CAPÍTULO 2
—Las cosas se han complicado mucho en el Sector 4 desde que apareció el nuevo grupo, señor —comentó Luke.
Analicé al muchacho de pelo rubio bien peinado. Estaba nervioso. Intentaba disimularlo, pero su continuo cambio de peso de una pierna a otra le delataba.
Luke tenía veintitrés años, un par de años menos que yo, y era el cabecilla de la Zona Norte. Era bueno en su puesto y un chico majo. Le tenía aprecio y él me lo tenía a mí a pesar de que dentro de su grupo se encontraba Gregory, uno de los inversores más importantes de La Organización y también un puñetero grano en el culo que siempre que podía venía a tocarme las narices. Dejé de observar a Luke para mirar al susodicho Gregory. Estaba sentado muy recto en su butaca con su traje caro y su pelo engominado hacia atrás. Sus ojos astutos no perdían ningún detalle de lo que estaba ocurriendo en la reunión.
Desde que entró hacía un par de años en La Organización el chico no había dejado de acosarme, al parecer porque antes de mi caída social había sido un gran admirador de mis logros. Algo que me parecía bastante gracioso ya que a lo único que me habían llevado esos logros fue a que el Gobierno me acusara de espía y me arrestara. Aquel percance cambio mi vida y me convirtió en lo que soy ahora, el polo opuesto a lo que Gregory admiraba. Quizá por eso era tan coñazo conmigo.
Mi atención se desvió a la persona que se sentaba al lado de Gregory y enseguida todo mi cuerpo se tensó. Tania me analizaba con sus ojos azules. No me dejé intimidar ante su escrutinio.
Mi relación con Tania se deterioró cuando apareció Lena. Nunca había sentido especial cariño por ella. Sí que era cierto que durante un tiempo estuvimos liados, algo de lo que me arrepentía cada día que pasaba, pero sucedió cuando entré en La Organización. Por aquel entonces yo no pasaba un buen momento y Tania apareció con su sonrisa seductora y su cuerpo de infarto. No dije que no, ¿qué daño podía hacerme? Al fin y al cabo, estaba más muerto que vivo. Me dejé llevar por ella y disfruté de lo que me ofrecía. Las consecuencias de ello las estaba pagando con creces.
A pesar de que nuestra aventura no llegó muy lejos habíamos mantenido una relación buena, o por lo menos de respeto. Sin embargo con la llegada de Lena y su posterior huida el comportamiento de Tania había cambiado. Seguía siendo igual de melosa conmigo, pero su nueva posición en La Organización había hecho que cogiera mucho poder.
Antes de lo de Lena yo era uno de los cabecillas más veterano. Me encargaba del equipo de la Zona Este y de instruir a la nieta del Jefe. Ahora... era yo el que estaba siendo supervisado por esta. Por supuesto Aron nunca había nombrado a Tania como mi supervisora, simplemente se había limitado a aumentar el tiempo que pasaría en mi equipo antes de coger su verdadero puesto: dirigir la Zona Oeste. Pero tanto mi equipo como el resto de los cabecillas sabían que no era la verdadera razón. No me hubiese molestado tanto si no fuera porque Tania aprovechaba esta nueva posición para tenerme controlado, algo que me sacaba de quicio.
En el fondo, por mucho que me pesase y lo negase, Jake y Sussie tenían razón, La Organización había perdido la confianza en mí y me tenían vigilado.
—Algo se podrá hacer —comentó Aron tranquilo haciendo que le volviera a prestar atención—. Mandad a un peón y que investigue quiénes son y cómo podemos resolver el problema con las bandas. Tenemos que volver a controlar el Sector 4.
—Ahí reside el problema, señor. La gran mayoría de los peones que trabajaban para nosotros han dejado su actividad y los que no la han dejado se niegan a coger este trabajo. —El joven volvió a cambiar el peso a la otra pierna.
Aron lo observó con un gesto serio.
Las cosas no estaban bien en La Organización. El nuevo grupo que se había formado en el Sector 4 estaba consiguiendo golpearnos fuerte.
