CAPÍTULO 30
—Lo mejor es sedarlo.
—Has dicho que todavía quedan varias horas para su próxima dosis, así que no entiendo por qué hay que dormirlo.
—Ya os lo he explicado, no me preocupan tanto las crisis que pueda tener porque se trata de un sujeto óptimo y estos son más estables, sino del hecho de que solo atiende las ordenes del doctor Myers.
—No lo llames sujeto, Rata de Laboratorio. Déjate de rollos y abre de una vez.
El sonido del cerrojo de la puerta hace que abra los ojos. Me pierdo en la tonalidad gris ceniza del techo de hormigón. Las pisadas resuenan dentro de la celda. Son cuatro.
—¿Su-su-sujeto 4890? —No me muevo a pesar de reconocer la voz de Jason—. Su-su-sujeto 4890, ne-necesitamos que vengas con nosotros —me ordena entre tartamudeos.
—Joder, pidiendo así las cosas no me extraña que no te haga caso. Yo tampoco te lo haría —dice el que ha estado discutiendo con él hace un rato—. ¡Y baja de una vez la maldita arma! Con lo que estás temblando solo vas a conseguir darnos a nosotros.
—Josh —dice de repente otro de los individuos. Su tono era grave pero más suave—. ¿Te acuerdas de mí? Soy Jake, tu mejor amigo.
«Jake». Siento un ligero pinchazo en la sien y mis ojos se desplazan hacia ellos. Son cuatro varones jóvenes vestidos de negro y armados. Tres de ellos tienen la cara cubierta con pasamontañas, el cuarto se lo ha quitado.
—Soy Jake —insiste.
Otra vez siento el zumbido molesto. No me perturbo, en lugar de eso anoto mentalmente: «Varón blanco; melena rubia; ojos dorados; altura: uno ochenta; peso: setenta quilos; edad aproximada: veinticinco años; amenaza: baja; Jake»
Hubo unos segundos de silencio hasta que Jason lo rompe:
—¡Claro que no se acuerda de ti! No se acuerda de nada porque es un sujeto que ya ha sido activado, por ese mismo motivo estamos perdiendo el tiempo, hay que sedarlo para poder sacarlo de aquí. Ahora avisad a vuestros amigos para que nos ayuden a moverlo, es un sujeto grande y pesa...
Continua hablando de forma rápida mientras mi vista sigue perdida en Jake. Sus ojos brillan y su rostro se ha contraído en un gesto de angustia. Me duele la cabeza.
—Cállate de una vez, Rata de laboratorio —dice uno de los encapuchados a Jason. El joven refunfuña pero le ignora para mirarme a los ojos. Luego se quita el pasamontañas—. Hola, Cerebrito.
«Varón; pelo castaño y corto; ojos marrones; tez morena; barba incipiente de unos días; edad aproximada: treinta años; líder del grupo; amenaza: baja» Mi dolor de cabeza se agudiza.
—¿Qué vamos a hacer, Mark? Tenemos que tomar una decisión —pregunta el último de ellos.
Su tono rasgado llama mi atención y lo analizo con curiosidad. Como el resto del grupo viste de negro pero su cinturón está adornado con cinco cuchillos.
«Varón; ojos grises; altura: uno noventa cinco; peso: noventa quilos; edad aproximada: indeterminada». Bajo la vista a su mano derecha donde oculta un sexto cuchillo. «Amenaza: alta».
—Venga, Cerebrito, no me hagas sedarte.
Sin embargo mi atención está clavada en el individuo de ojos grises que mastica chicle. El dolor de cabeza ha sido sustituido por una alerta. Me levanto muy despacio.
—¡Está funcionando! —exclama eufórico Jake.
Puedo ver cómo Jason abre mucho los ojos y comienza a retroceder hacia la puerta mientras que el individuo de pelo castaño, al que han llamado Mark, me observa con los ojos entrecerrados. El grandullón del pasamontañas también está alerta y ya no esconde el cuchillo como antes. A pesar de ello son demasiado lentos para mí y antes de que puedan hacer ningún movimiento ya estoy encima de este último.
El sonido metálico del cuchillo al caer al suelo resuena en la celda. Mi rodilla presiona con firmeza su garganta mientras sus manos luchan por soltarse de ella. Morirá en dos minutos.
