de las fiesta. Señora. Señor.

Anderson estaba apunto de retirarse de sus compañeros cuando me giré a la par que él. Ambos coincidimos de frente al coger una copa de champán de una de las bandejas que servía un camarero. Nuestros ojos se cruzaron y le sonreí de forma cómplice.

—Uno de los mejores champanes que he tomado —apunté sin perder el contacto visual. Era un hombre alto, de mi estatura. Rondaría la cuarentena y se cuidaba por la manera en que le brillaba la piel y lo bien depiladas que tenía las cejas. Sus ojos oscuros eran serios y se mantuvo impasible a mi comentario. Agarró una copa y se marchó.

Iba a ser un hueso duro de roer, un Gregory con mucho poder. Bueno, me gustaban los retos. Observé de qué manera se perdía entre la gente. Seguía ausente cuando me acariciaron el brazo. El intenso olor a perfume que desprendía me reveló que no era Tania. Mis ojos se toparon con Marian que se acercó a mi oido y me susurró:

—Es del 2050, de antes de la Guerra.

Se apartó y le dediqué mi mejor sonrisa entrando en su juego.

—Se nota. Tiene mucho más sabor. Tengo el placer de hablar con...

—Marian Pitts. ¿Y yo? 

—Joel Adams. Un placer —dije llevándome su mano a los labios y dándole un suave beso—. Cuéntame más sobre este maravilloso champán —propuse arrastrándola con delicadeza a un lado para hablar con más intimidad.

El resto de la velada lo pasé con Marian Pitts. Las fiestas a las que asistí la semana anterior habían dado su fruto y mi nombre empezaba a sonar por los círculos de la alta sociedad, así que no fue difícil llamar la atención de la mujer. Tania y Gregory —que también estaba en la fiesta— ayudaron a su forma. Tania porque se mantuvo junto a Matthew, él cual parecía sumamente interesado en ella, y Gregory porque, aunque a mí me cayese mal, supo estar en su papel y se dedicó a presentarme como debía, es decir, como un político de tercera que tenía un futuro muy próspero.

Marian enseguida me acogió de buena gana. Estuvo agarrada a mi brazo durante toda la velada mientras me presentaba a la gente más importante. También me habló de su trabajo. Después de que se tomara la tercera copa sus manos comenzaron a ser algo más atrevidas al igual que su lengua. De modo que no tardé en enterarme de los continuos saqueos que estaban sufriendo varios almacenes de suministros del Sector 3 y de las relaciones amorosas de buena parte de los miembros de la fiesta. Nunca se sabía cuando te podía venir bien cualquier información.

—El jueves estoy invitado a una cena en su casa —le comenté a Tania cuando nos despedíamos educadamente con un gesto de cabeza de unos invitados de la fiesta.

—Estupendo —dijo Tania de forma seca. La miré sorprendido sin decir nada. Tenía ganas de marcharme de allí y todavía quedaban las despedidas, algo que podía ser muy tedioso.

Gregory se acercó a nosotros.

—Nos marchamos ya —dijo Tania aproximando su mejilla al rostro de este para despedirse.

—¿No os vais a quedar a probar el postre? —preguntó con pena fingida—. Es sandía, la cultivan en el Sector 1. 

—No, ya hemos cumplido aquí. No nos interesa forzar las cosas —comenté dándole la mano—. Gracias por la invitación, Gregory.

Éste me sonrió de forma superficial.

—Me alegra que lo hayas disfrutado, Joel. Es estupendo ver lo poco que te ha costado volver a ocupar tu puesto en este mundo, ¿has estado tomando clases? —Le miré sin ningún tipo de emoción. Estaba acostumbrado a sus tonterías. Fue Tania la que contestó por mí.

—Sí, ha estado preparándose estas semanas. Aunque lo tiene metido en la sangre, apenas ha sido un gran esfuerzo para él. Quizá lo más complicado ha sido su imagen.

Gregory me repasó con la mirada para luego dirigirse a ella.

—¿Le atendió el Doctor Watson? —Apreté los labios al escuchar su nombre—. Es un hombre magnífico y hace un trabajo estupendo.

