CAPÍTULO 21
Tras mis disculpas la tensión entre Lena y yo disminuyó. Seguía teniendo una actitud esquiva conmigo, algo que me frustraba mucho, pero aun así el cambio era notable. Ya no me respondía de forma cortante, ni tampoco parecía estar todo el día enfadada conmigo.
Aquella tregua me permitió hablar con ella y explicarle lo incómodo que me sentía siendo una carga económica. Le propuse unirme a los trabajos extras que realizaban ella y Alex para mantener la casa y La Rebelión, pero se negó en rotundo mostrándose escéptica a que fuese capaz de robar a los de mi propio Sector —aunque sospechaba que el motivo era más personal—. Así que vista la situación le propuse mudarme a otro sitio, en esta ocasión no obtuve una negativa sino una carcajada burlona y la siguiente frase:
—Tengo en consideración tu oferta para ayudar económicamente en casa. Veré qué puedo hacer.
Horas después descubrí gracias a Bobby que Lena ya había intentado deshacerse de mí en varias ocasiones, lo que pasaba era que nadie parecía dispuesto acogerme. No querían alojar a una persona del Sector 2 y menos aún si se trataba de un alto cargo de La OLIC.
Esa misma noche Lena me informó de que, a parte de ayudar a La Rebelión con la lectura generalizada, también trabajaría unas horas en la tienda de segunda mano reponiendo los suministros entre otras tareas. Al parecer había llegado a un acuerdo con Sammy —el encargado de la tienda— para que les redujese el alquiler de la trastienda a cambio de que le quitase algo de trabajo. Acepté sin poner pegas, me parecía justo.
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—Ayer lavé tu lencería rosa... —La mano de Lena tiró de mí arrastrándome al pequeño cuarto de limpieza mientras a nuestro alrededor brotaba un murmullo de risas.
—¡Aaaarg! —gruñó en cuanto la puerta se cerró—. ¡Maldición! ¿Por qué no te puedes comportar como una persona normal?
Alcé los hombros a la par que me apoyaba en una de las paredes.
Aunque mi relación con Lena había mejorado había cosas en las que no coincidíamos y una de ellas era la de discutir todo abiertamente.
Ante mi indiferencia Lena suspiró frustrada y reanudó la discusión que nos había llevado allí:
—Josh, sabemos dónde está y sabemos lo importante que es ese hombre para el Gobierno y para La OLIC. Helio acabará dando con las contraseñas de los archivos, ¿por qué no nos das las claves y nos ahorras trabajo?
—¿Y luego qué haréis? —pregunté a sabiendas de cual era la respuesta. Porque ese había sido el motivo de que yo hubiese bloqueado todos los documentos que tenía sobre Brandon Wars.
Por lo visto el grupo de Lena había dado con la localización de Brandon Wars. Todavía seguía siendo un misterio para mí de qué manera habían descubierto la importancia de este sujeto, sobre todo porque había sido yo quien les había explicado todo lo referente a los laboratorios y el V12, pero por más que había tratado de sonsacárselo a Bobby estaba visto que él tampoco conocía esa información. El problema que tenían era que a pesar de que sabían la importancia de Brandon y su ubicación no tenían nada más, ni siquiera el plano del laboratorio en el que se encontraba, que había podido confirmar que era uno de los laboratorios que me faltaban por revisar antes de que Aron me sacara de las misiones.
—Ir a buscarle —contestó decidida.
¿Cómo podía ser tan cabezota?
Gruñí y empecé a moverme de un lado a otro del pequeño recinto.
—Por eso no pienso dároslo. Sabéis dónde está, ¿y qué? No tenéis ni idea de cómo es el lugar ni del sistema de seguridad. Sólo tenéis un punto. Es una locura que vayáis. No estáis preparados.
Por mucho que insistiese Lena su equipo estaba demasiado desorganizado y poco preparado para realizar una misión de esas características. No pensaba ayudarles a ponerse en peligro, y en especial a ella.
—Lo sé, pero si nos das el resto de la información podremos estarlo.
—No pienso permitir que vayas allí arriesgando tu vida —dije por fin sin poder contenerme más.
Sus ojos se turbaron ligeramente ante mis palabras sin embargo en seguida supo controlarlo y su ceño se arrugó molesta.
—No puedes prohibírmelo —aseveró.
No, no podía, lo cual era una gran putada.
—Por favor, Lena, escúchame —dije intentando que entrase en razón mientras la sujetaba con cuidado por los hombros. Sorprendentemente no se apartó—. No son cualquier tipo de instalaciones. Tienes un buen equipo —comenté con los ojos fijos en ella para que supiese que decía la verdad. Porque así lo pensaba, la gran mayoría eran buenos chicos y algunos con un gran potencial como Helio, sin embargo les falta entrenamiento, recursos y mucha mucha disciplina—. Pero no están listos para algo tan grande. Os movéis por La Ciudad con autorizaciones, puede que sirva como acceso temporal a los sectores para vuestros hurtos, pero no para entrar en una instalación de alta seguridad. Por no hablar de que no tenéis los medios para desactivar el sistema de seguridad. No estáis preparados —insistí.
