CAPÍTULO 28
Lena pasó el resto de la noche a un lado de la sala sentada con la cara escondida entre las piernas. Estaba casi seguro de que se había quedado dormida mientras lloraba pero no tuve el valor de acercarme a confirmarlo. En lugar de eso me pase buena parte de la noche intentando entender qué me había sucedido, al final el agotamiento me pudo y me dormí.
El resplandor de la luz del pasillo hizo que me despertara de golpe. Revisé la hora en mi reloj, eran las seis de la mañana. Una hora antes de lo que yo esperaba. Quizá eso jugase a nuestro favor. Me incorporé de un salto. Mi movimiento alertó a Lena que por primera vez en toda la noche alzó el rostro. Tenía los ojos hinchados, no supe si era debido a el llanto silencioso o porque se había dormido. Mi atención se desvió a la figura con bata blanca que apareció en el pasillo. Era una chica de pelo rubio con una gafas tan grandes que ocupaban buena parte de su cara. Cuando advirtió nuestra presencia se detuvo formándose una gran o en su boca. Después salió corriendo.
—¿Estás preparada? —le murmuré a Lena que ya se había situado a mi lado.
—Sí.
Afirmé con la cabeza sin apartar la vista de la cristalera. Tardó lo que me pareció una eternidad en volver —según mi reloj tan solo fueron diez minutos— acompañada de un guarda de seguridad que se quedó frente a la puerta con el fusil en la mano. Mientras tanto, ella hablaba por teléfono de forma agitada detrás de él. Cuando terminó de hablar se mantuvo espiándonos tras él a la par que se mordía las uñas. Hice el amago de acercarme a la cristalera para llamar su atención. Si conseguía que abriese la puerta, aun con el guarda, teníamos una posibilidad. En cuanto me vio moverme el centinela cargó su arma. Alcé las manos para que viera que no iba hacer nada y volví a mi sitio. Teníamos que esperar.
Media hora después apareció un señor de cabellos y barba canosa seguido de un par de jóvenes que, por sus ropas y su pelo desaliñado, tenían pinta de que les habíamos hecho levantarse de la cama de forma precipitada.
Se encaminaron hacía la joven que, nada más verles, salió corriendo a su encuentro. No se oía la conversación pero por la actitud de la chica comprendí que acababa de llegar la persona que se encargaba de los laboratorios. Una vez finalizaron su charla, el hombre por fin nos prestó atención. Nos observó detenidamente. Yo hice lo mismo. Su gesto era serio y su mirada dura, aun así, y a pesar de su pelo cano, no era un hombre muy mayor, estaría cerca de los cincuenta. Cuando terminó de evaluarnos le comentó algo al guardia antes de acercarse a la puerta.
—Intenta no separarte de mí —le comenté a Lena. Esta se pegó a mí en estado de alerta.
El hombre señaló mi arma e hizo un gesto para que la dejará en el suelo. Hice lo que me pedía con movimientos lentos. Marcó el código de la puerta y pitó advirtiéndonos de que estaba abierta. El primero en entrar fue el guarda con el fusil apuntándonos. Parapetado tras él iba el hombre cano. Una vez estuvieron dentro pude ver que este último también estaba armado. Sin dejar de mirarme a los ojos comentó con voz grave:
—Mejor que no hagas ninguna tontería, chico.
Le mostré las manos para que viese que no tenía intención de hacer nada. Luego pasó su mirada a Lena que repitió el gesto para tranquilizarles. Detrás de él entró uno de los jóvenes, cuando se disponía a entrar el otro ordené:
—Que no entre nadie más.
El hombre le hizo un ademán para que se detuviera. Después se dirigió a mí:
—Muy despacio quiero que empujes con el pie la pistola hacía mí. —Acaté su orden—. Bien. Jason cógela. —El chico que estaba a su lado recogió el arma. Le temblaban las manos, lo que me hizo entender que no estaban acostumbrados a este tipo de situaciones, probablemente tan solo fueran empleados del laboratorio. Por tanto, el único problema era el guardia—. Me gustaría saber por qué en lugar de mi sujeto más valioso hay un par de jóvenes rebeldes.
—Creímos que le vendría bien dar una vuelta para que le diese el sol. Se le veía un poco pálido —dije dejando que una sonrisa burlona se formase en mi rostro. Se endurecieron sus facciones.
—Joven, quizás a usted le parece que ha hecho una acción heroica. Sin embargo, lo que habéis hecho es una gran estupidez. Ese sujeto es el resultado de mucho trabajo y esfuerzo.
—Sí, no dudo que ha tenido que morir mucha gente para encontrar a alguien tan especial como Brandon. —Me observó con atención—. Desde mi punto de vista creo que ya le habéis hecho pruebas suficientes para obtener el antídoto.
—¿Antídoto? —preguntó sorprendido. Luego una de sus comisuras se alzó al comprenderme—. No, joven, no. Nunca hemos buscado un antídoto. ¿Para qué lo íbamos a querer?
—Para salvar a esa pobre gente —dijo Lena de repente con tono angustiado—. ¿No veis en lo que los habéis convertido? Son como... zombies, han dejado de ser ellos.