Había sido otra de las discusiones de la semana. Al parecer el Doctor Watson era un importante cirujano. Ahora conocía de quién fue la idea de retocarme la cara, no me sorprendía. Me negaba a hacerme cualquier tipo de operación estética, tendrían que conformarse con el maquillaje y la caracterización.

—Todavía no. Estamos hablándolo.

Gruñí para mis adentros. Gregory volvió a analizarme con atención.

—Pues deberías de hacerlo. Haría maravillas con el pequeño desvío que tienes en el tabique nasal. ¿No te molesta al respirar?

—No, además me gusta. Creo que me da carácter —dije de forma desafiante. Gregory me sonrió.

—Siempre te ha gustado lo diferente, ¿verdad?

La pregunta de Gregory se quedó en el aire durante unos segundos volviéndolo tenso. No dije nada. Fue Tania la que rompió la tirantez cambiando de tema. Estuvieron un rato más hablando en una conversación a la que no presté atención hasta que por fin nos fuimos. 

Una vez en el coche me pude relajar y comportarme como era yo. Mientras conducía hacía casa me quité la corbata y me pasé la mano por el pelo para despegarlo, me picaba por culpa de la gomina. No entendía como Gregory podía ir siempre con el pelo así. 

Estaba contento con la noche. Habíamos conseguido nuestros propósito. Aun así tenía la sensación de que Tania estaba enfadada.

—La noche ha ido bien. El próximo día intentaré interactuar con Anderson, ya me ocuparé para que me sienten a su lado en la cena —dije intentando romper el ambiente tenso del coche—. ¿Ha habido algún problema con Matthew?

—No, todo ha ido bien. También asistiré a la próxima velada.

—Bien —dije. 

¿Qué narices la pasaba ahora? Casi prefería no saberlo, sin embargo me temía que me iba a enterar por las buenas o por las malas y prefería sin dudar que fuera por las buenas. 

—¿Estás bien? —pregunté cansado de su actitud.

—Sí.

Decidí ignorarla. Cuando Tania estaba en ese plan lo mejor era dejarlo estar. Comencé a pensar en cómo me prepararía para la siguiente cena. Tenía que entrar bien a Anderson, si no lo hacía bien a la primera era muy posible que perdiese cualquier oportunidad. Continuaba pensando en ello cuando al fin la bomba saltó.

—No quiero que te acuestes con ella —dijo de repente Tania. Despegué unos segundos los ojos de la carretera sorprendido—. No me importa que tonteé contigo, pero no quiero que te vayas a la cama con ella. Ahora eres mío, me da igual lo importante que sea su puesto político.

En ningún momento había tenido intención de acostarme con Marian aunque hubiéramos estado toda la noche tonteando. Pero la actitud posesiva de Tania me ponía enfermo, así que dejándome llevar por el enfado dije:

—Si es importante para la misión habrá que hacerlo. —Alcé los hombros con indiferencia—. Ya sabes, el trabajo es lo primero. 

La tensión aumentó considerablemente.

—He dicho que no, Josh. Ahora eres mío.

El tono de sus palabras me hicieron volver a mirarla. No me gustó lo que vi. Realmente Tania me consideraba de su posesión y poder. La noticia de nuestro casamiento había hecho mella en ella y, como me temía, le había dado mucho más poder sobre mí.

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No sabía cómo había pasado. Hacía apenas unos minutos estaba pensando en si me pondría a trabajar un rato o me iría a dormir y ahora en lugar de eso estaba en casa de Tania intentando quitármela de encima. 

—Venga, Tania —murmuré mientras la empujaba con delicadeza para separarla de mi cuello—. No quiero que tu abuelo nos encuentre así —conseguí murmurar antes de que mi labio inferior fuera arrebatado por sus dientes. 