El Sector 4 era uno de los sectores más conflictivos que había en La Ciudad. Tan sólo el Sector 5 le superaba, pero este sector apenas se le consideraba parte de La Ciudad. En él se movía lo basura de la Ciudad: drogas, prostitución y tráfico de personas. Aunque también se encontraban aquellas personas que económicamente no podían hacer frente a los impuestos del Gobierno. Yo, como la mayoría de los ciudadanos, no me había creído esos rumores, pensaba que estaban exagerados, pero lo había visto con mis propios ojos. Lo que había dado lugar a que algunos de mis ideales se tambaleasen. El Sector 4 no llegaba a esos extremos aunque los rozaba. Se mantenía en el límite gracias a las bandas que lo controlaban. Bandas callejeras que mantenían a raya a los marginados (gente del Sector 5) que querían entrar y controlaban las actividades delictivas que había en él. Ese control daba cierto orden, aunque no hacía que el sector fuera más seguro.
La Organización hasta ahora supervisaba a las bandas para saber qué pasaba en el sector y ver cómo el Gobierno lo manipulaba a su antojo. Todo esto sin que las propias bandas supiesen nada. Sin embargo, desde hacía unos meses había aparecido un grupo que consiguió eliminar los peones que teníamos infiltrados en ellas, dejándonos totalmente ciegos.
A mí personalmente me daba lo mismo, el Sector 4 no era mi prioridad y en mi opinión tampoco lo debía de ser para La Organización. Teníamos cosas más importantes de las que preocuparnos que en un sector que no tenía futuro. En cambio Aron lo veía como una ofensa y un ataque personal.
—Manda a alguien del Sector 3 para que investigue —continuó a Aron.
—Lo he intentado, señor —dijo Luke—. Pero nuestros miembros se niegan a introducirse en el Sector 4. Les da miedo.
—Este es un caso especial. Oblígales —contestó Aron algo irritado.
Una vez dicho esto dio por concluida su charla con Luke y miró a Megan.
—¿Cómo está la Zona Sur con este tema?
Megan se puso en pie y se cuadró igual que había hecho Luke minutos antes.
—Tampoco hemos podido contactar con los peones que tenemos en el Sector 4, señor. Sin embargo, seguimos teniendo activos los peones del Sector 3. Ya he mandado a un par de ellos para que me informen de lo que está sucediendo, señor.
Aron afirmó con un gesto de cabeza y luego hizo la misma pregunta a Shannon, la sustituta temporal de Tania de la Zona Oeste.
La Zona Oeste se había quedado sin cabecilla a principios de año. Mark, su antiguo cabecilla y un buen amigo mío, se había negado a seguir formando parte de La Organización cuando Aron le desveló que no intervendríamos en la limpieza que pensaba hacer el Gobierno.
Para el Gobierno los Sectores 4 y 5 no eran parte de La Ciudad y, por tanto, tenía pensado eliminarlos. Esta medida todavía no había sido confirmada en público, nosotros nos habíamos enterado gracias a un informador. Nuestra intención era usarla para desprestigiar al Gobierno pero, a pesar de que luchábamos contra el Gobierno, no nos oponíamos a ello. Cuando Mark se enteró se negó a formar parte de ello y decidió abandonar La OLIC —como era conocida públicamente La Organización—. Admiraba el valor que había tenido porque desde entonces le perseguía tanto La OLIC como el Gobierno. Yo siempre había sido más egoísta y sólo había pensado en mi venganza, bueno... en eso y en que sabía demasiado de lo que pasaba en La Ciudad.
Shannon comentó que no había hecho ningún movimiento al respecto. En mi opinión era lo mejor que podía hacer con tan poca experiencia. Aron debió de opinar lo mismo porque hizo un gesto de aprobación. Luego me miró y preguntó:
—¿Cómo están las cosas en la Zona Este?
Me incorporé y me puse firme. Estaba a punto de abrir la boca cuando una voz femenina sonó en la sala.
—Tenemos el mismo problema que en la Zona Norte, señor. —Mis ojos, al igual que los del resto de asistentes a la reunión, se dirigieron hacia Tania. Apreté con rabia los dientes mientras le dedicaba una mirada no muy agradable. Ella, ajena a mí, continuó—: Los peones del Sector 4 están anulados y tampoco conseguimos que los del Sector 3 cumplan las ordenes como antes. Es como si se estuviesen rebelando contra nosotros, señor.