El resto del grupo parece reaccionar y en seguida tratan de apartarme de él. No lo consiguen. Jason me apunta de nuevo con el arma temblorosa, agarró uno de los cuchillos del cinto y se lo lanzo al brazo haciendo que el arma caiga. Él grita, llora y se encoge en un rincón de la habitación. El hombre de los ojos grises que está aprisionado sigue intentado retirar mi rodilla aunque empieza a perder fuerza. Morirá en un minuto.
Mark me rodea la garganta con sus extremidades superiores. Le agarro de la camiseta y le lanzo por encima de mí sin dificultad. Al hacerlo mis ojos se topan con los de Jake. Los tiene anegados en lágrimas. Vuelve el dolor de cabeza.
—Lo siento, tío —murmura. Me preparo para su ataque—. Siento lo que te ha pasado a ti y a Lena.
El latigazo que me atraviesa la sien me pilla de imprevisto haciendo que no sea capaz de bloquear su patada. Caigo a un lado sosteniéndome la cabeza entre las manos todavía resentida. Mi presa se aparta de mí todo lo rápido que puede entre toses.
—¡Jake coge el arma y sédale! —grita Mark—. ¿Qué haces? Muévete.
Me incorporo tambaleante. Jake no se ha movido, sigue frente a mí observándome. Junto a él Mark me apunta con el arma.
—Espera —le frena Jake—. Ha sucedido algo.
—¿El qué?
—No sé. Se iba a proteger y algo le ha perturbado.
Su amigo le mira reticente.
—¡Dispararle! ¡Dispararle! ¡Nos va a matar! —chilla Jason desde el rincón en el que está escondido.
—Te lo juro, Mark, algo le ha afectado.
El individuo que había sido mi presa unos segundos antes está apoyado contra el muro recuperándose.
Vuelvo la vista hacia los chicos que tengo enfrente que me analizan con el mismo detenimiento que yo a ellos. «Jake; amenaza: baja». «Mark». La sien me late. Mis ojos descienden al arma que me apunta. «Amenaza: alta». Me posiciono. Jake estira el brazo y le obliga a bajar el arma. «Amenaza: media».
—Déjame intentar algo, Mark. Si no funciona le sedamos.
—Más vale que no te equivoques porque si no, me temo, que no vamos a salir vivos de esta —murmura con la vista fija en mí. Tiene el rostro perlado de sudor—. ¿Qué crees que es lo que le ha perturbado?
—No lo sé exactamente, solo dije que sentía mucho lo que le había pasado a él y a Lena.
Involuntariamente cierro los ojos en una mueca de dolor. Cuando los vuelvo abrir me miran atónitos.
—Jo-der —remarca Mark—. ¿Te acuerdas de ella? ¿Te acuerdas de Lena?
Se me escapa un gemido al sentir una punzada en la sien.
—¡Sí que se acuerda! —exclama con una carcajada Jake—. Delgada, ojos grandes y marrones, pelo castaño. Os volvéis locos el uno al otro —continua. A medida que la va describiendo mi jaqueca aumenta tanto que comienzo a jadear—. Lena.
El estallido de dolor hace que caiga de rodillas y entre ese malestar una imagen aparece. Es el rostro de una chica con una sonrisa dulce y unos ojos enormes que me miran de una forma que hace que una sensación cálida nazca de mi pecho. El dolor se desvanece dejando solo aquella imagen.
—Lena —susurro.
—¿Quieres verla, Josh?
Alzo la cabeza y me encuentro con el chico rubio que me ofrece la mano. La observo sin entender qué quiere que haga con ella. Ignoro el gesto.
Dentro de mí hay dos fuerzas que luchan en oposición. En una parte de mi cabeza hay algo que me retiene en esa celda, algo que me obliga a no moverme a menos de que me lo ordene el doctor Myers. En otra parte está el rostro de la chica, ese rostro tan... tan... ¿La conozco? Creo que sí.
Me siento confuso.
Me incorporo y, sin ser muy consciente de mis actos, afirmo suavemente con la cabeza. Jake, que seguía con la mano extendida a la espera, se ríe algo incómodo y se la lleva a la nuca.
