CAPÍTULO 42
Lena estuvo despierta tan solo unos minutos antes de volver a caer en un sueño profundo. Cuando se lo conté al médico no pareció sorprenderle, al parecer era normal cuando alguien salía de un coma. Al día siguiente Lena se volvió a despertar, esta vez estuvo despiertas unas horas. No pronunció ninguna palabra, tan solo se limitó a observar a su alrededor desorientada. Aquello me asustó. El hecho de que hubiese dejado de ser un sujeto no implicaba que no hubiese un daño irreparable en el cerebro. Sin embargo al segundo día dio muestras de que nos reconocía aunque no hablaba, solo contestaba a nuestras preguntas con gestos de cabeza. El médico nos aviso de que el proceso de recuperación iba a ser lento y que teníamos que tener paciencia, pero que daba muestras de que se repondría. La felicidad y tranquilidad de escuchar aquello me permitió volver a dormir.
Las tiranteces con Jake se relajaron un poco. Seguía enfadado conmigo y apenas me hablaba, pero al igual que yo estaba feliz de ver a Lena despierta, lo que hizo que durante unos días nuestra relación mejorara. Su actitud comenzaba a preocuparme. Entendía su enfado, lo que me desconcertaba era que le durase tanto tiempo. Jake no era una persona rencorosa, así que si seguía enfadado era porque de verdad estaba dolido conmigo. Definitivamente tenía que solucionarlo.
A pesar de que Jason ya había terminado su trabajo con Lena seguía visitándola. Estaba muy impresionado de haber conseguido desintoxicar a un sujeto fallido y quería estudiarlo. En mi opinión, ya había cumplido su propósito y podía no volver a aparecer por ahí, sin embargo Mark era de la opinión de cuanta más información sobre los sujetos mejor, así que seguía viendo su careto y el de Alex.
Poco a poco Lena comenzó hablar y a caminar. Al principio necesitó mucha ayuda, pero se aplicó al máximo para que poder ser autosuficiente, sobre todo para poder ir al baño sola.
Con la recuperación de Lena el ambiente cambio. Los monólogos de Sussie volvieron a invadir cada rincón de la casa. Elisa, ahora que Lena estaba bien y no era peligrosa, también se pasaba a menudo para ayudarla. A eso se le sumaban las reuniones para la unión de los grupos que realizaba Mark. Había decidido que la casa de Bruno era el mejor punto de encuentro, aunque en realidad lo hacía para intentar convencerme de que participase. Maldito arrogante.
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Llené de nuevo el vaso de agua y me lo bebí de un trago. Luego cogí la toalla que había dejado en la silla y me sequé los restos de sudor de mi frente y cuello.
Ahora que las cosas parecían mejorar había decidido volver a hacer algo de deporte. Así que me levantaba temprano todas la mañanas para correr un rato por el barrio -era la única hora en el que el calor no era tan asfixiante- y después aprovechaba para hacer alguna tabla de ejercicios en casa.
Hice los estiramientos en la sala de estar mientras fijaba mi vista en las imágenes de la televisión. Era un reportaje de los preparativos para la fiesta anual de la Ciudad. Parecía que este año se estaban esmerando más de lo normal, especialmente en el Sector 4. El Consejo había recaudado fondos y había realizado varias campañas de donación para que este año el sector disfrutase de una fiesta llena de lujos, desde carpas donde darían alimentos frescos hasta otras con actividades para los más pequeños y todas ellas con aire acondicionado. Todo eso mientras a escondidas planeaban deshacerse del sector.
Dejé de prestar atención al programa y me tumbé en el suelo para hacer una sesión de abdominales. Iba por el número veinte cuando un ruido de platos rotos, que provenía del cuarto de Lena, me hizo levantarme. Me dirigí corriendo a la habitación y la abrí de golpe. Estaba sentada en la cama mientras se masajeaba uno de los tobillos. Lena nunca había sido una chica pequeña, era demasiado alta para eso, pero en la inmensidad de la cama de Bruno lo parecía. Solo vestía una camiseta y la ropa interior, dejando a la vista sus piernas largas. No pude evitar que mi mirada las recorriera antes de que se desviase al estropicio que había en el suelo, la bandeja de la cena de la noche anterior lo decoraba.
