CAPÍTULO 10
Bebí otra vez dejando que el líquido ambarino quemase mi esófago. No aliviaba la presión del pecho, pero si ingería suficiente alcohol quizá conseguiría olvidarla aunque siguiese ahí. Mi vista vagó por la estancia. Estaba iluminada solo por la luz de la luna que entraba por las grandes vidrieras. Siempre había sido mi habitación favorita, incluso con la piscina vacía. Observé el gran agujero negro. Añoraba nadar, sin embargo era un lujo que la Ciudad no se podía permitir. Dejé de contemplarlo y me centré en lo que tenía enfrente, las tres construcciones que parecían querer tocar el cielo. «El Sector 0» pensé. A pesar de que una luz pálida recorría sus aristas se podían ver reflejadas las estrellas y la luna en los cristales oscuros. Era una imagen espectacular. No solo eran unos edificios impresionantes para la vista también era una construcción de ingeniería perfecta. Lo sabía bien, los había estudiado a conciencia. Habían sido una de mis obsesiones, aunque hoy me daban lo mismo. Hoy todo daba igual, solo quería beber y volver a no sentir nada.
Alcé de nuevo la botella y le di un trago largo. Una ligera sensación de nauseas me hizo pensar que echaría la cena ahí mismo, por suerte mi estómago lo aguantó. «Buen chico» pensé con una sonrisa torcida. Si vomitaba no conseguiría que el alcohol hiciera su trabajo. Mi reloj pitó.
Tania: Dónde estás?
Las nauseas volvieron atacar. Bebí un poco más mientras mantenía la vista fija en el mensaje. Apenas hacía una hora que me había separado de ella y ya me estaba escribiendo.
—Esto es bueno para todos. Es lo que debo hacer —murmuré en un intento de darme ánimos... solo sentí asco.
Desde la fiesta Tania se había convertido en satán. No entendía qué era lo que había desatado esta nueva conducta. Quizá fuese debido al hecho de que Aron se encontraba de viaje en la Zona Sur o al descubrimiento del poder que tenía sobre mí el acuerdo con su abuelo. No tenía ni idea. Lo que sí sabía era que el comportamiento de Tania había cambiado drásticamente. Estaba disfrutando con su nueva supremacía y la usaba de forma despiadada. Y no solo conmigo, que mostraba sin ningún tipo de reparo lo mucho que disfrutaba dándome ordenes, sino también con el resto del equipo.
Lo primero que hizo al día siguiente a la fiesta fue enviar a Jake y a Eliot a la Zona Norte para que se reunieran con Luke y resolviesen un problema que estábamos teniendo con unos suministros, dejando a Sussie encargada de la formación de cinco miembros nuevos —algo que solía hacer Jake—. Mi hermana había tratado de ponerse en contacto conmigo en varias ocasiones pero me fue imposible hablar con ella ya que Tania no me dejaba a solas ni un momento. Maggie, en ausencia del resto del equipo, tuvo que hacer frente sola a la dirección de la Zona Este. Mientras tanto a mí me tocó aguantar la locura que le había entrado a Tania con la boda. Me pasé los últimos cuatro días viendo vestidos, flores y locales para la boda. Me paseaba de un lado a otro como si fuera un trofeo. Se excusaba diciendo que era para que nuestro enlace estuviera en boca de todos, que era bueno para Joel Adams. El brillo de placer posesivo que había en sus ojos cada vez que me presentaba me hacía pensar que ese no era el motivo real.
Sin embargo nada de aquello era la causa de que mi ánimo se hubiese deteriorado de forma estrepitosa. No. Lo que había hecho que desease ahogarme en el líquido ambarino era lo que sucedía por las noches. Noté que me asfixiaba unos segundos. Un trago más. Calor. Ya me sentía un poco mejor. La mayoría de las veces lograba evadirme, separar mi mente y que fuese algo mecánico. Aquello me dejaba vacío y frío, si bien era llevadero, estaba acostumbrado a sentirme así. Pero esta noche... esta noche Tania insistió en que dijera su nombre. Aquello había cambiado todo, porque el vacío había sido sustituido por la presión que no me dejaba respirar.
Durante unos instantes permití a mi mente soñar y pensé en desobedecer las ordenes de Aron e involucrarme en alguna misión. Meterme en alguno de los laboratorio que me faltaba o mejor... hacer una visita al Sector 4. Un hormigueo me recorrió el cuerpo. Sacudí la cabeza para borrarme la idea de la cabeza. Mi cuerpo se meció algo mareado. Cuando conseguí estabilizarme, di otro trago a la botella. No, no podía verla. Si lo hacía solo la pondría en peligro y yo acabaría con una bala en la frente. Lena tendría que salir sola del lío en el que se había metido. Era una chica lista y una superviviente, así que podía con esto. Alcé mis ojos para ver el cielo lleno de puntitos que brillaban con intensidad. La echaba de menos. Daba igual lo mucho que me mintiese porque la verdad era que la echaba muchísimo de menos. Un ruido detrás de mí llamó mi atención. Vi cómo una sombra al otro lado de la sala se movió. Mis ojos empañados por el alcohol tardaron en reconocer a la persona que se acercaba.