—Es-es imposible. Los sujetos no pueden... —murmura Jason desde su rincón.
—¿Dónde está Lena? —le pregunta Mark ignorando su comentario.
—¡¡No podemos ir a por la sujeto 4891!! —brama Jason histérico—. ¿¡¿Estáis locos?!? ¡En ningún momento se habló de sacar a la sujeto 4891! No-no podemos sacarla de aquí. No podemos.
—Vamos a ir a por Lena —sentencia el hombre de los ojos grises.
Un gritito ahogado sale de Jason. El hombre se levanta y se acerca a él. Le revisa la herida del brazo. Es solo un corte superficial a pesar de sus quejidos.
—No hace falta que entres con nosotros, solo llévanos allí.
Jason tiene los ojos desorbitados, aun así afirma con un ligero movimiento. Todos se giran hacía Mark haciendo una pregunta silenciosa. Este me analiza una última vez.
—Está bien, vamos a ello —dice. Luego se dirige al hombre que he estado apunto de matar, el único que sigue con el pasamontañas con Jason—. Y esta vez si digo nada de armas, es nada de armas.
—Lo siento, no volverá a suceder —se disculpa de forma disciplinada.
Antes de salir se cubren de nuevo los rostros con los pasamontañas.
Les sigo a través del pasillo solo iluminado por las luces naranjas de emergencia y el parpadeo de las luces rojas de las cámaras. En un par de ocasiones me paro en seco, cuando gana la parte de mi cerebro que me advierte que no estoy siguiendo las ordenes del doctor, en esos casos Jake se detiene junto a mí y me hace algún comentario como: Lena te espera o ¿te acuerdas de cuando te disparaste por Lena? Entonces la imagen se aviva y mis piernas vuelven a moverse.
Al final paramos frente a una puerta.
—Es aquí —comenta Jason.
—Sección B —lee Jake. Se rasca la cabeza dubitativo—. No me suena está sección —murmura para sí mismo.
Mientras tanto el resto del grupo observa a Jason pasar una tarjeta por un escáner. La luz verde de acceso se enciende y justo debajo, en números grandes y luminosos, aparece una cuenta atrás de veinte minutos.
—¿Qué mierdas es eso? —pregunta Mark con inquietud agarrando a Jason por el cuello de la camiseta.
—Es-es un método preventivo. En está sección solo se permite estar veinte minutos. Pasado ese tiempo se bloquean las puertas. Se podrán volver abrir cuando la sección sea segura. La sujeto 4891 se encuentra en la celda B13.
Mark lo mira inquisitivo sin soltarlo.
—El tiempo corre —le apremia el hombre de los cuchillos.
Suelta a Jason y se gira hacia la puerta mientras dice:
—Vamos.
Le siguen mientras Jake comenta:
—¿Qué ha querido decir con eso de que se abrirá cuando sea segura?
Les sigo de forma autómata. La puerta da a una escalera que desciende que a su vez da a otra puerta de metal. No está bloqueada, así que pueden abrirla manualmente. Nada más hacerlo un penetrante olor a podredumbre nos golpea la nariz.
Estamos en un pasillo largo y oscuro con paredes de hormigón. Una luminaria se ha encendido frente a nosotros y permite que veamos el contenido que hay en el armario que hay a un lado, fusiles y trajes de protección. No se detienen y continuan caminando. Las luces se van encendiendo a medida que andamos y van apareciendo puertas a los lados: B1, B2, B3, B4... Hasta que llegamos a la B13.
Durante el recorrido, a pesar del espesor de los muros de hormigón, he podido escuchar los gritos y gruñidos de los sujetos que hay en su interior. En mi cabeza no paran de salir alertas de peligro y Jake tiene que insistirme con más frecuencia para que les siga.
Mark abre la escotilla para observar su interior. Veo cómo se tambalea conmocionado por la impresión.
—¿Qué pasa, tío? ¿Qué hay en el interior? —pregunta Jake.
El golpe contra la puerta hace que el grupo dé un paso atrás.
«Sujeto fallido: inestables, agresivos, muy peligrosos. Orden directa de matar». Me preparo para luchar.
Ahora es Jake el que observa el interior de la celda. Sus ojos se abren por el horror y traga con fuerza. El último en mirar es el hombre de los ojos grises. Analiza la estancia de forma serena.