-¿No sabes qué hay que llamar a la puerta? -dijo cubriendose con la sábana de la cama mientras en su rostro aparecía un ligero rubor.
-Eh... -comencé mientras me rascaba la nuca algo turbado por la situación. La había visto así y con menos ropa mil veces, si bien había sido cuando estaba enferma, ahora era diferente-. Sí, lo siento. ¿Estás bien? -pregunté señalando a su tobillo.
Ella afirmó con la cabeza.
-Sí. Es solo que todavía me fallan de vez en cuando. Tan solo quería vestirme para ir al baño.
Miré la vajilla rota del suelo y fruncí el ceño.
-No es buena idea que andes descalza.
Un pensamiento vino a mi cabeza e hizo que se me dibujara una sonrisa ladeada. Ella entrecerró los ojos desconfiada. De repente un brillo de compresión iluminó su rostro.
-¡No! -exclamó de forma categórica. Mi sonrisa se amplió-. No, no y no. No pienso dejar que me lleves en brazos hasta el baño. Odió que lo hagas. No soy una puñetera damisela en apuros aunque a ti te encanté ir de caballero. -Se incorporó mientras cogía las almohadas. Estaba tan intrigado con lo que hacía que ni me molesté en interrumpir su monólogo. Además de que con su indignación se le había olvidado que seguía vestida solo con la camiseta y las vistas eran..., ufff, una auténtica pasada. Así que me limité a apoyarme en el marco de la puerta y observarla completamente fascinado-. Puedo arreglármelas yo sola -finalizó mientras se envolvía cada pie con las fundas de las almohadas.
Me miró orgullosa mientras a mí se me alzaba una ceja.
-¿Qué pretendes hacer con eso?
-Ir a buscar yo sola mi ropa.
Señaló la silla de carreras que había frente al escritorio de Bruno de la que colgaban varias prendas de ropa. Carraspeé un poco intentando ocultar la sonrisa que quería escaparse. Cuando conseguí mantener la serenidad le pregunté:
-¿Y no sería más fácil que me lo pidieras a mí?
Dudó unos segundos. Se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y estrujó el borde de la camiseta con sus manos un buen rato hasta que al final me preguntó:
-¿Me darías la ropa sin poner pegas?
-Claro, ¿por qué no lo iba a hacer?
-Porque te encanta picarme -dijo con sinceridad. La observé fijamente unos segundos en los que pude apreciar cómo su rostro comenzaba a colorearse de nuevo. La comisura de mis labios comenzó a elevarse y al verlo su ceño se frunció con enfado-. ¡Lo ves! ¡Por eso no te lo pido! -se quejó enfurruñada poniendo los pies en el suelo. En un par de zancadas la alcancé.
-Quédate ahí -le ordené-. Con ese invento chapuza solo vas a conseguir cortarte y romper un conjunto de sábanas de Bruno.
Ella se volvió a sentar en la cama todavía enfurruñada con los brazos cruzados.
-No sabía que te importasen tanto los conjuntos de sábanas de Bruno -escuché que murmuraba.
-A mí no -dije-, pero a Mark sí. Esperaré fuera. Cuando termines recogeré todo. -Le ofrecí su ropa. Cuando la agarró en lugar de soltarla tiré suavemente de ella para acercarme a su oído-. No me gusta picarte. Me gusta sonrojarte -susurré.
Al apartarme pude ver sus mejillas más encendidas aún. No pude evitar la risita que se me escapó. Justo cuando estaba a punto de salir por la puerta una almohada chocó contra mi cabeza, sin embargo, aquello, en lugar de enfadarme, solo consiguió divertirme mucho más.
