CAPÍTULO 24
Me tumbé en mi colchón agotado. Esos dos últimos días no habíamos parado rematando todos los detalles de la misión. Los cambios que habíamos hechos fueron aceptados de forma positiva por el equipo, pero también nos obligó a hacer horas extras. El día de mañana sería un día importante.
Miré el sofá con anhelo. La respiración pausada de Lena me llegó. Se había ido a dormir antes que yo. No podía quitarme la sensación de que algo entre nosotros había cambiado desde la noche que casi la besé. Me quedé un rato más observando su figura en la oscuridad hasta que me di la vuelta y acomodé la cabeza en la almohada.
Durante esos días la electricidad entre nosotros había aumentado. Hoy cuando nuestras manos se habían rozado por casualidad al abrir la nevera para almorzar sentí cómo una corriente recorría todo mi brazo. Y estaba seguro —por el rubor que apareció en su rostro— que no había sido el único en notarla. También la actitud de Lena había cambiado. Se mostraba menos arisca y en un par de ocasiones me había regalado una de sus sonrisas de verdad. Esas cargadas de dulzura que me quitaron el aliento cuando la conocí. No como las que había visto hasta ahora, frías y calculadas. Sí, sentía que entre nosotros las cosas volvían a funcionar.
Volví a revivir en mi cabeza el momento en que casi la besé, su aliento tibio, la intensidad de su mirada, su olor... Cerré los ojos y disfruté unos segundos con el recuerdo. Deseaba besarla. Era algo innegable. Sin embargo sabía que a pesar de que las cosas habían mejorado Lena todavía no me había perdonado y que no lo iba hacer nunca, había roto su confianza y para ella era algo imperdonable. Suspiré e intenté olvidarme de todo para dormir.
Estaba en ello cuando advertí el movimiento. Me giré de forma brusca y un dedo se posó con suavidad en mi boca.
—Shhh, soy yo —susurró en mi oido.
Sí, ya me había dado cuenta de que era ella. A ella la percibía sin ningún problema y menos aún cuando estaba TAN cerca. Mi corazón se aceleró y mis instintos se agudizaron. Olía muy bien, a una mezcla de jabón y sal.
—¿Qué haces? —pregunté sin apartarme de su cuerpo. Sus pupilas brillaban en las oscuridad y me miraron fijamente. No me hizo falta más para saber lo que quería. Mi cuerpo reaccionó ante su deseo de la misma forma. Aun así me contuve y sin apartar la vista le pregunté—: ¿Estás segura?
Ella afirmó con la cabeza y se acercó despacio hacía mi boca. Pero yo no podía aguantar esa lentitud, la necesitaba ya, así que apoyé mi mano en su nuca y la atraje hacía mí. Fue algo brusco cómo chocaron nuestras bocas que en seguida conectaron y cogieron un ritmo familiar. Nuestros cuerpos se conocían y se unieron sin dificultad. ¡Joder, cuánto la había echado de menos! Ella gimió e hizo que mi interior vibrara. La estreché más fuerte y la tumbé para que su cuerpo fibroso estuviera bajo el mío. Sus manos se deslizaron por debajo de mi camiseta acariciándome la espalda, mi cuerpo tembló ante su contacto. Otro gemido. Un gruñido se escapó de mi pecho y un ansia, que ya conocía, se apoderó de mí.
—Te deseo —murmuró mientras yo me perdía en la suavidad de su cuello. Y yo la deseaba, la deseaba muchísimo—. Esto es... —Le mordisqueé el lóbulo de la oreja y sus palabras fueron ahogadas por un jadeo—. Esto es solo sexo —continuó con esfuerzo—, solo sexo —susurró cómo si se estuviese convenciendo de algo.
Sus palabra penetraron dentro de mí como si fueran agua gélida. Mis besos y caricias pararon de golpe. Y una sensación de malestar se adueñó de mí. Lena me observó confundida.
—¿Qué-qué pasa? —preguntó.
¿Qué pasaba? me pregunté a mí mismo. Pero no podía continuar. Algo dentro de mí me lo impedía. Hacía unos segundos había soñado con su boca, con su cuerpo, con su calor. Y ahora que me lo daba, me bloqueaba. Intenté buscar en mi interior la forma de quitarme el entumecimiento y reanudar el momento de pasión. Sin embargo solo pude encontrar un pensamiento claro: así no. Así no podía. ¿Qué cojones me pasaba?