—Ya habéis escuchado lo que le he dicho a Luke, quiero que lo resolváis y que consigáis información sobre lo que está pasando en el Sector 4. ¿Entendido?
—Sí, señor —contestamos todos a la vez.
—Muy bien, por hoy hemos terminado. Pueden marcharse.
Me puse de camino a la puerta cuando Tania apareció frente a mí. La miré con dureza. Su intervención me había dejado en muy mal lugar y ponerme a discutir delante del resto del grupo no era apropiado.
—Mi abuelo me ha pedido que nos reunamos dentro de media hora con él en su despacho. —Afirmé con la cabeza sin decir nada.
Tania era una chica muy guapa: piel muy blanca, ojos azules intensos, pelo negro y liso y una boca generosa que cuando quería podía ser de lo más sensual. Yo hacía tiempo que había dejado de verla hermosa, quizá porque la conocía demasiado bien.
Observó mi rostro con detenimiento. Sabía que estaba enfadado, no dio muestras de importarle.
—¿Dónde estuviste anoche? —preguntó de repente.
La pregunta me sorprendió, pero evite mostrárselo, en su lugar bajé mi mirada de forma significativa a mi camiseta y mis pantalones militares negros. Era el uniforme que usaba siempre que iba a una misión.
—Estuve toda la noche en una fiesta de disfraces donde la temática era Hawai —contesté con una sonrisa ladeada.
Sus ojos brillaron irritados unos segundos antes de serenarse.
—No seas vulgar, el sarcasmo no te pega nada —dijo de forma airada—. Te he estado llamando. La próxima vez quiero que me tengas al tanto. —Paró a la espera de que afirmase que así lo haría. No lo hice. Sus ojos volvieron a brillar con rabia. Cuando comprendió que no iba a ceder a sus exigencias sacó algo de su bolso y lo estampó en mi pecho con fuerza—. Pasa por el baño y arréglate un poco antes de ir a ver a mi abuelo. Apestas a alcohol.
Luego se giró y se marchó de la sala. Suspiré agotado, observé el neceser que me había dado Tania unos segundos y me fui a los lavabos.
En los baños me aclaré la boca con el enjuague de eucalipto y me mojé la cara y el pelo. El persistente dolor de cabeza seguía ahí a pesar de los analgésicos. Mis pensamientos vagaron sobre lo que se había hablado en la reunión: el problema que estábamos teniendo con los peones en el Sector 4. Había algo en todo aquello que me hacía tener un mal presentimiento.
Dejé de pensar en ello para reflexionar en mi situación en La Organización, tenía que volver a recuperar la confianza de Aron. No podía seguir con Tania agobiándome a preguntas sobre lo qué hacía a cada momento y menos aún desprestigiándome delante de los compañeros.
Apoyé las manos en el lavabo para observar mi rostro en el espejo. Se me veía cansado. Me pasé una mano por el pelo corto intentando peinarlo un poco, pero desistí desganado. Me importaba una mierda ir arreglado a la siguiente reunión. Lo cierto era que no me apetecía ir. Si por lo menos hubiese ido bien la misión de anoche tendría algo que mostrarle, pero había sido un fracaso. Aunque por otro lado ampliaba las posibilidades de dar con uno de los laboratorios con sujetos, ya que solo me quedaba por investigar dos de los seis laboratorios que me había dado mi contacto. Pensar aquello me animó un poco. Quizá la reunión no era tan mala idea.
Me masajeé la sien intentando que disminuyese la tensión de mi cabeza. Quería estar centrado para explicarle todo bien a Aron. Justo en ese momento se abrió la puerta del aseo. Cuando abrí los ojos se cruzaron con esa mirada astuta en la que se veía diversión y un toque de desdén. En seguida el dolor de cabeza se agudizó yéndose al garete mis esfuerzos por aliviarlo. Estaba visto que hoy iba a ser un día de mierda y, por supuesto, no podía dejar de serlo sin que tuviese un encuentro con el gilipollas de Gregory. Me incorporé listo para un nuevo ataque.
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