—La he encontrado —dice de repente. Mark se pone a su lado para mirar—. La que está agazapada al fondo, en la esquina izquierda.
Este afirma dándole a entender que la ha localizado. Luego se rasca el mentón con el ceño fruncido.
—Hay demasiados sujetos. No sé si vamos a poder con todos.
Jake se pasea nervioso.
—¿Cuántos son?
—Yo diría que unos veinte, diez inconscientes o muertos y otros diez vivos. La mayoría parecen enfermos y sin mucha energía. Quizás tengamos alguna oportunidad —comenta Mark esperanzado.
Jake se vuelve a quitar el pasamontañas y se pasa el antebrazo por la frente nervioso.
—No la podemos dejar ahí —dice mirando a Mark.
—Pues entonces será mejor que nos protejamos bien —sentencia este elevado una de las comisuras de su labio. Luego dirigen su mirada al tercer individuo. Este desenfunda un par de cuchillos. Mark suelta una carcajada y da una palmada—. Vamos a darnos prisa.
Jake y el hombre de los cuchillos se van a la entrada para coger los monos de protección.
—¿Quieres verla? —Miro al líder del grupo y afirmo con lentitud sin dejar mi posición de ataque. Se acerca a la ventana y me señala un punto. Me quedo observándole sin moverme—. Cerebrito, a menos de que tengas vista con rayos X me temo que tendrás que venir para verla. —Sigo quieto, así que se acerca y me coge del brazo. Tira de mí sin conseguir moverme—. Joder, ¿qué te han dado de comer? ¿Plomo? —Resopla—. Mira, si quieres ver a Lena tienes que mover el culo. —Imagen. Calor en el pecho. Mis piernas se mueven—. Es la chica que está en la esquina de la izquierda de cuclillas.
Enfoco mi vista en el bulto agazapado ignorando al resto de los sujetos que hay en el recinto. Tiene la cara oculta por el pelo.
—Toma, Mark. —Le ofrece uno de los trajes Jake. Él ya está vestido con casco incluido. Luego me ofrece uno a mí. Miró impasible el objeto antes de volver mi vista a la chica—. Dos de dos, me estás dejando por los suelos —murmura entre risitas nerviosas.
—¿Listos? —pregunta Mark una vez que se ha vestido. Sus compañeros afirman.
Mark estira el cuello haciendo que varias de sus vértebras crujan antes de abrir la puerta. Cuando lo hace el hedor, que ya reinaba en el pasillo, aumenta considerablemente. Los tres entran decididos en la habitación. Les sigo. El silencio que se establece en la sala es sobrenatural.
Ni un gruñido. Ni un lamento. Ni un grito.
Todos los sujetos que hay en su interior se han detenido y nos observan. Incluso los que hacía un segundo estaban tumbados moribundos. Todos con los ojos rojos. Todos menos ella, que sigue con el rostro oculto tras sus rodillas. Entonces todo estalla. Los gritos, los gruñidos y los disparos. Los tres jóvenes luchan con fiereza, aun así sé que van a morir, hay demasiados sujetos. Por fin la chica alza la vista. Sus ojos no son rojos, son marrones y grandes como los de mi imagen. Toda ella es como la imagen que tengo. Solo está más pálida y sucia. Mi corazón se acelera. En ese momento la chica se levanta de golpe y hace que uno de los sujetos tropiece con ella. El espécimen deja de prestar atención a su presa para fijarla en ella. Mi pecho vibra en un gruñido amenazador que es amortiguado por el barullo que hay en la sala. Sin apartar la vista del sujeto avanzo hacia ellos. El rostro de este se desfigura en un chillido a la par que salta sobre la chica haciéndola caer. Es entonces cuando siento como la ira recorre mi cuerpo quemándolo todo a su paso y saliendo con un rugido tan fuerte de mi garganta que la sala entera queda en completo silencio. Los ojos marrones conectan con los míos, pero no son los únicos. Treinta pares de ojos rojos también lo hacen. De pronto una avalancha de sujetos fallidos se lanzan sobre mí tirándome al suelo. Una orden clara aparece en mi mente: «Matar». Algo estalla en mi interior y todo se vuelve rojo.
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