CAPÍTULO 7
El fin de semana llegó rápido. Por un lado lo agradecía, no tendría que lidiar con el acoso de Tania y podría centrarme en estudiar los documentos que me había dado Darío. Por otro era una tortura porque suponía el continuo rechazo de proposiciones a las que ni me apetecía ni pensaba ir. Y en eso me encontraba ahora mismo. A penas había subido a casa y mi móvil ya sonaba con una llamada entrante de Tania.
Me había propuesto ir a una fiesta en un club donde estaban un par de amigos suyos que quería que conociera, o eso ponía en el mensaje que me envió por la tarde. No había contestado y ese era el motivo de que ahora me llamase. Aunque no tenía intención de cogerla. El fin de semana era para mí, lo necesitaba. Silencié el móvil y me acerqué a la cocina para prepararme la cena. Jake y Sussie no estaban. Se habían ido al cine, por supuesto no sin antes insistirme en que fuera. Lo último que necesitaba era ser el sujeta velas de la pareja.
Pensé en ellos. Se les veía realmente bien. Si no fuera porque se pasaban la mayor parte del tiempo preocupados por mí diría que eran felices. Me sentí culpable. Cogí el plato de comida con desgana.
Había comenzado la semana con fuerza, totalmente decidido a aplicarme al máximo con mi nueva posición de político. Sin embargo, a medida que transcurrieron los días el vacío que controlaba con las misión me había estado consumiendo por dentro. Encima tampoco había ayudado que los dos últimos días los hubiese tenido que pasar encerrado en las instalaciones aguantando a Tania y su insistencia por saber todo lo que hacía. ¡Así era imposible que mi relación con ella mejorase! Me había esforzado por ser agradable con ella pero su actitud me irritaba.
Mi muñeca vibró. Era Tania de nuevo. No iba a parar, así que después de meditarlo un rato saqué el teléfono de mi bolsillo y lo apagué.
Estaba colocando la cena en la mesa cuando el teléfono de casa comenzó a sonar. Maldije mientras apretaba la mandíbula exasperado. Lo mejor era que la contestara y la pusiera una buena excusa.
Di la orden a la casa para que descolgara el teléfono. En el acto por toda la cocina resonaron los gritos de Tania.
—¡¡Ni se te ocurra volverme a colgar, Josh!! ¡¡Lo entiendes!! No sé quien te has creído que eres pero más vale que no se te vuelva a ocurrir hacer algo así. —Se quedó en silencio unos segundos—. No hay nadie contigo, ¿verdad?
—No —dije conteniendo una sonrisa. La perfecta dama no siempre era tan perfecta.
—Pues activa la imagen —exigió.
Su orden hizo que el cuerpo se me tensara.
—No puedo, acabo de salir de la ducha y bueno... me pillas sin vestir —dije en un intento vago de revelarme contra ella. Su risa retumbó en la sala.
—No sería la primera vez que te veo desnudo.
Suspiré cansado y decidí terminar con aquello cuanto antes. Activé la imagen. En la pared de enfrente apareció el rostro de Tania. Se había recogido el pelo en una coleta alta y tenía las mejillas rojas por el enfado.
—¿Qué quieres? —pregunté de forma seca llevándome una cucharada de comida a la boca.
—¿No acababas de salir de la ducha? —Alcé los ojos de mi plato para observarla.
—Me visto muy rápido —dije sin que su mirada furiosa me afectase. De verdad que intentaba ser agradable con ella, pero es que conseguía enervarme con una facilidad pasmosa. Apretó unos segundos los labios.
—¿Por qué has apagado el móvil? —preguntó indignada.
—No lo he apagado, se le ha acabado la batería.
