CAPÍTULO 43

—Estás bromeando, ¿no? —dije sin dar crédito a lo que oía.

—Sabía que no te iba a gustar la idea por eso quería comentártelo antes —dijo mientras doblaba las pocas prendas de ropa que tenía para guardarlas en una mochila. Apenas habían pasado doce horas desde que Sussie me había confirmado la traición de Alex, que ahora me encontraba con Lena diciéndome que se iba a marchar con él al Sector 4. ¡Tenía narices la cosa!

—Decírmelo media hora antes de irte, no es decirlo antes —contesté mientras la seguía al baño. Desde que me había dado la noticia no me había mirado a los ojos y tampoco había parado de hacer cosas. Sabía que lo hacía para no hacerme frente, lo que tampoco me tranquilizaba—. No te puedes ir con él —dije contundente.

Por fin paró su actividad y me miró. En sus ojos pude ver ternura y un toque de preocupación.

—Sé que Alex no te gusta. Pero es una buena persona, solo necesita que le des una oportunidad.

Hice una mueca de disgusto. ¡Qué oportunidad ni qué leches! Lo que necesitaba Alex era una buena paliza y tenerlo bien lejos.

—Es un traidor, nos encerró allí —siseé sin poder contener el enfado.

Lena puso los ojos en blanco y continuó con su tarea, que ahora era cepillarse el pelo para seguido recogerlo en una coleta.

—Ya me han dicho que sigues con esa idea. Alex no es un traidor, Josh. Solo te cae mal.

¡Y una mierda! ¿Cómo que solo me caía mal? Vaya asco de imagen tenían de mí. Lo cual, por cierto, me molestaba bastante. Estaba hasta las narices de que todos pensasen que el loco era yo y que Alex se fuera de rositas cuando era una persona muy peligrosa. Y desde luego no iba a permitir que Lena se fuera con él.

—No pienso dejar que te vayas con Alex —aseveré.

Los ojos marrones de Lena se posaron en los míos. Estaba disgustada, no solo se veía en el brillo de desafío que había en su mirada sino también en sus mejillas que se habían enrojecido.

—Pues a mí me da igual tu rabieta infantil. Tengo que volver al Sector 4 para cuidar a mi familia y volver a dirigir mi grupo. Hay gente que depende de mí y no les voy a dejar tirados. Alex se ha ofrecido a llevarme y ayudarme, y como segundo en La Rebelión tiene que estar. Te guste o no.

Esquivó mi cuerpo y salió de la habitación. Recorrí el pasillo y el salón tras ella hasta entrar en la cocina. En ella se encontraban Mark desayunando. Levantó la vista de su tablet con el ceño fruncido al vernos.

—Es un traidor y tengo pruebas de ello —dije ignorando el hecho de que Mark estuviese allí. De todas formas la casa no era lo suficientemente grande como para que la discusión hubiese pasado desapercibida—. Si me dieras unos minutos te lo enseñaría.

Lena negó con la cabeza frustrada.

—No te voy a dar ningún minuto, Josh, no me importa lo que hayas encontrado.

Justo en ese momento la puerta de la entrada se abrió. Jake y Sussie se acercaron a la cocina.

¿Cómo podía ser Lena tan cabezota?

—¿Cómo puedes seguir sin confiar en mí? —la acuse con un gruñido. Ella se giró hacía mí airada.

—Veo que venimos en mal momento —escuché que decía Jake a mi espalda a Mark.

—No lo sabes tú bien.

—Claro que confió en ti —contesto Lena—, pero en este tema estás cegado. Alex no es el enemigo. No pienso seguir con esta discusión, me voy a marchar con él en cuanto llegue.

—Pues tenemos un problema porque llegó hace un minuto.

Al escuchar a Jake tanto Lena como yo miramos hacia la puerta donde se encontraba Alex ocupando todo el hueco de la misma con su ancho cuerpo.

Sin poder contenerme un gruñido escapó de mi garganta y me dirigí hacia él impulsado por una energía desconocida. Mark y Jake enseguida se pusieron frente a mí para pararme. Vi a Sussie cómo intentaba agarrar a Jake para que no se metiera pero sus esfuerzos fueron en vano. Mis ojos se posaron en mis amigos y les miré con rabia. Estaba dolido con ellos dos, se suponía que eran mis mejores amigos y en ningún momento me habían apoyado con esto.

—Apartaros —ordené en un tono tan frío que pude notar la sorpresa en el rostro de ambos. Ninguno de los dos se movió, lo que hizo que el dolor que sentía aumentase. Estaba claro que me iba a tocar jugar sucio. Una risa desprovista de alegría salió de mi pecho y dejé de prestarles atención para dirigirme a Lena que me observaba con preocupación y tristeza—. ¿Quieres marcharte con él? Está bien. Márchate. Pero antes tienes que conocer la verdad. Y como no estás dispuesta a escucharme a mí, que te lo diga él mismo.