—Alex dice que si tú nos ayudas sí que podríamos hacerlo. —Me separé de Lena y me cubrí la cara desesperado. El maldito Alex. Siempre era Alex. El perro guardián de Lena que solo parecía entenderle ella, porque con el resto de nosotros apenas hablaba. Pero con ella solo bastaba una mirada para que supiese qué era lo que quería. Odiaba a ese chico. Aunque lo peor era que me confundía, porque siempre parecía que era idea de él meterme en todo—. Dice que tú podrías hacer que tu antiguo equipo nos ayudase —continuó Lena en un tono más bajo.
Volví a mirarla antes de que me saliese una risa sarcástica.
—¿Y cómo narices voy a ponerme en contacto con mi equipo sin que La OLIC se nos eche encima? Te recuerdo que ahora mismo me tienen en su punto de mira.
—Ya, pero... ¿no te parece curioso que no hayan alertado al Gobierno sobre ti? ¿Ni que hayan anulado los perfiles de tu chip? Josh, tenemos que aprovecharlo.
—Justamente que no lo hayan hecho debería preocuparos, no al contrario —gruñí molesto porque no se diese cuenta de lo peligroso que era todo aquello.
Si bien Lena siguió hablando como si no hubiese escuchado mi advertencia:
—He hablado con Sussie y ella dice...
—Espera, espera, espera —la frené de golpe cuando una sensación de alarma se disparo dentro de mí—. ¿Has hablado con mi hermana de esto? —pregunté en un tono tan tenso que Lena retrocedió un paso mientras afirmaba muy despacio con la cabeza. La rabia recorrió cada parte de mi cuerpo cuando comprendí lo que sucedía—. No pienso permitir que metáis en vuestras actividades suicidas a mi hermana y a Jake —dije apretando los dientes.
Ya había entendido de qué iba todo aquello. No querían que les diese los códigos para desbloquear los archivos, querían que les acercase a mi equipo, a mi familia.
—Pero Josh...
—Ni se te ocurra volvérmelo a pedir —dije abriendo la pequeña puerta y marchándome sin darla tiempo a terminar la frase.
Bastante había jodido ya a mi familia como para relacionarlos con La Rebelión también. Eso jamás.
Me senté en una caja que había entre dos contenedores. El lugar apestaba. Aun así agradecí que me diera el aire de la calle aunque oliese a rata muerta. Estaba harto de estar encerrado; de no estar solo ni un momento y de no poder moverme con libertad. No me alejé mucho de la puerta que daba a las instalaciones de La Rebelión, conocía el riesgo que corría si lo hacía. No obstante la salida trasera daba a un pequeño callejón poco transitado, así que me sentía seguro.
Mi vista se perdió al final del callejón viendo pasar a la gente que andaba por la calle principal.
Seguía ofuscado por toda mi conversación con Lena. Me sentía impotente ante la situación. Mi familia en el tercer sector sin poder moverse y en peligro; Lena arriesgando su vida por un grupo que no llevaba a nada; y yo atado de pies y manos sin poder moverme porque todo el mundo quería mi cabeza. Y no tenía ni idea de cómo solucionarlo. Me pasé las manos por la cara agotado. Hacía mucho tiempo que no estaba tan perdido.
La puerta de salida se abrió y alcé la vista. Contuve el gruñido en mi pecho y apoyé la espalda en la pared que tenía detrás sin apartar los ojos de ese cuerpo grande. Se acercó con pasó tranquilo hasta que se recostó en uno de los contenedores.
Su mirada acerada me dio un repaso antes de detenerse en mis ojos. Luego de forma distraída sacó de su bolsillo un paquete de chicles.
—¿Quieres? —me ofreció. Negué con la cabeza mientras él cogía un par de pastillas y se las metía en la boca.
Era consciente de que Alex no estaba ahí porque le apeteciese, a menos de que le gustase el olor a rata muerta, así que me dejé de rodeos y le pregunté:
—¿Qué quieres Alex?
—Me ha pedido Hannah que salga a hablar contigo.
—Se llama Lena, joder —farfullé malhumorado—. Y la verdad, no entiendo para qué mierda manda a su perro guardián, eres la última persona con la que quiero hablar.
Le miré desafiante a la espera de su reacción por mis palabras y mi apelativo. Cualquier cosa. Desde odio en sus ojos hasta algún gesto de molestia. Pero nada, por su rostro no apareció nada.
—Ya se lo he dicho —dijo sin más.
—Pues ya puedes volver y decirle que hemos hablado, así se queda contenta —contesté decidido a seguir con mis lucubraciones. Sin embargo pasados unos segundos fui yo quien le dio un repaso a él. Alex seguía siendo una incógnita para mí—: ¿Qué haces aquí Alex?
Él seguía con la vista fija en mí.
—Hablar contigo —comentó.
—No ahora, hombre. Digo con este grupo.