Pocos minutos después escuché como comenzaba a recoger todo sin avisarme. Volví a entrar en el cuarto y me llevé otra reprimenda. Tenía toda la razón del mundo. Aun así no pensaba dejar que limpiara ella nada en las condiciones que estaba, seguro que con su suerte acababa con algún dedo amputado. Así que a pesar de sus quejas la obligué a que se metiera en el baño. Una vez hube recogido todo me fui a la cocina a tirar la vajilla rota.
Durante aquel mes en casa de Bruno habíamos ido colocando los muebles que habían estado en el pasillo en la habitación donde me había desintoxicado yo para despejarlo. Era demasiado complicado moverse con ellos, sobre todo durante el proceso de rehabilitación de Lena y las máquinas que necesitó Jason para ello.
Al regresar al cuarto de Bruno me di cuenta de que la habitación antigua de Lena, esa en la que todavía se podían ver los agujeros de los clavos donde había estado los tablones, estaba abierta. Cuando me asomé por la puerta me quedé helado. Lena se encontraba en medio de la estancia observando todo con una expresión que no supe descifrar. El cuarto había estado vedado, tan solo había entrado yo para limpiarlo y ventilarlo. De ahí que ya no estuviesen los tablones que cubrían la ventana y el sol entrase sin problemas. Y también que se viera, sin ningún problema, los arañazos y las marcas de sangre de las paredes. Contuve la respiración sin despegar los ojos de ella a la espera. Dio una vuelta sobre sí misma. Parecía sorprendida si bien no asustada. Volví a respirar con normalidad.
Lena se había despertado con una amnesia parcial, así que para ella su fase de sujeto era un misterio.
-¿Qué es todo esto? -preguntó por fin.
Aquello se ponía complicado. Inspiré profundamente mientras intentaba pensar una forma de contarle lo que había vivido con tacto. Entonces alzó su brazo y acarició una de las cuerdas en las que colgaban varios de los abalorios que había diseñado Sussie. El sol que incidía en ellos empezó a dibujar pequeñas figuras de colores que bailaban por las paredes de la habitación y por su rostro.
-Lo diseñó Sussie. Al parecer las luces y los colores fuertes calman a los sujetos -terminé la frase en un susurró al sentir sus ojos llenos de dolor-. Lo siento, no quería decir que tú fueras un sujeto, es... -Alzó la mano para hacerme callar.
-No te disculpes -murmuró-. Era un sujeto, es solo que al oír esa palabra me siento rara. -Luego acarició la cicatriz de su rostro de forma distraída. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo se detuvo-. ¿Hice daño a alguien?
Sus ojos me suplicaban que dijese que no. Por suerte en esta cuestión podía ser sincero con ella, porque tanto sus manos como su conciencia seguían estando tan limpias como antes. No se podía decir lo mismo de las mías, que se habían oscurecido más aún.
-No, no hiciste daño a nadie.
Ella me sonrió con agradecimiento, como si hubiese sido gracias a mí aunque no fuese así. Luego dejó de observarme para volver a fijar la vista en los artilugios que habíamos diseñado
-Es muy bonito -musitó. Su vista se detuvo en el cuadro de Bruno. La imagen lunar desapareció siendo sustituida por el trasero de una mujer que limpiaba un coche de una forma un tanto... complicada. El rostro sereno de Lena se contrajo en un gesto de desagrado-. Menos eso, eso es... grotesco.
Oculté la sonrisa que quería escaparse y me situé junto a ella para observar mejor el cuadro.
-Pues es curioso... -dije meditativo mientras me rascaba con los nudillos el mentón. Sentí la mirada de Lena posada en mí-. Porque era lo que mejor funcionaba contigo -finalicé sin poder ocultar por más tiempo la sonrisa y mirándola de forma burlona. Ella hizo una mueca y sin poderme contener más una carcajada escapó de mi garganta.
-Eres un idiota, Josh. -Me golpeó el hombro con suavidad. No sabía por qué, quizá fuera porque se ponía preciosa cuando arrugaba los labios en ese gesto enfadado o por cómo se le encendían las mejillas por el enfado; o quizá, simplemente, por toda la tensión que había ido acumulando aquel mes, el caso era que mi risa aumentó.