—Hey, ¿qué pasa, tío? —me saludó Jake.
—Aquí —dije alzando los hombros sin mucha energía—. ¿Cuándo has vuelto?
—Hace una hora. —Se colocó a mi lado observando el exterior—. ¿Qué haces?
—Pasar un buen rato —dije mostrando la botella—. ¿Quieres?
—Claro. —La cogió y dio un buen trago—. ¿Ha sido muy mala la semana?
—La misma mierda de siempre. —Nos quedamos un rato bebiendo en silencio—. ¿Sabías que desde mi casa se pueden ver las estrellas? —pregunté rompiendo el silencio a la par que miraba al techo de cristal. Jake me imitó.
—No tenía ni idea —dijo con una sonrisa.
—Yo tampoco. —Me llevé la botella a los labios—. Me lo dijo Lena. —Sus ojos se clavaron en mí al escuchar su nombre. No le miré, seguí con las vista fija en el firmamento—. Pienso en ella todos los días. Si consigo un día no recordarla, entonces por la noche mi mente me traiciona y sueño con ella. Es como si mi cabeza se negase a dejarla marchar. Aunque lo peor es lo mucho que la echo de menos.
Volvimos a quedarnos en silencio bebiendo. Jake me conocía bien y sabía que no había terminado de contarle todo, me estaba dando tiempo.
—¿Cómo he conseguido joder tanto mi vida? —pregunté mirándole por primera vez desde que había comenzado mi confesión. Me escocían los ojos, no tenía claro si era debido al alcohol o por la tormenta que había en mi interior.
Él me observó tranquilo.
—Seguro que se puede solucionar. Te disparaste un brazo por ella —bromeó dándome una pequeña palmada en la espalda para animarme—. Eso seguro que ayuda a que te perdone.
Negué con la cabeza frustrado haciendo que mi cuerpo se balanceara.
—¿No te has enterado todavía? —Jake me miró sin comprenderme —. Lo mío con Lena es imposible, estoy prometido con Tania. Nos casaremos después de la fiesta anual.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa a la par que su rostro perdía el color.
—Pero... ¿por qué?
—¿Qué pensabas, Jake? ¿Cómo iba a volver a estar con Lena? Vivimos en mundos diferentes. Además de que a ella la busca La Organización. ¿Cómo íbamos a estar juntos?
—No sé... —dudó unos segundos todavía aturdido por mi confesión—. Pensaba... que todo se solucionaría, en el fondo todo eso de las clases sociales es una tontería. No sé... —Movió la cabeza confundido—. Aun así, ¿por qué te vas a casar con Tania? Es fría y calculadora, no niego que es guapa pero no merece la pena.
Una risa ronca salió de mi pecho al escucharle. Jake había estado muy acertado con la descripción de Tania. Lo único que le faltó añadir fue cruel. Cuando me calmé hice un par de respiraciones profundas.
—Hace cuatro años tenía sentido. —Me miró sin entender nada—. Cuando entré en La Organización Aron me propuso un trato. Él me ayudaría a acercarme a quienes mataron a Bea y yo me involucraría al máximo con la causa de La Organización casándome con su nieta. En el momento me pareció genial, me daba lo mismo mi vida. Si te soy sincero no pensaba que fuera a vivir tanto —dije con una risa cansada al recordar aquella época—. Así que acepté sin dudarlo. Tania era guapa y apenas la conocía. Ambos decidimos que era muy precipitado hacerlo en el momento. Yo tenía muy reciente lo de Bea y Tania era muy joven. Tendría unos años de libertad antes de coger la mano de su nieta. —Di otro trago a la botella y se la pasé a Jake, por su cara la necesitaba más que yo—. Un año después cuando conseguí mi objetivo y conocía un poco mejor la situación en La Organización, ya no me parecía tan buena idea y fui a hablar con Aron al respecto. Le aseguré que seguiría con mi promesa. No soy un traidor —afirmé mirando a Jake—. Simplemente quise ampliar el acuerdo ya que me iba a afectar para toda la vida. Justo en ese momento tu familia estaba teniendo problemas con el Gobierno y Sussie no dejaba de insistir en que quería ingresar en La Organización. —Vi cómo el gesto de Jake cambiaba y empezaba a mover la cabeza de un lado a otro negando—. Así que le hice prometer a Aron que en cuanto cumpliese sus deseos os dejaría salir de La OLIC y os daría unos perfiles seguros.