Por primera vez la miró.
—Esa es la idea, jovencita. Tienen que dejar de ser ellos para ser algo mejor. Son el futuro.
—¿Algo mejor? —murmuró ella incrédula—. ¿Los habéis visto bien? Son monstruos. —La observó con un gesto altivo sin decir nada. Por el rabillo del ojo vi de qué manera Lena apretaba los puños. Ante su silencio siseó enfadada—: Vuestro medicamento no mejora a nadie, solo mata inocentes.
El rostro del hombre se ensombreció de una forma siniestra.
—A veces es necesario hacer sacrificios para llegar a la perfección —dijo en tono tenso. Luego sus facciones se relajaron y agitó su mano libre quitando importancia a la situación—. De todas formas llamar inocente a un grupo de delincuentes del Sector 5 es mucho decir, ¿no crees, jovencita?
Apreté los dientes asqueado.
—¡Sois unos monstruos! —gritó de repente Lena haciendo el amago de abalanzarse contra él. Reaccioné a tiempo para frenarla, no dudaba que dispararían ante cualquier amenaza—. Suéltame, Josh —dijo retorciéndose entre mis brazos—. Personas como él son las que deberían estar en estas celdas. —Su cuerpo temblaba por la rabia.
La pegué más fuerte contra mi cuerpo a la vez que la susurraba:
—Tranquila.
Mientras la calmaba percibí de qué manera el chico que se había quedado en la puerta entraba en la habitación.
—Podríamos estar todo el día con esta conversación. Siempre me ha gustado hablar con jóvenes revolucionarios, es muy divertido hundir sus teorías idealistas que no llevan a ninguna parte, no obstante, hoy tenemos mucho trabajo y descubrir la desaparición del sujeto 256 nos ha complicado el día. Así que dejémonos de cháchara. ¿Dónde está?
—Ni locos se lo vamos a decir, viejo enfermo —escupió Lena con rabia. Vi cómo apareció un pequeño tic en la mandíbula del hombre.
—Seguro que no os interesa que llamé a la policía del Gobierno —respondió este con voz firme—. Trabajé con ellos durante un año y lo que hacemos aquí es una tontería en comparación. ¿De verdad queréis morir lentamente y sufriendo? Porque podríamos llegar a un acuerdo.
Supe en el acto lo que iba a suceder, así que tapé la boca de Lena.
—Fudrete, fiefo fiflado. —Se escuchó a través de mi mano.
Me interesaba saber qué nos proponía. Mi plan de escapar tenía una alta probabilidad de que saliese mal y acabáramos con una bala en la cabeza o, lo que era peor, en manos del Gobierno, así que si existía una posibilidad de negociar no la iba a rechazar a la ligera.
—¿Qué nos ofreces? —pregunté.
Lena intentó retirar mi mano, no se lo permití. Al hombre se le formó una sonrisa triunfal mientras yo reprimía una mueca de asco al sentir la lengua de Lena en la palma de mi mano.
—Los sujetos que nos suministra el Gobierno son demasiado mayores y están enfermos, necesitamos jóvenes sanos.
Lena se revolvió con más fuerza entre mis brazos.
—¿Ser tus conejillos de indias y que nos vuelvas unos monstruos? —Sacudí la cabeza en una negativa—. Creo que esa opción no nos interesa.
—¿Preferís morir o que os torturen hasta la locura? Aquí serías unos sujetos valiosos y se os trataría con el mayor mimo. Lo último que queremos es perderos, solo os mejoraríamos.
—No estáis teniendo muy buenos resultados con vuestras mejoras, no sé si nos interesa. Sin embargo... —El brillo en sus ojos aumentó al ver que existía una posibilidad. Lena se quedó inmóvil aguantando la respiración—. Si la dejas libre a ella, yo me quedaré y colaboraré.
El hombre me observó atentamente. Sabía que le interesaba, se notaba por cómo me estudiaba. No dudaba que Lena fuera interesante para él, pero tenía la impresión de que yo lo era más. La respiración de Lena se volvió agitada y se revolvió con más violencia hasta que un dolor agudo me hizo retirar la mano de su boca.
—¡Aaah! ¡Me has mordido! —la acusé.
—¡No hay trato! —gritó ignorándome—. Ninguno de los dos nos vamos a quedar aquí para que hagas pruebas con nosotros.
Sin ni siquiera mirarla el hombre me dijo:
—Está bien. Tu novia se queda fuera.
—No soy su novia —replicó ella—. Y preferimos morir antes...
Le volví a tapar la boca.
—Trato hecho —le dije—. Quiero ver cómo la liberáis.
—De acuerdo. Lo monitorizaremos para que lo veas. —Hizo un gesto con la cabeza para que los dos empleados se acercaran a nosotros.
—Solo colaboraré si la soltáis —le advertí de nuevo. Él afirmó con la cabeza y yo dejé que los hombres se acercaran a nosotros para llevarse a Lena. La solté y esta se giró con las mejillas encendidas y el pánico reflejado en sus facciones.