—No... no puedo —tartamudeé tan desconcertado con mis sentimientos que no sabía qué decir. Lena me empujó con fuerza para que me apartara. En sus ojos vi un dolor que me desgarró por dentro—. Lo siento —murmuré.
Se puso en pie y comenzó a buscar algo por el suelo a oscuras.
—No tienes la culpa de nada, Josh. La imbécil soy yo. ¿Cómo he podido ser tan idiota? ¡¿Dónde están mis estúpidos zapatos?! —dijo en un susurro ahogado que me encogió el pecho.
—Lena, no es lo que piensas —conseguí decir intentando evitar que se marchase—. Déjame que te lo explique.
—No hace falta. De verdad, Josh, lo entiendo. No sientes lo mismo.
Había conseguido pararla y ver su rostro lleno de lágrimas. ¿Cómo podía explicarla que no era eso? La deseaba, todo mi cuerpo la deseaba con urgencia. Solo era que... Lena me volvió a empujar para apartarme de su camino y sin mirar atrás salió corriendo.
—¡Maldita sea! —murmuré.
Sin perder tiempo cogí unos vaqueros y mis zapatillas. Tarzán, que se había levantado con el sonido de la puerta, vino junto a mí esperanzado.
—Ahora no, colega. Cuida de Tony y Rose. —Le froté con energía la cabeza y salí tras Lena.
¿Cómo narices iba a encontrar a Lena? No tenía ni idea de a dónde había ido. Observé las calles de alrededor. La amenaza que parecía estar siempre presente en ellas se acentuó con la oscuridad. Tenía la sensación de que entre las sombras me acechaban. Di un par de vueltas a la manzana mirando cada callejón. Las aceras no estaban muy transitadas, aun así me crucé con algún grupo de chicos con los ojos febriles debido al alcohol que salían de los clubs de las bandas. Después de recibir varios insultos y ver cómo uno de ellos sacaba una navaja, comprendí que si no volvía a casa era muy probable que no lo hiciera nunca. Así que regresé con un nudo en el pecho. Me preocupaba que Lena estuviese fuera dolida y vulnerable.
Al llegar a la puerta de casa, me di cuenta de que no quería estar encerrado comiéndome la cabeza. Así que continué subiendo las escaleras hasta llegar a la azotea. Una vez allí subí por la escalera de mano que daba acceso al techo que había sobre la entrada. Cuando llegué arriba pude apreciar el pequeño bulto que había a un lado. Su llanto desconsolado hizo que se me contrajera el pecho. Me acerqué con cuidado hasta estar frente a ella. Una vez ahí me acuclillé y apoyé mis manos en sus rodillas. Al sentirme se encogió más aún evitando mi contacto.
—Lar-lárgate, Josh —dijo entre hipos—. No-no quiero que estés aquí.
—Lena, no es lo que piensas.
—Es-es por Sofía, ¿verdad? —dijo sorbiendo por la nariz. ¿Sofía? ¿Qué tenía que ver Sofía en todo eso?—. Sospeché que había algo entre vosotros el día que os vi juntos, pero la otra noche cuando estuvimos solos pensé que tú...
—No —dije cortando sus divagaciones—. Entre Sofía y yo no hay nada. Nunca lo ha habido ni nunca lo habrá. Yo te deseo a ti. Te deseo.... —Me callé unos segundos mientras intentaba canalizar los sentimientos que se arremolinaban en mi interior. Sus ojos me observaban con tal intensidad que me abrasaban por dentro. Tenía el pelo despeinado y la nariz roja por el llanto, sin embargo eso no le quitaba encanto, que va, todo lo contrario, la hacía más humana, más ella. ¿Cómo podía si quiera dudar que la deseaba?—. Muchísimo. Te deseo muchísimo —finalicé en un susurro.
Su rostro se turbó ante mi revelación y abrumada apartó la vista.
—Entonces... —dijo mientras cogía el dobladillo de su camiseta para jugar con él—. ¿Por qué has querido parar?
