CAPÍTULO 23

Me froté el cuello cansado sin apartar la vista de la pantalla aunque los ojos me escocían de mirarla durante horas. En estos casos era en los que echaba de menos la sala de reuniones que tenía en La Organización, con una pantalla grande y unas luces adecuadas que nos permitían ver cada detalle sin dejarnos la vista en ello. Parpadeé un par de veces para aliviar la picazón mientras me pasaba de forma distraída el dorso de la mano por la mejilla para eliminar una gota de sudor que resbalaba por ella.

—El encuentro con Eliot será aquí —continué. Señalé un punto en el plano a dos calles del edificio que habíamos marcado en rojo.

Eliot no tardó en contactar con nosotros y, aunque me preocupaba que participase en la misión, lo cierto era que el chico se había desenvuelto muy bien por su cuenta. No solo cubriendo su rastro, como me confirmó Helio para tranquilizarme, sino también cogiendo el mando de la situación sin que ningún superior le dirigiese. Esto hizo que me plantease si la forma en que había dirigido mi equipo había sido la correcta, sobre todo después de ver cómo trabajaba La Rebelión, tan opuesta a como lo hacía La Organización. 

—Con él traerá los neutralizadores y el equipo que necesitamos para bloquear el sistema de seguridad —continué.

Lena y Alex afirmaron con la cabeza. El resto del grupo se habían marchado hacía rato, pero había pedido a Lena y Alex que se quedaran para intentar resolver algunos puntos que no me convencían. 

Que yo dirigiese la misión había alterado los ánimos dentro de La Rebelión, en especial cuando dejé fuera de ella a Chase y a Erin. En seguida se me tachó de elitista y clasista por mantener solo a miembros que pertenecían al Sector 3. No había sido ese el motivo de que los excluyera, al igual que tampoco tenía nada que ver la relación que tenía con ellos, lo había hecho por simple seguridad. Tanto Chase como Erin llamaban demasiado la atención y no solo por sus tatuajes sino también por su forma de moverse y comportarse. Aun así no me molesté en negar las acusaciones, lo único que me importaba era que la misión saliese bien, si para ello tenía que aguantar un par de insultos más no me importaba. 

—También traerá consigo los perfiles del equipo de limpieza con los que accederemos a las instalaciones y las herramientas que he expuesto antes. Conocemos todas aunque no las tengamos aquí, así que no deberíamos tener problemas para usarlas.

Vi de qué manera Lena disimulaba un bostezo y Alex miraba el reloj de su muñeca, sabía que estaban cansados sin embargo solo quedaban tres días para la fecha y no me quedaría tranquilo hasta que estuviese todo bien atado.

—Lena —la llamé. La chica volvió a centrar su atención en mí después de parpadear un par de veces. 

—¿Sí? —murmuró.

—Conoces todos las herramientas, ¿verdad? —pregunté para asegurarme, no sería la primera vez que nos encontrásemos con ese problema. Frunció el ceño molesta al entenderme.

—Sí, conozco todos las herramientas —masculló en un gruñido.

Afirmé con la cabeza conforme antes de continuar con el repaso.

El plan se resumía en acceder a las instalaciones haciéndonos pasar por el servicio de limpieza. Alex sería el encargado de adelantarse y anular a los a los empleados reales. Eso sí, sin causar ninguna baja humana. Lena nos había insistido encarecidamente en este tema. No quería que La Rebelión se la comparase con La OLIC. Mientras tanto Eliot nos instalaría al resto los perfiles de los trabajadores que íbamos a suplantar. 

Una vez dentro actuaríamos como los trabajadores de la limpieza hasta que todos los neutralizadores estuvieran colocados y Eliot, desde la camioneta, controlase el sistema de seguridad. Después podríamos movernos sin problemas hasta los montacargas que daban acceso a la planta de abajo, donde se encontraba oculto el laboratorio y lo que andábamos buscando: los sujetos. 

A partir de este punto el plan comenzaba a flaquear. Por más que Helio había investigado, no había conseguido dar con ningún tipo de información sobre los horarios o los trabajadores del laboratorio. Tan solo teníamos el plano que me había entregado mi contacto. Así que una vez bajáramos por los montacargas desconocíamos que nos encontraríamos. Y eso... no me gustaba nada.

—¿Podemos hacer un descanso para tomar un café? —preguntó en un momento dado Lena sin poder contener el bostezo que se le escapó de la boca.

Acepté la propuesta, a ninguno nos vendría mal un descanso, aunque yo me negaba a tomar eso que llamaban café, para lo único que servía era para ir bien al baño. 

Lena se incorporó de un salto y se dirigió a la puerta de salida seguida de Alex. Antes de cruzarla paró un segundo para preguntarme:

—¿Quieres un café? —Negué con la cabeza pero agradecí el detalle.

Durante aquella semana que llevábamos preparando el trabajo Lena había suavizado su actitud conmigo. Quizá fuera debido al ataque colectivo que estaba sufriendo por parte de los miembros de La Rebelión, había tenido que interceder en varias ocasiones y su lado compasivo la hacía sentirse en la obligación de ser más agradable conmigo. Aun así yo prefería pensar que era porque el muro que había alzado entre nosotros comenzaba a desvanecerse. Sobre todo después de sorprenderla mirándome en un par de ocasiones, no sabía si lo hacía como me había comentado Sofía pero de lo que estaba seguro era que aquellas miradas habían conseguido que apareciese un cosquilleo familiar en el pecho. 

