CAPÍTULO 40
El pitido ensordecedor de la máquina envolvió toda la habitación. Me levanté de forma brusca del colchón.
—¿Qué está pasando? —le pregunté a Jason alterado que tecleaba de forma frenética su teclado.
No me contestó, lo que hizo que un estado de pánico me embargase. Me acerqué a la máquina causante del ese sonido. La pantalla donde normalmente marcaba la tensión de Lena estaba en blanco, tan solo aparecía una pequeña linea, junto a ella una luz roja parpadeaba insistente. Dejé de prestar atención a la pantalla para posar mis ojos en Lena. Estaba tumbada en la cama con la cabeza cubierta de electrodos como en cualquier otra de nuestras sesiones. Justo en ese momento la puerta se abrió y apareció Mark en calzoncillos.
—¿Qué pasa? —preguntó alzando la voz para hacerse oír sobre el sonido agudo.
Ni Jason ni yo le contestamos. Jason seguía tecleando como un loco, mientras que yo buscaba el pulso de Lena. No pasó ni un segundo cuando comprendí la situación. Y en ese momento dejé de sentir. Todo a mi alrededor desapareció. Ya no escuchaba el pitido de las máquinas ni a Mark que seguía preguntándome. Solo podía escuchar mis latidos que resonaban en mi cabeza con fuerza y acelerados. Lena no tenía pulso. Lena estaba muerta.
En la última semana había tenido una mejora impresionante. Las enzimas de Brandon habían funcionado y consiguieron eliminar una parte importante del V12. La conducta de Lena también había cambiado. Se pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo, según Jason aquello era bueno, su cuerpo necesitaba recuperarse y dormir era la mejor forma. Los ataques habían desaparecido, en lugar de eso los ratos que estaba despierta los pasaba ausente, como si estuviera ida. Aquello me había preocupado pero Jason no le había dado importancia. Además las sesiones de relajación cada vez eran más fáciles y ya no era necesario que me pasara horas hablándola para tranquilizándola.
Por eso aquello no tenía ningún sentido. Lena se estaba recuperando. Lena debía estar bien.
Sentí como Mark me cogía por los hombros y me sacudía ligeramente. Aquello me hizo volver de golpe a la realidad. El pitido me taladró el cerebro. Lena no estaba bien. Lena estaba muerta.
—¿Qué está pasando? —me gritó Mark a la cara. Se le veía preocupado. Parpadeé desconcertado y cogí una bocanada de aire. Me había olvidado de respirar.
—No tiene pulso —dije casi en un susurró. El rostro de Mark empalideció—. Lena no tiene pulso. —Mi respiración se aceleró al comprender que aquello era muy real y todo el oxígeno que no había cogido hacía unos segundo entró de golpe. Eso y el olor rancio que siempre tenía la habitación de Lena hicieron que sintiera un ligero mareo.
Negué de forma tozuda. No. Otra vez no. Ella no se podía morir.
Dejé a Mark, que seguía en estado de shock, para acercarme a Lena y le susurré al oido:
—No pienso dejar que te mueras. No después de todo lo que hemos pasado, no sin que me perdones.
Tras decir eso posé mis labios en los suyos para llenar sus pulmones de aire. Hacía mucho que no ponía en practica aquella técnica. Fue una de las primeras lecciones que había recibido cuando entré a formar parte de La Organización, pero, a pesar de que me había visto en muchas situaciones extremas, nunca la había usado. Por suerte Aron obligaba a todos los miembros de la OLIC a hacer un curso recordatorio de supervivencia y una de las lecciones impartidas era la reanimación cardiopulmonar.
No sé cuánto tiempo estuve haciendo el masaje cardiaco y las respiraciones. El sudor corría por mi frente hasta mi mentón donde caía en el pecho de Lena. Y hubo en un momento en el que sentí un pinchazo en mi brazo herido. Pero aun así no cesé con el masaje. Alguien posó su mano en mi hombro, la aparté con rabia para continuar con mi cuenta de compresiones.
—Uno, dos, tres, cuatro... —susurraba para mí sin apartar la vista de su rostro.
—Josh —escuché a Mark. Sentí su mano en el hombro. Intenté apartarle con un movimiento de nuevo, pero me sujeto más fuerte—. ¡Josh, para! —escuché que me ordenaba. Negué con la cabeza y continué con mi retahíla:
—...veintiuno, veintidós, veintitrés...
—¡Josh, para de una vez! —dijo más brusco. Esta vez me dio un empujón que me desestabilizó haciéndome caer. Un gruñido gutural salió de mi pecho e intenté golpear a mi amigo. Se apartó antes de que mi puño diese en su rostro y fue entonces cuando me llegó su voz—. Ya está bien —dijo con un jadeo por el esfuerzo de frenarme—. Su corazón late, si sigues con el masaje le vas a romper una costilla.