La sensación de angustia que me había atenazado el estómago hacía un rato volvió. En esta ocasión fui yo quien apartó la mirada. Percibí de qué manera Lena se daba cuenta de mi reacción y me observaba con curiosidad, pero no me sentía con el valor de hacerla frente. ¿Qué pensaría de mí cuando se enterase?
El problema fue la maldita frase: «Esto es solo sexo». Aquellas palabras habían hecho que reviviese muchas sensaciones. Sensaciones que no quería vivir con ella. Ella era especial. Ella era Lena. No quería... No. No podía ser un objeto sexual para ella. Aunque me aterraba contarle la verdad. ¿Qué impresión de mí tendría después de saber lo que había hecho con Tania?
Inspiré profundamente un par de veces y me senté a su lado.
—Es-es complicado —murmuré. Una parte de mí sabía que debía contárselo. Además, Tania ya se lo había dicho, ¿no? No obstante solo de pensar en aquel mes se me revolvía el estómago. Nos quedamos en silencio y el ruido de la calle nos llegó. Desde que había llegado a casa de Lena no había tomado nada de alcohol y en ningún momento había sentido la necesidad de tomarlo, sin embargo en ese momento me entraron una ganas tremendas de beber—. ¿Cómo son los clubs donde van los jóvenes? ¿Son muy peligrosos?
Parpadeó sorprendida y me dio la impresión de que se le encendían las mejillas, aunque bajo la luz de la luna no estaba seguro.
—Eh... bueno... supongo.
Fruncí el ceño sin entenderla. Se la veía algo avergonzada. Entonces una sospecha se abrió paso en mi cabeza.
—No has ido nunca —concluí con una pequeña sonrisa. En el acto sus ojos pardos me fulminaron.
—Sí que he estado en algún club. —Levanté una ceja incrédulo ante su queja—. Lo que pasa es que no mucho.
—¿Cuánto? —pregunté intentando ocultar la sonrisa.
Lo cierto era que no me extrañaba mucho que Lena no hubiese ido a los clubs. Su historial infantil y juvenil era un tanto especial, y más aún para una muchacha del Sector 4. Educada y entrenada por una persona del Sector 2 y con un hermano mayor que la protegió para que no se acercase a las bandas, era normal que no los hubiese visitado.
—Tres —murmuró por lo bajo.
—¡Guau! —dije sorprendido de verdad—. Es mucho más de lo que esperaba. —Sus ojos relampaguearon y vi venir sus intenciones permitiéndome frenar su puño que iba directo a mi brazo herido.
—No estoy de humor para tus tonterías.
—Vale, vale —dije disimulando unas risas—. ¿Qué te parece si descubrimos juntos cómo son los clubs de las bandas? ¿Crees que saldríamos vivos de allí si nos animamos a tomar algo?
Frunció los labios pensativa, luego alzó la barbilla con altanería. Se me dibujó una sonrisa en el acto, la prefería mil veces más así que como la había visto unos minutos antes.
—Para mí no, para ti puede ser. —Volví a elevar una de mis cejas—. Se nota a kilómetros que eres un pijo, solo hay que ver tu reloj —contestó con una sonrisa maliciosa en los labios. Mis ojos se posaron unos segundos en el reloj de Bea antes de volverlos alzar.
—Un pijo al que devorabas hace unos minutos —dije para picarla. Me arrepentí en el acto cuando vi la aflicción en su rostro—. Lo siento, solo era una broma tonta. Vamos a tomar algo y hablamos, ¿te parece?
No se la veía muy convencida hasta que al final afirmó con la cabeza.
El club era un antro oscuro con el ambiente cargado debido a la gente y al humo de tabaco. Aun así cuando entramos me quedé fascinado viendo a los jóvenes que bailaban de forma enloquecida con el pelo y el cuerpo brillantes por el sudor. Del techo colgaban dos grandes televisores antiguos donde aparecía el grupo que estaba tronando de una forma ensordecedora de los bafles situados a los lados de la pista de baile.
—¡Vamos a la barra! —le dije a Lena en el oido para que me escuchase mientras le hacía señas con la mano. Lena asintió y descendió las escaleras para sumergirse en el mar de cuerpos.
Cruzar la pista baile no fue tarea fácil. Al final entre empujones conseguimos llegar a nuestro destino. Una vez en la barra Lena me preguntó gritando:
—¿Qué quieres tomar?