—¿Quizá otra cosa como un refresco o agua? —insistió ella. 

La observé con calma, parecía que necesitaba que yo también tomase algo para sentirse tranquila, así que dije:

—Un refresco estaría genial, gracias. 

Afirmó y se dirigió a la puerta seguida de su perro guardián, que fielmente había esperado a que yo tomara una decisión sobre lo qué quería tomar. 

Pasado un rato Lena volvió con una taza de café en una mano y un refresco en la otra. Cuando se acercó donde estaba me lanzó la lata. En cuando sentí el metal frío en mis manos no pude evitar llevarlo hacía mi frente y disfrutar del frescor que transmitía. Al abrí los ojos me topé con los de Lena que me contemplaba divertida. El cosquilleo volvió y como respuesta la sonreí. 

—No sé como podéis vivir con este calor.

Alzó los hombros y se sentó en su silla.

—Al final te acostumbras. —Luego dio un repaso a su alrededor—. ¿Y Alex? 

—Estaba contigo, ¿no?

—No —contestó confundida. Volvió a dar otro repaso al almacén deteniéndose en la parte del almacén que se encontraba en penumbra debido a las altas horas. Su rostros se había vuelto serio y en sus ojos había un toque de alarma—. Voy a buscarle —comentó de repente saliendo con urgencia por la puerta.

Di un largo trago al refresco y volví mi atención de nuevo a los planos. Poco después apareció Lena.

—Se ha largado. El coche no está —dijo sentándose en su silla visiblemente enfadada. 

Me quedé observándola en silencio sin saber cómo sentirme, si molestó por el enfado de Lena porque Alex se hubiese marchado o alegré porque este se hubiese ido dejándome a solas con ella. Mi silencio hizo que dejara de refunfuñar y me mirará por fin.

—¿Qué? —preguntó desafiándome. 

Estuve tentado de provocarla un poco y que saliese ese brillo guerrero que tanto me gustaba. Pero quería terminar cuanto antes con aquello e irme a dormir, así que negué con la cabeza y contesté:

—Nada.

Estuvimos un par de horas más. A Lena pareció que el café le fue haciendo efecto porque poco a poco estuvo más participativa. También se fue relajando, tanto que no puso ninguna pega cuando acabamos los dos sentados juntos frente a la pantalla estudiando el plano. Aportó un par de ideas muy interesantes e incluso aceptó de buen grado un par de bromas que hice.

—¿Qué opinas? —preguntó con una chispa de emoción en los ojos. Medité un rato en silencio lo que me proponía.

—¿Sabes que eso significa cambiar una buena parte del plan? —Asintió con efusividad provocando que se me dibujase una sonrisa en el rostro—. ¿Y que habrá que explicarlo de nuevo todo mañana?

—Sí, pero es más seguro. 

Volví a enfocar mi vista en la pantalla sin borrar la sonrisa mientras afirmaba con la cabeza.

—Creo que es una idea muy buena —concluí.

—¡Sí! —exclamó ella a la par que se incorporaba de la silla con una sonrisa que iluminaba su rostro. Su alegría me hizo reír.

—Has tomado demasiado café —declaré entre carcajadas. Ella también se rió.

—Me temo que sí —comentó sin intentar disimular su júbilo.

Me quedé embelesado observándola mientras ella seguía analizando el plan sin dejar de sonreír, parecía que estuviese repasando mentalmente su propuesta con orgullo. Mi escrutinio hizo que Lena dejase de prestar atención a la pantalla y se fijase en mí. Nuestros ojos enseguida conectaron. A nuestro alrededor el ambiente comenzó a cargarse, tanto que mi respiración se volvió espesa. No era el único sofocado. Las mejillas de Lena se habían teñido de un rojo intenso y respiraba de forma agitada. Inconscientemente se humedeció un poco los labios haciendo que mi atención se posara en ellos. Al instante una bomba de deseo recorrió todo mi cuerpo. Volví a alzar la vista a sus ojos y vi el mismo anhelo que yo sentía. Aquello me envalentonó. Me acerqué despacio hasta que el calor de su respiración golpeó mis labios. La iba a besar.

—Cre-creo que deberíamos irnos a dormir —dijo en un susurro casi inaudible. 

Permanecí inmóvil resistiéndome a separarme de ella. La intensidad de sus ojos me quemaba por dentro hasta que al final parpadeó un par de veces y se separó de mí. No lo hizo de una forma apresurada ni corto el contacto visual, lo que me permitió ver cómo por ellos recorrieron varios sentimientos: miedo, confusión y deseo. Esté último fue como una descarga eléctrica en todo mi cuerpo. Se puso en pie todavía con las mejillas encendidas y sin volver a mirarme. Se la veía perturbada y nerviosa, sin embargo no se mostró arisca ni brusca. Nos marchamos a casa en silencio, sin que la electricidad entre nosotros desapareciese. Ya no tenía dudas de que el muro se estaba desvaneciendo. El cosquilleo en el pecho que me había acompañado esos días se transformó en un calor que tenía olvidado mientras una chispa de esperanza se abría paso dentro de mí.

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