—¡Eres un imbécil! No acepto el trato. Yo soy la moneda de cambio y yo decido. Y decido no moverme de aquí. —Frente a la mirada atónita del empleado que la iba a sujetar se sentó en el suelo con los brazos y las piernas cruzadas.
Suspiré desesperado y me acerqué a ella para levantarla.
—Deja de comportarte como una cría y levántate —susurré entre dientes.
—Y tú deja de comportarte como un caballero estúpido. No somos nada, así que no tienes que hacer esto. No pienso cargar en mi conciencia que te hayas convertido en un zombie por mí.
Nos retamos un segundo con la mirada hasta que empezó a sonar una alarma. Alcé el rostro asustado al comprender que nos habían engañado, si bien el resto del grupo estaba tan desconcertado como nosotros. Una sensación de esperanza se instaló en mi pecho.
—Han venido a por nosotros —murmuró Lena con una sonrisa en sus labios.
No tenía ni idea de si aquello era por una intervención de nuestro equipo o simplemente un golpe de suerte, pero no pensaba desaprovecharlo. Mientras el hombre comenzó a dar instrucciones mandando a la chica —que se llamaba Aylin— a comprobar que pasaba, me pegue más a Lena para que me prestara atención. Cuando alzó la vista le hice un pequeño gesto con la cabeza en dirección al jefe del laboratorio, si ella conseguía ocuparse de él yo podría hacer frente al guarda que seguía de pie frente a mí como una estatua. Analicé de nuevo la situación, seguían atentos al pasillo por donde había desaparecido Aylin. Luego mis ojos se posaron en el guarda, estaban fijos en nosotros, temí que hubiese reparado en nuestras intenciones, si bien a pesar de que estaba observándonos su mirada parecía perdida, como si su mente estuviese en otro lado. «Mejor» pensé justo antes de murmurar:
—Ahora.
Lena me comprendió al momento y se lanzó sin miramientos sobre le hombre de pelo gris. Cayeron al suelo con brusquedad frente a la mirada atónita de los dos chicos. Yo hice lo mismo y me abalancé contra el guardia. El golpe fue brutal. Sentí como cada célula de mi cuerpo se quejaba de dolor, parecía que hubiese arremetido contra un bloque de hormigón en lugar de contra una persona. Caí dolorido sin que él se moviera ni un poco. Junto a mí Lena seguía luchando por hacerse con el arma, había conseguido deshacerse de uno de los empleados y estaba a horcajadas encima del hombre de barba. El otro chico observaba toda la escena aterrado a un lado.
—Sujeto... sujeto 735 —dijo el hombre mientras se retorcía para deshacerse de Lena—. ¡Inmovilízalos! —ordenó.
Nada más escuchar esto vi al guardia bajar la vista hacía mí como si me viera por primera vez. Abrí la boca al comprender qué pasaba e intenté detenerle propinándole varias patadas con fuerza en las piernas. Ninguna le impidió cogerme de la camiseta y alzarme como si fuera un simple muñeco. Salí despedido hacia el otro lado de la sala donde me estampé contra el muro. La cabeza me zumbaba y el dolor me paralizó unos segundos en el suelo. El grito de Lena hizo que reaccionara. Aquel ser la había cogido del pelo y la sostenía en volandas.
—¡Suéltala, maldito cabrón! —balbuceé a la par que me incorporaba de forma torpe y volvía a arremeter contra él. Me enganché a su cuerpo y le agredí con mis puños, pero con cada golpe solo conseguía tener las manos más entumecidas.
Una risa grave se escuchó detrás de mí.
—Sujeto 735, bájala y sujeta a ambos.
Un segundo después un brazo de mármol rodeaba mi cuello impidiendo que apenas respirase. A mi lado Lena se agitaba.
—¿Te gusta mi sujeto? —preguntó el hombre mientras se limpiaba la sangre que le teñía la barba—. Es perfecto. —Me dio la impresión de que iba a comentarnos algo más si bien justo en ese momento apareció Aylin con el rostro sofocado—. ¿Qué ocurre?
—El sujeto de la celda 123 tiene un arma y está disparando a la puerta, no creo que aguante. —Paró para tragar antes de continuar—: Es... es un sujeto fallido.
Un gesto grave se dibujó en su rostro antes de dirigirse a sus empleados.
—Id a buscar un par de pistolas y detenedlo como sea. No permitáis que salga. Intentad hacedlo mejor que aquí. —Los chicos estaban pálidos pero afirmaron con la cabeza antes de salir por la puerta—. Sujeto 735, sígueme.
—¡Espera! —conseguí decir a pesar de la presión en mi garganta—. ¿Qué pasa con nuestro trato?
Se giró hacía mí con una sonrisa perversa.
—Nunca ha habido trato, chico —dijo con calma—. Pero ha sido divertido hablar contigo.
Alzó su mano y me disparó. El impacto me dejó sin aire y una sensación cálida comenzó a extenderse por mi pecho mientras mis extremidades perdían fuerza. Lo último que oí antes de que todo se volviera oscuro fue el grito de Lena ahogado por el sonido del arma que volvía a dispararse.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top