—¡Una cerveza! —contesté. Lena frunció el ceño sin entenderme. Así que me acerqué más a su oido y repetí—: ¡Una cerveza!
—¡Creo que no hay de eso! —dijo segura. Alcé las cejas sorprendido porque justo en aquel momento la camarera servía unas cervezas a los chicos que estaban al lado nuestro. Me acerqué de nuevo a ella y le pregunté:
—¿Qué es lo que están tomando ellos? —Lena giró la cabeza en la dirección que le señalaba.
—¿Bier? —preguntó sorprendida. Una sonrisa se me dibujó en el rostro al comprender que Lena no sabía que cerveza y bier eran lo mismo. Lo que pasaba era que en el Sector 3 lo llamaban cerveza mientras que en el Sector 4 había conservado el nombre que se utilizaba antiguamente.
—Pues eso —murmuré junto a su oido intentando contener la risa.
Lena pidió un par de cervezas y se dirigió a una zona del local que estaba dividida en pequeños reservados y la música era menos estruendosa. Muchos de ellos estaban en penumbra si bien al pasar junto a ellos pude ver las sombras de las parejas que los ocupaban. No estaban precisamente charlando.
Nos sentamos en uno de ellos mirando hacía la pista de baile. En seguida me volví a quedar extasiado viendo el amasijo de cuerpos del que sobre salían piernas y brazos sin ningún tipo de ritmo y control. Era como si todos ellos estuviese sobre un charco y un cable despellejado les estuviese electrocutando. Me lo llegué a plantear. Mis ojos se despegaron de aquella hipnótica estampa para alzar la vista a las pantallas donde seguía apareciendo el mismo grupo, esta vez combinándolo con imágenes espeluznantes que definían bastante bien tanto al grupo como al local. Jamás había estado en un lugar como aquel y, aunque era siniestro tenía que reconocer que también era estimulante.
Di un par de tragos a la cerveza. Era amarga y espesa. Cuando por fin cogí valor miré a Lena. Seguía con la vista fija en la pista mientras giraba su cerveza sin haberla probado. Al darse cuenta de que la observaba me miró, apartó en seguida la mirada para beber un pequeño sorbo de su bebida. Arrugó la nariz al hacerlo.
—Tú dirás —dijo desafiante.
Me rasqué la nuca intentando pensar de qué manera podía introducir el tema.
—No sé por donde empezar —confesé abrumado por la situación. El gesto de Lena se dulcificó al notar mi apuro.
—¿Por qué no empiezas desde el principio? —propuso.
Por el principio, cuando mi vida comenzó a caer sin control. Lena conocía parte de la historia. Sabía que mi novia había muerto porque yo vi algo que no debía. Nunca le confesé el qué y era un dato que prefería que no supiese. Saberlo solo la pondría en peligro.
También conocía que La Organización me había sacado de ese pozo oscuro en el que me hundí después de la muerte de Bea y que se había convertido en mi familia. Pero desconocía el pacto que había hecho con Aron, en realidad hasta hacía unas semanas tan solo lo conocíamos el propio Aron y yo. Después de reflexionar durante unos segundos decidí comenzar por ahí.
Le hablé del acuerdo que había hecho con Aron, de cómo en aquel momento no me importaba nada y menos aún mi futuro. Lena me escuchaba en silencio dando vueltas a su cerveza. De vez en cuando bebía uno de esos minúsculos tragos, entonces arrugaba la nariz. Estaba convencido de que no le gustaba. Yo también bebía de mi cerveza para intentar digerir lo que le estaba contando. Sobre todo cuando me tocó contar la parte más desagradable: lo que había sucedido el último mes con Tania. Durante toda mi explicación estuve con la vista fija en mi cerveza que iba bajando con cada trago que daba.
Cuando terminé se asentó un silencio entre nosotros. No me atrevía a mirarla por miedo a ver el mismo gesto de asco que vi cuándo Tania le comentó que nos habíamos estado acostando.
—¿Por qué no me dijiste que estabas prometido con Tania? —preguntó.
Mis ojos se elevaron para conectar con los suyos. Mostraban dolor y decepción.