Mi pecho subía y bajaba acelerado. Dejé de observar a mi amigo para posar mi mirada en la máquina. Había dejado de pitar y los números habían vuelto. Miré a Lena que seguía igual que antes, pero ahora se podía percibir como su pecho subía bajaba. Volvía a respirar. La angustia de unos segundos antes me desbordó y apoyé mi frente en su pecho mientras mi cuerpo temblaba. La mano de Mark se posó en mi espalda. Me sentía sin fuerzas, completamente agotado. Me quedé un buen rato escuchando los latidos de Lena y recuperando la serenidad hasta que de repente alguien gritó de júbilo:
—¡¡Sí!! —Alcé la cabeza sobresaltado para mirar a Jason. Me había olvidado de él. Tenía la vista fija en la pantalla de su ordenador y una sonrisa enorme se dibujaba en su rostro. Mi cuerpo volvió a temblar, pero está vez de rabia.
—Josh... —escuché la advertencia de Mark, a la que por supuesto no iba a hacer ni caso.
—Casi se muere, tarado de mierda, mientras tú te quedabas ahí parado tecleando en tu ordenador.
Jason alzó el rostro sin entender nada. Yo ya me había levantado y dado un par de pasos, pero Mark y Alex —el cual no me había ni percatado de que había entrado— se habían interpuesto para frenarme. El rostro de Jason palideció un poco al ver mi gesto, pero enseguida alzó la barbilla con soberbia. Lo que hizo que mis ojos brillasen de rabia.
—Estaba guardando las constantes y la actividad cerebral. ¿Sabes lo importante que son estos datos? —dijo en un tono agudo debido al miedo.
Me lo iba a cargar. Simplemente, lo iba hacer añicos.
—Tranquilízate —me dijo Mark intentando ponerse en mi campo visual para que dejase de mirar a Jason—, Lena está bien. —Luego se dirigió a Alex—. Llévate a Jason de aquí.
Cuando salieron de la habitación siseé:
—Voy a matarle. A él y a Alex por todo lo que le han hecho... —Mi voz se quebró al final de la frase por el nudo que se me había formado en la garganta.
Mark me miró con tristeza, pero no dijo nada, tan solo afirmó con la cabeza para después darme un abrazo. Me agarré a él como si fuera una tabla salvavidas y dejé escapar todo el miedo que me había agarrotado el corazón.
El resto de la noche lo pasé junto a Lena. Cada poco tiempo comprobaba las máquinas y su pulso. Fui incapaz de dormir demasiado angustiado por si sufría otra parada cardiaca. Por la mañana el cansancio me pudo y me dormí junto a ella. Cuando me desperté la mañana ya estaba avanzada pero aun así Lena seguía dormida. Aquello, y que no se había movido en toda la noche, dispararon todas mis alertas. Volví a comprobar sus vitales y todo parecía correcto.
Me encaminé al salón inquieto. Allí me encontré con los tres, Mark, Jason y Alex. Al parecer, después de lo sucedido anoche, habían decidido quedarse a pasar la noche. Me acerqué a Jason que estaba sentado en la mesa frente a su portátil. En seguida Alex dejó de prestar atención a su móvil para incorporarse. Mark, que estaba tirado en el sofá con la tablet, no se movió pero pude percibir cómo su cuerpo estaba alerta y como sus ojos no nos perdían de vista.
Ignorando el ambiente tenso que se había formado ante mi presencia le conté a Jason lo que pasaba con Lena. No me hizo ni caso. Hablar con Jason enfadado era como hablar con un niño de siete años. Mentira. Tony que tenía esa edad era mucho más maduro que Jason. Así que respiré profundamente y apretando los dientes murmuré una disculpa que no se merecía. Al final tras un par de suplicas y una colleja de Alex para que reaccionara Jason aceptó ver a Lena.
Lo primero que hizo fue chequear las vitales de Lena. Una vez hecho esto conecto su ordenador a la máquina que controlaba la actividad cerebral y estuvo tecleando durante un rato, mientras Mark, Alex y yo nos quedábamos en silencio viendo lo que hacía. Los primeros minutos de espera los pasé con la mirada fija en Jason, analizando cada gesto y expresión que surcaba su rostro. Se rasco cinco veces la oreja izquierda y frunció tres veces el ceño. Para mí aquello ya fue una señal mala y sin poder contenerme más comencé a dar vueltas por la habitación intentando controlar los nervios que me carcomían por dentro. No sé cuanto duró aquella agonía, según mi reloj doce minutos para mí una eternidad. Al final suspiró.
—Todo está bien. Está estable —dijo sin más recogiendo de nuevo su ordenador.
—¿Como qué está estable? Lleva durmiendo más de doce horas seguidas. ¿No es un poco raro?
El muchacho se tiró un par de veces más la oreja antes de alzar la vista hacía mí para contestarme.
—Su cerebro ha sufrido mucho estrés durante todas estas semanas. Ya te avisé de que esto podía pasar.
Sentí como el corazón quería salirme por la garganta y las palabras que salieron de mi boca las escupí más que otra cosa:
—¿Pasar el qué?
El chico volvió a rascarse la oreja y entonces lo entendí: Lena estaba en coma.
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