-¿Quieres parar? No es gracioso -se quejó enfadada. Sin embargo para mí sí que lo era y su reacción hacía que me lo pareciese más aún.
-Lo-lo siento. Es que... te pasabas horas mirando ese culo.
-¡No es cierto! -dijo indignada. Otra ola de carcajadas brotó de mí-. Para ya, imbécil -murmuró empujándome con cuidado.
La volví a mirar y mi risa se atragantó al ver su rostro. Su indignación se había pasado y en lugar de fruncir el ceño con enfado me miraba divertida. Aunque lo que me había quitado el aliento había sido ver la sonrisa que había en sus labios. No era una de las sonrisas frías que ponía cuando se hacía pasar por Hannah era una sonrisa real, de las de cuando la conocí y que creía que no iba a volver a ver. De golpe me puse serio y sentí como mi corazón se aceleraba.
-¿Qué-qué pasa? -preguntó asustada.
-No, no, no -dije acariciando con suavidad sus labios-. No pares, por favor.
-¿Que no pare de qué? -preguntó completamente quieta sin apartar mis manos de su boca.
-De sonreír -dije en un susurro mientras mi vista ascendía hasta sus ojos castaños que me observaban con atención.
No sé quien de los dos fue, pero en cuestión de un segundo nuestros labios se habían juntado. Sentía las manos cálidas de Lena sujetar mi rostro mientras yo la sujetaba de las caderas acercándola más a mí. Fue un beso suave, más una caricia que otra cosa, como si tuviéramos miedo de hacernos daño el uno al otro. Como si fuéramos a rompernos si íbamos con más fuerza. Tampoco recuerdo cuanto duro, solo que en un momento dado ya no nos besábamos, en lugar de eso nuestras frentes se tocaban y nos mirábamos a los ojos. A través de esas dos ventanas marrones que eran sus ojos pude ver infinidad de cosas: sorpresa, gratitud, miedo, anhelo, respeto y algo más que ya había visto antes pero que, por lo bien que la conocía, sabía que era debido a su gran corazón: amor. Aquella mirada se coló dentro de mí e hizo que una sensación cálida me recorriera y me liberara de todo el malestar que había ido acumulando. Después de lo que a mí me parecía una eternidad podía decir que por fin me sentía en paz. Para mi desgracia aquella sensación no duró mucho, ya que al otro lado de la puerta se dibujó una silueta. Cuando Lena lo vio me soltó de golpe con un empujón. El malestar que había desaparecido durante unos segundos volvió a enroscarse alrededor de mi pecho estrujando con más fuerza. No fue la reacción de Lena la causante de que se volviera a instalar. El causante era aquel hombre, aquel falso héroe que conseguía que mi mundo se amargase como la leche pasada.
-Alex -dijo Lena con un tono cariñoso que hizo que mi estómago se revolviese.
-¿Interrumpo algo? -preguntó este sin que en su cara se moviese ningún músculo. No se podía saber si estaba sorprendido, molesto o avergonzado, su rostro estaba cincelado en piedra.
-Siempre molestas -gruñí sin poder contenerme.
Lena me miró sorprendida y con un toque de reproche. Después agarró un mechón de pelo que se le había escapado de la coleta y se lo colocó detrás de la oreja.
-Por supuesto que no molestas, Alex. ¿Necesitas algo?
-El otro día me pediste que te avisara si volvíamos a tener otra reunión. Mark nos ha reunido.
-Genial. Muchas gracias. Ahora mismo voy.
Cuando Alex se marchó miré a Lena con los puños apretados.
-No estarás pensando en unirte a esa locura, ¿verdad? Tienes que recuperarte. Ahora no deberías de pensar en luchar contra el Gobierno, solo en descansar.
Lena me miró con cariño.
-Quedarme en cama no va a resolver nada y la propuesta de Mark es muy interesante.