¿Por qué no le dije que estaba prometido? Esa era la pregunta clave. ¿Qué podía decirle a aquello? ¿Qué tenía intención de hablar con Aron para eliminar nuestro compromiso pero que al final se complicó? Aquello solo sonaría a excusa de mierda, y en realidad era eso: una excusa de mierda. Así que enfrentándome a su mirada de reproche le dije la verdad:
—Porque me daba miedo perderte.
Lena parpadeó un par de veces confundida luego enfocó su vista en la cerveza meditativa. Se quedó un rato en silencio hasta que al final negó con la cabeza.
—No me hubieses perdido. Estaba encerrada en tu maldita casa —exclamó con frustración.
—Hubieses huido de mí como hacías, y haces, siempre.
Lena abrió la boca ante mi afirmación.
—Te recuerdo que has sido tú el que ha huido hoy de mí.
La sonreí de forma cansada.
—No he huido de ti... Es tan solo que... —Me callé y analicé sus ojos castaños que me miraban a la espera. Tenía que ser sincero con ella—. No quiero ser solo un objeto sexual para ti. Quiero... —Tragué para darme fuerzas—. Quiero más.
Frunció ligeramente el entrecejo de forma desconfiada. Nunca cambiaría.
—¿Cuánto más?
¿Cuánto más? ¿Cuánto realmente podía pedirle? O mejor dicho, ¿cuánto más podía darle? Porque sabía que nada de aquello era duradero, ni mi estancia en el Sector 4, ni La Rebelión, ni el maldito Sector 4. Le había dado muchas vueltas esas semanas y ya había tomado la decisión de que cuando terminase con el rescate de Brandon Wars iba a retomar mi objetivo. Y desde luego no era estar en La Rebelión, porque La Rebelión, por mucho que le jodiera a Alex, estaba a años luz de derrotar al Gobierno. Sin embargo aún sabiéndolo algo dentro de mí me pedía más de Lena, no unos cuantos besos y, muchísimo menos, un revolcón. Lo cual me convertía en un auténtico egoísta, pero no lo podía evitar. Dudé unos segundos hasta que al final dije:
—Tan solo más.
Ella me observó sin entenderme. No me extrañaba, no me entendía ni yo.
—¿Más como una... una relación? —preguntó de una forma tímida que me hizo sonreír.
Una relación con Lena. Ni siquiera me podía hacer una idea de algo así en la situación que nos encontrábamos. Aunque esa fue mi intención hacía siete meses si hubiese conseguido que la aceptasen en La Organización. Ya entonces era más un sueño que una realidad, ahora simplemente no me lo podía imaginar aunque lo desease. Si bien no tenía nada que perder por preguntar:
—¿Saldrías conmigo?
—¡¡No!! —dijo tan rápido y tan tajante que no pude reprimir la mueca de disgusto ni el pinchazo de malestar del pecho.
—¿Por qué? —pregunté un tanto indignado.
—Porque no confió en ti —dijo negando con la cabeza—. Ni loca vuelvo a caer en lo mismo —continuó murmurando mientras daba un sorbo a su cerveza. Era consciente de ello pero no por eso dolía menos.
—Lo sé —afirmé sin poder evitar el tono de pesar en mi voz.
Ninguno de los dos volvió a decir nada. Tampoco había mucho más que decir.
Nos quedamos observando la pista de baile mientras terminábamos nuestras cervezas. Bueno, yo la terminaba mientras Lena seguía dándole sorbos ridículos. Pasado un rato me levanté y me acerqué a la barra para pedir un bolígrafo y papel. Había visto a la camarera hacer anotaciones en una libreta. Cuando volví a la mesa Lena me contemplaba con curiosidad.
—Es probable que no te acuerdes —comenté con una sonrisa pícara—. Hace siete meses hicimos una apuesta. —La cara de desconcierto de Lena fue tal que resultaba cómica, aún así mantuve el gesto serio y continué—: En el que si yo era capaz de escribir algo legible a mano tú me enseñarías cómo es el baile al estilo libre del cuarto sector.
El pánico se reflejó en sus facciones.
—Pero-pero si lo estás viendo —dijo indignada señalando a la pista de baile.
Negué con la cabeza divertido.
—El acuerdo era que tú me lo enseñaras.
—Pues lo anulo.
—Un trato es un trato. No lo puedes anular —dije sin dar mi brazo a torcer.