—Josh, no me trates como si fuera una de esas niñas tontas que te acosan. —No, desde luego era peor, entre otras cosas porque nadie me acosaba excepto ella—. Ni se te ocurra volverme a colgar —me volvió amenazar. Afirmé con la cabeza sin prestarla mucha atención—. ¡¡Mírame!! —gritó de repente. Volví a alzar la vista de mi plato—. No vuelvas a ignorarme como lo has hecho hoy si no quieres que convierta tu vida en un infierno. ¿Lo has entendido? —«¿Más de lo que ya es?» pensé de forma automática. Aquel pensamiento me dejó durante unos segundos conmocionado—. ¿Lo has entendido? —volvió a repetir sacándome de mi aturdimiento. Asentí de forma sumisa—. Bien, estate preparado en una hora, te voy a buscar.
—Tengo...
—En una hora, Josh. Seguro que lo que tienes que hacer se puede aplazar —decretó.
Adiós a mis planes de estudiar y adiós a mi descaso de Tania. Una sensación de malestar se adueñó de mí quitándome las ganas de comer. Alejé el plato de mí. Tenía que conseguir frenar aquello, no sabía cómo pero tenía que pararlo.
Tania no tardó en aparecer con una maquilladora que se encargó de caracterizarme como Joel Adams. En apenas una hora ya estábamos saliendo camino a la fiesta.
El resto del fin de semana fue igual. Tania me estuvo llevando a fiestas y comidas en los diferentes clubs del sector. Luego me di cuenta que era su venganza por lo que sucedió el miércoles. Y ganó, porque para cuando llegó el domingo por la noche mi nivel de hastío estaba por las nubes y estaba deseando que llegase el lunes. Lo único bueno de todo aquello fue que el nombre de Joel Adams ya comenzaba a circular.
La semana tampoco se presentaba tranquila. Si bien conseguí que Tania no me añadiese ningún evento más no pude librarme de todas las citas que me había puesto. Porque si en un principio pensé que con la maquilladora había sido suficiente para transformarme en Joel Adams, me equivocaba. Tenía cita con el estilista, el peluquero, el sastre y con un doctor. Este último no tenía muy claro a qué se debía, pero el lunes a primera hora pensaba hacer mis investigaciones de quién era el doctor Watson y por qué necesitaba hora con él. Tania se hizo la tonta cuando le pregunté y me olía a que no era nada bueno.
Por otro lado Aron había convocado otra reunión con todos los cabecillas a mitad de la semana. Esto me tenía algo intranquilo, debía de ser algo serio para que en tan poco tiempo realizara otra reunión.
Así que se avecinaba una semana igual de intensa que la anterior.
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—No acerques eso a mí —le amenacé sin dejar de mirarle.
El muchacho se encogió de miedo, aun así tuvo valor para comentar:
—Esto es importante.
—No, no lo es —dije en un tono seco mientras me incorporaba de la camilla y buscaba mi bata. ¿Dónde narices la habían dejado?
—Pero la señorita Tania dijo...
—Me importa una mierda lo que haya dicho. No me pienso depilar el cuerpo. Mi cuerpo va a ir cubierto con un traje, así que no necesita ser depilado.
Mis ojos miraron con horror el aparato que sostenía el hombre en la mano mientras él seguía intimidado en una esquina del salón si saber qué hacer. Me tenía miedo pero también se lo tenía a Tania, lo que hacía que su rostro hubiese estado en continua indecisión a lo largo de toda la mañana. Pero mi paciencia se había acabado.
Había aguantado suficiente durante toda la mañana, me negaba por completo a añadir una sesión de dolor innecesario. Bastante humillante era tener que estar tan sólo con unos bóxers permitiendo que hiciera lo que le diera la gana con mi cuerpo. Le dejé que me pusiera un potingue verde en la cara, con el pepino en los ojos incluido —a pesar de que seguía sin tener claro que se suponía que hacía en los ojos aunque el muchacho me lo había repetido cinco veces—. También consentí que me hiciera la manicura, incluso la pedicura para no escuchar a Tania. Todo esto aguantando las risas de Jake que no había parado de subir a casa solo para regodearse de mi humillación. Maldito cabrón. Y con Tania haciendo acto de presencia cada dos por tres para incorporar alguna estupidez de tratamiento como añadir aceites a mi pelo. Pensaba vengarme de todo aquello, lo tenía claro, y del primero de Jake porque le había pillado haciéndome fotos.