Bufé ante aquella afirmación, si bien ella se mantuvo firme a pesar de que en su rostro se reflejaba claramente por todo lo que había pasado aquellas semanas. Se acercó a mí y puso sus manos en mis mejillas, me dio un beso suave en los labios, susurró un gracias y se fue tras Alex. Me quedé allí observando la puerta mientras mi cuerpo temblaba de indignación y de rabia porque después de todo lo que había sucedido Lena siguiera siendo la misma inconsciente de siempre, aunque, sobre todo, me sentía asustado.
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Unos golpes tímidos en la puerta hicieron que mi atención se desviase de la tablet. Poco después la cabeza platina de Sussie apareció tras la puerta.
-¿Se puede? -preguntó de forma tímida.
Me sorprendió verla.
-Claro -dije incorporándome un poco en la cama e invitándola a que se sentara junto a mí.
Desde que habíamos cedido la habitación de Bruno a Lena había dormido en el salón, sin embargo con todas las reuniones del "nuevo grupo" que Mark planeaba había decidido hacer de tripas corazón y moverme a la habitación extra que había en la casa. A penas se podía mover uno por ella por la cantidad de muebles que había, pero yo lo agradecía, de alguna manera hacía que se pareciese menos a la habitación donde me había desintoxicado.
Se quedó quieta en el marco de la puerta dudando. Aquello me hizo pensar que realmente estaba muy enfadada conmigo. Sus ojos turquesas se clavaron en mí.
-No estoy de acuerdo en lo que opinas, es más, estoy completamente en contra de ello -declaró. Afirmé con la cabeza aceptando sus palabras-. Pese a todo eres mi hermano y te quiero así que... te perdono. -Luego sacó un pendrive del bolsillo y con una sonrisa pícara me dijo-: Tengo lo que me pediste.
-¿Has encontrado información sobre La Limpia? -pregunté interesado.
Ella parpadeó desconcertada. Luego negó con la cabeza al comprenderlo.
-No, sobre La Limpia no he encontrada nada todavía aunque pronto daré con algo -afirmó con seguridad. Sus palabras en lugar de tranquilizarme me inquietaron, no sabía si era buena idea haber metido a Sussie en aquello-. He encontrado información que confirma el parentesco entre Alex y Jason.
Aquello quería decir que Alex había dicho la verdad y que no era un traidor.
-Eso no puede ser -dije todavía incrédulo, estaba seguro de que lo era.
Sussie continuó sin prestar atención a mi replica.
-La madre de Jason era la hermana mayor de la madre de Alex, pero la historia no es exactamente cómo nos la ha contado. -Mi hermana cogió mi portátil, que se encontraba en uno de los muebles apilados e introdujo el dispositivo. Luego se acercó a donde estaba y se sentó junto a mí-. Es posible que ni él mismo supiese la verdad, así que creo que no debemos tenerlo en cuenta.
Eso ya lo veríamos.
Me fijé en los archivos que comenzó a descargar. El primer documento que abrió fue el registro de nacimiento de una mujer llamada Sandra Cranston, el documento era del Sector 2. Luego comenzó a abrir diferentes documentos donde atestiguaban que Sandra Cranston no solo había nacido en una familia del Sector 2 si no que además había sido una importante científica del mismo. También había varios artículos donde afirmaban su caída, tanto profesional como social, tras probar el medicamento con el que trabajaba en varios pacientes de un hospital sin su consentimiento. Un medicamento que fue un auténtico fracaso haciendo que las personas enloquecieran y acabaran suicidándose. Parte de su familia se mantuvo a su lado, en concreto su hermana pequeña Lisa, que luchó diciendo que todos los testimonios eran falsos y declarando inocente a su hermana de todas las acusaciones. Mientras que el resto de su familia, sus padres, hermana mayor y tíos, se mantuvieron al margen dejando de lado a Sandra. Aquello hizo que sintiera cierta empatía por aquella mujer, al fin y al cabo, su historia no se diferenciaba mucho de la mía.