En cuanto terminé la frase me volví con un movimiento rápido. Mark y Jake se habían relajado, lo que me permitió golpear con fuerza a Mark haciendo que cayese y placar a Jake. No me gustó pegarles, si bien no me habían dejado otra alternativa. A Alex también le pillé desprevenido que no se esperaba que me deshiciera con facilidad de la barrera que habían hecho. Mi puño golpeó con fuerza su rostro haciendo que trastabillase y cayese en el suelo de la entrada. Los siguientes vinieron como una ráfaga, duros, sin piedad. Toda la rabia y el miedo que había sentido durante la recuperación de Lena había estallado dentro de mí. Quería matarle. Sentía mis nudillos arder con cada golpe y cómo el rostro de Alex se iba humedeciendo por la sangre que empezaba a manar de su nariz. Me intentó parar con las manos pero tumbado estaba a mi merced.

—Maldito mal nacido. Nos dejaste encerrados allí adrede —dije sin contener la rabia acumulada—. Lena casi muere por tu culpa. Y va a tener secuelas de ello toda la vida.

No sé cuanto duró el ataque, no debió de ser mucho hasta que sentí de qué manera me intentaban separar de él. No lo consiguieron. Los ojos de Alex por primera vez demostraron algo y me dio cierta satisfacción. Tenía miedo. Mark y Jake unieron fuerzas para agarrarme y vi cómo Lena se colocaba frente al cuerpo de Alex para frenarme.

—¿¡Pero qué haces!? ¿¡Te has vuelto loco!? —gritó con los ojos abiertos por la impresión. Todavía seguía débil por todo lo que le había sucedido, aun así ella seguía protegiéndole. Gruñí y me deshice del agarre de mis amigos con un gesto brusco—. ¿Qué te pasa? —Escuché que Lena me gritaba desde el suelo donde había acomodado la cabeza de Alex entre sus piernas y analizaba su rostro con preocupación—. No tienes suficiente con todo lo que nos ha pasado que además tienes que provocar más conflicto dentro de los grupos. ¡Estás lleno de rabia, Josh! Y no pienso tolerar que transmitas esa violencia interior que tienes al resto del grupo, y muchísimo menos que lo pagues con gente del grupo. ¡¡Casi lo matas!!

—Esto es increíble —murmuré mientras me pasaba frustrado la mano ensangrentada por la cara y me alejaba de aquella escena que me estaba carcomiendo por dentro. Sentía las miradas de acusación de todos, menos la de Sussie que lloraba a un lado—. ¿Lleno de rabia? —pregunté en un tono escéptico. Me acerqué un par de pasos—. Por supuesto que estoy lleno de rabia por dentro —dije en un tono de falsa tranquilidad—. ¿Y sabes por qué? Porque ese cabrón, hizo que nos encerraran y envenenaran.

—¡Fue un accidente! Nadie tuvo la culpa. Alex...

—¡No fue un accidente! ¡Lo hizo aposta! —grité frustrado—. Lo tenía todo planeado. ¡Es un traidor!

—Siempre estás igual, Josh. Como sean tus celos...

—¡¡DÍSELO!! —ordené a Alex sin poder contener más el enfado—. Dile ahora mismo la verdad o te juro que la próxima vez no me detendrá nada.

Alex ya se había incorporado y estaba sentado con los brazos apoyados en sus rodillas. Sus ojos grises se elevaron hacia mí. A pesar de que tenía la cara ensangrentada su rostro había vuelta a convertirse en una piedra.

—Era necesario —dijo sin apartar la vista.

—¿Q-qué...? —comenzó a decir Lena—. ¿Qué era necesario? —La voz se le partió en la última palabra. Alex la miró pero no dijo nada—. ¿Era necesario que me envenenaran? ¿Qué me volviese loca? —Con el ajetreo de la pelea su pelo se había salido de la coleta y ocultaba parte de su rostro impidiéndome verlo, aun así, por su tono de voz, supe que estaba llorando. Un nudo se me formó en el estómago.

—Era necesario para que los grupos se juntaran, para que fuéramos más fuertes —dijo por fin Alex—. Necesitaban un buen motivo para que se olvidasen de los prejuicios y se uniesen. Vosotros erais el motivo perfecto.

Lena sacudió la cabeza y se puso de pie.

—Pues hubiese sido mucho más sencillo que lo hubieses pedido —murmuró con la voz rota antes de salir de la casa.

Cuando se marchó Alex fijó su mirada fría en mí.