—Tienes que romper esa estúpida promesa —dijo renegando todo lo que acababa de escuchar—. No puedes venderte así, Josh.
—No puedo romperlo. Menos aún después de que arrestasen a Sussie, necesita ese perfil... —Miré con firmeza a Jake—. Y tú también. No podéis pasaros toda la vida sirviendo a La OLIC, merecéis ser libres. —Dejé de observarle y alcé los hombros derrumbado—. Además, no me fío de lo que puedan hacer ahora si no cumplo. En especial Tania.
—¿Tania lo sabe? —Afirmé con la cabeza.
Sentí la mirada preocupada de Jake sobre mí. Quizá habría sido mejor no contárselo pero era el alcohol el que hablaba por mí. También fue este el que deshizo la angustia que me carcomía desde hacía meses.
—Estoy realmente jodido —dije sintiendo como se me quebraba la voz. Jake lo notó y sin dudarlo me abrazó dejando que me desahogara en su hombro.
Hacía años que no lloraba, ni siquiera me acordaba de cuando fue la última vez. Quizá cuando Bea murió, aunque en esa época estaba tan rabioso que no me acordaba de nada. Estuvimos un rato así, apenas fueron unas cuantas lágrimas. Me sentaron bien. Necesitaba sentir el apoyo de mi amigo y necesitaba ser consolado. La pesadumbre de mi interior no desapareció, sin embargo se suavizó un poco. Estaba hundido y roto, pero no estaba solo. Tenía a Jake y sabía que también podía contar con Sussie. Tenía que conseguir sobre llevar lo que venía, aunque solo fuera por ellos.
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—Entonces, ¿cuáles son tus propuestas para mejorar la Ciudad? —preguntó de forma vaga como si no le interesase lo que fuera a decir, es más, ni siquiera me miró cuando lo hizo, parecía mucho más interesado en la ensalada de rúcula que en mi respuesta. Esta era la pregunta clave que podía hacer que mi carrera de político se alzase o que nunca despegase.
—Bueno —comencé dando un sorbo a la copa de vino—. Creo que ahora mismo La Ciudad se encuentra en un momento bastante delicado y que deberíamos optar por medidas algo más severas.
Anderson por fin desvió la cabeza para prestarme atención.
Estaba al corriente de que la mayoría de los presentes eran partidarios de la segregación de los sectores como hasta ahora, permitiendo la apertura de los muros solo por temas laborales —lo que venía a ser para que les sirvieran— y desaprobaban algunos de los nuevos partidos que apoyaban una mayor integración de los sectores inferiores en los temas más importantes de La Ciudad.
—¿Medidas severas en cuanto a qué? —Sus ojos oscuros me analizaron con detenimiento.
—Creo que el Gobierno debería de tener más control con ciertos sectores.
Anderson hizo una mueca despectiva en sus labios.
—¿Estás tratando de decir que el Consejo está haciendo mal su trabajo?
Volví a beber de mi copa simulando una falsa tranquilidad. Aquí era donde me arriesgaba a que me arrestasen de nuevo como hacía cuatro años o a ganarme a aquel hombre de mirada fría. Todo dependía de mi respuesta.
—Sí —dije sin que en mi rostro mostrase ni un atisbo de duda mientras rezaba por dentro que Sussie no se hubiese confundido con la información que me había dado.
Anderson me seguía observando como un cazador, meditaba si abatir a su presa o divertirse un rato más con ella.
—Juegas muy fuerte para ser un novato, señor Adams
.Tragué y una sonrisa de suficiencia se me escapó.
—No sirve de nada jugar si no se juega fuerte, ¿no cree?
Volvió a evaluarme hasta que al final dijo:
—Cierto. —Por fin dejó de prestarme atención para continuar con su comida—. Tiene gente muy importante a su lado. Marian no ha dejado de hablarme de usted antes de la cena.
Mi vista se desvió a la mujer que presidía la mesa. Me costó mucho convencerla para que me sentara al lado de Anderson. Me vi obligado a aceptar tomar una copa con ella a solas al día siguiente y a soportar un montón de confianzas por su parte que no me gustaron nada. Lo único que me animó fue que Tania tuvo que presenciarlo sin poder hacer nada al respecto, aunque me asustaba las consecuencias que podía tener. No obstante las cosas estaban marchando bien.
—Marian es una gran mujer —dije cortando un trozo de carne de mi plato.
—Sí, y también le gustan los chicos jóvenes.
Mastiqué despacio el trozo de carne antes de tragarlo.
—Estoy prometido con la señorita Tania Young, señor Anderson.