En los documentos no se hablaba del Gobierno, no obstante tanto Sussie como yo sabíamos que eso no quería decir que este no estuviese relacionado en las sospechosas acusaciones.
-¿Entonces no se sabe nada del padre de Alex? -pregunté a Sussie mientras revisaba los documentos.
-No he encontrado nada acerca de él, pero estoy segura de que se trata de una persona del Sector 2. -Levanté una ceja sorprendido ante aquella afirmación. Ella abrió otro documento frente a mí. Esta vez era el certificado de nacimiento de Alex-. El certificado de nacimiento de Alex está fechado cinco meses después de que ella cayera en desgracia y Sandra acabara en el Sector 4.
Eso quería decir que Sandra había llegado al Sector 4 embarazada. Tanto la madre como el padre de Alex eran del Sector 2 pero él había nacido y crecido en el Sector 4, aquello sí que era raro.
-¿Qué pasó con Sandra?
-Se suicido dos meses después del nacimiento de Alex, como el resto de los pacientes a los que se les suministro el medicamento. -Miré sorprendido a Sussie. ¿Había probado el medicamento consigo misma? ¿Una mujer que acababa de dar a luz a un bebé? Y con un padre completamente desaparecido. Aquello cada vez olía más a que el Gobierno estaba de por medio-. Alex fue criado por su tia Lisa.
-¿Sabes algo del medicamento?
-Tampoco he encontrado mucho. En los artículos solo dicen que era un medicamento para tratar la depresión. No le dan ningún tipo de importancia. -Sussie y yo nos miramos significativamente.
-La madre de Alex creo algo importante y es muy probable que su padre fuera otro científico, quizá el compañero de trabajo. A saber si sigue vivo trabajando para el Gobierno o lleva años muerto. -Suspiré y guardé todos los documentos para leerlos con detenimiento-. Bueno. Supongo que esto demuestra la inocencia de Alex.
El azul turquesa de los ojos de Sussie se clavó en mí.
-Yo no he dicho eso -dijo ella. Abrió otra carpeta a la que no había prestado atención hasta ahora en la que ponía Jason-. Alex se puso en contacto con él hace cuatro años. Por conversaciones que he encontrado Jason no le recibió muy bien, es más, le amenazó con denunciarle a la policía del Gobierno si volvía a ponerse en contacto con él. Así que durante un largo periodo de tiempo no mantuvieron ningún tipo de relación, hasta hace seis meses. Jason además de ser un científico brillante como su tía, también tiene un lado oscuro y es que es ludópata.
-Sí, ya me había contado algo Mark.
Sussie afirmó con la cabeza.
-Tiene una gran deuda de juego con un mafioso de pacotilla del Sector 2 que tiene amigos muy turbios en el Sector 5. Este los mandó un par de veces a visitar a Jason, fue entonces cuando se acordó de su primo del Sector 4. Lo contrató para eliminarlo por una suma de dinero importante y para contratarle como su guardaespaldas particular. -Sussie iba abriendo conversaciones y archivos que confirmaban todo lo que me iba contando. Apenas tenía tiempo de leer lo que me mostraba que pasaba a otro archivo. Hasta que paró y me miró a los ojos-. Pero Alex no quería el dinero, quería otra cosa.
Tras decir esto volvió a mirar a la pantalla y pinchó en otro archivo. Frente a mí apareció una de las conversaciones. Esta era de hacía tan solo dos meses. Alex confirmaba que había hecho el trabajo que le había pedido, aparecían varias fotos que lo atestiguaban. Rechazaba el dinero que le ofrecía Jason y en su lugar le pedía que le ayudase a sacar a unos amigos que se iban a quedar encerrados en su laboratorio. Sentí una pequeña sensación de euforia al encontrar la prueba que estaba buscando, duró muy poco siendo sustituida por una rabia que fue creciendo dentro de mí y haciendo que mi cuerpo temblase. Apreté los dientes y los puños para contenerme y no lanzar el portátil contra la pared. En lugar de eso siseé:
-Ya te tengo, cabrón.
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