Seguía asesinando con la mirada a Ramón —como se llamaba el estilista— cuando la puerta de casa se abrió apareciendo por ella la causante de todo. Las risas que oí detrás me confirmaron que no venía sola, Jake se había animado a subir... de nuevo —que sorpresa— y esta vez venía acompañado por Sussie. A partir de hoy pensaba cambiar el sistema de la casa, se acabaría que Tania y Jake tuviesen acceso a ella como si fuera suya también.
Tania se acercó a comprobar mis manos mientras Jake y Sussie se quedaban junto a la puerta. A pesar de que el ambiente era tenso, porque Ramón seguía asustado en una esquina de la sala, Jake no dejó de sonreír como un idiota. Sussie tan solo me observaba con curiosidad.
—¿Qué pasa? —preguntó Tania sin dejar de repasar mis manos—. Ramón, no me gusta cómo ha quedado esta uña. La cutícula está mal arreglada.
Ramón se acercó corriendo y yo resoplé.
—El dedo está perfectamente —dije apartando la mano de entre las suyas y haciendo una nueva búsqueda de la bata. Revisé la sala con cara de poco amigos hasta que la vi al otro lado.
Tania me observó tranquila y comentó:
—¿Todavía no te has depilado?
—No, ni lo voy hacer. ¿Verdad, Ramón? —El chico se volvió a encoger y se apartó asustado.
—Señora...
—Josh, tienes que depilarte. Vas a ser una persona importante, es necesario.
—Y una mierda. Voy a ir vestido con un traje, no me pienso depilar. Ya he aguantado más que suficiente. Por hoy se ha terminado.
Nos retamos unos segundo con la mirada. No pensaba ceder en esto. Tania se dio cuenta porque dibujó una de sus sonrisas coquetas para tranquilizarme, el problema estaba en que no me calmaba, me ponía de peor humor.
—Está bien —dijo como si hablase con un niño pequeño—, por hoy lo dejamos. Mañana por la mañana vendrá el sastre para hacerte el traje a medida.
La miré confundido.
—Mañana por la mañana no puedo, tenemos la reunión que convocó el Jefe.
Volvió a sonreírme mientras se acercaba a mí andando de forma melosa.
Jake, al fondo del salón, había dejado de reír y su gesto era serio. Sussie junto a él parecía que aguantaba la respiración.
Desde que pasó lo de Lena era raro ver a Sussie en la misma sala con Tania y las veces que estaban juntas la miraba con desconfianza. No sabía a que venía el cambio, pero tampoco lo meditaba mucho, todos habíamos cambiado mucho tras el paso de Lena por nuestras vidas.
—No te preocupes, Josh —dijo enganchándose de mi brazo—. Yo me encargo de ir a la reunión. Tú solo preocúpate de estar perfecto para la fiesta del sábado.
Sentí de qué manera la sangre me hirvió. Me aparté con brusquedad de ella.
—No, Tania —dije con dureza—. Yo dirijo este equipo hasta que el Jefe diga lo contrario. No tú. Que no se te vuelva a olvidar —la amenacé mientras iba a buscar la bata y me cubría el cuerpo—. Se acabaron las estupideces. Tú estás a mi cargo y si no es así que me lo diga Aron —continué. Nos desafiamos unos segundos con la mirada hasta que al final sentí cómo me picaba la cabeza. Dirigí mi mirada a Jake—. Jake, mañana por la mañana tenemos entrenamiento a las seis.
Me dio tiempo a ver su cara de sorpresa antes de marcharme hacia mi cuarto.
—¿A las seis? ¿Por qué? —escuché que se quejaba.
Yo también podía ser un cabrón cuando quería, no podría vengarme de Tania pero sí de Jake. Se me dibujó una pequeña sonrisa aunque por dentro me sentía como una auténtica mierda.
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