Joder, había conseguido engañarme de la forma más tonta. Tras su ataque de celos en el coche donde no se cortó en dejar claro que yo a partir de ahora le pertenecía, se había dedicado a insistirme en tomar la última copa en su casa para celebrar nuestro enlace. Había renegado de todas las formas habidas y por haber. Estaba cansado, me había pasado toda la noche tonteando con una señora de cincuenta y muchos que era igual de víbora que Tania y no sentía que tenía que celebrar nada. En todo caso lo pensaba celebrar con una botella de whisky en mi cuarto. Pero Tania se había puesto tremendamente pesada. Hasta que al final me dijo que me quería mostrar unos informes que le había dado Megan sobre los descubrimientos del Sector 4. No sé como me dejé engañar tan fácilmente. Bueno, lo cierto era que sí lo sabía y por eso me había enfadado más aún conmigo mismo, seguía buscando inconscientemente alguna forma de ayudar a Lena. Por eso Tania me había colado aquella mentira tan tonta. Si tenía información sobre el Sector 4 estaría en la sede no ahí. Ahora, por mi estupidez, me veía lidiando en la posición que había estado evitando esos meses.

—No está —ronroneó liberando mis labios para ocuparse del lóbulo de mi oreja mientras su mano subía por mi pierna de forma peligrosa—. Se ha ido de viaje unos días a la Zona Sur.

 —No... no sabía nada... de su viaje —murmuré de forma entrecortada al sentir de qué manera su mano llegaba a su destino. Intenté volverla a separar, se pegó con más fuerza contra mí—. Para, Tania —ordené.

—¿Por qué? —susurró en mi odio—. Lo estás disfrutando. 

No, no lo estaba disfrutando. Lo cual era bastante estúpido ya que Tania tenía un cuerpo espectacular y una cara de ensueño. Además de que era buena en la cama. A pesar de todo aquello no sentía ningún tipo de atracción sexual hacía ella. Tal vez fuese por su actitud dominadora y posesiva, no lo sabía, lo único que tenía claro era que Tania me dejaba frío.

—No —dije poniéndome serio y separándola. No quería hacerlo.

Sus ojos frente a mí echaban chispas.

—¿Por qué no? No me dirás ahora que te quieres mantener célibe hasta el matrimonio cuando te has estado tirando a todas las golfas que has podido, ¿verdad? —Su rostro brillaba de indignación—. Porque sé que te has estado acostando con todo el mundo y lo he aguantado. Ahora me toca a mí.  

—¿De qué estás hablando? —pregunté separándome más de ella.

—Que quiero lo que es mío.

—No soy tuyo, Tania. Deja de hablar de mí como si fuese un objeto.

Su mirada se intensificó mientras me observaba, sentí un escalofrío en el cuerpo. 

—Será mejor que me vaya —dije dispuesto finalizar esa situación que no me gustaba nada. Recogí mi chaqueta del suelo, donde había acabado después del ataque de pasión de Tania, y me puse camino a la salida. 

—Si abres la puerta considera roto el trato con mi abuelo.

Al escucharla me quedé helado frente a la puerta de salida. ¿Tania lo sabía? ¿Conocía el trato que había hecho con Aron? Una sensación de angustia me estrujó el estómago. Me giré muy despacio para encontrarme con sus ojos azules calculadores. La contemplé intentando mantener el rostro sereno. Cualquiera la hubiese visto como un ángel con el vestido color marfil que se ajustaba a sus curvas, yo solo pude ver al mismísimo demonio al que estaba encadenado. Porque daba igual las veces que me tratase de convencer de que Tania era buena, no lo era.

—¿Qué quieres de mí? —pregunté seco.

—Ya lo sabes —dijo mientras alzaba una mano invitándome a cogerla. Di un par de pasos aceptándola y dejando que me guiase a su cuarto.

Tenía ganas de vomitar y el aire no entraba bien en mis pulmones. Aun así conseguí controlarme para que no se viesen y sustituirlos por una pasión falsa que en realidad era más rabia e impotencia que otra cosa. Hice lo que Tania me pidió intentando alejar mi mente de allí. Cuando terminamos y su cuerpo sucumbió al sueño me incorporé y me marché. 

Al llegar a casa me fui directo a la ducha. Dejé que el agua caliente me recorriese el cuerpo llevándose aquella sensación de suciedad que sentía. Después de un buen rato salí, fui a la cocina y cogí la botella de whisky.

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