—Una mujer muy hermosa —dijo sin más—. Debería tener cuidado con el señor Smith, aunque sea mayor que usted tiene fama de ser un don juán.
—Lo tendré en cuenta —dije riendo ante su broma. La conversación se había relajado, sin embargo se estaba yendo del tema que me interesaba—. Respecto a mis propuestas me gustaría hablarlas con usted en algún momento. No quiero ser presuntuoso, pero creo que le podrían interesar.
Sus ojos volvieron a estar fijos en mí.
—Por supuesto, después de la cena tengo un hueco, podemos tomar una copa juntos.
Mi cuerpo se relajó por fin ante su contestación, había conseguido que Anderson me dedicara tiempo y no lo pensaba desaprovechar.
El resto de la noche fue igual de bien. Anderson no dejaba de mirarme con recelo, aun así me había aceptado en el grupo y eso, de momento, era suficiente. Llegado el final de la cena Anderson me llevó a uno de los salones de la casa de Marian.
—Bien. Háblame de las propuestas por las que Marian está tan emocionada —dijo dándome una copa.
Sonreí mientras la cogía.
—No son nada del otro mundo, simplemente algunas sugerencias que creo que pueden ayudar a mejorar la situación de los Ciudadanos.
—Soy todo oídos.
Las propuestas de Joel Adams no eran otras que mantener la clases bien separadas y hacer un control extremo de los sectores inferiores, básicamente lo que ya había más acentuado. Anderson escuchaba en silencio sin mucho entusiasmo. No parecía muy impresionado, más bien aburrido.
—Y esas son las propuestas —finalicé sin perder de vista sus gestos. Anderson bebió de su copa despacio.
—Siento decepcionarle, señor Adams, pero no hay nada novedoso en sus propuestas. Todo lo que me ha contado son temas que el Consejo ya está teniendo en cuenta.
—Sí, lo sé, sin embargo la diferencia es que no están llegando a los Ciudadanos jóvenes como debería de ser. —Me observó algo más interesado.
—¿De qué está hablando?
—Los Ciudadanos jóvenes no se sienten identificados por el Consejo, por el contrario se ven impresionados por las nuevas vertientes que están saliendo que les prestan más atención. Por no hablar de grupos que luchan contra el sistema. El Consejo cada vez tiene menos seguidores jóvenes y estos, señor, son el futuro. —Le miré fijamente—. Una de mis propuestas es ser la cara joven del Consejo —finalicé.
Rompió el contacto visual mientras daba vueltas al contenido de su copa.
—¿Y por qué usted, señor Adams? Podemos encontrar otros adeptos mucho más... —Dejó la frase en aire reflexionando las palabras que iba a decir—. Dóciles.
Los nervios volvieron. Aquello no era bueno, necesitaba que Anderson me viese como una persona sumisa, por supuesto sin llegar a parecer un pusilánime. Me aclaré la garganta.
—No lo dudo, señor, pero no con los contactos que tengo —dije. Las fiestas y los eventos a los que me había estado llevando Tania habían dado su fruto y sabía que tanto Joel Adams como su pareja Tania Young gustaban entre los jóvenes. Eso nos daba fuerza. Aun así la mirada oscura de Anderson no era grata, necesitaba más—. Además de que estoy totalmente volcado con la causa. Mi objetivo es estar al servicio del Consejo —concluí con la esperanza de que aquello le diera la confianza que faltaba.
Anderson se levantó del sofá de piel. Caminó distraído por la sala hasta que se apoyó en la gran chimenea que adornaba la pared de enfrente. En su interior las llamas de un fuego que no calentaba bailaban.
—¿Qué opinas sobre las revueltas que están teniendo lugar en los Sectores 3 y 2? —preguntó por fin.
—Que deben de ser eliminadas cuanto antes y recibir un castigo ejemplar los alborotadores —respondí sin dudar.
—Eso no daría una buena imagen a nuestro Gobierno.
Se me dibujó una sonrisa ladina.
—Yo no he dicho que tengamos que hacerlo público.
Un brillo de satisfacción apareció en sus ojos. Había dado en el clavo. Aun así continuó analizándome en silencio como si algo no cuadrase. Su rostro era inescrutable y su silencio comenzó a inquietarme.
—¿Has estado alguna vez en el Sector 1?
El corazón se me aceleró. Lo había conseguido. Apenas era capaz de creerlo. Cruzaría al Sector 1. Intenté mantener la serenidad lo mejor que pude. Era una pregunta retórica, se podía contar con los dedos de una mano aquellas personas que habían estado en el Sector 1 y estaba convencido de que Anderson era una de las pocas personas que sabía quienes eran, aun así contesté:
—Por supuesto que no, señor.
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