—Eso nunca hubiese funcionado. Había que mostrarles el potencial que tenemos trabajando juntos —se justificó, como si aquello arreglase el martirio que habíamos pasado. Apreté los labios antes de comentar:

—Te volvería a partir la cara, pero ahora mismo Lena me necesita. —Y sin decir nada más me marché siguiendo los pasos de Lena.

A pesar de lo llena que estaba la calle no me costó dar con ella. Al igual que yo, Lena había salido muy poco a la calle y no se había alejado mucho del bloque. Estaba en el pequeño parque infantil que había junto al edificio. Se había sentado en uno de los columpios y se balanceaba arrastrando los pies sobre la hierba artificial que cubría al parque de juego. Tenía la cabeza gacha y su pelo le cubría el rostro, estaba claro que al final su coleta no había aguantado la disputa. Me acerqué y me senté en el columpio que quedaba libre. El pobre se quejó ante mi peso y durante unos segundos me quedé quieto para asegurarme de que era capaz de aguantarlo.

Observé la zona de juegos. Había un par de madres que nos miraron con recelo mientras sus hijos trepaban y se tiraban por el tobogán. A pesar de que el parque estaba protegido del sol por los grandes edificios y los toldos que lo cubrían, el aire caliente se pegaba a la piel. En seguida comencé a transpirar, el Verano ya estaba en su apogeo y las temperaturas no perdonaban a ningún sector. Admiré a los pequeños que corrían de un lado a otro a pesar de las altas temperaturas y recordé los parques en los que yo había crecido en el Sector 2, cubiertos y acondicionados.

—Seguro que piensas que soy una idiota —dijo de repente Lena sacándome de mis recuerdos. Me volví a fijar en su figura. Ya no tenía la cabeza gacha, todo lo contrario, ahora miraba al cielo azul mientras seguía con el suave balanceo. Sus ojos y su rostro estaban rojos y algo humeros, pero ya no lloraba.

—No, no lo pienso.

El estómago se me contrajo en un puño cuando bajo la mirada hacía mí. Se la veía derrotada.

—Tú lo viste desde el principio, nunca te fiaste de él.

—Bueno —dije con una risa cansada mientras me rascaba el mentón con los nudillos—, puede que algo de celos sí que tuviera.

Una sonrisa tierna se dibujó su boca. Apartó la vista algo azorada para posarla en la calle donde la gente iba de un lado a otro.

—He confiado en muy poca gente en mi vida y cuando lo he hecho ha sido un desastre. Ya no sé en quien confiar. —Lo dijo con tanta tristeza que sentí como cada palabra se me clavaba en el pecho. Me sentía la persona más mezquina del mundo, ya que yo había formado parte de que ella se sintiera tan perdida.

—Lo siento mucho, Lena. Yo no quería engañarte y hacerte daño solo quería protegerte. —Era una excusa pobre que no me había traído más que problemas pero era la verdad. Una lágrima se escapó de uno de sus ojos recorriendo su mejilla. La aflicción de su mirada me rompía, Lena era vida y esperanza, no podía verla tan hundida. Sin poder contenerme capturé la lágrima en una caricia—. Por favor, perdóname —supliqué.

Me volvió a sonreír mientras apoyaba su mejilla en mi mano.

—Te perdoné hace mucho tiempo.

Sus palabras no eran suficiente, necesitaba más.

—En mí puedes confiar —le aseguré sin dejar de mirarla.

—Y confío —dijo en un susurro—. Aunque te hayas portado como un capullo, arrogante y estúpido elitista. —No pude evitar que mis labios se elevaran ante sus palabras, porque a pesar de que eran insultos las dijo en un tono cariñoso. Luego suspiró y se apartó de mi mano. El calor de su rostro todavía me hacía cosquillas en la palma cuando retiré la mano—. Pero ahora necesito estar sola para pensar.

Afirmé con la cabeza mientras me levantaba del columpio para dejarle el espacio que necesitaba. Antes de salir del pequeño recinto la volví a mirar. Nuestros ojos conectaron y una descarga eléctrica me recorrió el cuerpo dejando una sensación cálida al reconocer su mirada. Me miraba con amor. Y junto a ese amor también había anhelo y esperanza. Estaba esperando que dijera algo. Entonces en mi cabeza apareció la imagen del rostro de Lena pálido y sin vida mientras yo la reanimaba con el masaje cardiovascular. Mi respiración se aceleró y un miedo terrorífico me heló todo el cuerpo. No se lo podía decir, simplemente, no podía. Me quedé observándola aterrado hasta que ella lo comprendió y bajó la vista con aquella tristeza que me rompía. Tragué saliva intentando pasar el malestar que había vuelto y sin decir nada me marché hacia casa.

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