Porque de toda la gente que había en ese grupo, Alex seguía sin cuadrarme. Sabía que se había adaptado al Sector 3 y que vivía bien, había sido uno de mis peones más importantes y que más misiones había realizado, por tanto, uno de los que más dinero ganaba. En cambio había decidido dejar todo para instalarse en una habitación ridículamente pequeña en el Sector 4 y pasar a las ordenes de Lena.
—Ya te lo dije, Han... —Paró en cuanto vio mi mirada. Hizo una especie de mueca que deduje que era una sonrisa—. Lena me cae bien.
—Demasiados sacrificios para alguien que te cae bien, ¿no? —Él alzó los hombros con indiferencia sin negar ni afirmar nada—. ¿Por qué convenciste a Lena para que me quedara en el Sector 4 con ella?
—En el Sector 3 estabas en peligro.
—En el Sector 4 también estoy en peligro —le rebatí.
—Sí, pero podemos protegerte.
—¿Y por qué quieres protegerme? —Alex se quedó evaluándome mientras masticaba.
A todos allí yo les importaba una mierda, es más, si hubiesen podido me hubiesen vendido hacía tiempo, ya fuese a las bandas, a la OLIC o al Gobierno. Solo Lena y Alex estaban interesados en que no me pasase nada. Conocía los motivos de Lena, que eran tan simples como que igual que no podía abandonar a un polluelo no podía abandonarme a mí. Aunque la hubiese hecho muchísimo daño y me odiase. Así era su naturaleza. Pero lo de Alex no lo entendía. No tenía ese lado compasivo ni en broma. Le había visto matar y, en general, era una persona calculadora y fría, por eso era tan bueno como asesino.
—Porque eres importante —dijo por fin.
Sí, y además no tenía nada de tonto.
—¿Importante para quién? ¿La Rebelión?
—Sí.
Me rasqué el mentón frustrado. Hablar con él era igual que intentar conseguir una reacción suya: imposible. Me levanté dispuesto a volver a entrar en el edificio y dejar esa conversación que parecía no llevar a nada.
—Ya... —dije dirigiéndome a la puerta—, y estás en La Rebelión porque Lena te cae bien.
Al pasar junto a él posó su mano en mi hombro izquierdo frenando mi marcha. Lo aparté por instinto y le miré enfadado. Él me observaba con su serenidad de siempre.
—Da igual por lo que esté en La Rebelión —comentó—. Lo importante es que este grupo no puede funcionar sin tu ayuda. Te necesitamos.
Miré detenidamente a sus ojos inexpresivos, a mí sí que me interesaba saber por qué Alex ayudaba a La Rebelión. Porque el único motivo que me venía a la cabeza era que estaba enamorado de Lena y eso... no me gustaba ni un pelo. Pero Alex no era una persona habladora y en esos momentos lo estaba haciendo, así que tenía que aprovecharlo.
—¿Por qué debería ayudar a un grupo que tiene un objetivo estúpido y quiere destruir algo de lo que formo parte?
Volvió hacer esa mueca en su boca y apartó unos segundos su vista como si estuviese meditando qué decir.
—Ya no formas parte de La OLIC. —Abrí la boca con la intención de rebatírselo pero Alex continuó—: Estoy de acuerdo contigo. Creo que el objetivo de La Rebelión es estúpido.
—¿A qué te refieres?
—Creo que deberíamos de enfocarnos en un objetivo más importante como El Gobierno. —Masticó con descaro su chicle antes de continuar—: Por eso ayudaba a La OLIC, para luchar contra El Gobierno.
Le miré confundido.
—Y supongo que el dinero no tenía nada que ver, ¿verdad?
Alex se mantuvo impasible.
—El dinero no está mal, pero hay cosas más importantes —finalizó dándose media vuelta para meterse de nuevo en las instalaciones. Observé alucinado a ese chico. ¡Mandaba narices! Ahora resultaba que el chico se nos había vuelto profundo.
—Entonces, ¿por eso estás en La Rebelión? —le pregunté antes de que se marchara—. ¿Para que luche contra El Gobierno?
Él giró la cabeza para observarme una vez más antes de entrar en las instalaciones.
—La Rebelión no lucha contra El Gobierno —dijo sin más desapareciendo tras la puerta y dejándome ahí plantado con cara de bobo.
Me pasé las manos por el pelo mientras contenía las ganas de pegar un puñetazo al contenedor imaginando que era su rostro. ¡Era imposible entender a este hombre! Aun así sus palabras se me repetían en la cabeza. ¿El propósito de Alex era que yo convenciese a Lena para luchar contra el Gobierno? ¿Por eso me había metido en La Rebelión y había insistido en que me quedase en el Sector 4? Pero... ¿Por qué Alex quería luchar contra el Gobierno? En mi cabeza empecé a pensar en lo que sabía de él. Recordaba vagamente su ficha de peón y sus características no eran diferentes a las de cualquier otro. Su infancia había sido trágica, si bien como las de cualquier joven que Aron había entrenado. Antes de meterme de nuevo en las instalaciones decidí que ya tenía un nuevo objetivo: debía de descubrir qué tramaba Alex.
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