Deseaba ver bailar a Lena, porque era consciente de que iba a perder la apuesta. Tenía que reconocer que cuando la hicimos no había sido del todo sincero. A pesar de que en el Sector 2 se había perdido el uso del papel y todo se hacía de forma mecanizada por medio de dispositivos, en la escuela nos enseñaban a escribir a mano. Era una asignatura básica, no con boli y papel, existían otros métodos mucho más modernos.
Lena seguía negando con la cabeza sin embargo sabía que su honradez la impediría echarse atrás.
—¿Qué quieres que escriba? —Lena me miró horrorizada durante un rato—. Está bien, como no dices nada escribiré cualquier cosa.
Cogí el bolígrafo entre mis dedos y dejé deslizarlo por el papel. Se me hacía raro escribir a mano pero poco a poco mi nombre fue apareciendo con letra clara. Lena bufó a mi lado.
—Escribir tu nombre no es saber escribir. Escribe algo más complicado como... —Meditó unos segundos antes de decir—: Que estás en un club del Sector 4.
Sin decir nada hice lo que me pidió. Y al igual que con mi nombre al principio me costó un poco pero en seguida le cogí el truco. Lena continuó diciéndome frases para que no parase de escribir hasta que al final dejé el boli en la mesa.
—Creo que ya he demostrado que sé escribir a mano, ahora quiero mi baile —dictaminé.
Lena miró espantada la pista de baile para luego posar su vista en mí. Veía el horror en sus ojos, no cedí en mi petición, aquello era demasiado divertido para dejarlo pasar, en lugar de eso me crucé de brazos a la espera. Cuando vio mi determinación cogió la cerveza y, por primera vez en toda la noche, le dio un trago de verdad. Hizo una mueca de asco antes de limpiarse los labios con el dorso del brazo. Luego se dirigió con resolución a la pista de baile. La seguí y me apoyé en la barra más cercana para verla bien. Ella se colocó varios metros frente a mí rodeada de jóvenes. Miró unos segundos a su alrededor de forma dubitativa. Una expresión de diversión se dibujó en mi rostro, estaba seguro de que Lena nunca había bailado aquello. Después de analizar a los jóvenes que bailaban, cerró los ojos y sacudió un poco los brazos y la cabeza para darse fuerzas. Era incapaz de borrar la sonrisa de regocijo, aquello iba a ser épico. Sin abrir los ojos Lena comenzó a guiarse por la música. Mientras que el resto parecía que sufrían calambres en las piernas y los brazos, Lena se movía de una forma suave y rítmica. Mi sonrisa desapareció y se me secó la garganta. La sensualidad que transmitía era abrumadora. Tragué con fuerza sin apartar la vista de su cuerpo. No fui al único que la forma de bailar de Lena le llamó la atención, pronto tuvo alrededor un par de chicos que la miraban embobados. Sin dudarlo dejé mi sitio en la barra para acercarme a ella. Cuando estuve a su altura la sujeté por la cintura. Ella abrió los ojos sorprendida y aproveché para pegar mi boca a su oreja y susurrarle:
—Has hecho trampas. Así no se baila en el Sector 4.
Me aparté unos centímetros para observarla. Tenía el rostro sonrojado y brillante por el sudor. Y ahí en medio de ese calor atosigaste y el olor a humanidad simplemente pude pensar en lo preciosa que era. Sin poder contenerme más invadí sus labios. Lena no me rechazó, todo lo contrario, me recibió de buena gana. En seguida el beso se volvió más y más pasional. Cuando sentí que la situación se nos estaba yendo de las manos paré. La di un par de besos suaves hasta que me separé lentamente. Sus ojos transmitían puro deseo. Se mordió el labio como si se estuviese intentando contener. Un latigazo de calor me recorrió el cuerpo. Tuve que utilizar todo mi autocontrol para no abalanzarme de nuevo sobre ella.
—Creo que nos deberíamos marchar —conseguí murmurar. Ella afirmó con la cabeza e intentó separarse de mí para poner rumbo a casa, no se lo permití volviendo a acercarla a mí para decirla—: Conseguiré que vuelvas a confiar en mí.
Aunque se lo dije a ella fue más una promesa para mí que para ella. Luego la solté y nos fuimos a casa.
--------
En multimedia dejo el video del grupo aparece en las pantallas del club y deja tan impresionado a Josh XP
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top